30 de abril de 2019

Prohibicionismo no es abolicionismo

«Creo que esto nos debería hacer reflexionar sobre si los esfuerzos que hacemos están bien encaminados, y si las políticas que hemos ido implementando se fundamentan en una comprensión correcta del fenómeno que queremos combatir. O si, por el contrario, nos dejamos llevar por lugares comunes, opiniones subjetivas o, lo que es peor, fundamentalismos.» Marta Iglesias


¿Qué es el abolicionismo?

Por abolicionismo entendamos, en general, una postura y un movimiento que pretende hacer desaparecer aquella práctica general que es contraria a los principios morales básicos.  El ejemplo más representativo es el abolicionismo de la esclavitud. La esclavitud es una institución que implica una violación flagrante del respeto moral básico que toda persona merece. Es una práctica que trata a sujetos como si fueran meros objetos al servicio de otros. La esclavitud cosifica a unas personas reduciéndolas a ser propiedad de otras.

El abolicionismo pretende erradicar completamente, desde la raíz, aquello que considera un error moral y no simplemente prohibir determinadas prácticas dentro de ese error. Así, una postura abolicionista pretende erradicar la esclavitud y no sólo determinada forma de esclavitud.

Sin embargo, el término abolicionista viene siendo incorrectamente usado en el ámbito animalista —por el movimiento antitaurino en especial— para hacer referencia a un determinado enfoque; el cual lejos de ser abolicionista resulta ser meramente prohibicionista. No es abolicionismo lo que defienden sino el prohibicionismo. No pretenden abolir la institución de la esclavitud animal sino sólo prohibir una determinada práctica dentro del contexto de la explotación de los animales. 

Las medidas habitualmente denominadas como abolicionistas no son tales en realidad, sino que son meramente prohibicionistas. Una medida abolicionista por definición tiene que implicar el cese absoluto de la institución que ampara determinadas prácticas. Es decir, la abolición de la esclavitud como tal y no sólo de un tipo concreto de esclavitud. Si la utilización de animales es moralmente equivalente a la esclavitud humana, entonces el abolicionismo en el contexto animalista sólo puede ser reconocido como tal cuando se fundamenta en la oposición al uso de los animales y no limitado a un determinado uso.

El prohibicionismo: otra manera de reformar la explotación animal

Un ejemplo muy claro en donde el prohibicionismo se confunde con el abolicionismo podemos encontrarlo en el caso de la supuesta abolición de la tauromaquia de Cataluña. Una tauromaquia que no fue abolida, puesto que los correbous son tauromaquia y siguen existiendo en Cataluña. No sólo siguen existiendo sino que además ha sido legalizados, subvencionados y protegidos. Lo que ocurrió en Cataluña fue simplemente una prohibición de una muy determinada forma de tauromaquia pero que al mismo tiempo amparaba otra forma distinta de tauromaquia.

Prohibir las corridas de toros en Cataluña ha conllevado que los correbous sean legalizados, subvencionados y protegidos como patrimonio cultural. El número de correbous que se celebran, y sus víctimas, han aumentado. En definitiva, se ha sustituido una forma de explotación por otra. Los correbous no estaban regulados por ley antes de la prohibición de las corridas. Y por tanto no podían ser subvencionados ni protegidos. Ahora sí lo son. Los políticos, con el beneplácito de los animalistas antitaurinos, votaron a favor de prohibir las corridas de toros excluyendo expresamente a los correbous de esa prohibición con el objeto de legalizarlos y promocionarlos por considerarla una actividad propia de la cultura catalana.

La abolición implica erradicar la institución de la esclavitud. Por tanto, en relación con los nohumanos, la abolición consiste en erradicar su estatus de propiedad, es decir, el hecho de que sean considerados recursos para satisfacer los intereses humanos. Prohibir una determinada forma concreta de explotación animal no tiene nada que ver con la abolición de su esclavitud, puesto que no altera en nada el hecho de que siguen siendo considerados propiedades de humanos. Prohibicionismo no es abolicionismo.

