26 de mayo de 2012

El numerito de los huevos




Mucha gente que consume productos de origen animal es sensible al hecho de que los demás animales sufren por causa de este consumo. Para intentar evitar dicho sufrimiento promueven y apoyan medidas como "jaulas más grandes" con las que seguir explotando a los animales pero ahora con la conciencia más tranquila porque piensan que sus condiciones son mejores y que ya no sufren tanto.

Un problema fundamental en este planteamiento radica en que pasa por alto el hecho de que a otros animales no sólo les importa evitar el sufrimiento, sino que también desean vivir, conservar su existencia, y disfrutar de su vida en libertad, libres de sometimiento. 

La verdadera cuestión de fondo en este tema sería por tanto aclarar antes de nada qué supuesta justificación moral tenemos para utilizar a otros animales como comida. Ya sea para comernos sus cuerpos o lo que proceda de ellos: leche, huevos,….

Por un lado, no tenemos necesidad nutricional de consumir sustancias de origen animal para estar sanos. Las proteínas, las vitaminas, los minerales, y todos los nutrientes en general, que necesitamos podemos fácilmente obtenerlos de alimentos de origen vegetal.

Por otro lado, no podemos justificar éticamente el hecho de utilizar a otros animales como recursos, como objetos de consumo, más de lo que podemos justificar el usar a otros humanos en los mismos términos. 

Los demás animales son seres con capacidad de sentir. No son cosas, no son objetos, son individuos con intereses propios. El solo hecho de que no sean humanos no justifica moralmente que podamos usarlos, ignorando su consentimiento y sus intereses. Al tratar a otros animales como recursos, como nuestra propiedad, lo que hacemos es practicar la esclavitud.

Huevos de corral: Detrás del mito del trato humanitario

Damos por hecho que no hay un problema ético en usar a otros animales para satisfacer nuestras necesidades y gustos. La posición del 'Bienestar Animal' es la que predomina en nuestra sociedad. Así, en el mejor de los casos sólo nos cuestionamos si el hecho de utilizarlos les conlleva mucho sufrimiento, y nos preguntamos cómo podríamos evitar o reducir dicho sufrimiento. Pero lo cierto es que en primer lugar deberíamos preguntarnos por qué estamos utilizando a otros animales como si fueran máquinas de producción —por qué usamos a seres que sienten como si fueran objetos— y qué supuesta legitimidad moral tenemos en coaccionar a otros animales para servirnos como productos.

En realidad, las etiquetas de los productos animales que supuestamente garantizan el “bienestar animal” sólo sirven para proporcionar bienestar y tranquilidad de conciencia a quienes consumen dichos productos. El bienestar real de los animales no es compatible con su explotación. Todas las gallinas usadas para producir huevos habrán vivido toda su vida confinadas en espacios cerrados, ya sean jaulas o corrales, y finalmente, cuando ya no sean productivas, serán enviadas al matadero.


Algunos grupos animalistas promueven el consumo de productos animales etiquetados como ecológicos porque consideran que esclavizar a otros animales está bien si se hace al aire libre; aunque luego todos los animales acaben en el matadero, lo único que a estos grupos les preocupa en apariencia es el bienestar de sus víctimas. Si el bienestar es supuestamente de un "nivel alto" entonces todo está bien.

El numerito de los huevos es otro ejemplo más de las consecuencias que se derivan al focalizar nuestra atención exclusivamente en el sufrimiento como único problema de nuestra relación con los demás animales. Esto sólo ha servido para perpetuar su explotación.

Si lo único que importa es el sufrimiento entonces se buscarán maneras de intentar reducir el sufrimiento pero sin cuestionar el hecho mismo de que utilicemos a otros animales como medios para nuestros fines. Así nadie se cuestiona el hecho de que hemos cosificado a seres sintientes para someterlos como nuestros esclavos.





Si no tenemos necesidad ni tampoco ninguna justificación moral para seguir comiendo y explotando a los demás animales ¿en qué nos diferenciamos de aquellos que calificamos de "abusadores" o "maltratadores"? Si consumimos animales infligimos daño y sufrimiento sólo por costumbre y por placer; no por necesidad. El cambio que queramos ver en los demás debería comenzar primero en nosotros mismos.

Casi todos estamos de acuerdo en que no está bien hacer daño innecesariamente a los demás animales. Pero cada vez que participamos en la explotación animal estamos actuando justo al contrario de lo que decimos.

Si de verdad nos importan los demás animales, y nos tomamos en serio sus intereses, dejaremos de participar en su explotación.

Si reconocemos que los animales merecen respeto moral, entonces no consumiremos 'huevos cero' sino cero huevos. 


