29 de enero de 2017

"Libres y felices" en el mundo de «1984»



«LA GUERRA ES LA PAZ,
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD,
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA»

[George Orwell, «1984»]


Un artículo periodístico informaba a su lectores que las "gallinas felices producen mejores huevos".

En el texto se afirman que estas son gallinas "felices". También dicen que son gallinas "libres".

Las gallinas están sometidas al dominio humano. Son coaccionadas y manipuladas para que obedezcan a sus propietarios. No son libres de ir a donde quieren sino que viven siempre en un espacio delimitado por quienes se consideran sus dueños. Están confinadas al área que sus explotadores deciden. Todo esto motivado sólo para obtener un beneficio económico. Sin embargo, nos dicen que son gallinas "libres".

Dicen que son "felices" sólo porque pueden respirar aire libre y caminar por la tierra y no las tienen encerradas permanentemente. Es decir, que si alguien nos secuestra pero nos permite dar paseos y respirar aire del campo entonces debemos considerarnos "felices" a pesar de estar sometidos a su voluntad y padecer coacciones y agresiones de forma sistemática.

¿Esto sería "bienestar" o es más bien malestar?

Entre los argumentos que se postulan para demostrar que son "felices" se expone que «se les puede dar una doble utilidad, para producción de huevos y carne.» Se supone que ser tratadas así les hace "felices". Quizás el hecho de que les roben sus huevos les hace felices también.  ¿Son felices cuando las degüellan o les retuercen el cuello para matarlas?

¿No sucede tal vez que al realizar esos juicios estaríamos confundiendo nuestro bienestar con el de otros animales? El concepto de "bienestar animal" fue expresamente ideado para beneficiar a los humanos que esclavizan a otros animales, para beneficiar a explotadores y consumidores, y no para beneficiar a los animales.

Debido a que los animales son seres sintientes, los explotadores comprendieron que la calidad y la eficiencia de la explotación animal dependía también de tener en cuenta que los animales son sujetos que experimentan sensaciones. Ellos tienen experiencias subjetivas [sensaciones, deseos, emociones, sentimientos] y esas experiencias influyen en su salud mental y física.

Es por esto que la doctora Londoño, médica veterinaria zootecnista, nos explica en el artículo mencionado al comienzo que la explotación avícola es adaptada «con el propósito de brindarles bienestar a las aves, respetar el entorno y permitirles un mejor desarrollo, al ofrecer mayor libertad, para que cumplan su ciclo de vida con la mayor felicidad posible.»

Fijémonos en las expresiones "mayor libertad" y "la mayor felicidad posible". Esto quiere decir que su área de movimiento y su grado de bienestar está supeditado a lo que nosotros los humanos toleremos y decidamos en nuestro beneficio y siempre dentro del límite que nos permita obtener un beneficio de su uso como recursos.

Así, no es el animal —en tanto individuo consciente que posee voluntad e intereses propios— la referencia intrínseca para valorar su libertad o su bienestar sino que es la ganancia económica lo que determina el parámetro. Cuando habitualmente se habla de "libertad" o de "bienestar" no se tiene en mente lo que los propios animales desean, sino que en primer lugar está lo que los humanos desean obtener de ellos a costa de vulnerar su libertad, su vida y su bienestar. Sus vidas, su bienestar y su libertad de movimiento estáran limitados por el beneficio que los humanos quieren obtener de utilizar a los animales.

Parece que a la gran mayoría sólo le preocupa si los animales que explotamos sufren de forma extrema pero no nos preguntamos qué legitimidad moral tenemos en este caso para imponerles privación de libertad a otros animales, ni qué razón justificaría que los utilicemos y dañemos en nuestro beneficio.

Incluso aunque se diera la circunstancia de que algunos animales fueran felices en un contexto de explotación esto en ningún caso justificaría su explotación. Sería como pretender justificar el racismo o el machismo diciendo que los oprimidos por el machismo o el racismo podían ser felices de alguna manera. Sería como pretender justificar la esclavitud humana alegando que algunos esclavos humanos podían ser felices. La cuestión relevante es que su situación era injusta y que su felicidad estaba limitada y supeditada al arbitrio de sus opresores.

Si comprendemos que utilizar a otros seres humanos como meros recursos no es moralmente aceptable entonces también podemos comprender que el mismo juicio moral se aplica a otros animales porque ellos son seres sintientes —son individuos que tienen voluntad, intenciones e intereses propios referidos a su propia superviencia y bienestar. La especie no es un criterio que justifique la discriminación en el contexto moral más de lo que la justificaría la raza o el sexo.

