12 de diciembre de 2010

Veganismo y ateísmo desde la perspectiva moral de los Derechos Animales


«Hay que asentar la vida en lo más seguro, en lo más demostrable; no, como hasta ahora, en lo más lejano, en lo más indeterminable, en lo más nebuloso del horizonte.» ~ Friedrich Nietzsche
Considero que hay una idea en la que estamos de acuerdo todos los escépticos y racionalistas. Es la siguiente: debemos rechazar todas aquella creencias que no están fundamentadas en las evidencias y la lógica. Especialmente aquellas que se puede demostrar que son falsas o necesariamente imposibles. Estas creencias están promovidas por la superstición. Son nocivas para nuestra racionalidad, para nuestra convivencia y el respeto por los individuos. Y está demostrado que promueven actitudes fanáticas y violentas que causan innumerables víctimas en todo el mundo.

La creencia de que existe un poderoso ser superior a nosotros es una de las características de la religión y es una creencia sin fundamento en las evidencias ni en la lógica, Pero del mismo modo es igual de falsa e irracional la similar creencia de que el ser humano es un ser superior a otros animales: la pretendida superioridad humana.

Aceptar como verdaderas creencias que son falsas nunca nos hace ser mejores personas. Ser crédulos o irracionales no nos hace ser mejores. El pensamiento racional nos muestra que la religión no se basa en ninguna evidencia; sólo en la imaginación humana. La religión no tiene ninguna evidencia a su favor y parece estar motivada simplemente por la ignorancia, el prejuicio, o algún trastorno psicológico —un obsesivo miedo a la muerte.

Hay un conflicto inevitable entre ética y religión. La ética nos dice sobre cómo debemos vivir moralmente. La religión también intenta darnos unas pautas de conducta a las que supuestamente estamos obligados.


Podemos llegar a pensar que no importa que alguien tenga creencias religiosas mientras no perjudique a nadie. Pero la realidad no suele ser así. También podríamos decir que no importa que alguien crea que los blancos son superiores a los negros, o que los hombres son superiores a las mujeres, o que los humanos son superiores al resto de animales, mientras que no haga daño a nadie. Pero esas ideas provocan necesariamente conductas dañinas. Ocurre lo mismo con la religión. Ocurre lo mismo con el especismo.

Que la religión pervierte nuestra racionalidad puede verse en este caso expuesto por el profesor Gary Francione:
«Muchas personas piensan que cuando un animal escapa de la muerte de este modo, se trata de alguna clase de señal divina. Estos tipos de evento, irónicamente, refuerzan nuestra idea de que, debido a que no hay ninguna intervención divina para todos los otros animales que son asesinados en los refugios o en los mataderos, entonces esta es la manera en que las cosas deben ser para aquellos otros animales. Ellos son asesinados como parte del orden natural.»
Esto es una prueba más de la irracionalidad del pensamiento religioso: sacar conclusiones imaginando entidades que no se pueden demostrar de ningún modo, para justificar algún tipo de hecho o de conducta. En este caso, la religión sirve para justificar la explotación animal.

Sin embargo, en lugar de señalar ese tremendo error, que daña nuestra racionalidad y nuestra capacidad moral, el profesor Francione prefiere opinar sobre lo que supuestamente Dios pensaría, si existiera, respecto de ese hecho. Es decir, contesta a una fantasía con otra fantasía, cuando lo apropiado sería reivindicar el papel central de la razón en nuestra vida, la cual excluye necesariamente la religión.

¿Cuál es la diferencia esencial entre creer en Dios, Santa Claus, o los Reyes Magos, y creer que los humanos somos seres radicalmente diferentes y superiores al resto de animales y que estamos legitimados en explotarlos? Ninguna. Todas ellas son creencias fabricadas simplemente para hacernos sentirnos mejor –como estupefacientes– y que no tienen ninguna conexión con la realidad.


Esa creencia –el antropocentrismo moral– es nociva para nuestra racionalidad, y especialmente para nuestra convivencia con otros animales y el respeto que les debemos. Y está demostrado que promueve actitudes fanáticas y violentas que causan innumerables víctimas inocentes en todo el mundo.


22 de octubre de 2010

La cuestión de los Derechos Animales


Este discurso fue pronunciado por el filósofo Tom Regan en el Royal Institute de Gran Bretaña, en el año 1989, como parte de un debate acerca de la cuestión: "¿Necesitan los animales una declaración de derechos?"



LA FILOSOFÍA DE LOS DERECHOS ANIMALES 

Tom Regan


Los otros animales que los seres humanos comen, utilizan para la ciencia, cazan, atrapan y explotan en una gran variedad de maneras, poseen una vida propia que tiene importancia para ellos, aparte de la utilidad que pudieran tener para nosotros. Ellos no están simplemente en el mundo, sino que además son conscientes de ello y de lo que les ocurre. Y lo que les ocurre tiene importancia para ellos.

Cada uno de ellos tiene una vida, con experiencias mejores y peores para quien posee dicha vida. Al igual que nosotros, cada uno de ellos es una presencia única en el mundo. Al igual que nosotros, ellos son alguien, y no algo. Bajo esta perspectiva, los animales no humanos recluídos en laboratorios o en granjas son iguales que los seres humanos. Y es por esto que la ética acerca de nuestra relación con todos y cada uno de ellos debe estar basada en algunos de los mismos principios morales fundamentales.

A un nivel profundo, una ética humanitaria progresista está basada en el valor autónomo de cada individuo. Tratar a los seres humanos de maneras que no respeten su valor inherente es reducirlos al estatus de instrumentos o cosas, es violar el más básico de los derechos humanos, el derecho a ser tratado con respeto.

La filosofía de los Derechos Animales sólo exige que la lógica sea respetada en cada argumento que al explicar razonadamente el valor inherente de los seres humanos implique también que otros animales poseen el mismo e igual valor. Y en cada argumento que al explicar razonadamente los derechos de los seres humanos a ser tratados con respeto también implique que otros animales tienen igualmente los mismos derechos y el mismo e igual valor.

Como resultado de una difusión informativa parcial - en el que este tipo de debates es una notable y valiosa excepción - el público en general tiende a ver a los defensores de los Derechos Animales en términos exclusivamente negativos: anti-intelectuales, anti-ciencia, anti-racionales, anti-humanos, en contra de la justicia y a favor de la violencia. Pero la verdad, como suele ocurrir, es justo lo contrario. La filosofía de los Derechos Animales está en el lado de la razón, porque no es racional discriminar arbitrariamente; y la discriminación contra los animales no humanos es demostrablemente arbitraria.

Está mal tratar a los seres humanos más débiles, especialmente a aquellos que están por debajo del coeficiente intelectual medio, como si fueran instrumentos o recursos. No puede ser racional, por tanto, tratar a otros animales como si fueran instrumentos o recursos si su inteligencia es igual o similar a la de aquellos seres humanos.

La filosofía de los Derechos Animales está a favor, y no en contra, de la ciencia. Esta filosofía es respetuosa con lo mejor de la ciencia en general, y de la biología evolutiva en particular. Los últimos avances nos muestran, en palabras de Darwin, que los seres humanos sólo difieren de los demás animales en grados y no en cualidades. Cuestión aparte de en dónde trazar la línea, es obvio que los animales usados en laboratorios, criados como alimento, y cazados por diversión, o por beneficio, sienten de una manera muy similar a la nuestra. Esto no es una fantasía. Esto es un hecho, demostrado por la ciencia. 