18 de mayo de 2012

Sobre la sintiencia


«Este es otro argumento, decir que somos diferentes de los animales porque no tienen conciencia propia. [...] Sí tienen conciencia, tienen un esquema de su propio ser. Saben que son distintos de los otros.» ~ Jordi Sabater Pi

Lo que antiguamente se denominaba como alma o espíritu hace referencia al fenómeno que hoy conocemos como la mente, que es un producto de la actividad de nuestro cerebro. Este fenómeno surge con la aparición de la sintiencia o sensibilidad, y es una cualidad que los humanos compartimos con los demás animales, en tanto que todos somos seres con una mente propia que podemos experimentar emociones y deseos. De hecho, el término "animal" proviene del latín anima que significa "alma" o "espíritu" y que se refiere a los seres que poseen una mente, a diferencia de vegetales y minerales que son inertes o carentes de conciencia.

¿A qué nos referimos exactamente cuando hablamos de sentir? 

«Hay buenas razones para suponer que los animales poseen una conciencia parecida a la nuestra. [...] Según mi hipótesis, no sólo tienen conciencia los demás hombres, sino también los animales.» ~ Karl Popper
La sintiencia es un término que proviene del inglés "sentience" y que equivale a lo que tradicionalmente se ha llamado sensibilidad o facultad de sentir. Esto es: la capacidad de experimentar sensaciones, de tener experiencias subjetivas.



Según explica el catedrático Nolasc Acarín:
«La conciencia es una propiedad del cerebro. Y digo del cerebro. No añado humano. Es una propiedad del cerebro que los humanos consideramos propia de nuestra especie, pero probablemente hay otros animales que disponen de grados de conciencia tan evolucionados como el humano.»
La afirmación del profesor Acarín es en realidad bastante conservadora. De hecho, cualquier ser con un sistema nervioso activo centralizado tiene la capacidad de sentir y eso implica que tiene conciencia; conciencia de sí mismo y de los demás.

El biólogo Derek Denton postula la teoría que el yo (la subjetividad) surgió como consecuencia de las emociones primarias. Su idea es que es imposible tener emociones primarias (alegría, miedo, ira,...), incluso hambre o sed sin una conciencia de sí mismo. Es decir, es la sintiencia, la sensación, y no el pensamiento, lo que origina la conciencia. En su libro "El despertar de la conciencia" explica por qué muchos animales subestimados como seres sin mentes como las aves, los reptiles y los peces, tienen en efecto un cierto nivel de conciencia de sí mismos.

El término "mente" es simplemente la manera que tenemos de referirnos a procesos conscientes del cerebro. No existe una entidad llamada "mente" que tiene su residencia en el cerebro. (De la misma manera que muchos creen que existe algo llamado "alma" que tiene su residencia en el cuerpo). Porque ni la subjetividad ni la mente están situadas en ningún punto preciso, ya que no son objetos sino que son una actividad neuronal.

En realidad, las experiencias subjetivas no se producen en todo el cerebro sino sólo en ciertas neuronas que están capacitadas para procesar información en forma de impulsos eléctricos. De todos modos, sin el resto del sistema nervioso el cerebro no puede sentir absolutamente nada. Sentimos porque tenemos un sistema nervioso activo. El cerebro es sólo una parte del sistema nervioso. Decir que sentimos porque tenemos cerebro es tan incorrecto como decir que podemos ver porque tenemos pupilas.

Para sentir lo que se necesita es tener un sistema nervioso centralizado. El cerebro no sería un requisito estrictamente necesario para experimentar sensaciones, sino solamente el tener neuronas receptoras capaces de procesar información. Acerca de la existencia de neuronas que realizan la función específica de la consciencia subjetiva me baso en estudios neurocientíficos. Por ejemplo, los del profesor Geldstein, acerca de la percepción sensorial. O los de Antonio Damasio.

Esto no quiere decir que cualquier neurona no pueda realizar en principio la actividad sensorial que produce la subjetividad, sino simplemente que en el caso de lo que llamamos cerebro es posible que haya neuronas que se han especializado en esta función concreta.

Las aportaciones de Damasio me parecen especialmente importantes al respecto. Según su teoría, la experiencia subjetiva se produce como resultado de la interacción entre diferentes neuronas. La conciencia no reside propiamente en ningún sitio concreto sino que se trata de una actividad. Además, según Damasio, el sistema nervioso en los organismo animales más simples ya hace las funciones básicas de nuestro cerebro. Esto quiere decir que el cerebro es simplemente una parte desarrollada y especializada de nuestro sistema nervioso.

