«Experimentamos conductas básicas como comer, beber o emparejarnos como placenteras porque sirven para sobrevivir y reproducirnos. Y no sólo los humanos sino prácticamente todos los animales.» ~ Pablo Malo
En anteriores artículos, dentro de la categoría de
sintiencia, dediqué un espacio a hablar sobre animales cuya sintiencia todavía causaba cierta controversia: peces, reptiles, crustáceos, insectos, aportando evidencias que confirman su capacidad de sentir. Con esta entrada quisiera terminar de momento la serie exponiendo como ejemplo a los moluscos y los celentéros.
Sabemos que las
plantas no sienten porque no tienen neuronas ni sistema nervioso. No tienen sensaciones ni deseos, porque no pueden tener intenciones ni deseos. Simplemente reaccionan a estímulos externos de forma automática o inconsciente sin que haya ningún proceso de sensación de por medio, puesto que carecen del órgano necesario para ello.
Sabemos que el sistema nervioso es el órgano que produce las sensaciones y que, por tanto, genera la conciencia y todo aquello que forma parte de ésta, a lo que denominamos deseos, intereses, voluntad, intenciones. Sabemos que los demás animales también tienen sistema nervioso, y que en dicho sistema nervioso se realiza de forma similar la misma actividad eléctrica y química que en el nuestro, es decir: conexiones neuronales y secreción de sustancias neurotransmisoras.
Parece que es mucho más fácil reconocer la sintiencia en otros animales muy parecidos a nosotros morfológicamente que en el caso de otros que son muy distintos a nosotros en aspecto y tamaño —como es el caso de los peces, los insectos y los moluscos. La ciencia nos ayuda a conocer y confirmar objetivamente si otros animales sienten. Las evidencias apuntan cada vez más claramente que un sistema nervioso centralizado implica sintiencia. De ahí su especial relevancia para el movimiento de Derechos Animales. A pesar de que, por desgracia, los científicos hayan utilizado y asesinado animales no humanos para confirmarlo.
El grupo denominado «moluscos» es uno de los diversificados morfológicamente en el reino animal. Dentro de este grupo existen diferencias notables. En un extremo tenemos a los pulpos que han sido mencionados explícitamente en la
Declaración de Cambridge como un ejemplo de animal, fuera del grupo de mamíferos y aves, sobre el que tenemos evidencias muy consistentes acerca de su capacidad de sentir. En el otro extremo, tenemos a las almejas, las
ostras y las medusas; que hasta ahora no habían sido reconocido como sintientes, pero respecto de algunos de los cuales contamos con evidencias que apuntan a que su capacidad de sentir sería más que un simple posibilidad.
Si lo demás animales pueden sentir, esto significa que experimentan sensaciones [dolor, placer,...] y tienen intereses —desean proteger su vida, buscar lo que les beneficia y evitar lo que les perjudica. Por tanto, de acuerdo al
principio ético de igualdad, ellos merecen igual consideración, sin importar que sean humanos o de qué especie sean. De ahí radica la relevancia de cononocer empíricamente si otros seres son sintientes o no. Éste el motivo de este ensayo.
Antes de nada, nunca está de más recordar que la capacidad de sentir implica conciencia. Los seres sintientes son seres conscientes por la propia naturaleza de la sintiencia.
¿Cómo podría un animal sentir dolor sin ser él mismo quien lo siente? Eso sería una contradicción lógica y empírica. El dolor no puede darse en un vacío impersonal, sino que requiere y necesita de la subjetividad. El neurofisiólogo
Rodolfo Llinás lo explica de manera bastante clara y detallado cuando señala que "la subjetividad es la esencia constitutiva del sistema nervioso." Llinás especifica que la conciencia sería una característica intrínseca de todos los seres con sistema nervioso y que su origen no está en el pensamiento cognitivo o conceptual, sino que está en las sensaciones.