La filosofía de los Derechos Animales está a favor, y no en contra, de la justicia. No estamos legitimados en violar los derechos de unos para que otros se beneficien de ello. La esclavitud sí permite eso. La explotación infantil lo permite. Pero no la filosofía de los Derechos Animales, cuyo principio más importante es la justicia.

La filosofía de los Derechos Animales está a favor de la paz y en contra de la violencia. La demanda fundamental de esta filosofía es tratar a los seres humanos y a los demás animales con respeto. Es una filosofía de paz. Pero que exige la extensión de esta paz más allá de los límites de nuestra especie, la cual mantiene una guerra no declarada contra incontables millones de animales no humanos.

Estar verdaderamente a favor de la paz es estar firmemente en contra de la despiadada explotación.

Y respecto de lo que se suele oír, distorsionado por los medios de comunicación, sobre lo que alegan los oponentes de los Derechos Animales, se nos pone como objeción que igualamos animales y humanos cuando humanos y animales difieren en gran medida, pero claramente nosotros no estamos diciendo que humanos y otros animales sean lo mismo en todos los sentidos. Que gatos y perros pueden realizar cálculos matemáticos o que cerdos y vacas puedan disfrutar de la poesía. Lo que decimos es que, al igual que los humanos, muchos otros animales tienen experiencia de su propio bienestar. En este sentido, ellos y nosotros somos lo mismo. En este sentido, por tanto, a pesar de nuestras diferencias, ellos y nosotros somos iguales.

Tal vez se nos podría objetar que nosotros defendemos que cada humano y cada animal tengan los mismos derechos, que los pollos tengan derecho al voto y que los cerdos tengas derecho a recibir clases de baile; pero obviamente nosotros no decimos esto. Lo que estamos diciendo es que esos animales y los seres humanos comparten un mismo derecho moral básico. El derecho a ser tratado con respeto.

Se nos podría objetar que como los demás animales no respetan nuestros derechos entonces nosotros no tenemos obligación de respetar los suyos. Sin embargo, hay muchos seres humanos que tienen derechos pero que son incapaces de respetar los derechos de otros. Los niños pequeños, los trastornados o discapacitados mentales de todas las edades; en esos casos no alegamos que esté bien el tratarlos como herramientas o recursos porque ellos no tienen en cuenta nuestros derechos. Al contrario, reconocemos que tenemos el deber de tratarlos con respeto.

Lo que es verdad en esos casos concernientes a seres humanos no lo es menos en los casos que conciernen a otros animales.

Se nos alega la objeción de que aunque fuera el caso de que los otros animales tienen derechos morales, hay cosas más importantes que merecen nuestra atención: el hambre en el mundo, y los abusos a niños, por ejemplo. Racismo, drogas, la violencia contra las mujeres, la situación de los sintecho. Solamente después de que hayamos solucionado estos problemas podremos ocuparnos de la cuestión de los Derechos Animales.

Esa objeción pasa por alto el hecho de que el movimiento por los Derechos Animales está compuesto en gran medida por gente que dedica su vida a atender a los seres humanos: médicos, enfermeros, profesionales de la salud, asistentes sociales, gente involucrada en ayudas a víctimas de abusos, profesores, educadores.

Y las vidas de todas esas personas demuestran que la elección que la gente debe hacer no está entre ayudar a los humanos o ayudar a otros animales. Cada uno de nosotros puede ayudar a ambos al mismo tiempo. Debemos ayudarles por igual.

La última objeción se basa en que nadie tiene realmente derechos, ya sea humano u otro animal, sino que lo bueno y lo malo son cuestiones que se juzgan a partir de lo que produzca las mejores consecuencias, teniendo en cuenta los intereses de cada implicado y considerando de manera igual intereses iguales. Esa filosofía moral (utilitarismo), que cuenta con una larga y venerable historia, y a muchos influyentes hombres y mujeres entre sus adeptos, es un fraude moral y ya no es una postura sostenible, si es que alguna vez lo fue.

¿Es verdaderamente serio tener en consideración el interés de un violador en violar a su víctima antes de declarar la violación como inmoral? ¿Debemos tener en cuenta lo que supone para un pederasta el frustrar sus intenciones antes de condenar moralmente sus actos?; Asombrosamente, un utilitarismo coherente exige que sí los tengamos en cuenta, y de ese modo es rechazado por nuestra exigencia de racionalidad.

Respecto de la filosofía de los Derechos Animales: ¿sería ésta racional, imparcial, basada en la ciencia, a favor de la paz, y en contra de la injusticia? Para todas estas cuestiones la respuesta sería incondicionalmente afirmativa.

En cuanto a las objeciones que se esgrimen en contra de esta filosofía, sobre si aquellos que la defienden son capaces de ofrecer respuestas racionales y bien informadas, de nuevo la respuesta es sí. En una batalla de ideas, la filosofía de los Derechos Animales vence y sus críticos pierden. Así es como será reconocida, mientras emerge victoriosa en el actual debate entre lo es que justo y lo que no lo es.

Texto original en inglés: "The Philosophy of Animal Rights"


8 de octubre de 2010

Reducir el sufrimiento



Tenemos dos opciones al expresarnos:

[1] Que las palabras que usamos tengan una definición objetiva y delimitada.

[2] Que las palabras signifiquen lo que nos dé la gana a cada momento arbitrariamente según nos convenga.

Si elegimos la primera opción entonces el uso de animales jamás puede ser calificado como 'humanitario'.

El concepto de ser humanitario es radicalmente incompatible con la explotación de los animales porque una actividad humanitaria por definición se lleva a cabo exclusivamente para beneficio de la persona que la recibe, pero la explotación animal no está motivada para beneficiar a los animales en ningún sentido sino para violentarlos en beneficio de los humanos. Hablar de 'esclavitud humanitaria' sería pues un oxímoron.

Además, incluso aquellas medidas calificadas como tales —como es el caso del 'aturdimiento previo' en los mataderos— están en realidad motivadas para beneficiar la eficiencia económica de la explotación: para evitar daños innecesarios en la carne o prevenir accidentes laborales. Esas medidas pretendidamente humanitarias surgen para beneficiar a la explotación como actividad económica. 

Humanitario es todo aquello que hacemos por el bien de otros. La explotación animal nunca puede ser calificada como humanitaria, porque es una actividad que existe para beneficiar solamente a los explotadores, y no a los explotados. Nunca puede ser humanitaria para sus víctimas. La única opción realmente humanitaria consiste en no explotar a nadie.

El santuario Peaceful Prairie es un refugio vegano de animales víctimas de la explotación que también realiza activismo educacional. Uno de sus principales cometidos es denunciar el engaño de la explotación animal 'humanitaria'.

En un texto titulado «Ganadería 'humanitaria': Un oxímoron» se explica la incongruencia de que la explotación animal pueda recibir el calificativo de 'humanitaria' cuando ésta implica esclavitud y asesinato, así como todo tipo de violencia en general contra los animales.

Ahora bien, aunque en principio podemos estar de acuerdo con la mayor parte de lo que se expone en dicho texto, sin embargo, en su conclusión final se habla acerca de 'reducir la mayor cantidad de sufrimiento en el mundo' como un imperativo moral. Hay razones que impiden estar de acuerdo con esto último.