Aunque hay que tener en cuenta que en general son trabajos científicos un tanto sesgados por el antropocentrismo y siempre se centran en el ser humano o en las semejanzas de otros animales con el ser humano (primates, mamíferos, aves). Aunque hay casos como el de Rodolfo Llinás —jefe del Departamento de Fisiología y neurociencias de la Facultad de Medicina de la Facultad de Nueva York— que no se dejan influir por estos prejuicios:
«No sólo los seres humanos tienen conciencia; ésta le pertenece en diferentes grados a todos los animales que cuentan con sistema nervioso.»
Así explica Llinás por que la sensación es una facultad exclusiva en los animales y no puede producirse en las plantas:
«La historia evolutiva demostró que únicamente los animales capaces de moverse necesitan cerebro (por eso las plantas, quietas y arraigadas, aunque tan vivas como nosotros, no lo necesitan). Y que, en principio, la función principal de éste es la capacidad de predecir los resultados de sus movimientos con base en los sentidos. El movimiento inteligente se requiere para sobrevivir, procurarse alimento, refugio y evitar convertirse en el alimento de otros, pero como sería imposible sobrevivir si predijéramos con la cabeza y con la cola al mismo tiempo, se necesita centralizar la predicción en el cerebro. A esa centralización de la predicción la conocemos como el «sí mismo» [el yo] de cada uno de nosotros.»
Una sensación es una experiencia subjetiva, y no puede haber experiencia subjetiva alguna sin sensación. Del mismo modo, no hay sensación sin sujeto. Si un sistema nervioso tiene la función de producir sensaciones entonces cualquier ser con sistema nervioso es un sujeto, es decir, lo que en términos morales llamamos persona.

Por tanto, la sintiencia como tal implica auto-consciencia (consciencia de uno mismo). Esto es por el simple hecho de que no se puede experimentar una sensación sin que haga referencia a un sujeto. Una sensación no se puede dar en el vacío. La sensación es la experiencia subjetiva, que precisamente es el fundamento de lo que entendemos por autoconsciencia. Así lo señala, Daniel Dennet:
«Para empezar, todo agente tiene que saber qué tipo de ser es en el mundo. Esto, en un principio, puede parecer o trivial o imposible. «¡Yo soy yo!» no es una afirmación particularmente informativa, pero, ¿qué otra cosa puede necesitar saber uno, o qué otra cosa puede descubrir si todavía la desconoce? Para los organismos más simples, realmente es cierto que no hay mucho que decir sobre el autoconocimiento aparte del rudimentario saber biológico que encierran máximas tales como «¡Cuando tengas hambre, no te comas a ti mismo!» y «¡Cuando hay dolor, es tuyo!» En todo organismo, incluidos los seres humanos, el reconocimiento de estos principios básicos de diseño está «preconfigurado», forma parte del diseño subyacente del sistema nervioso, como el parpadeo cuando algo se acerca a los ojos o como el tiritar cuando hace frío. Una langosta podría comerse las pinzas de otra langosta, pero la perspectiva de comerse sus propias pinzas se ha hecho convenientemente impensable para ella. Sus opciones son limitadas, y cuando «piensa» en mover una pinza, su «pensador» está directa y apropiadamente conectado a la pinza que está pensando en mover.»

Sentir no equivale solamente a la capacidad de sentir dolor o sentir placer

Por otra parte, es un error muy frecuente equiparar la capacidad de sentir como si solo fuera la capacidad de sentir dolor y placer. Pero hay muchas sensaciones que no se pueden catalogar dentro de la categoría de placer o de dolor (por ejemplo: la información de los sentidos).

La capacidad de sentir, que tienen todos los seres con sistema nervioso activo, es la capacidad que tiene un ser de experimentar sensaciones, de tener percepciones subjetivas, de tener consciencia de sí mismo frente a lo que le rodea, y esto es lo que lo hace ser alguien, no algo. Esto es lo relevante, no sólo el placer y el dolor.

Hay muchas sensaciones que no se pueden catalogar como dolor y placer. Hay personas que debido a un trastorno físico o psicológico no pueden sentir dolor o sentir placer, a pesar de que siguen teniendo la capacidad de sentir. Por lo tanto, no es difícil ver que sentir no equivale a sentir dolor y placer. La sintiencia abarca muchas más experiencias.

Las sensaciones de sufrir y disfrutar son sólo una parte de lo que implica sentir. Lo relevante del hecho de que un ser pueda sentir es que es un individuo que posee intereses. Si un ser puede sentir es alguien —y no algo—; es una persona. Esto es lo importante.

La sintiencia es el hecho moralmente relevante (no sólo el dolor y el placer). Porque la sintiencia implica autoconciencia. Esto significa que un ser que siente es alguien: es un sujeto y, por tanto, una persona. Tiene intereses que merecen ser moralmente considerados y respetados por nosotros. Los demás animales son personas con derechos que debemos respetar.