Si un ser puede experimentar dolor entonces tendrá el interés en evitar dicho dolor o la causa o fuente que lo provoca. Si un ser puede experimentar placer entonces tendrá interés en repetir aquella conducta que le causa placer. Así ocurre con todas las sensaciones. Decir que alguien puede sentir dolor, o sentir placer, pero que no tiene interés en evitar o buscar dicho dolor o placer, es contradictorio en los términos. Por tanto, en todo ser sintiente hay intencionalidad.
Como señala, de nuevo,
Llinás; una característica peculiar de los animales es el movimiento, y para poder movernos con éxito necesitamos tener una mente que genere una representación interna del mundo exterior a nuestro organismo para poder dirigirnos en él evitando los peligros y buscando los beneficios. Esto es lo que denominamos sentidos: vista, oído, olfato, tacto,...
A menudo se dice que otros animales se mueven por "instintos", pero hablar de instintos es lo mismo que hablar de sensaciones. Cuando mencionamos, por ejemplo, el instinto de supervivencia o el instinto sexual, nos referimos a determinadas sensaciones,
emociones y deseos que experimentamos. Luego si otros animales tienen instintos entonces son seres sintientes por definición. Decir que poseen instintos es decir que experimentan deseos e intenciones. Y no se pueden tener deseos e intenciones sin una conciencia básica de dichas experiencias.
Podemos decir que todos los seres sintientes son también
inteligentes en el sentido de que poseen pensamientos y memoria. Aunque ambas son funciones autónomas, están directamente interrelacionadas. No hablamos de inteligencia como pensamiento abstracto, conceptual o discursivo, sino más bien como estados intencionales.
¿Cómo sabemos que los moluscos son seres sintientes? En algunas especies dentro del grupo de los moluscos contamos con
evidencias claras acerca de su capacidad de poder experimentar sensaciones.
Las almejas son moluscos y también son uno de los animales que tienen un sistema nervioso más básico o sencillo. Si se demuestra que ellas efectivamente sienten —y teniendo en cuenta todos los datos que se han recopilado durante
décadas de investigación neurocientífica en animales no humanos— entonces lo más razonable es deducir que todos los demás animales con sistema nervioso también sienten en efecto.
Una de las maneras más fiables de reconocer la sintiencia en otros animales es la comprobar si efectivamente sienten
dolor —aunque la sintiencia abarca muchas otras más experiencias subjetiva aparte del dolor.
Para poder sentir dolor es necesario tener receptores nociceptivos. La
nocicepción es una modalidad sensorial somática que tiene una importante función protectora, ya que focaliza la atención en un estímulo nocivo que amenaza la integridad del organismo y que debe, por ende, ser evitado.
La capacidad para responder a estímulos nocivos es una característica básica de todos los organismos de la escala filogenética, desde los unicelulares hasta los mamíferos. Por ejemplo, en anélidos existe un grupo celular [células N] considerado como nociceptor; los pulpos tienen vías nerviosas que conducen información nociceptiva. En otros
phyla que poseen un sistema nervioso similar al de los moluscos —como es el caso de los cefalópodos— también se han descrito conductas que pueden considerarse
antinociceptivas.
Sabemos que las almejas poseen
ganglios donde se han centralizado las
neuronas aferentes —las neuronas que realizan la función específica de procesar percepciones subjetivas. Sabemos que segregan neurontransmisores como la dopamina y sustancia opiáceas que están directamente asociadas a la regulación del placer y del
dolor. También sabemos que son capaces de reconocer estímulos dañinos y procuran
evitarlos de forma deliberada. Cuando se les administran sustancias narcotizantes, sus reacciones antes estímulos dañinos cambian notablemente, lo que sugiere sin duda que su reacción está mediatizada por el dolor, es decir, por una experiencia consciente.
