![]() |
«¿Quién prefieres que viva? ¿La rata o ella?» |
Primero; es un mito que el uso de animales en la ciencia sea la causa unívoca, ni siquiera principal, de los avances científicos y médicos, que nos permiten evitar y tratar enfermedades y que han conseguido aumentar nuestra calidad y esperanza de vida. Es un mito porque, aunque es cierto que el uso de animales ha ampliado nuestro conocimiento sobre la biología, no es cierto que sea el único factor importante que ha favorecido el incremento de la calidad de la vida humana ni tampoco es cierto que la experimentación sobre animales sea un método sistemáticamente eficaz para desarrollar medicamentos y terapias. Quienes presentan la experimentación animal como la principal causa del bienestar humano lo único que demuestran así es su profundo sesgo en favor de defender su posición previa. Primero deciden que quieren defenderla, porque creen de partida que es un método decisivo para el bienestar humano, y después buscan, o inventan, datos y argumentos para intentar defenderla.
Segundo; resulta absurda, por no decir negacionista, la actitud de negar que la experimentación sobre animales nos ha aportado un importante conocimiento científico y médico. De hecho, gran parte de que lo sabemos sobre la sintiencia de los animales es debido a la experimentación sobre ellos. Sin embargo, incluso aunque ahora mismo prescindiéramos del uso de animales esto no implica que la investigación biomédica se detuviera o que se detuviera la producción de medicamentos ni nada parecido. Existen métodos de investigación que no necesitan del uso de animales. Ahora bien, para saber con certeza lo que sucedería si eliminamos el uso de animales en la ciencia habría que dejar de usarlos en la práctica, sustituirlos por métodos que no impliquen utilizar animales, y observar a continuación lo que sucede. Esto es lo único fiable para comprobar lo que ocurriría y lo demás no dejan de ser especulaciones.
Tercero; si se trata de investigar terapias y medicamentos destinados a favorecer la salud de los humanos, ¿qué habría más útil que investigarlos directamente en sujetos humanos? Si empleamos a humanos del mismo modo que hacemos con los animales —sin tener en cuenta su voluntad ni su consentimiento— necesariamente obtendríamos mejores resultados, puesto que la diferencia biológica entre individuos humanos es mucho menor que entre humanos y otros animales. Por supuesto que esos humanos utilizados en experimentos podrían enfermar gravemente o morir, pero los resultados podrían beneficiar a otros muchos millones de humanos. De hecho, si los científicos usan animales en primer lugar es porque legalmente no les permiten utilizar humanos. No necesitamos imaginar que los científicos utilizarían a humanos del mismo modo que utilizan a los animales, porque la Historia ya habla por sí sola respecto de lo que hicieron los científicos cuando no tenían trabas legales y políticas a la hora de experimentar libremente en humanos.
La cuestión de fondo es: ¿por qué nos oponemos a que los humanos sean utilizados sin su consentimiento pero no aplicamos el mismo criterio a los otros animales? Los animales tienen los mismos intereses en proteger su vida y evitar el daño que tienen los humanos. Esos intereses básicos están ligados a la capacidad de sentir y no a la especie.
Cuarto; el hecho de que el uso de animales en la ciencia nos resulte útil o beneficioso a los humanos, o incluso necesario para preservar nuestra salud, no significa que sea una práctica moralmente aceptable. En un contexto ético, no aceptamos que utilizar humanos sea aceptable simplemente porque nos resulta útil, beneficioso o necesario. Exigimos que se cumplan otros criterios, como la voluntad del individuo y su consentimiento informado. Fijémonos en que el criterio que adoptamos no es la especie del individuo sino el hecho de que es un sujeto que posee voluntad e intereses propios. Otra cosa diferente es que en el contexto actual exclusivicemos este criterio a los sujetos humanos. Pero los otros animales también son sujetos —son seres conscientes que poseen voluntad e intereses referidos a su propia supervivencia, bienestar y autonomía.
Quinto; algunos piensan que si decidimos elegir a la niña frente a la rata, o que si las encuestas muestran que la mayoría de la gente prefiere elegir a la niña sobre la rata, entonces de esto se deduce que lo moralmente correcto es elegir a la niña. Más aún, creen que de a partir de aquí podemos deducir que es moralmente correcto discriminar a los animales de nuestra consideración moral y utilizar a los animales para beneficiar a los humanos. No obstante, de esta supuesta elección no se deduce ningún criterio moral, por la misma razón que si nos dan a elegir entre una niña blanca y una niña negra, la elección que tomáramos en ningún caso justificaría moralmente el racismo. ¿Se imaginan carteles dándonos a elegir entre salvar a un niño negro o a uno blanco? Aparte de que ahí no se plantea simplemente la elección entre uno u otro sino que lo se plantea en verdad es utilizar y perjudicar a un individuo para beneficiar a otro, es decir, lo que se defienden es explotar a los animales —tratarlos como simples medios para satisfacer los fines humanos.
Así pues, el supuesto dilema de tener que elegir entre una rata y una niña, entre un humano y un animal, es una falsa dicotomía por la sencilla razón de que no estamos en una situación en la que tengamos que elegir a uno de ellos para sobrevivir ni tampoco existe ninguna obligación o razonamiento que, en una situación imparcial, nos obligara moralmente a elegir a uno sobre el otro. Creer que el valor de un individuo humano simplemente por ser humano es superior al de otros animales, o que sólo los humanos poseen valor moral, es nada más que el reflejo de un prejuicio al que denominamos especismo y que no es más razonable que el prejuicio del racismo o del sexismo.
En su libro Introducción a los Derechos Animales, el profesor Gary Francione explica cómo ese dilema planteado por los defensores de la explotación animal ya está profundamente viciado de partida puesto que parte del prejuicio de que el valor moral de la vida animal es inferior o directamente nulo comparado con el de la vida humana, y surge de un contexto en donde los animales ya son considerados y utilizados como recursos. Es un dilema que se menciona tan habitualmente que el profesor Francione subtituló a su libro con la pregunta «¿Tu hijo o tu perro?» de acuerdo al dilema de qué haríamos si en el incendio de una casa tuviéramos que elegir entre salvar a un niño humano o a un perro. Primero, tratamos a los animales como nuestras propiedades, los forzamos a vivir dentro de un contexto humano donde son nuestros esclavos, y después planteamos dilemas dentro de esa situación especista que nosotros hemos forzado a que exista.