Al igual que el placer, el dolor no es un fin en sí mismo sino sólo un medio para asegurar nuestra propia existencia. El dolor existe porque sirve para conservar la vida. Lo relevante es el hecho mismo de sentir, y no el tipo de sentir que tengamos. Lo relevante es que somos alguien, aparte de que sintamos dolor y placer.

Nuestro interés primordial consiste en proteger nuestra vida, nuestro organismo, de las agresiones o desórdenes que pueda padecer. El dolor es una señal de alarma que nos indica un peligro para nuestra integridad.

Teniendo esto en cuenta deberíamos comprender que lo relevante para respetar a alguien es el interés que tiene en vivir; un interés que se deriva de la propia capacidad de sentir, y sin la cual no podría existir ni darse como tal.

La sintiencia en sí misma no es una cuestión de grado aunque la sintiencia pueda albergar grados.

La sintiencia es un hecho que ocurre cuando el sistema nervioso está activo. La sintiencia es una cualidad, no una cantidad. La sintiencia no es una cuestión de grado. Un bebé siente y un adulto siente. No es una cuestión de grado.

Hay quien defiende que la consideración moral depende del supuesto grado de sintiencia. Pero esto es un error. La consideración moral depende de la sintiencia, pero no del grado de complejidad de la sintiencia.

Según ese argumento, sería menos condenable el asesinato de un bebé que el de un adulto, debido a que el bebé tiene una complejidad sintiente menor que la de un adulto sano. Esto no es aceptable de ninguna manera. Independientemente de la complejidad con la que perciban sensitivamente el mundo, ambos tienen un interés fundamental en vivir y evitar que les hagan daño, que debemos respetar por igual.

No veo ninguna razón por la que debamos pensar que a partir de la complejidad sensitiva deberíamos establecer una jerarquía de valor entre diferentes seres sintientes.

Dentro del contexto ético, el concepto de jerarquía no es moralmente aceptable porque partimos del principio de igual consideración. Esto quiere decir que casos iguales deben ser tratados de manera igual. Las diferencias son aceptables pero no las jerarquías. No acepto ninguna jerarquía, y creo que deberíamos librarnos de todas ellas.

Afirmar que un animal merece menos respeto o consideración que otros sólo por el hecho de que su capacidad de sentir es supuestamente menos compleja que la de otros me resulta tan absurdo como afirmar que la vida de un manco merece menos consideración o respeto que la de quienes contamos con dos brazos debido a que nuestro aparato locomotor es más completo o complejo.

Un sistema nervioso central no es en sí lo moralmente relevante. Lo relevante es la sintiencia: el hecho de sentir —la experiencia subjetiva. El sistema nervioso central es simplemente un objeto, y los objetos no son moralmente relevantes.

Los objetos nunca pueden ser moralmente relevantes por sí mismos, independientemente de la función que cumplan. Sólo las personas lo son. Por tanto, el sistema nervioso central no es relevante. Lo que ocurre es que debemos respetarlo porque la persona de la cual forma parte ese órgano tiene un interés fundamental en que sea respetada su vida y su integridad física.

El cerebro es una parte más del sistema nervioso central y no equivale a él. 

Es conocido el hecho de que las lombrices descargan endorfinas cuando reciben un daño. Las endorfinas son hormonas que segrega el organismo con el objeto de atenuar la sensación de dolor. Las lombrices no tienen propiamente cerebro pero tienen sistema nervioso. Es la actividad del sistema nervioso lo que ocasiona la capacidad de sentir, es decir, la subjetividad. Como señala Rodolfo Llinás:
«Aun en los niveles más primitivos de la evolución, la subjetividad es la esencia constitutiva del sistema nervioso.»
No importa que no pueda haber un sistema nervioso central sin el cerebro para comprender el hecho de que el cerebro sigue siendo una parte, y no la totalidad, del sistema nervioso central, el cual también consta de otras partes que no son cerebro.

La subjetividad tiene que ver con el hecho de sentir. La sensación se experimenta en la interacción de determinadas células nerviosas —las neuronas sensitivas— y no en el cerebro. El cerebro no es más que una determinada disposición compleja de células nerviosas.

Por ejemplo, los ganglios neuronales de las lombrices no es un cerebro en el sentido tradicional del término. Esos ganglios simplemente son un conjunto centralizado de neuronas. No por ello me parece justificado suponer que no está presente la subjetividad. Su tamaño es pequeño comparado con el nuestro pero su subjetividad no tiene por qué ser menor que la nuestra. La subjetividad en sí no es una cuestión de grado.