Los medios deben ser coherentes con los fines, puesto que ambos por igual deben ajustarse a un mismo criterio. Y, por tanto, resulta incoherente decir que apoyamos la abolición de la esclavitud de los nohumanos mientras que al mismo tiempo apoyamos una reforma legal que continúa considerándolos como nuestra propiedad.

Además, promover o participar en campañas prohibicionistas significa quitar recursos [tiempo, energía, dinero] que se podrían emplear en campañas veganas/abolicionistas. De aquel modo simplemente estamos impidiendo o perjudicando la difusión del veganismo.

¿Las prohibiciones protegen a los animales no humanos?

La prohibición del uso de animales en circos es un ejemplo claro de los errores del prohibicionismo: [1] Esas prohibiciones son, casi siempre, especistas, pues en realidad no prohíben el uso de animales [las prohibiciones sobre los circos prohíben el uso de animales considerados "salvajes" pero permiten el uso de animales considerados "domésticos"]; [2] no impiden que los circos sigan operando aunque sea en otras ciudades o países; [3] malgastan recursos que se podrían emplear en campañas veganas; [4] discriminan a la gran mayoría de los animales esclavizados; [5] en la mayoría de los casos, los animales a los que afectan dichas medidas resultan abandonados, asesinados, o se les utiliza para otros fines de explotación.

Hay una ingente cantidad de ejemplos publicados que demuestran que las prohibiciones no sirven para evitar la violencia contra los animales. Las prohibiciones no erradican el estatus de propiedad de los animales; no protegen sus intereses básicos; y ni siquiera ofrecen una protección consistente en el tiempo. Si la mentalidad no cambia, las consecuencias que provoca dicha mentalidad tampoco dejarán de producirse de un modo u otro. Lo único que evitará la violencia será un cambio cultural masivo, precedido necesariamente por numerosos cambios individuales.

Las corporaciones animalistas no suelen contar la verdad sobre los efectos que tienen las prohibiciones que impulsan para reformar la explotación animal. Sólo les interesa vender "!victorias!" y "éxitos" para hacerse publicidad, ganar dinero y conseguir socios. Reformar la explotación animal con regulaciones y prohibiciones sólo perpetúa esta violencia sobre los animales.



No es poco habitual que las prohibiciones sean derogadas al cabo de un tiempo. Es un hecho que el prohibicionismo no sirve para proteger a los no-humanos y sus intereses. Solamente sirve para hacer creer a la gente que el problema es la crueldad contra los demás animales y que con esas medidas ya se consigue prohibir el 'abuso' —y no el uso. Es exactamente el mismo efecto autocomplaciente que tiene como objetivo el regulacionismo tradicional.

La creencia de que las prohibiciones legales protegen a los animales o que estas prohibiciones son un paso hacia la abolición de la explotación animal es una creencia que está en la misma categoría que la creencia en la Tierra Plana. Tienen la misma evidencia a su favor y la misma conexión con la realidad. Mientras los no-humanos sean considerados propiedad, sus intereses estarán siempre supeditados y anulados frente a los intereses humanos.

Cuando los abolicionistas intentamos explicar a la gente que no hay diferencia moral entre el determinado uso de animales que se pretende prohibir —por ejemplo, la tauromaquia— y el resto de formas de explotación animal, las respuestas que se dan son de este tipo: "no es lo mismo porque aquello se hace por diversión"; o "sí, pero primero hay que abolir los peores abusos y luego ya veremos". Las campañas prohibicionistas ayudan a marginar el veganismo entre la gente y a desviar la atención sobre la moralidad del uso de animales hacia las condiciones del uso. 

Las prohibiciones no conducen a la abolición

No hay evidencia que demuestre que prohibir una determinada práctica concreta de explotación animal conduzca necesariamente hacia la abolición del resto de la explotación animal. En países como Gran Bretaña o Argentina, la tauromaquia se prohibió en el siglo XIX. Hace casi 200 años. Pero desde entonces no ha habido ningún progreso significativo. Los animales siguen siendo considerados propiedad y son explotados masivamente en todo tipo de ámbitos provocando miles de millones de víctimas cada año.

