El respeto es una conducta moral que consiste en reconocer y tratar a cada individuo como alguien que tiene un valor íntrínseco, un valor en sí mismo, aparte del valor instrumental que pudiera tener para nosotros. Es decir, el respeto moral es el reconocimiento del valor inherente de los individuos o lo que algunos pensadores denominan como dignidad.
Uno de los filósofos que mayor influencia ha ejercido sobre el concepto de respeto en el mundo intelectual ha sido Immanuel Kant. En su filosofía moral, este pensador sostiene que los seres que son personas deben ser respetados porque son fines en sí mismos y no medios para los fines de otros. Al ser un fin en sí mismos poseen un valor intrínseco y absoluto —absoluto en el sentido de que no puede ser devaluado o ignorado por otros criterios. Por este motivo es que las personas tenemos este valor tan especial que denominamos como valor inherente.
La filosofía de Derechos Animales argumenta que cada animal posee un valor moral inherente en tanto que cada uno de ellos es un ser dotado de sintiencia, es decir, capaz de experimentar, sensaciones, emociones y deseos propios. Cada uno es un individuo único y consciente de sí mismo, al que le importa su propia conservación y bienestar. De este modo, cada ser sintiente debe ser reconocido como una persona.
Afirmar que respetamos a los animales al mismo tiempo que los usamos como comida, entretenimiento, vestimenta y sujetos forzados en experimentos —entre otros fines— no es más que una perversión del lenguaje y un reflejo del prejuicio especista que predomina en nuestra cultura, que nos hace creer que los intereses de los demás animales, al no formar parte de la especie humana, no deben ser considerados en un plano de igualdad con los nuestros.
No tendría sentido decir que respetamos a los seres humanos si practicáramos el canibalismo o los sometiéramos a experimentos en contra de su voluntad. Así que tampoco tiene sentido lógico decir que respetamos a los demás animales cuando los tratamos literalmente como nuestras propiedades, como esclavos, como simples medios para satisfacer nuestros fines a costa de su vida y su libertad. Sólo podremos honestamente afirmar que los respetamos si los tratamos con la misma consideración moral que deseamos para nosotros mismos.
Por ello, no es legítimo pedir que respetemos la práctica de comer —o de explotar en general— a los animales no humanos. Eso sería como pedir a las feministas que respeten el machismo, o pedir a los homosexuales que respeten la homofobia, o pedir a los activistas por los derechos humanos que respeten el canibalismo.
Los prejuicios, las actitudes y las prácticas basadas en la violencia no merecen respeto. Las personas y sus derechos sí merecen respeto. Es por esto que el especismo y la explotación animal no merecen respeto, pues suponen violar los derechos de las personas no humanas.
Los prejuicios, las actitudes y las prácticas basadas en la violencia no merecen respeto. Las personas y sus derechos sí merecen respeto. Es por esto que el especismo y la explotación animal no merecen respeto, pues suponen violar los derechos de las personas no humanas.
Si eliminamos el especismo de nuestras mentes, podremos entender que el respeto implica necesariamente no utilizar a los demás animales para nuestros fines. El respeto hacia los animales implica veganismo.