Hay muchos animales con sistema nervioso que no tienen propiamente cerebro. Un caso conocido son las medusas. Y es que el hecho de sentir no requiere necesariamente del cerebro, sólo del sistema nervioso. Y es de la sintiencia —no de la inteligencia— de donde proviene la subjetividad.

Ciertamente, una neurona por sí misma no tiene sensaciones. Pero un cerebro por sí solo, sin el resto de componentes del sistema nervioso, tampoco puede experimentar nada. El cerebro es una parte del sistema nervioso central y no su totalidad. Pertenecen a categorías diferentes y por tanto no son equivalentes.

Ahora bien, si cuando hablamos de "cerebro" nos referimos a cualquier centralización neuronal, entonces vale: sólo quien tiene cerebro puede sentir. Es decir, todos los seres con sistema nervioso exceptuando sólo a las estrellas de mar y las anémonas (pues carecen de centralización conocida y su sistema nervioso puede ser que sólo tenga una función refleja). Así aparece expresado además en los modernos manuales sobre fisiología animal. Y esto coincide también con los resultados en los actuales análisis físicos de la actividad cerebral basados en sistemas no-lineales.

El concepto de jerarquía es contrario a las evidencias científicas. Los animales no somos superiores ni inferiores. Somos solamente diferentes.

Debemos cuestionar y deslegitimar el trasnochado concepto de escala (jerarquía) evolutiva. Por ejemplo, afirmar que un perro "siente más" que una hormiga, me parece simplemente una afirmación gratuita ¿En qué evidencias probadas al respecto se basaría dicha afirmación? Además, el hecho de valorar o categorizar a un individuo concreto por la especie a la que pertenece es especista de por sí. No tiene en cuenta las diferencias individuales.

Siguiendo el criterio "gradualista" [jerárquico] resultaría que el asesinato de un humano que tenga una vista excepcional sería más grave que el de otro humano similar pero que tuviera veinte dioptrías. Me parece absurdo ese planteamiento. El que uno vea mucho mejor que el otro no afecta a la capacidad de sentir en sí ni tampoco a sus intereses fundamentales: vivir, evitar el daño, en disfrutar de la vida,...

No hay argumentos válidos que justifiquen la postura que defiende jerarquías morales entre los diferentes animales sintientes. Y no me parece correcto llamarla "gradualista" sino más bien jerarquista. Porque establece jerarquías arbitrarias. De hecho todas las jerarquías son arbitrarias. Deberíamos librarnos de ellas y diferenciarnos entre nosotros sólo por la función que cumplamos sin que eso influya en nuestro valor inherente como personas.

El tamaño no influye ni condiciona necesariamente la complejidad del sistema sensorial. Ni tampoco afecta a los intereses fundamentales. Todo ser sintiente —por el hecho de ser sintiente— tiene un interés fundamental en conservar su vida, desarrollarla, disfrutarla y evitar todo aquello que le cause un daño.

El hecho de que haya diferencias sensitivas no implica en ningún caso que las vidas de unos valgan más o menos que las de otros. Porque el valor inherente aparece con la capacidad de sentir en sí. La sintiencia no es cuestión de grado. Es una cualidad. Puede diferir tal vez en forma o complejidad, pero en sí misma no es ninguna cuestión de grado.

Todos los seres con capacidad de sentir sienten, y que en lo que se refiere al hecho de sentir sienten todos por igual. Por tanto, es injustificadamente discriminatorio establecer jerarquías morales entre especies. No trato de igualar lo que no es igual, sino de tratar de manera igual los casos que son iguales o muy similares.

La autora Joan Dunayer ha hablado abudantemente acerca de las evidencias de la capacidad de sentir en los animales invertebrados.

No confundir capacidades sensitivas con capacidades intelectivas

La capacidad cognitiva de un individuo no es un hecho moralmente relevante en lo que se refiere a la hora de ser incluido y valorado moralmente, puesto que esa capacidad no afecta a su capacidad sensitiva o sensorial. Ya que una cosa es la sintiencia y otra diferente es la inteligencia, aunque a menudo se confundan o mezclen.

La capacidad cognitiva sólo es relevante en lo que se refiere a determinar si alguien es moralmente responsable o no lo es. Nosotros tenemos un tipo de capacidad cognitiva que nos permite ser conscientes de que lo que hacemos afecta a los demás y que nos capacita para distinguir entre el bien y el mal.

Una sensación no es un pensamiento. Una sensación es un hecho físico que no requiere de ser experimentada de manea consciente ni intelectualizada. La mente implica subjetividad, pero la mente no es un hecho físico, sino que a ciertos hechos físicos [sensaciones, pensamientos] los denominamos mente para hablar de ellos en su aspecto subjetivo según nosotros los percibimos.