Los animales no tienen ningún interés en ser sometidos ni matados como recursos para que nosotros nos beneficiemos de ello. Los animales no han dado su consentimiento para que los utilicemos. Ni siquiera pueden darlo; igual que no pueden darlo los bebés, los niños pequeños, los discapacitados mentales o los ancianos seniles. Por tanto, no habría ningún grado de daño o sufrimiento que sea moralmente justificable como consecuencia de usar a los animales como recursos.

En definitiva, manipulamos el cuerpo de otros animales, los confinamos al espacio que nosotros decidimos para ellos, nos aseguramos que nos obedezcan mediante la coacción y la agresión, los matamos cuando nos conviene para aprovechar sus cadáveres. Todos los animales están sometidos al estatus de propiedad humana y, por tanto, son literalmente esclavos

Pero pretenden hacernos creer que estos animales son "libres" y que son "felices".

¿Cómo es posible llegar a semejante grado de perversidad en el lenguaje en el que libertad y esclavitud se convierten en sinónimos?

Es inevitable recordar la novela «1984», de George Orwell, en la que el régimen totalitario difundía el lema: "LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD".

Los que infligen opresión sobre los animales pretenden hacernos creer que el día es la noche y que lo redondo es cuadrado porque es la única forma que tienen de resistir un análisis crítico sobre sus acciones.

Los animales explotados por el hombre no son libres, puesto que están sometidos al dominio humano. Los animales explotados por el hombre no son felices, puesto que su voluntad está sistemáticamente coaccionada para obedecer a los deseos humanos. Los animales explotados por el hombre no son respetados, puesto que sus cuerpos son manipulados y destruidos para servir de recursos para los humanos.

He comprendido que el libro de Orwell denuncia todo un sistema de pensamiento que se considera con derecho a distorsionar y manipular negando toda referencia a una realidad objetiva —negando la lógica y la evidencia. 

He comprendido que este texto literario no representa para todos la amarga sátira contra el fascismo y el totalitarismo que pretendía su autor sino que para algunos está sirviendo de manual de instrucciones.


9 de enero de 2017

«La Historia Vegana»



En esta ocasión vengo a publicar el último texto que Leslie Cross redactara sobre el veganismo —sobre su sentido y significado— en el año 1955.

Anteriormente, Cross ya había publicado varios artículos anteriores exponiendo y desarrollando el concepto al que se refería el término veganismo que inicialmente había surgido como una disidencia del vegetarianismo en 1944 por aquellos vegetarianos que se oponían a que el vegetarianismo sólo rechazara el consumo de carne y no hiciera lo mismo con otros productos de origen animal como la leche. Así lo relataba Donald Watson en el primer boletín de la Asociación Vegana [The Vegan Society].

Listo por orden cronológico aquellos otros textos previos de Cross que tienen traducción al español:
Mi intención al difundir el trabajo de Cross no es meramente informativa sobre el origen del veganismo, que también, sino que sobre todo pretendo reivindicar el enfoque original del veganismo que Leslie Cross plasmó en estos textos fundacionales. Lo que pretendo reivindicar aquí no es tanto una palabra sino una idea.
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La Historia Vegana

Leslie Cross

Invierno de 1955

Lo primero que me gustaría hacer es dirigir su atención hacia esta pequeña charla: «La Historia Vegana». La he llamado así porque quería subrayar la manera en que voy a intentar enfocar el tema. Lo que espero hacer es solamente lo que sugiere el título: contar una historia; la historia de lo que es el veganismo, lo que se propone hacer, y por qué se lo propone hacer.

En el curso de la historia debo mostrarles ciertos hechos y ciertas consideraciones, pero no debo, —al menos no de forma consciente—intentar convertir a nadie o realizar algún tipo de propaganda.

Sólo en caso de que algunos de ustedes sientan que esto es algún tipo de enfoque desapasionado, me gustaría explicar que a mi modo de ver, esto es el enfoque correcto.

Ya que considero la difusión informativa, la libre circulación informativa, como vital para el crecimiento de nuevas ideas, no considero como parte de mi deber el tratar de ser concientemente persuasivo. Pienso que probablemente estén de acuerdo conmigo en que un individuo debe establecer su forma de vida como resultado de una convicción interna, y no como resultado de presión persuasiva externa.

Con dicho preámbulo, comencemos con la Historia Vegana. Y al hacerlo, debemos primero colocar lo que va primero: esto es, debemos conocer sobre lo que estamos hablando. Afortunadamente, la palabra “veganismo” tiene un significado tan simple como preciso. Significa: la doctrina de que los humanos debemos vivir sin explotar a los animales. Debido a que la cuestión de la definición es una tan obviamente importante, voy a solicitarles que sean tan amables de grabarla en su memoria, de forma que cuando usemos la palabra “veganismo” todos estemos pensando en lo mismo. Veganismo entonces, es la doctrina de que los humanos deben vivir sin explotar a los animales.