¿A pesar de todo eso tenemos que suponer que ellas no sienten cuando todas las evidencias apuntan claramente a que son seres conscientes? No veo argumento que refute la interpretación de estas evidencias en favor de la conciencia. Tal y como explica
Carlos Piñeiro:
«Ocurre que, incluso las almejas, tienen su pequeño sistema nervioso. Y si analizamos lo que ocurre en él, vemos que al detectar sal en el agua, ese sistema nervioso “intuye” la presencia de alimento, y prentende “motivar” a su cuerpo para buscar comida, y para eso libera dopamina. Es su sistema de recompensa, a la almeja “le gusta” la sal, y ese es el placer que la moviliza para buscar alimento. ¿Estoy diciendo que sienten placer las almejas? No voy a entrar en discusiones filosóficas sobre como viven el placer las almejas, pero lo cierto es que se trata de un sistema de recompensa mucho más simple y reducido, pero de función muy similar al nuestro. De hecho comparte el mismo neurotransmisor, nuestra vieja amiga la dopamina.»
Es cierto que la dopamina realiza varias funciones en el sistema nervioso. Pero ¿por qué suponer que sólo en los vertebrados realiza la función de regular las sensaciones, y no también en los invertebrados cuando ya contamos evidencias que muestran que la supresión de la dopamina ralentiza e inhibe las reacciones ante estímulos dañinos? Eso parece una discriminación arbitraria, prejuiciosa. Tendemos a suponer, sin una buena razón, que sólo los animales más similares a nosotros son capaces de sentir.
En otros
moluscos —concretamente en los caracoles— se ha encontrado que los opioides modulan la respuesta ante estímulos térmicos nociceptivos así como la actividad de algunos grupos neuronales. Es decir, poseen los receptores necesarios para poder sentir dolor y, además, segregan las sustancias neurotransmisores que el organismo utiliza para aliviar la sensación de dolor.
Junto con los moluscos hay otro grupo de animales muy parecidos en fisiología que son los celentéreos. El animal más conocido dentro este grupo es la
medusa.
A pesar de ser más difuso y no contar con un cerebro propiamente hablando, el sistema nervioso de las
medusas no está carente de centralización en forma de núcleos neuronales donde se da la integración y procesamiento de la información sensorial. De hecho, una de las maneras en las que tiene lugar la sintiencia de las medusas es a través de sus primitivos ojos, que les permiten, cuanto menos, captar las diferentes longitudes de ondas electromagnéticas de su entorno: el color. En función de lo que ven, las medusas pueden identificar y buscar lo que les es favorable y alejarse de las amenazas, una facultad que les ha permitido sobrevivir durante millones de años.
No es necesario poseer propiamente un cerebro para poder sentir. El cerebro es solamente una parte sofisticada del sistema nervioso, es decir, es un desarrollo de grado. Pero la capacidad de sentir es una cualidad, no una cuestión de grado —aunque la sintiencia como tal admite grados en su contenido. En cualquier caso, casi todos los sistemas nerviosos poseen algún tipo de centralización que podría hacer las funciones que realiza el cerebro en aquellos sistemas nerviosos en los que está presente y que generan la
conciencia.
Lo que llamamos cerebro es un tipo específico de concentración neuronal. En realidad, no hay ningún cerebro igual a otro, cada cerebro individual es único. Dentro del cerebro, la zona que procesa las sensaciones es el
diencéfalo. Y dentro del diencéfalo el proceso lo realizan determinadas interacciones de neuronas aferentes. Un cerebro que fuera dañado en la zona del diencéfelo perdería la capacidad de sentir y el organismo ya no podría sobrevivir por sí solo. Luego no es el cerebro sino todo el sistema nervioso en general quien realiza la función de la sintiencia, aunque el proceso se centralice específicamente en las neuronas aferentes.