La estrategia de ir atacando toda forma de opresión especista de una en una, hasta acabar con todas ella, se ha demostrado que no funciona. Por cada granja o matadero que se consiga cerrar, abrirán otros nuevos para satisfacer la demanda. Por cada actividad prohibida, surge otra forma nueva de explotación animal [experimentación genética, mascotas exóticas,...]. Por cada especie animal que es protegida de alguna forma específica de explotación, otra especie distinta es puesta en su lugar —en lugar de comer perros ahora comerán pollos; en lugar de comer delfines se comen atunes; en lugar de utilizar animales 'salvajes' en los circos ahora se utilizan animales 'domésticos': caballos,... De este modo, el prohibicionismo alienta un espejismo de progreso que no favorece los intereses de los animales y entorpece el objetivo del abolicionismo.


La opción verdaderamente abolicionista: el veganismo

Por estas razones considero que el enfoque prohibicionista no sería la manera correcta de afrontar el problema que es la explotación animal.

En conclusión, ¿cuál sería la estrategia que una perspectiva abolicionista deberá desarrollar para afrontar adecuadamente el problema del especismo y de la explotación animal? Lo primero y más fundamental será concienciar a la gente. Mientras la gente no tome conciencia del problema, y mientras no rechace voluntariamente el especismo y la explotación animal, de manera progresiva pero fime, las medidas legislativas correctas y eficaces serán completamente irrealizables en un contexto especista que considera a los animales como objetos y recursos para satisfacer los deseos humanos. Las medidas legislativas que se puedan llevar a cabo —como intentar prohibir la tauromaquia— serán directamente inútiles o contraproducentes para los intereses de los animales.

La raíz del problema consiste en ver a los demás animales como seres inferiores; como objetos o recursos para nuestro beneficio. Todos los males que infligimos a los animales derivan de ahí. Por tanto, un activismo ético y efectivo debería enfocarse en erradicar ese prejuicio a través de la educación, informando y concienciando a la sociedad —a cada uno de sus miembros— para que comprenda la injusticia del especismo y cambie su mentalidad y actitud en el día a día.

La difusión del veganismo conllevaría la eliminación progresiva de todo uso de animales. La propia sociedad apoyaría esta eliminación, también a nivel legal, como consecuencia del cambio de mentalidad. Pero pretender la prohibición como primer paso, —sin que antes haya habido un cambio individual y social y cultural en favor de la liberación animal— es como empezar a construir una casa por el tejado. Si estamos en contra de toda explotación animal, porque toda explotación sobre seres sintientes es injusta sin importar cómo se haga, entonces deberíamos hacer campañas contra la explotación animal en sí misma y no contra un tipo específico de explotación.

La abolición de la opresión que ejercemos sistemáticamente contra los demás animales comienza en el veganismo. Dejando de participar en cualquier uso o consumo que implique utilizar a los animales nohumanos, y escogiendo opciones libres de esclavitud. 

Así pues, la abolición comienza en todos y cada uno de nosotros, aplicando el principio abolicionista en nuestra propia vida, y erradicando nuestro apoyo a la utilización de animales.

Cuando seamos una mayoría de personas la que rechazamos la discriminación especista y la utilización de los animales, entonces, y sólo entonces, podremos aspirar realmente a que las leyes protejan los intereses de los individuos no humanos. Para esto es necesario primero que su estatus de propiedad sea abolido.

Todos podemos abolir la explotación animal en nuestras vidas escogiendo el veganismo. Es algo que todos podemos hacer ahora mismo sin necesidad de esperar futuros cambios sociales ni medidas legales. El único requisito necesario es tener conciencia moral y tomarnos en serio la consideración de los animales como individuos que poseen intereses propios.