Esta definición está escrita, con esas mismas palabras textuales, en la Constitución de la Asociación Vegana, así que nadie adhiere a la Asociación tanto como miembro pleno o como asociado sin conocer exactamente lo que está apoyando.

Es importante recalcar que uno de los resultados de esta definición es que hace del veganismo un principio. Es, por supuesto, un principio del cual ciertas prácticas naturalmente surgen, pero es en sí mismo un principio, y no un conjunto de prácticas.

Otro punto a señalar es que a este principio, a esta doctrina, le concierne a una sola cuestión. Un gran tema, es cierto, pero un tema claramente definido: la cuestión de la correcta relación entre humanos y animales.

Lo que esto dice en efecto es lo siguiente: dice que la relación generalmente aceptada por la mayoría del mundo es una muy imperfecto. Dice que en efecto no vamos a deshacernos de los tantísimos males que hacemos a los animales, ni vamos a deshacernos del daño que resulta para los mismos humanos, hasta que no cambiemos esta relación.

Es necesario, por tanto, observar la relación actual entre humanos y animales y preguntarnos qué está mal en ello.

Lo que está mal, según el veganismo, podría resumirse en una sola palabra: explotación.

Si observamos con claridad y sencillez esa relación podremos ver que está casi enteramente —no del todo pero casi enteramente— basada en el interés humano sobre la idea de que tiene un derecho moral a usar a los animales para sus propios propósitos.

De nuevo, si miramos con claridad al tema de la relación, podremos ver también que, por lo general, hay dos formas en que podemos considerar a los animales: [1] como criaturas a las que explotar; [2] como criaturas a las que amar.

Si queremos comprender el veganismo, si queremos apreciar su valor, debemos examinar al menos brevemente estas dos extendidas creencias sobre la relación entre humanos y animales.

Primero, miremos a la creencia mayoritaria, la creencia de que los animales son para nuestro uso y que tenemos un derecho moral a utilizarlos para nuestros propios fines, siempre y cuando reduzcamos el padecimiento y el sufrimiento al mínimo compatible con lo que requerimos de ellos.

Esta creencia es mantenida automáticamente por la mayoría de personas. Por ejemplo, los ganaderos hablan casi sin pensar de “producir más jamón” así como tú o yo podríamos decir “producir más coles”.

De nuevo, la creencia de la mayoría es que tenemos el derecho de usar a los animales como mano de obra. Para la mentalidad de la mayoría no hay un cuestionamiento fundamental sobre nuestra legitimidad de atar a caballos, bueyes, camellos, o cualquier otro animal, y obligarlos a trabajar para nuestras órdenes y nuestros requerimientos.

En la práctica, por supuesto, hay considerables variantes en la forma en que los humanos de hecho usan a los animales. Esas variantes van desde las aparentemente inocuas hasta las más brutalmente crueles. Pero lo realmente importante, me parece, es subrayar la dirección a la que dicha doctrina nos lleva.

Si quisiéramos ilustrar dicha dirección, podríamos citar tal vez a la vivisección; o al hecho de que el trabajo en los mataderos destruye la sensibilidad de quienes trabajan ahí.

Otro punto que debemos recalcar es que hay algunas explotaciones en las que el sufrimiento de los animales es inherente. Esto es, que si aboliéramos el sufrimiento, automáticamente quedaría abolida dicha forma particular de explotación. Una vez más, la vivisección es uno de esos casos. Otra de dichas explotaciones es la industria láctea, principalmente debido a su necesidad de separar al ternero de su madre.

Es muy difícil escapar a la conclusión de que cuando los humanos decidieron que teníamos un derecho moral de explotar a los animales, inevitablemente abrieron la puerta a una nueva forma de sufrimiento enteramente creada por los humanos, que termina tanto en una forma de matadero como en otra.

Hay, sin embargo, otro aspecto que surge sobre el tema de la explotación, y es un aspecto que de ninguna manera recibe la atención que merece. Me refiero al aspecto en que la humanidad se daña a sí misma.

Dondequiera que exista interacción entre dos o más entidades, los efectos de dicha interacción no están confinados solamente a una de dichas entidades, sino que ambas están afectadas. ¿Cuál es entonces el efecto de esta interacción sobre el hombre que ha creado entre él mismo y los animales?