Creer que un ser con sistema nervioso tiene que tener una concentración neuronal como la nuestra para poder sentir es absurdo porque ignora el verdadero proceso según el cual se origina la sintiencia. De hecho, se ha intentado negar que otros animales no podían ser conscientes porque carecían de neocórtex [aves, reptiles, peces,...] pero se ha descubierto que el neocórtex realiza funciones puramente
cognitivas —tal y como explica
Antonio Damasio— y que no tienen que ver con la existencia de la sintiencia como tal. Por lo que la conciencia puede existir perfectamente sin necesidad de neocórtex.
Pretender negar la sintiencia en otros animales que poseen una centralización nerviosa de diferente estructura a la nuestra no es razonable cuando sabemos ya que la conciencia se origina por las interacciones de las neuronas. Y esa interacción puede realizarse en concentraciones neuronales que no exactamente como las de nuestro cerebro humano.
Ahora bien, si cuando hablamos de "cerebro" nos referimos a cualquier centralización neuronal, entonces de acuerdo: sólo quien tiene cerebro puede sentir. Es decir, todos los seres con sistema nervioso exceptuando quizás sólo a las estrellas de mar y las anémonas, pues carecen de centralización conocida y su sistema nervioso pudiera ser que sólo realice una función refleja. Así aparece expresado además en los modernos
manuales sobre fisiología animal.
Es evidente que el mero hecho biológico de la vida, o las evidencias etológicas por sí solas, no justifican deducir que un ser puede sentir. Pero los argumentos que se exponen aquí para explicar la sintiencia no están basados en ninguno de esos puntos. Los argumentos se fundamentan en las
evidencias neurofisiológicas. Y si se menciona la conducta, en algún momento, ésta se conecta con la actividad específica del sistema nervioso que la genera.
Por otra parte, si bien la complejidad del sistema nervioso puede tener en efecto relación con la complejidad del fenómeno de la sintiencia, eso no implica que, una vez dados los requisitos neurológicos necesarios para que exista la subjetividad, las percepciones sensoriales sean menos intensas o menos importantes para el sujeto que las experimenta. La idea de que existe una supuesta
jerarquía sensitiva entre seres sintientes no se justifica.
¿Por qué deberíamos suponer que un bebé humano siente "menos" dolor o "menos" placer que un adulto en plenas facultades? Es razonable deducir que los bebés carecen de la capacidad de generar sentimientos complejos, pero eso no significa que sus sensaciones y emociones sean menos intensas que las nuestras, o que les importen menos que a nosotros. De hecho, recientes
estudios han descubierto que los bebés experimentan el dolor de forma tan intensa o más que los adultos. Entonces ¿por qué deberíamos suponer que otros animales con sistemas nerviosos menos complejos no experimentan sensaciones y deseos tan intensos como los nuestros?
No hay ninguna razón que justifique asegurar que la sensación tenga que ser diferente según la especie del individuo. Si el individuo en cuestión posee un sistema nervioso centralizado —con el tipo específico de neuronas que procesan percepciones en forma subjetiva— y además sabemos que generan neurotransmisores asociados a la experiencia sensitiva, entonces lo que no sería razonable en ningún caso es suponer que no sienten o que sienten de forma radicalmente distinta.
A la luz de las evidencias, negar la sintiencia en animales que tienen un sistema nervioso centralizado no me parece justificado y sugiere una negación motivada por prejuicios especistas contra otros animales sólo porque ellos son muy diferentes a nosotros en aspecto y tamaño, o porque la complejidad de su sistema nervioso no es similar a la nuestra.
En definitiva, si bien es cierto que no podemos tener una certeza completa al respecto, parece bastante claro que todas las evidencias apuntan a que lo más razonable sería deducir que
los moluscos son seres sintientes, por las razones expuestas anteriormente basadas en todos los datos empíricos que tenemos a nuestra disposicion. Lo mismo se podría suponer de todos los demás animales que posean similarmente un sistema nervioso centralizado.
La opción más razonable está en concluir que sí están dotados de conciencia. Y si son seres conscientes entonces deberíamos respetarlos como
personas, y no tratarlos como
propiedades.