La capacidad de experimentar sensaciones o de tener intereses —que son las funciones inherentes de la sintiencia— no se ven alteradas por nuestro grado de inteligencia. Una persona con menor coeficiente intelectual no siente menos el dolor —o cualquier otra sensación— ni tiene menos interés en vivir que otra con un considerable mayor coeficiente intelectual. Luego las jerarquías cognitivas no son un criterio válido para establecer jerarquías morales —que en ningún caso sería lícito establecer.

Hay distintas clases de conciencia y que hay una diferencia entre conciencia sensitiva y conciencia intelectiva. Un bebé tiene conciencia de sus sensaciones —conciencia sensitiva— aunque no pueda realizar una abstracción intelectual sobre lo que siente o ponerse pensar: "!vaya, estoy sintiendo dolor!". Al igual sucede con los animales nohumanos. Todos ellos son conscientes de lo que sienten aunque no puedan expresarlo en conceptos abstractos. Según establece la Declaración de Cambridge:
"La ausencia de un neocórtex no parece prevenir que un organismo experimente estados afectivos. Evidencia convergente indica que los animales no humanos poseen los substratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de estados conscientes, así como la capacidad de exhibir comportamientos deliberados. Por consiguiente, el peso de la evidencia indica que los seres humanos no son los únicos que poseen los sustratos neurológicos necesarios para generar conciencia. Animales no humanos, incluyendo todos los mamíferos y pájaros, y muchas otras criaturas, incluyendo los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos".
Existen grados de conciencia. No es el mismo grado de conciencia estar despierto que estar dormido. Pero eso no es relevante para la consideración moral. Lo único relevante es el hecho de ser consciente. Todos los seres sintientes merecen igual consideración moral en lo que se refiere a su valor inherente como individuos y a la protección de sus intereses básicos. Hay derechos fundamentales que son universales para todos los seres sintientes; como es, por ejemplo, el derecho de no ser tratado como una propiedad o recurso.

La capacidad de sentir es el fundamento de la personalidad

La subjetividad tiene que ver con el simple hecho de sentir. Afirmar que alguien siente sin que esa sensación haga referencia a un sujeto consciente resulta contradictorio. Una sensación, como por ejemplo el dolor, no puede darse en el vacío como si fuera una simple reacción, sino que tiene que ser experimentada por un sujeto.

La capacidad de sentir implica necesariamente que alguien (el sujeto) experimenta algo [la sensación]. La sensación no se puede dar en el vacío —una sensación que no tiene quien la experimente es una noción lógicamente absurda. Por tanto, tiene que haber conciencia: conciencia de algo [la sensación] y autoconciencia de alguien [el sujeto que siente].

En realidad, no hay ninguna persona que carezca de sintiencia. Porque para ser persona, para ser alguien —y no algo— es requisito necesario la capacidad de sentir. La sensación es por definición una experiencia subjetiva y esto implica que haya un sujeto que la experimenta. No se puede dar una sensación en el vacío, sin hacer referencia a un sujeto.

Cualquier ser que posea la capacidad de sentir tiene que tener también, al menos, una cierta conciencia básica de sí mismo. Sentir implica que es uno mismo el que experimenta una sensación. Las sensaciones no se producen en un vacío impersonal. Sentir significa que alguien [un sujeto] siente algo [una experiencia]. Por lo tanto, todos los seres sintientes son también seres conscientes. Sintiencia y consciencia son dos aspectos intrínsecamente relacionados de un mismo fenómeno.

Sentir también implica la existencia de intereses. Intereses son estados intencionales. Es decir, si un ser siente dolor entonces tiene el interés —el deseo, la intención— de evitar ese dolor. Del mismo modo, si un ser puede sentir placer entonces tiene el interés en disfrutar de ese placer. En general todo ser sintiente posee intereses básicos que son intrínsecos a la propia sintiencia; como sería también, por ejemplo, el interés en conservar la existencia o continuar viviendo. De hecho, la capacidad de sentir es un mecanismo biológico que ha surgido como un medio para asegurar la supervivencia del organismo animal.