El efecto sobre los humanos no puede diferir tal como su naturaleza esencial no puede hacerlo de la naturaleza de la interacción en sí misma. Esto es tal vez una forma algo complicada de decir algo que se ha dicho hace mucho, mucho tiempo: cosecharás tu siembra.

¿Qué sembramos? ¿Qué le hacemos a los animales?

Los hacemos nacer por millones sólo para luego matarlos.

Explotamos sus funciones sexuales para provocar que den leche. Luego le quitamos al ternero a su madre para que no tome su leche. Matamos al ternero y lo comemos como filete de ternera. Y cuando su madre esté agotada como resultado de un embarazo forzado tras otro, la matamos, y comemos su cuerpo como carne picada.

Cazamos animales por diversión. Los diseccionamos. Los castramos y los atamos.

¿Qué tipo de relación puede representar una cuyos símbolos incluyen el látigo, el estribo, las riendas, y el cuchillo del carnicero?

Si estas son las cosas que sembramos, entonces éstas también son las cosas que cosechamos. La forma en que nuestra cosecha nos llega se puede ver exteriorizada en algunas de nuestras enfermedades, en nuestra deteriorada salud, y posiblemente también en la violencia entre humanos.

Pero la forma en que nuestra cosecha nos llega internamente podría ser nada menos que un impedimento a nuestra propia evolución espiritual. Porque así como un globo se ve impedido de subir tanto como el hilo que lo une a la tierra o el peso de su balastro se lo permiten, de la misma forma la mente humana es atada por las cadenas y el balastro que constituyen las demandas de su propia naturaleza más baja. Este aspecto de la relación entre el hombre y los animales es uno que requiere tal vez más reflexión que algunos de sus aspectos más obvios, pero creo que es uno de los más serios de todos los diversos resultados de vivir de acuerdo a la doctrina de la explotación.

Tendemos a olvidar que, por ejemplo, una de las pruebas más exigentes del carácter del hombre, y de ahí su habilidad para progresar, es cómo se comporta con aquellos sobre los que tiene poder. Cuando conoce el mundo de los animales se enfrenta con esta prueba en su forma más ácida; ya que no se puede negar que los animales no pueden resistirse a su voluntad.

En lugar de vivir con respeto y comprensión hacia ellos, lo que podría esperarse de alguien de naturaleza compasiva y mente iluminada, se comporta como un tirano, y en muchos casos como un parásito, lo que a menudo es la causa de un considerable sufrimiento para ellos.

Todo esto surge porque parte de asumir que tiene un derecho moral a explotar. Aquí yace el punto crucial de la cuestión, y ahí también yace el único lugar en el que podríamos, si quisiéramos, efectuar una reconciliación. Hasta que no efectuemos tal reconciliación, continuaremos cosechando lo que sembramos. Hasta que no aprendamos que el fruto de la felicidad humana no puede crecer del árbol de la explotación, continuará el dolor y el sufrimiento que infligimos sobre nuestros hermanos menores regresando como un bumerán sobre nuestras propias cabezas.

Esto es suficiente para la primera y mayoritaria idea —la idea de que tenemos derecho a usar a los animales para nuestros propios fines.

La segunda visión, como remarqué con anterioridad, es considerar a los animales como criaturas a las que amar.

Ahora me parece evidente que cuando amamos, no explotamos. En el momento de amar, no puede haber pensamiento alguno de explotar a quien amamos.

También me parece evidente que el amor es libre. Nadie puede forzar el amor; nadie puede limitarlo con cadenas restrictivas. El amor y la libertad van de la mano.

Si por tanto aceptamos el principio de que es mejor amar que explotar; si tras fracasos y tropiezos como era de esperar, continuamos pensando que es mejor mantener nuestros ojos en el objetivo de amar, ¿que deberíamos hacer acerca de los animales? Sin duda la respuesta es clara como el agua: !dejarlos en libertad!

Y eso es precisamente lo que el veganismo quiere hacer. Quiere liberar a los animales: liberarlos de la explotación por parte del ser humano, de la misma manera que en el siglo pasado Lincoln, Wilberforce y otros pioneros se propusieron liberar a los esclavos humanos.

El veganismo es esencialmente una doctrina de libertad. Busca liberar a los animales de la atadura del ser humano, y al ser humano de la atadura a una creencia falsa —la creencia falsa de que tenemos un derecho moral a usar a los animales para nuestros propios fines.

Es, por supuesto, una pregunta apropiada, tras haber decidido cuál es por principio lo correcto, preguntarnos cómo traer a la práctica dicha libertad. Claramente, el cambio desde las prácticas que se derivan de la explotación hacia aquellas que se derivan del amor será un viaje enorme. Uno sólo tiene que pensar por un momento en las inmensas ramificaciones de la explotación animal, y se le hará evidente que el cambio sólo puede producirse por etapas. Debemos dar los pasos más urgentes primero, y luego los otros gradualmente en orden de urgencia.

