Durante muchos siglos se ha considerado que la mujer debía estar al servicio del hombre; que la mujer era una propiedad más del varón y que éste podía disponer libremente de ella para satisfacer sus deseos e intereses. A esto es a lo que se denomina como patriarcado.
Nosotros sabemos que esto está mal, moralmente mal, aunque quizás muchos no sepan explicar bien el por qué. En esta nota pretendo exponer la razón que explicaría este juicio moral; el cual también fundamenta el rechazo a cualquier tipo de sometimiento similar.
A día de hoy, en gran parte del mundo hemos progresado hacia la consideración igualitaria de las mujeres y ya no se considera socialmente aceptable el sexismo como parte del paradigma moral establecido. Sin embargo, no es algo que se haya superado del todo a nivel global y sigue siendo un grave problema, especialmente en determinados lugares del mundo.
La creencia de que los demás animales —los animales no humanos— existen para nuestro beneficio tiene exactamente la misma estructura ideológica de dominación que la idea de que las mujeres existen para beneficio de los varones.
La propia creencia de que alguien existe obligadamente para beneficiar a otros es radicalmente inmoral ya que se opone al principio ético de igualdad. Se trata de la misma equivocada creencia que sostiene la explotación de los otros animales por parte del ser humano, así como la de muchos seres humanos por parte de otros humanos. Podemos juzgar ambas situaciones con los mismos principios morales, pues se trata de principios racionales y universales, como advierte la filósofa Jannet Radcliffe:
«El feminismo depende de principios morales de los que deriva: no puedes argüir que las mujeres son injustamente tratadas sin disponer de principios que son lógicamente previos a tu reivindicación, y el debate sobre esos principios no es un debate feminista.» [Janet Radcliffe, The Skeptical Feminist, 1980]
De acuerdo a nuestra condición de seres sintientes —tanto humanos como no humanos— nos importa nuestra propia vida; tenemos un interés fundamental en conservarla y protegerla del daño y la muerte. Es por esto que poseemos un valor intrínseco, lo que conlleva moralmente que debemos ser tratados como fines en sí mismos y no como simples medios para los fines de otros. Poseemos un valor inherente que no puede ser ignorando ni vulnerado por razones instrumentales.
Por otra parte, los animales que tenemos la capacidad de responsabilizarnos de nuestra conducta, que somos conscientes de que nuestros propios actos afectan también a otros, somos agentes morales y tenemos el deber de respetar a todos aquellos seres que tienen capacidad de sentir y, por tanto, intereses. Sin importar cualquier otra característica que no afecte al hecho de tener intereses. Esto es: características irrelevantes como el sexo, la raza, la orientación sexual o la especie.
La razón moral para respetar el cuerpo de una mujer, respetar sus intereses y su autonomía, no radica en el hecho mismo de que sea mujer sino que el motivo fundamental es que es alguien, es una persona — un ser dotado de subjetividad. La personalidad conlleva un valor moral intrínseco —que es independiente del valor instrumental que pueda tener para otros individuos— y que nos obliga racionalmente a respetarlo por sí mismo.
Por lo tanto, si estamos en contra de la explotación y la violencia contra las mujeres entonces debemos ser coherentes y estar igualmente en contra de la explotación y la violencia contra cualquier ser consciente.
Lo que hay esencialmente de erróneo en nuestra relación con los demás animales reside precisamente en que los consideramos y los utilizamos como medios para nuestros fines sin su consentimiento ni respetando sus intereses propios. Los tratamos como simples recursos. Esto es lo que define a la explotación animal. El hecho de que sistemáticamente dominemos, sometamos y coaccionemos a los demás animales está causado por esa mentalidad especista que los considerada como objetos al servicio de los humanos.
El veganismo es un principio moral que se opone a la explotación de los animales no humanos. Es un principio basado en el igual valor inherente de todos los seres sintientes, aunque está focalizado en la opresión especista sobre los no-humanos; al igual que el feminismo se fundamenta en la igualdad para todos, aunque se centre específicamente en las mujeres. Lo que pretende el veganismo es abolir el uso de los no-humanos como recursos y su sometimiento al estatus de propiedad.
El paradigma moral en el feminismo que señala que una persona nunca debe ser tratada como un objeto —como un simple medio para nuestros fines— coincide con la idea esencial del veganismo. Este principio básico es también el fundamento de la ética de Derechos Animales y del movimiento que pretende defender a todos los animales y sus legítimos intereses.
Sexismo y especismo son prejuicios equivalentes en muchos aspectos. A nivel estructural y a nivel moral son idénticos. Sólo cambia el sexo por la especie. La diferencia relevante entre ambos se encuentra en el aspecto social: el sexismo está cuestionado y rechazado por un porcentaje muy considerable de la población —que varía de acuerdo a cada país o núcleo social— y está explícitamente condenado por las legislaciones de muchos países. En cambio, el especismo es asumido y apoyado por la gran mayoría de la población humana en todo el mundo y toda nuestra cultura, así como el ordenamiento jurídico, es especista.
Nuestra relación con los animales se basa en ese mismo patrón que rige el machismo: los cosificamos y dominamos para que nos sirvan de recursos y herramientas; ya sea de alimento, de vestimenta, de entretenimiento o cualquier otra finalidad que consideremos beneficiosa para nosotros. Los vemos como 'seres inferiores' y nos creemos con derecho a someterlos y sacrificarlos. De este modo, el machismo y el antropocentrismo resultan análogos —en ambos casos se pretende justificar una situación opresiva de un grupo sobre otro apelando a una supuesta superioridad o inferioridad de ciertos individuos respecto de otros. Como bien explica la profesora Anna Charlton:
«La conexión entre la opresión de las mujeres por el sexismo y la opresión de los animales por el especismo es vívida y conmovedora. El especismo ha de condenarse porque, del mismo modo que el sexismo opera para oprimir a las mujeres e impedir que participen plenamente en la comunidad moral, el especismo descansa en criterios irrelevantes para excluir a los animales de la comunidad moral.» [Anna Charlton, Las mujeres y los animales, 1999]
La única forma de poner remedio a la opresión que ejercemos sobre los demás animales es la misma que sirvió para empezar a solucionar el problema del machismo: concienciar a la sociedad mediante el activismo educacional y llevar este rechazo a la opresión a la práctica de nuestras vidas.