Los humanos como individuos existen; al igual que existen los demás animales, que también son individuos. Pero la noción de ser humano o de humanidad es sólo una idea: una abstracción conceptual. Esto pertenece al ámbito de la imaginación, igual que los dioses. Por ello, el antropocentrismo es un error tan grave como el teocentrismo, dado que se basa en entidades inexistentes y, además, se trata de una posición dogmática.
El dogmatismo hace referencia a la forma en que mantenemos una creencia; no al contenido. Esto es, el dogmatismo se caracteriza por sostener creencias como verdaderas pero sin aportar razones que la avalen o la demuestren. Más aún, la actitud dogmática rechaza la pretensión de que debemos razonar nuestras creencias para averiguar si son verdaderas o que debamos razonar para llegar a tener creencias válidas.
El dogmatismo hace referencia a la forma en que mantenemos una creencia; no al contenido. Esto es, el dogmatismo se caracteriza por sostener creencias como verdaderas pero sin aportar razones que la avalen o la demuestren. Más aún, la actitud dogmática rechaza la pretensión de que debemos razonar nuestras creencias para averiguar si son verdaderas o que debamos razonar para llegar a tener creencias válidas.
Este carácter dogmático no sólo se aplica al antropocentrismo sino también al teocentrismo, el biocentrismo o cualquier otro centrismo. Todo centrismo asumido como fundamento moral es una postura errónea por dos razones principales.
Primero; el centrismo es empíricamente erróneo porque no hay ningún centro en el universo. Ni en el universo físico ni tampoco en el universo moral. La noción de centro es sólo una referencia relativa que señalamos a partir de nuestra propia posición particular.
Segundo; el centrismo es formalmente erróneo porque el único criterio objetivo es el logos —la lógica— un principio normativo universal que es fundamento de la razón y de la ética racional. La lógica no puede ser centro objetivo de nada porque no está en ningún centro. La lógica no se encuentra en ningún lugar al no ser material.
Primero; el centrismo es empíricamente erróneo porque no hay ningún centro en el universo. Ni en el universo físico ni tampoco en el universo moral. La noción de centro es sólo una referencia relativa que señalamos a partir de nuestra propia posición particular.
Segundo; el centrismo es formalmente erróneo porque el único criterio objetivo es el logos —la lógica— un principio normativo universal que es fundamento de la razón y de la ética racional. La lógica no puede ser centro objetivo de nada porque no está en ningún centro. La lógica no se encuentra en ningún lugar al no ser material.
Siguiendo el mismo razonamiento, el denominado sensocentrismo tampoco se escapa de esta crítica. El sensocentrismo postula que sólo los seres sintientes son quienes deben ser miembros de la comunidad moral. El problema en este caso no es tanto la verdad de su contenido sino el hecho de que esto se asuma dogmáticamente.
La sintiencia es una característica, un fenómeno fisiológico, pero no es una razón por sí misma. Afirmar que los seres sintientes —o los seres que sufren y disfrutan como dicen los bienestaristas dentro de su perspectiva hedonista— merecen respeto por el solo hecho ser sintientes —o porque sufren o porque son conscientes— es proponer un dogma; no una razón.
Del solo hecho que haya seres sintientes no se puede derivar, por sí mismo, alguna conclusión de tipo moral —es un hecho biológico; no ético. De los hechos empíricos nunca se pueden deducir lógicamente conclusiones morales. Los hechos naturales simplemente son y no se puede juzgar a partir de ellos que posean un valor moral. Dicho de otro modo, para que podamos juzgar legalmente si una acción es justa o injusta no podemos hacerlo teniendo en cuenta solamente los hecho sino debemos atenernos a una ley establecida. En la ética sucede lo mismo salvo que las normas morales no derivan de la costumbre o el acuerdo, como sucede con las normas legales, sino que derivan de la pura razón.
Esa postura dogmática que es el sensocentrismo, al no estar basada en la lógica sino motivada por inclinaciones subjetivas, da paso también a más arbitrariedades, como la de proponer que hay una jerarquía moral entre los diversos seres sintientes de acuerdo a su complejidad sensitiva. Lo cual, además de ser empíricamente erróneo —puesto que la complejidad sensitiva no está necesariamente ligada a la intensidad o valoración de uno mismo y sus experiencias—, resulta ser también una violación flagrante del principio ético de igualdad, porque si el criterio de consideración moral es la sintiencia entonces no se puede discriminar moralmente entre seres sintientes respecto de la consideración moral que merecen. Todos ellos son iguales en el hecho de poseer la capacidad de sentir.
La sintiencia es una característica, un fenómeno fisiológico, pero no es una razón por sí misma. Afirmar que los seres sintientes —o los seres que sufren y disfrutan como dicen los bienestaristas dentro de su perspectiva hedonista— merecen respeto por el solo hecho ser sintientes —o porque sufren o porque son conscientes— es proponer un dogma; no una razón.
Del solo hecho que haya seres sintientes no se puede derivar, por sí mismo, alguna conclusión de tipo moral —es un hecho biológico; no ético. De los hechos empíricos nunca se pueden deducir lógicamente conclusiones morales. Los hechos naturales simplemente son y no se puede juzgar a partir de ellos que posean un valor moral. Dicho de otro modo, para que podamos juzgar legalmente si una acción es justa o injusta no podemos hacerlo teniendo en cuenta solamente los hecho sino debemos atenernos a una ley establecida. En la ética sucede lo mismo salvo que las normas morales no derivan de la costumbre o el acuerdo, como sucede con las normas legales, sino que derivan de la pura razón.
Esa postura dogmática que es el sensocentrismo, al no estar basada en la lógica sino motivada por inclinaciones subjetivas, da paso también a más arbitrariedades, como la de proponer que hay una jerarquía moral entre los diversos seres sintientes de acuerdo a su complejidad sensitiva. Lo cual, además de ser empíricamente erróneo —puesto que la complejidad sensitiva no está necesariamente ligada a la intensidad o valoración de uno mismo y sus experiencias—, resulta ser también una violación flagrante del principio ético de igualdad, porque si el criterio de consideración moral es la sintiencia entonces no se puede discriminar moralmente entre seres sintientes respecto de la consideración moral que merecen. Todos ellos son iguales en el hecho de poseer la capacidad de sentir.
Las razones se fundamentan en evidencias, pero las evidencias no equivalen automáticamente a razones. Que otros animales están dotados de sensación puede ser una evidencia, pero esta evidencia no se traduce inmediatamente en una razón que justifique respetarlos.
Una razón es un argumento ajustado a principios lógicos. Por tanto, no puede haber base para una ética racional si ésta no se ajusta y se fundamenta puramente en la lógica y la esencia de la lógica se basa en el principio de identidad.