Si el propósito de 'reducir el sufrimiento en el mundo' fuera un objetivo moral válido entonces sería correcto, por ejemplo, provocar la extinción deliberada de todos los animales, de todos los seres que tienen capacidad de sentir. El sufrimiento es una condición inherente al hecho de poder sentir y la única forma efectiva de reducirlo sería reduciendo el número de seres que pueden sentir. 

Sin embargo, provocar deliberadamente la extinción de un individuo, de un cierto grupo, o de todos los animales en general va en contra del interés fundamental de los animales en continuar viviendo y no se ajusta a ninguna norma ética racional que yo conozca.

Además, si 'reducir el sufrimiento' en sí mismo fuera una intención moralmente válida entonces sería legítimo promover cualquier tipo de medida que tuviera dicha intención. Por ejemplo: regulaciones de la esclavitud animal para intentar hacerla supuestamente 'humanitaria'. Ésa es precisamente la incongruencia que pretende denunciar el texto.

Así podemos ver que bajo la premisa de "reducir el sufrimiento" el filósofo bienestarista Peter Singer propone lo siguiente:

«Necesitamos aprender a capturar y matar los peces de mar abierto de una manera humanitaria o, si eso no es posible, encontrar alternativas menos crueles y más sostenibles que los reemplacen en nuestra dieta.»

Lo que Peter Singer está afirmando es que no hay problema en utilizar y matar a otros animales siempre que intentemos hacerlo con el menor sufrimiento posible. Pero esto nada que ver con una verdadera actitud humanitaria, pues una conducta humanitaria significa actuar por el bien de los demás. Es absurdo creer que estamos buscando el bien de otros si aceptamos y promovemos su explotación y asesinato.

Ni el dolor ni el sufrimiento son fenómenos intrínsecamente malos ni inmorales en sí mismos. Son fenómenos fisiológicos que tienen una función instrumental para la conservación de la vida sintiente. Si bien esto no significa que estemos legitimados en causarlos directamente sin el consentimiento explícito e informado de la otra persona.

El sufrimiento es parte de la vida sintiente y no hay razón que justifique juzgarlo como algo malo. El sufrimiento tiene una función biológica instrumental. El sufrimiento nos ayuda decisivamente a alejarnos del daño. El sufrimiento nos ayuda también a comprender lo que está mal: gracias a que sufrimos al ver estas imágenes podemos comprender mejor por qué está mal. El sufrimiento nos sirve para vivir y para mejorar. 

El sufrimiento no es un fenómeno intrínsecamente malo. Lo que está mal es infligir sufrimiento a otros individuos para beneficiarnos a nosotros. Los seres sintientes no queremos sufrir innecesariamente o que nos lo impongan contra nuestra voluntad. Que alguien nos fuerce a sufrir para su propio beneficio es una violación de nuestros derechos. Esta imposición injusta es lo que está mal; no el sufrimiento en sí mismo.

Reducir el sufrimiento no es un principio ético. Esa intención puede ser un deseo que muchos tengan por empatía o por compasión; pero no es principio moral. Si ese lema fuera un principio ético entonces estaría justificado aniquilar a toda la vida sintiente del planeta; ya que es la manera más efectiva de 'reducir el sufrimiento'. Si el propósito de 'reducir el sufrimiento' fuera una norma moral entonces estaría justificado, por ejemplo, que alguien te asesinara a ti para así eliminar parte del inevitable sufrimiento que tu vida sintiente conlleva. La idea de 'reducir el sufrimiento' no sólo no es un principio moral sino que además el aceptarlo conduce a aceptar cualquier crimen que aparentemente sirviera para reducir el sufrimiento.

Es razonable suponer que no podemos conseguir que todo el mundo se haga vegano a corto plazo del mismo modo que no podemos conseguir a corto plazo que todos los hombres respeten a las mujeres como personas, pero este defecto no sirve como excusa para promover una supuesta mejora en la forma en que algunos hombres violan y abusan de las mujeres. Sabemos por desgracia que no todos los hombres van a respetar a las mujeres; pero este hecho no justifica que les asesoremos o ayudemos a perpetrar sus crímenes con la excusa de mejorar las condiciones en que abusan de sus víctimas. La única opción justa es rechazar, condenar y prevenir la violencia contra las mujeres; no ayudar a los agresores a cometer sus agresiones en 'mejores condiciones'. Lo mismo vale para la violencia contra los demás animales.

Por supuesto que la intención de aliviar el sufrimiento en otras personas no es un deseo inmoral en sí mismo; pero sí tiene que atenerse a los principios éticos de igualdad y de respeto al valor intrínseco de la persona —al igual que cualquier otro deseo que tengamos— y no al contrario. Es decir, el deseo de aliviar el sufrimiento sólo es aceptable si respeta la ética. Pero un deseo nunca puede ser una norma moral. La moral se basa en la razón; y no en deseos personales.

Aunque supuestamente hubiera una forma de esclavitud que provocara menos sufrimiento que otras, esto no justificaría que la aprobemos o la apoyemos en detrimento de las demás. Apoyar la esclavitud siempre es inmoral y atenta contra los derechos de sus víctimas. Toda forma de explotación animal conlleva cosificación y vulneración de los intereses de los explotados para beneficio de los explotadores. Ésta es la cuestión moral y no el grado de sufrimiento. Dejando a un lado el hecho de que el sufrimiento no se puede medir objetivamente y su valoración siempre depende de una estimación subjetiva.

El bienestarismo ha predominado durante siglos en nuestra relación con los demás animales y no ha conducido a una situación de 'menos sufrimiento' para los animales. Más bien ha resultado en lo contrario. Bajo el auspicio del bienestarismo aparecieron las granjas industriales y multitud de formas nuevas de explotación animal. El bienestarismo es un completo fracaso respecto del propósito de beneficiar a los animales incluso bajo su propio criterio. El bienestarismo no ha servido en la práctica para aliviar ni evitar ningún sufrimiento de los animales

Por tanto, el sufrimiento que debemos reducir de manera moralmente legítima debe ser el sufrimiento que nosotros causemos intjustificadamente a los animales. Los demás animales no tienen ningún interés en sufrir para nuestro beneficio ni nos han dado su consentimiento para que los utilicemos. En efecto los animales desean evitar el sufrimiento innecesario y nosotros no podemos justificar moralmente infligirles ninguna clase ni grado de sufrimiento por el hecho de utilizarlos.

La explotación animal es injusta en sí misma, por lo tanto todo el sufrimiento que provenga de ella —sin importar si es mucho o poco— será siempre inmoral y debemos abolir nuestra participación en él.

Esa abolición del sufrimiento moralmente injustificado sólo la conseguiremos eliminando su causa: el especismo —la creencia de que los demás animales son seres inferiores que existen para estar a nuestro servicio como recursos.

Esa abolición debe comenzar inevitablemente en cada uno de nosotros ahora, adoptando y difundiendo el veganismo.

LIBERA A TUS ESCLAVOS: HAZTE VEGANO 

3 de octubre de 2010

Canibalismo


«La práctica diaria de alimentación cárnica representa un exocanibalismo alimentario —repudiado psicológicamente por los vegetarianos— en el que millones de animales son sacrificados para nuestra alimentación. El hecho de que nos hayamos acostumbrado a esta matanza diaria de animales no quita un ápice del trasfondo de canibalismo alimentario.» ~ Ángel Aguire                                                         
Contamos con diversas pruebas y evidencias que demuestran que el canibalismo, dentro del contexto humano, ha existido en diversas épocas históricas y en diferentes lugares. Y de hecho continúa existiendo de manera socialmente aceptada todavía en algunas tribus. El canibalismo también ha sido continuado hasta nuestros días, de una manera más o menos secreta, en sociedades humanas donde está legalmente sancionado.