Conclusión
«Si sabemos el tipo de cerebro necesario para los sentimientos y la conciencia, preguntémonos si este animal tiene este tipo de cerebro. Y si el animal tiene ese tipo de cerebro y se comporta como si fuera consciente, entonces probablemente tenga sentimientos. Además, me parece que esto es muy importante para tratar correctamente a los animales. Porque me parece que nuestra civilización humana ha adoptado una actitud desdeñosa hacia los animales, asumiendo que no tenían alma, que no tenían sentimientos.» ~ Antonio Damasio
La ciencia trata sobre lo que son o cómo son las cosas, los hechos de la realidad natural, mientras que la ética trata acerca de cómo debemos comportarnos correctamente —de acuerdo con la lógica. Pero si bien son ámbitos diferentes, no deberíamos tratarlos de manera radicalmente distinta. Es decir, la ética debe basarse también en los hechos. Hechos empíricos y hechos lógicos. Y a partir de ahí deducir las razones morales que deben guiar nuestro comportamiento. Hay por tanto una clara diferencia de sentido, pero no la hay en lo que se refiere al método: el método racional, la racionalidad.

Si aplicamos la razón en la ética podremos ver que si la ética se refiere a la consideración y protección de los intereses, esto implica que debemos incluir en la comunidad moral a todos los seres que sabemos, de acuerdo a las evidencias, que tienen intereses —ya que tienen la capacidad de sentir. Y aplicando el principio de igualdad debemos concluir que no podemos discriminar de esta igual consideración de intereses a algunos individuos sólo porque que posean ciertas características concretas —raza, sexo, especie, orientación sexual— que en nada afectan a la capacidad de sentir y tener intereses.

Esto no lo considero un punto de vista; lo considero un hecho. Un hecho moral. Lo relevante son las evidencias, argumentos y pruebas que aportemos para explicar y fundamentar una postura. Ciertamente, las evidencias por sí solas no construyen la ética, pero nuestra ética debe estar basada en las evidencias, no en creencias y prejuicios.

No considero estar defendiendo una determinada postura o creencia, sino que trato de exponer un hecho comprobado por las evidencias, tanto empíricas como lógicas. No se trata de creer esto o de creer lo otro, sino de reconocer evidencias. Se trata de llegar a conclusiones mediante razones. No de racionalizar creencias con el fin de intentar justificarlas a posteriori.

9 de mayo de 2012

Especismo frente a Derechos Animales

El especismo es un prejuicio que consiste en discriminar moralmente a los individuos según la especie a la que pertenecen. Esto es, según la especie en la que estés clasificado mereces determinada consideración moral o ninguna consideración moral en absoluto. Así, el especismo funciona de manera análoga a prejuicios como el racismo y el sexismo.

En el pasado ha habido una gran cantidad de definiciones sobre qué constituye una especie. Hoy en día prevalece una definición basada en criterios genéticos —se define la especie como aquel conjunto de individuos que pueden procrear entre sí y tener descendencia fértil. Charles Darwin escribió que «considero al término especie como uno dado arbitrariamente, por conveniencia, a un conjunto de individuos que se parecen mucho entre sí.» Podemos comprobar que la especie no existe como una entidad real sino que es un concepto que nosotros hemos creado.

Una vez aclarado esto, a los defensores del especismo habría que dirigirles varias cuestiones relevantes:

¿Por qué deberían darse derechos según los genes? Si los derechos deben darse según los genes, ¿por qué la línea debe trazarse en la categoría de especie, y no en la categoría de raza, el orden, el filum o el reino? Algunos genes determinan el color de piel o el sexo biológico ¿cuáles genes determinan la existencia de derechos? Basar los derechos en la especie no parece más racional que basarlos en la pigmentación de la piel o los genitales, que también están determinados genéticamente.

Cuando se trata de seres humanos, reconocemos derechos básicos a conservar y proteger nuestras vidas y nuestros cuerpos. Consideramos a estos derechos inalienables, queriendo decir que nadie puede violarlos para su beneficio. Reconocemos a los humanos el derecho a la vida, debido a nuestro interés en evitar el daño y la muerte. Se nos da control sobre nuestro cuerpo porque no queremos que nuestros cuerpos sean dañados ni utilizados para ser sometidos a la voluntad de otros. Como entendemos que todos tenemos los mismos intereses básicos, protegemos a los humanos de ser secuestrados, esclavizados, enjaulados, asesinados o mutilados. Como sociedad civilizada condenamos a aquellos que violan estos derechos en otros humanos.

Las evidencias que nos aporta la ciencia a través de la biología, la etología y la neurociencia, no presenta dudas acerca de la veracidad de afirmar que las vacas, cerdos, pollos, peces, y demás animales que usamos para comida y otros fines, también experimentan temor cuando sus vidas están amenazadas, dolor cuando sus cuerpos son mutilados, y aburrimiento y frustración cuando son confinados de por vida.

Los animales no humanos dan notorias muestras de que valoran sus vidas y su libertad, y luchan contra el sometimiento, la mutilación y la muerte. Cuando les quitamos su vida o su libertad estamos violando los mismos intereses que protegemos en los humanos. La única diferencia es la especie. Pero la especie no es un criterio más razonable de lo que lo es la raza o el sexo.