Uno de los primeros pasos es desarrollar alternativas a aquellos productos de origen animal que la mayoría de personas cree que son necesarios para su calidad de vida. Es por esto que en el momento presente el énfasis del movimiento vegano está puesto en alimentación y otros objetos de uso cotidiano. La dieta vegana es la que prescinde de cualquier producto que provenga de la explotación animal; excluyendo huevos, productos lácteos, así como la carne.

Pero, como he indicado, el veganismo es un principio general que de ser adoptado, resulta en muchos cambios así como en cambios en la dieta. Resulta, por ejemplo, en la abolición de la vivisección, la caza, la pesca, y cualquier otra forma de explotar a los animales. Y aunque estemos de acuerdo que en la práctica puede ser adoptado sólo de forma gradual, sin embargo hay algo que podemos hacer ahora mismo y siempre: difundir la idea de que la emancipación de los animales no sólo es una causa que merece la pena, sino que es una causa que no puede ser pospuesta indefinidamente.

Esta idea puede parecer revolucionaria para las generaciones actuales de la misma forma que la emancipación de los esclavos humanos lo fue para generaciones anteriores. Pero revolucionario o no, pienso que al final es inevitable; esto es, si alguna vez hemos de vivir verdaderamente en paz en la tierra. Es seguro decir que es como mínimo ilógico rezar a los cielos por paz y amor entre los hombres, y al mismo tiempo llevar adelante una cruenta guerra contra nuestros hermanos menores.

Es un hecho que la creencia de que tenemos un derecho moral a explotar a los animales ha sido casi universalmente aceptada. Pero parte del progreso y la evolución del hombre depende de su habilidad para ver lo falso en aquello que de hecho ha sido considerado como verdadero. Porque cuando vemos lo falso como falso, lo arrojamos lejos de nosotros, y otra venda se ha ido.

Es lo verdadero, y no lo falso, lo que libera. Lo falso no puede llevar a la libertad, no puede llevar al amor.

Sólo por esta razón, me parece, este joven movimiento, cuyo objetivo es dejar a los animales en libertad, tiene sus pies sobre un camino tan verdadero como largo y arduo.

Texto original: «The Vegan Story»

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A continuación, sintetizo y comento los puntos fundamentales del texto, según los he entendido yo:

El veganismo se basa en una convicción interna y como tal no se puede imponer por presiones externas.

No puede ser que alguien sea vegano porque otros le fuercen a ello. El veganismo se difunde mediante la información y el convencimiento propio. Por supuesto, esto no significa que los no-veganos estén legitimados en explotar a los animales. De la misma manera, alguien puede no estar de acuerdo con el feminismo pero esto no le exime de la obligación de respetar a las mujeres como personas. No se le puede imponer a nadie ser feminista pero sí se le puede imponer legítimamente que respete los derechos de las mujeres.

El veganismo trata sobre la relación opresiva entre los humanos y los demás animales, y no sobre ninguna otra cuestión diferente.

En concreto, el veganismo trata sobre la relación de dominación que los humanos han establecido sobre los demás animales y acerca de romper ese tipo de relación. Así que no trata sobre nuestra salud personal, ni sobre el medio ambiente, ni sobre cualquier otro tema que no se refiera a la relación moral entre humanos y animales, y a la oposición a que esta relación se base en la dominación y la explotación.

El veganismo es un principio; no una práctica.

El veganismo es un principio del cual se derivan necesariamente una serie de prácticas. Pero en sí mismo es un principio: el principio moral de que los humanos no debemos explotar a los demás animales, es decir, no tratarlos como medios para nuestros fines. Por tanto, cuando hablemos de veganismo no nos estaremos refiriendo a un tipo de dieta, o a un estilo de vida, sino a un imperativo ético.

El veganismo se fundamenta en el amor.

Según interpreto, Leslie Cross usaría la noción de amor no como un sentimiento particular de afecto sino más bien en un sentido filosófico como una preocupación moral por la vida, el bienestar y la libertad de los individuos. Como dijo Aristóteles: «amar es querer el bien para alguien» [Retórica, 1380b]. Considero que Cross asume el concepto de amor en el mismo sentido ético que lo usaban Mahatma Gandhi y Martin Luther King; como sinónimo positivo de noviolencia. Del mismo modo,  términos como espíritu o espiritual no se refieren a la existencia de una supuesta entidad sobrenatural sino a la mente del individuo; a sus emociones, intenciones y sentimientos.