La cuestión que quisiera plantear aquí es: si rechazamos moralmente el uso de seres humanos para comida, ¿por qué no rechazamos el uso de otros animales como comida?

De hecho, hay algunos animales a los que ya consideramos que no se debe tratar de comida, como es el caso de perros y gatos. ¿Por qué no hacerlo así con los demás?

Determinados argumentos que tratan de justificar el uso de algunos animales para comida parecen razonables en apariencia, mientras que otros son bastante pintorescos, por no decir otra cosa.

Por ejemplo, se alega a menudo que "necesitamos comer animales" para poder vivir. Sin embargo, esto no es correcto. Los organismos públicos de salud y las asociaciones profesionales de nutricionistas señalan que los seres humanos no necesitamos consumir animales para estar sanos. Si bien, parece que esta información es todavía desconocida para el gran público. No necesitamos comer animales para tener una buena salud al igual que tampoco necesitamos comer seres humanos.

No pocas veces sea plantea la siguiente situación: ¿"y si estuviéramos en un isla desierta"? O dicho de otro modo: ¿qué sucedería si nos encontráramos en determinado contexto en el que no hubiera otra opción que comer animales para sobrevivir? Bueno, no estamos en esa situación pero, independientemente de la decisión que tomáramos, esa posibilidad no afecta a nuestra situación actual. No sólo podría suceder que acabáramos en un contexto en el que el comer humanos fuera la única forma de supervivencia, sino que esa situación ya ha sucedido en el pasado. Aparte de la manera concreta en que se produjera ese canibalismo, y del juicio moral con que lo valoremos, ¿consideramos razonable pensar que ese posible contexto justificaría utilizar a los humanos de comida en nuestro contexto actual? Y si no es así, ¿por qué pensamos que eso justificaría que utilicemos a los animales de comida cuando en el contexto actual la necesidad no puede excusarlo en ningún modo?

En otras ocasiones, se alega que "siempre hemos comido animales". Aunque fuera cierto que hemos usado a otros animales de comida desde hace mucho tiempo, este dato no justifica que continuemos haciéndolo. También hemos discriminado a la mujer desde hace mucho tiempo, pero eso no significa que esté bien continuar haciéndolo. El solo hecho de que determinada costumbre se lleve practicando desde hace mucho tiempo no justifica por sí mismo que se deba continuar haciendo. El canibalismo es una de esas costumbres tan antiguas, pero no consideramos que su antigüedad justifique continuarla.

También se dice que "comer animales es beneficioso porque nos aporta nutrientes y energía". Claro, pero comer seres humanos también podría dar el mismo resultado, y no consideramos por eso que comer humanos sea éticamente correcto. Ya he señalado anteriormente que una alimentación exclusivamente vegetal es saludable. Además, si el simple beneficio justificara una acción entonces toda clase de crímenes serían moralmente justificados en tanto que alguien se beneficiara de ellos. El beneficio no es propiamente un criterio moral sino que, al contrario, el beneficio debe ajustarse a la moralidad.

No es menos habitual que alguien proclame que "los animales son menos inteligentes que nosotros"; que sus mentes están menos desarrolladas o capacitadas que las nuestras. Es curioso que ese argumento no nos parezca permisible para comer perros o gatos. Del mismo modo, también podríamos señalar que otros humanos poseen desarrollos intelectivos muy inferiores al nuestro: niños, discapacitados mentales, seniles. Sin embargo, ¿el simple hecho de que un humano sea menos inteligente que nosotros justifica utilizarlo de comida? Eso no tendría ningún sentido. Entonces, ¿por qué nos parece que semejante argumento justifique utilizar a los animales de comida?

Por supuesta, nunca falta quien dice que "comer animales es natural". ¿Qué quiere decir esto? Eso puede significar varias cosas: que comemos animales porque estamos diseñados para hacerlo así —porque somos omnívoros— o porque existe alguna clase de dinámica biológica en la que estamos inmersos que nos condiciona u obliga a comer animales. Bien, pero en realidad nada de esto es cierto. Sí es cierto que los humanos somos omnívoros, es decir, que podemos digerir animales, pero esto no significa que necesitemos hacerlo o que debamos hacerlo. El hecho de ser omnívoros no justifica que utilicemos de comida a seres humanos —que también están hechos de carne y cuyas hembras producen leche— así que tampoco puede justificar que comamos a otros animales. Asimismo, no existe algo así como una "cadena alimenticia" que de alguna manera nos obligue a comer animales. Comemos animales por costumbre social; no por necesidad biológica. El canibalismo también es una práctica que forma parte de la "cadena alimenticia" en la naturaleza, pero hemos decidido rechazarlo. Por la misma razón también podemos rechazar el consumo de animales.

¿Qué clase de alegato es decir que "comer animales es placentero". Eso apenas es un argumento siquiera. ¿El simple placer justifica hacer daño a otros? ¿Está bien hacer daño a otro ser humano sólo porque obtengamos un placer de ello? ¿Está bien hacer daño a perros o gatos sólo porque eso nos proporcione placer? Incluso quienes alegan este argumento están de acuerdo que en el placer no justifica infligir daño a los animales. Entonces el placer es apenas una excusa que puede tal vez explicar por qué comemos animales, pero que no justifica moralmente que lo hagamos.

Resulta difícil determinar si no es más inmoral decir que comemos animales simplemente porque "podemos hacerlo", porque somos más poderosos que ellos. A ver, también tenemos la capacidad de abusar de niños, maltratar ancianos, violar mujeres, torturar perros, y de infligir toda clase de violencias, si quisiéramos hacerlo. Que podamos realizar determinada acción no equivale a que debamos hacerlo o a que sea aceptable actuar de tal modo. Si esto es todo lo que tenemos que alegar es que en realidad estamos confesando que al comer animales estamos cometiendo un abuso de poder.

El deseo de proteger nuestra vida es un interés fundamental que todos los animales sintientes poseemos en común. Es un interés que toda moral racional debería tener en cuenta. Luego resultaría incoherente no respetar por nuestra parte ese mismo deseo que también tienen otros individuos aunque no sean de nuestra misma especie. Ninguno de nosotros queremos que nos hagan daño ni nos asesinen. Los demás animales tampoco. Además, podemos vivir saludablemente sin comer a otros animales. Así, no existe ningún motivo basado en alguna supuesta necesidad que justifique el que lo hagamos. 

Si efectivamente hay alguna razón moral para rechazar el canibalismo con los seres humanos entonces debería valer igualmente para la cuestión de usar a otros animales de comida.

Los argumentos que se usan para justificar el uso de otros animales como comida valdrían igualmente para el uso de humanos como comida, como ya se diera cuenta Élisée Reclus:
«Los motivos por los que los antropófagos abogarían por el consumo de carne humana están tan bien fundados como los que dan quienes comen carne hoy.»
Estos argumentos, como ya vimos, serían los siguientes:

Necesidad: Necesitamos comer animales
Tradición: Se hace desde siempre.
Beneficio: Es nutritivo.
Intelecto: Somos más inteligentes que ellos.
Naturaleza: Es natural hacerlo.
Placer: Nos proporciona un sabor agradable.
Fascismo: Tenemos más fuerza y poder que ellos.