Cuestionar y erradicar este prejuicio no es tarea fácil, como reconocía el propio Darwin, porque «a los animales a quienes hemos convertido en nuestros esclavos, no nos gusta considerarlos como nuestros iguales.»

Ya que los demás animales pueden sentir, son seres conscientes, y poseen un interés en vivir, al igual que nosotros, ¿no deberíamos reconocerlos como merecedores de derechos inherentes? Si el especismo es por tanto un prejuicio irracional y un criterio erróneo moralmente ¿no deberían gozar los otros animales de la misma protección que gozamos nosotros para sus vidas y sus cuerpos?

Como individuos responsables de nuestros actos que somos, ¿cómo podemos justificar moralmente nuestra continua explotación y matanza de animales? Decir que somos más inteligentes que ellos, o más poderosos que ellos, no es diferente de alegar que está bien explotar y matar a seres humanos sólo porque somos más inteligentes o más poderosos que ellos. Así lo denuncia Gary Francione:

«Señalar que podemos explotar a los otros animales porque somos 'superiores' no es más que decir que tenemos más poder que ellos. Y nada más. Y exceptuando los partidos fascistas, la mayoría de nosotros rechazamos la visión de que el poder establece lo que es correcto. Así que por qué, díganme, está ese principio tan ciegamente aceptado cuando se trata de nuestro relación con los demás animales.»

6 de mayo de 2012

Sam Harris y la relación entre ciencia y moral


En esta nota me gustaría compartir una interesante conferencia de Sam Harris en la que ofrece una exposición acerca de cómo entiende él que deberíamos fundamentar nuestra moral. Aun sin estar realmente de acuerdo con lo que propone, considero que la perspectiva que nos ofrece permite plantearnos la ética desde la racionalidad. Lo cual ya es mucho teniendo en cuenta de dónde partimos.


«A menudo se dice que la ciencia no puede brindarnos una base para la moralidad y los valores humanos porque la ciencia trata con hechos y los hechos y los valores parecen pertenecer a diferentes esferas. A menudo se piensa que no hay descripción de cómo es el mundo que pueda decirnos como debería ser. Pero pienso que esto claramente no es verdad. Los valores son un cierto tipo de hechos. Son hechos acerca del bienestar de los seres conscientes.»

El planteamiento que expone Sam Harris, que expone en más detalle en su libro «The Moral Landscape», me parece acertado en algunos puntos como el de establecer como base moral el hecho de que todos los seres conscientes, tanto humanos como no humanos, buscan su propia conservación y bienestar.

Sin embargo, no estoy de acuerdo en creer que la ciencia por sí misma pueda responder a cuestiones morales. Este planteamiento no deja de ser una variante de la falacia naturalista. De hecho, me he encontrado a menudo con muchos denominados ateos, racionalistas y escépticos que tratan de justificar el especismo y la explotación animal basándose en el hecho natural de la evolución  biológica o apelando a lo que otros animales hacen en la naturaleza.

En lo que sí estoy de acuerdo con Harris es en que la ética debe tener en cuenta los resultados de la ciencia, y en que las cuestiones morales deben ser afrontadas y respondidas siguiendo el mismo método racional básico que usar ciencia: aplicar la lógica a los hechos empíricos comprobados. 

Creo que tal vez el error principal que comete Harris es no tener en cuenta la lógica como un componente básico y fundacional de la ética. El mismo error en el que incurre por ejemplo el utilitarismo. La ética racional no trata sólo acerca del bienestar sino también acerca de la igualdad y el respeto por el individuo. La única manera de respetar la igualdad de todos los individuos es mediante los derechos.

La ciencia puede decirnos muchas cosas acerca de la moralidad —acerca de su origen, acerca de su validez empírica. Pero la ciencia no puede establecer lo que está moralmente bien o mal. La ciencia es una descripción del mundo natural y no puede establecer normas morales. Los argumentos que usa Harris en realidad están basados en la lógica. La lógica es el fundamento de la ética.

La lógica, junto con la sensación, es la verdad axiomática sobre la que se fundamenta todo nuestro conocimiento racional. La lógica no es una ciencia sino que es la base de la ciencia; al igual que lo es de la ética racional. Por ejemplo, el principio moral de igualdad, o de igual consideración, es básicamente el principio lógico de identidad [A=A] aplicado a la sintiencia: si todos tenemos un interés igual, o muy similar, entonces ese interés debe ser tratado de manera igual, pues es el mismo interés, aunque se dé en individuos diferentes.