Cuando aparecen noticias sobre canibalismo no se ve a nadie intentando justificar estos actos alegando que los humanos "tenemos colmillos" o que "somos omnívoros". Sólo se ven expresiones emotivas de desagrado y condenas morales. 

¿Por qué no rechazamos de la misma forma la práctica de comer animales? Por especismo —consideramos que los animales no forman parte del ámbito de consideración moral y que ellos son medios para satisfacer nuestros fines.

Si entendemos que es moralmente injusto que practiquemos el canibalismo —es rechazable porque supone destruir la vida de otros seres humanos que desean vivir igual que nosotros— entonces deberíamos poder asumir que hacerle esto mismo a otros individuos, aunque no sean de la misma especie que la nuestra, está igualmente mal, por la misma razón.

Comer animales se puede calificar moralmente de canibalismo porque dicho concepto no se limitaría sólo al contexto biológico para los individuos de la misma especie sino que se puede aplicar también en el contexto moral a los individuos que pertenezcan a un mismo grupo. Todos los animales sintientes pertenecemos a un mismo grupo de individuos: al grupo de seres conscientes, es decir, seres que podemos sentir y que tenemos intereses básicos, como el deseo de continuar viviendo y de evitar el daño.

Por tanto, limitar el rechazo moral al consumo de individuos sólo dentro de la misma especie es un criterio injustificado. En el contexto de la biología, el canibalismo es comerse a los individuos de la misma especie; pero en el contexto de la ética, canibalismo sería utilizar de comida a otros seres sintientes.

Incluso se puede hablar del concepto de canibalismo de una manera más global entendido como el modo de vida que consiste en vivir a costa de consumir literalmente las vidas de otros individuos. Es decir, canibalizarlos. Por esto creo que se puede decir, sin temor a exagerar, que nuestra actual relación con los demás animales que no son humanos podría ser categorizada como canibalismo: literalmente consumimos sus vidas para nuestro beneficio.

Este comportamiento está permitido y motivado a su vez por la ideología del antropocentrismo que se basa en la idea de que sólo cuentan moralmente a los seres humanos y que discrimina los demás animales de la consideración moral.

Por todo esto, considero que lo moralmente correcto sería rechazar todo canibalismo y elegir el veganismo.

28 de septiembre de 2010

La tortura de la explotación animal


Hoy me gustaría comentar acerca del uso impreciso y generalizado que se hace de la palabra "tortura", dentro del contexto referido a la explotación animal.

Tortura significa infligir un sufrimiento con el objetivo deliberado de causarlo. Pero no es ése el caso general de la explotación animal. No se hace sufrir a los animales porque se pretende deliberadamente hacerles sufrir. No es ése el objetivo, sino una consecuencia de su explotación.

La gran mayoría de los animales esclavizados y agredidos sufren su explotación como si fuera una tortura (sufrimiento intenso y permanente). Pero eso no deja de ser una forma metáforica de hablar.

Utilizando de ese modo la palabra "tortura" los partidarios de la explotación animal pueden perfectamente defenderse diciendo que ellos no tienen la intención de torturar a los animales, y cuestionar el mensaje que tratamos de dar.

Porque la cuestión no es que los animales sufran una tortura. La cuestión esencial es que se les utilice y se les agreda. Nadie puede negar seriamente que se está utilizando a los animales, que se les está explotando. Nadie puede negar objetivamente esos hechos. Y eso es lo que debemos denunciar y acerca de lo que debemos concienciar.

Todo el sufrimiento que padecen los animales por causa de su utilización es igualmente inmoral en sí, sin importar su grado. Está claro que es mucho peor cuanto más se sufra. En general, todos queremos sufrir lo menos posible, especialmente en situaciones que no nos beneficien. Pero cualquier sufrimiento por pequeño o grande que sea es siempre igualmente inmoral si proviene de un acto inmoral.

23 de septiembre de 2010

La capacidad de sentir: algunas aclaraciones




«Los animales son vivientes sensitivos. No sólo tienen vida, sino que la sienten en alguna medida.» Juan José Sanguineti

La capacidad de sentir es la única característica que debe poseer otro individuo para ser merecedor de consideración moral.

Sin embargo, la capacidad de sentir no es equivalente "la capacidad de sufrir y disfrutar". Ésta sería una definición reduccionista y errónea, difundida por los bienestaristas —a quienes sólo les importa el placer y el dolor. El sufrimiento y la felicidad sólo algunas de las sensaciones que experimenta un ser sintiente, entre otras muchas.

Dentro del ámbito animalista, la definición de la capacidad de sentir se ha visto profundamente influenciada por el utilitarismo de Jeremy Bentham quien fue también el primer pensador moderno que incluyó en la consideración moral a los animales no humanos. Bentham pensaba que a los demás animales sólo les importaba evitar el sufrimiento —y disfrutar del placer. Por eso dijo: que «la pregunta no es, ¿pueden razonar? ni ¿pueden hablar?, sino, ¿pueden sufrir?»

Esa caracterización errónea acerca de la capacidad de sentir de los animales, que pone un énfasis reduccionista en el sufrimiento, es un lastre que todavía seguimos soportando en el movimiento por la consideración moral de los animales. La capacidad de sentir no se reduce ni equivale a "la capacidad de sufrir y disfrutar" —como suelen señalar los autores bienestaristas. Otra cosa es que a los bienestaristas sólo les importe el dolor y el placer y transfieran esa obsesión sobre los demás animales, a pesar de que la ciencia nos explica que la sintiencia engloba toda clase de sensaciones, emociones y deseos, más allá del simple placer y dolor.

Una definición apropiada de sintiencia —la capacidad de sentir— podría ser la siguiente:

La capacidad de sentir es la capacidad de tener experiencias subjetivas [sensaciones, emociones, deseos, sentimientos] y de tener intereses —como el interés fundamental en continuar existiendo y evitar el daño.

La propia actividad de nuestro sistema nervioso central es el fundamento fisiológico de la sintiencia. De esa actividad proviene nuestra capacidad de experimentar sensaciones y de tener intereses.

Mientras nuestro sistema nervioso no sea gravemente dañado, esa actividad nunca cesa, por lo tanto nuestra capacidad de sentir y lo que se deriva de ella [sensaciones e intereses] sigue intacto aunque estemos dormidos o inconscientes.

Acerca de la certeza sobre la capacidad de sentir de los demás animales existen estudios científicos avalados por numerosas pruebas y evidencias.

La cuestión no es si pueden hablar, o si pueden razonar, ni tampoco si pueden sufrir. La cuestión es si pueden sentir.

9 de septiembre de 2010

No me alimento de cadáveres de animales pero no soy vegetariano




Yo no me alimento de cuerpos provenientes de seres con la capacidad de sentir; pero no soy vegetariano.

Imaginemos que hay una palabra que unas personas han creado para sí mismas para referirse a la práctica de no agredir a los niños durante los días que caigan en lunes. Esas personas pretenden llamarse a sí mismas "X". ¿Sería yo un X?

Bueno, yo rechazo agredir a los niños siempre, bajo cualquier circunstancia. Por ese motivo, obviamente, no les agredo los lunes. En cierto sentido, supongo que entro en la descripción de un X. Sin embargo, no soy un X. 

Nunca diría: "Soy un X". Y si alguien me preguntara: "Oye, ¿tú eres un X?", yo nunca respondería: "Sí, soy un X pero tampoco agredo a los niños de martes a domingo." En lugar de eso, yo diría: "Mira, no, no soy un X. No tengo nada que ver con los X. Sus razones para no agredir a los niños en los lunes no tienen nada que ver con mis razones para no agredir a los niños ningún día. Y aunque, al igual que ellos, tampoco agredo a los niños en los lunes, no soy un X."

El término "vegetariano" fue creado para denominar la práctica de no comer cuerpos de animales. Yo no consumo cuerpos de animales, entonces ¿soy por tanto un vegetariano?

Bueno, yo rechazo tratar a otros seres dotados de sensación como si fueran objetos o recursos. Por tanto, no consumo cuerpos provenientes de seres con capacidad de sentir. En cierto sentido, supongo que encajo con la descripción de vegetariano. Sin embargo, no soy vegetariano. 

Nunca diría: "Soy vegetariano". Si alguien me preguntara: "Oye, ¿tú eres vegetariano?", yo nunca le respondería: "Bueno, sí, soy vegetariano pero tampoco uso miel, lácteos, huevos, etc.." En lugar de eso, yo diría: "Mira, no, no soy vegetariano. No tengo nada que ver con los vegetarianos. Sus razones para no comer cadáveres de seres con capacidad de sentir no tiene nada que ver con mis razones para no utilizar a seres sintientes. Por tanto, aunque coincido con los vegetarianos en el hecho de no como cadáveres de seres con capacidad de sentir, no soy vegetariano."

Supongamos otra analogía: decir que los veganos somos vegetarianos simplemente porque no comemos carne animal es exactamente análogo a decir que los veganos somos musulmanes porque los musulmanes rechazan comer cerdo y los veganos, en efecto, también rechazamos utilizar a los cerdos para servirnos de comida. ¿No resulta evidente el absurdo? El error reside en una falacia de asociación.

Además, el vegetarianismo es un tipo de dieta y el veganismo es una ética. Pertenecen a categorías distintas. Por tanto, ni siquiera se pueden englobar correctamente en un mismo conjunto.

No uso los cuerpos de seres sintientes como alimento, pero no soy vegetariano ni un tipo de vegetariano. Soy vegano.



29 de agosto de 2010

Liberaciones de visones; y otros animales.


GRANJAS DE ESCLAVOS


Una de las acciones más difundidas dentro del activismo favor de los animales ha sido su liberación directa de las jaulas y centros de internamiento en donde estaban confinados. En esta nota me gustaría comentar algunos aspectos morales y empíricos en los que se basan la justificación de dichas acciones.

Antes de nada me gustaría dejar claro que no me parece siquiera oportuno el hecho de considerar que estas acciones sean ilegales. La existencia de una cierta ley no es un argumento a favor de la moralidad de dicha ley. Las leyes deben supeditarse a la moral, y no al contrario.

A la hora de entrar a valorar la pertinencia de la liberaciones de animales que sufren la explotación animal, lo primero que se debería tratar es precisamente de la liberación de cualquier animal y no de una especie en concreto.

Por ejemplo, alguien que se centrara exclusivamente en justificar la liberación de visones estaría cayendo en el error de reforzar el especismo —aunque se denomine como "antiespecista"— precisamente porque ni siquiera menciona para nada a otros animales que también padecen la esclavitud, ni deja claro la naturaleza del problema en general. Los visones no tienen más derecho, ni menos, que otros animales a estar libres de la esclavitud y la explotación.

Voy a exponer una analogía que creo puede ayudar a comprender por qué liberar animales no está siempre justificado de por sí.

Imaginemos que algunos individuos llevan a cabo la iniciativa de liberar a leones encerrados en las jaulas de un circo, o de un zoo, y dejarlos completamente libres sin supervisión alguna.

Teniendo en cuenta que tanto visones como leones son carnívoros depredadores la diferencia en realidad es sólo de tamaño —del tamaño de los animales que son sus presas.

Sabiendo que es muy probable que en ambos casos ataquen y maten a otros individuos; quien los ha liberado es directamente responsable de la muerte de esos individuos.

La especie no es relevante para este argumento, porque el caso vale igualmente si la liberación fuera de seres humanos que por algún motivo se comporten con agresividad y tiendan a atacar y matar a otros individuos.

Quien crea que, dentro del contexto humano, está bien liberar visones a su libre albedrío pero no lo está el hacer lo mismo con otros animales carnívoros depredadores como tigres o leones entonces está cayendo en una discriminación especista.

Desde una perspectiva moral de Derechos Animales nadie se opone a la liberación de los visones u otros animales, en sí misma, siempre que eso no implique violar los derechos fundamentales de otras personas —humanas y no humanas. Las liberaciones se pueden acometer de una manera responsable, sin violar los derechos básicos de otros individuos, e incluso de forma educativa.

Otro tema aparte es si estas liberaciones sirven para lograr que los visones o los animales en general dejen de ser explotados por el hombre. No hay evidencias de que sea así y, de hecho, la esclavitud animal ha crecido cada año en número de víctimas por todo el mundo.

El número de animales salvados mediante rescates durante los últimos 50 años no llega ni siquiera al número de animales asesinados en los mataderos durante las últimas 24 horas; por no mencionar a todos los que son criados y esclavizados, cuyo numero sería de varios billones.

Mientras la sociedad humana siga siendo especista y considere legítimo el uso de otros animales, entonces el problema estará siempre muy lejos de solucionarse si no cambiamos  esta mentalidad que es la causa de la opresión contra los animales.

Quien desee la total liberación de los animales debería tratar de trabajar de una manera educativa para que los animales dejen de ser explotados por los seres humanos. Debemos evolucionar el paradigma moral de nuestra sociedad, a través del activismo educacional, hacia valores de igualdad, respeto y no-violencia, sin discriminación injusta por motivos de raza, sexo o especie.

Si alguien desea realmente liberar a los demás animales de nuestra violencia, considero que la opción correcta y realmente útil para lograrlo es el veganismo.

Aunque estos cálculos son díficiles de precisar, se dice que un vegano evita cada año que aproximadamente 95 animales sean agredidos y traídos al mundo para consumo humano —hay otros cálculos que amplían el número a entre 371 y 582 animales pero aquí usaremos la menor cifra estimada.

Supongamos que hubiera un millón de veganos en el mundo —aunque en realidad hay muchos más— por lo tanto en un año se salvarían, al menos, 95 millones de animales de ser agredidos y traídos al mundo para beneficio humano.

Si toda la sociedad se hiciera vegana entonces el número de animales que salvaríamos, que evitaríamos fueran explotados, sería de miles y miles de millones.

El veganismo es sin ninguna duda la liberación animal más grande de toda la historia y la única base para lograr una liberación total.

23 de agosto de 2010

Diferencias




Siempre he mantenido en este blog que todo uso de animales no humanos es moralmente incorrecto. Y que no hay diferencias en el motivo por el que son, todos ellos, una injusticia; tanto si es un uso para comer o para vestirnos o para divertirnos a costa de ellos. Hacerles a otros animales algo que nunca quisiéramos que nos hicieran a nosotros es siempre reprobable sin importar el propósito buscado.

Algunas personas me han señalado que ellas consideran que sí habría diferencias relevantes. Ellos afirman, por ejemplo, que es diferente el hecho de comer animales porque hemos sido educados en la creencia de que esto es necesario para poder vivir. En cambio, nadie sensato cree que para divertirse se necesite realmente torturar y matar animales.
 
Esa diferencia es importante, y creo necesario hablar de ella, pero no incumbe concretamente a los intereses de los animales que padecen la violencia. Ése es al nivel al que yo me refiero cuando afirmo que no existen diferencias esenciales.

Ellos sufren y mueren igual sin importarles si se les utiliza para comerlos o para cualquier otro propósito. A ese respecto no hay ninguna diferencia. Desde el punto de vista de la víctima no hay pues diferencia.

Por otro lado, desde un punto de vista puramente objetivo, es igual de innecesario comer animales que divertirse a costa de ellos causándoles daño, sufrimiento y muerte. Desde el punto de vista objetivo de los hechos tampoco hay diferencia.
 

Si la práctica de comer animales se puede catalogar de gastronomía entonces no podría haber ninguna objeción a denominar como arte a la tauromaquia. Tampoco hay diferencia en ese aspecto. Ambas actividades forman parte de la cultura actual.

Aquella diferencia que algunas personas me comentan, entiendo que se refiere a la mentalidad de quienes cometen esos actos de dominación y violencia contra los demás animales. Puede ser que la mayoría de la gente coma animales porque cree erróneamente que lo necesita para sobrevivir, y porque no son conscientes del daño y el sufrimiento en el que participan. Pero no es así en todos los casos. 

Hay muchos individuos que disponen de la misma información que nosotros y a pesar de eso deciden deliberadamente seguir comiendo animales porque consideran que el ser humano es superior y está legitimado en utilizar a los demás animales para su propio beneficio.

Con mayor agravio si cabe, hay animalistas que saben perfectamente  que los seres humanos podemos vivir de manera saludable con una dieta exclusivamente vegetal. A pesar de eso, ha decidido continuar imponiendo sufrimiento y muerte a los animales a través de su consumo alimenticio, sin que haya necesidad de ello. ¿Cómo puede ser que se consideren "defensores de los animales"?

En su libro titulado irónicamente «!Vivan los animales!» Jesús Mosterín intenta justificar que explotemos a otros animales para servirnos de alimento diciendo que: "la alimentación de unos animales a costa de otros es un rasgo de las cadenas tróficas de la naturaleza, que como tal no tiene nada de moral ni inmoral". Mosterín recurre a una burda falacia naturalista para excluir de nuestro consideración moral el hecho de que tratemos a otros animales de una forma que consideramos inaceptable si se tratara de nosotros mismos u otros seres humanos. Por lo que quizás a ese libro le correspondería mejor el título de "!Mueran los animales por nuestro capricho!.

Por otro lado, la idea de que los aficionados a la tauromaquia disfrutan con el sufrimiento de un animal puede ser cierto sólo en parte. Yo recuerdo haber visto por televisión imágenes de corridas de toros hace muchos años y no haber sentido nada especial aparte de cierta perplejidad. Eso fue mucho antes de empatizar con los intereses de los demás animales. La empatía y el reconocimiento moral es un proceso que puede surgir dentro la evolución personal y no siempre es algo que aparece de forma espontánea o instantánea.

Por tanto, podemos suponer que muchos aficionados a esas actividades no son realmente conscientes del sufrimiento de la víctima. No pretendo justificar su conducta sino simplemente constatar un hecho a partir de mi propia experiencia. Hay casos conocidos de ex-aficionados a la tauromaquia por tradición familiar que a partir de una experiencia concreta tomaron conciencia moral y se pusieron en el lugar de los animales. Antes no reconocían a la víctima como alguien que sufre sino como algo con lo que divertirse. 

Me gustaría señalar también que la tauromaquia no es únicamente una actividad que se haga meramente por diversión, como si se tratara de un simple juego. Es más que eso. Es una tradición festiva que simboliza el dominio del ser humano sobre el resto de animales. Es, en realidad, un ritual muy serio para quienes participan por él, por ridículo y absurdo que nos pueda parecer desde fuera. 

Del mismo modo, comer animales no se hace solamente por una supuesta necesidad sino también para participar en la supremacía humana sobre el resto de animales. Nuestra práctica de comer animales es también un ritual de violencia y dominación.

A pesar de todo, desde el punto de vista ético, ningún fin justifica moralmente un medio. No importa cual sea el fin. Los medios deben ser igual de justos que los fines. Hacer sufrir y matar a alguien para comerlo es igual de inmoral que hacerle sufrir y matarle para divertirte. 

Así que teniendo en cuenta en que comer animales no es necesario para vivir, la única justificación para hacerlo es el placer que se obtiene de ello. Luego podemos ver que no existe esa diferencia radical entre utilizar animales nohumanos para diversión o utilizarlos para comida.

En conclusión, podemos afirmar que quien sepa lo que ocurre en las granjas y en los mataderos, y aun siendo consciente de que los demás animales sienten y sufren como nosotros decida ignorar o rechazar el veganismo, entonces esa persona se comporta moralmente igual que aquellos que disfrutan torturando y matando animales indefensos con sus propias manos.

16 de agosto de 2010

Una reflexión sobre la libertad


«El sentido fundamental de la libertad es el estar libre de cadenas, libre de confinamiento, libre de esclavitud.» ~ Isaiah Berlin
Hablar de la libertad en abstracto puede ser un síntoma de confusión o de demagogia. La libertad es un concepto relacional. Este concepto no sentido si no especifica a qué tipo de libertad nos referimos. Existen dos categorías fundamentales de libertad: la libertad positiva y la libertad negativa. La libertad positiva es la libertad para poder hacer X, es decir, la posesión de la capacidad y los medios para lograr X. La libertad negativa es la libertad de no estar sometido a X, es decir, la ausencia de una situación concreta de coerción.

La libertad es una noción que se puede referir a varias cosas incompatibles entre sí. Esa misma palabra se puede ver expresada en diferentes doctrinas morales y políticas. Si no definimos lo que queremos decir con ese término no podremos entender a qué se refiere realmente.

Otra distinción fundamental del concepto de libertad está en diferencia entre la libertad empírica y la libertad moral.

La libertad empírica se refiere a la capacidad real de acción que un individuo posee para actuar sin estar físicamente limitado o coaccionado por otros. La libertad moral es un concepto que delimita el radio de acción que tenemos para actuar sin quebrantar un principio ético. Es decir; la libertad empírica señala hasta dónde llega físicamente nuestra capacidad de actuar y la libertad moral señala hasta dónde llega moralmente nuestra capacidad de actuar.

La teoría moral de los derechos morales —ya se trate de los Derechos Humanos o de los Derechos Animales— no reivindica la libertad por sí sola sino que precisamente pone límites y protege ciertos intereses frente a las posibles injerencia de otros.

Quienes quieren explotar a los animales reivindican la libertad para llevar a cabo sus actividades; mientras que los defensores de los Derechos Animales reivindican la libertad de los animales en no ser explotados.

A simple vista, parece que el concepto de libertad por sí solo no ayuda mucho a entender cual de las posturas es la correcta.

Sin embargo, podemos comprobar que resulta lógicamente contradictorio afirmar que se debe respetar nuestra libertad para poder explotar a los demás animales, dado que esa explotación implica destruir su libertad. ¿Acaso se debería también respetar nuestra libertad para practicar el racismo y el sexismo?

Los partidarios del antropocentrismo afirman que ellos deben tener el derecho a decidir sobre la vida de los animales no humanos para su propio beneficio. Es decir, ellos piden que se respete su libertad para violar la libertad de los demás animales, discriminando así la voluntad y los intereses de los no-humanos. Pero esa pretensión viola el mismo concepto de derecho moral, puesto que no puede haber un derecho que consista precisamente en violar los derechos de otros.

Nuestra libertad no justifica vulnerar la libertad de los demás. No hay ninguna razón que justifique ignorar o despreciar la libertad de otros animales para vivir sin estar sometidos a explotación por nuestra parte, del mismo modo que respetamos esa misma libertad en todos los seres humanos.

En una ética racional, la libertad debe ser compensada mediante la igualdad —y viceversa.

Es por esto que no puede existir un derecho genérico a la libertad sino derechos específicos de los individuos particulares que protegen intereses concretos. Estos derechos protegen intereses, a pesar de que respetarlos suponga negar el posible beneficio de otros individuos o de la comunidad en general. Es decir, aunque pudiéramos obtener un beneficio para nosotros utilizando a animales como alimento, vestimenta, entretenimiento o en experimentos médicos en contra de su voluntad, no debemos hacerlo porque eso supondría violar sus derechos morales.

Aunque se les puede someter mediante la fuerza y reprimir sus deseos; todos los seres sintientes tienen un interés básico inherente en ser libres, es decir, en poder actuar con autonomía de acuerdo a su propia voluntad sin estar sometidos a la voluntad de otros. La intencionalidad no es un fenómeno exclusivo en seres humanos. Los otros animales también tienen deseos, intenciones y propósitos. Ellos poseen su propia voluntad. Esta capacidad puede variar en complejidad según la especie y el individuo, pero la intencionalidad parece ser una facultad inherente a todos los seres sintientes.


Al igual que nosotros, los demás animales tienen un deseo genuino de ser libres. No quieren estar encerrados contra su voluntad ni sometidos a los deseos ajenos. Por eso, cuando las circunstancias se lo permiten, intentan siempre escapar de sus captores, y en algunas ocasiones lo consiguen. Aunque desgraciadamente esa libertad no suele durar mucho puesto que son perseguidos por los esclavistas o el daño que les ha causado el confinamiento les dificulta vivir libres como desearían.

Tendemos a pensar que los otros animales sólo les preocupa evitar el sufrimiento, o buscar el disfrute, pero lo cierto es que las experiencias subjetivas de los demás animales abarcan más allá del placer y el dolor. En su obra conjunta, Marc Bekoff y Jessica Pierce han explicado que la libertad es un interés fundamental de los animales, en tanto que son agentes que poseen voluntad y desean tomar decisiones acerca de su movimiento y el desarrollo de su vida [ver: Agenda para la cuestión animal, Marc Bekoff & Jessica Pierce; 2018].

Los otros animales, al igual que nosotros, también desean conservar su vida y protegerse de las amenazas que les pueden dañar. Asimismo, tienen un interés en no estar sometidos a la voluntad ajena que les impida desarrollar sus vidas libremente, sin coacciones, y tomar sus propias decisiones. De este modo, el profesor James Rachels argumenta que si reconocemos a los humanos un determinado derecho a la libertad entonces no podemos lógicamente restringir ese derecho a otros animales que tienen el mismo interés en estar libres de interferencia y sometimiento.

La mayoría de la gente se opone a causar daño o sufrimiento innecesario a los animales que hemos esclavizado, pero no se opone al hecho mismo de esclavizarlos, es decir, a que sigamos utilizándolos como nuestra propiedad, como meros recursos para satisfacer nuestras necesidades y deseos. Ésta es otra de las muchas diferencias relevantes entre la posición del Bienestar Animal y la de los Derechos Animales. El bienestarismo reduce la preocupación por los animales a su bienestar, mientas que la teoría de los derechos reconoce que los animales tienen una variedad de intereses.

No es lo mismo preocuparse por el bienestar de los esclavos que buscar que dejen de ser esclavos. Cuando la esclavitud de seres humanos era legal, hubo personas que intentaron que no se causara sufrimiento innecesario a los humanos esclavizados y que éstos dispusieran de cierto bienestar, mientras que otras trataron de abolir su esclavitud.

Los animales merecen poder vivir sus propias vidas, sin que nosotros les sometamos a nuestras necesidades y deseos. Es una cuestión de justicia. Dado que la diferencia de especie no es una diferencia que justifique una discriminación moral esto significa que los demás animales merecen el mismo respeto que nosotros. Ellos merecen vivir sus vidas de forma independiente sin estar sometidos a nuestra dominación. Todos los seres dotados de sensación o conciencia sensitiva, seres dotados de su propia voluntad e intereses, deben tener reconocido un derecho fundamental a que no los tratemos como nuestras propiedades; sin importar la especie en la que estén clasficados.

Por otro lado, los animales no humanos que viven bajo nuestra tutela nunca pueden ser propiamente calificados como 'libres', incluso si viven en refugios y santuarios, o cuidados por individuos particulares. Casi todos ellos son personas refugiadas de la esclavitud o descendientes de esclavos.

Limitar la libertad de las personas que estén bajo nuestra tutela —ya sean niños, animales, humanos discapacitados o seniles— no viola sus derechos siempre que se haga exclusivamente para su beneficio, es decir, para proteger su vida y su bienestar, en tanto que ellos no pueden responsabilizarse de su propia vida en el contexto en el que se encuentran.

Por supuesto, esto no justificaría secuestrar a un humano, o un animal no-humano que viva en libertad, con la excusa de que nos preocupamos por su bienestar. Esto sí sería una violación de su autonomía personal. Los animales tienen derecho a vivir liberemente en sus hábitats, con sus comunidades y familias, sin interferencia ni intervención humana en contra de su autonomía.

En el primer caso que he señalado nos referimos a personas que estén bajo nuestra responsabilidad debido a que somos causantes de su existencia o a que tenemos un deber de cuidarlos por ser familiares, o a un animal que haya sido víctima de seres humanos. La tutela tiene que estar justificada por un vínculo de causalidad moral; y nunca por un interés instrumentalista o de beneficio personal.

Se viola el derecho de un individuo cuando atentamos contra su interés legítimo para beneficiarnos nosotros, es decir, cuando lo tratamos como si fuera un objeto o un recurso que existe para satisfacer nuestros deseos o para lograr algún objetivo que nosotros estimemos deseable; esto es explotación de seres sintientes. La instrumentalización de los animales una violación de su libertad. Como bien argumenta la filósofa Valéry Giroux, debemos terminar con la explotación institucionalizada de los animales, en tanto que los animales no sólo tienen un interés en su propio bienestar y supervivencia sino también en un interés en su libertad.

Lo que propone pues el veganismo es simplemente reconocer que los demás animales deben estar libres de la esclavitud a la que los hemos sometido. Ellos tienen el mismo derecho que nosotros a gozar de esa libertad. Por esto, debemos dejar de utilizarlos, de considerarlos como medios para nuestros fines. Veganismo es sinónimo de liberación animal. Veganismo es libertad.