25 de diciembre de 2018

La indulgencia animalista




He perdido la cuenta de las veces que otras personas han alegado "hacer mucho por los animales" para intentar excusar su apoyo a la explotación de los animales. Eso que dicen hacer se refiere principalmente a dar dinero; ya sea dinero donado a asociaciones animalistas o pagado por productos de origen animal que lleven un sello de "bienestar animal". Al parecer, así llegan a la conclusión de que no hay problema en explotar a los animales porque los explotan de una forma que consideran "humanitaria".

El sistema de las donaciones funciona del mismo modo que las bulas y las indulgencias de la iglesia católica. La gente paga un dinero a una asociación animalista para así aliviar su conciencia respecto del mal que está cometiendo; de este modo pueden seguir participando en la explotación animal con menos remordimientos —se trata de una artimaña mental descrita por el psicólogo Albert Bandura.

A través del dinero, uno se convence de que está "ayudando" a los animales, y que ya no tiene que responsabilizarse de sus acciones ni cambiar de ideas y costumbres. Esta actitud está fomentada desde el propio animalismo, tal y como advierte el profesor Gary Francione cuando señala que «todo el movimiento de la explotación feliz es acerca de comprar indulgencia para la participación en un comportamiento moralmente injustificable.» Las corporaciones animalistas están animando a que la gente consuma productos de la explotación animal avalados con su propio sello de "bienestar animal". 

Según continúa explicando Francione, los grupos corporativos animalistas se están financiando en gran parte con la venta de indulgencias; otorgando perdones a cambio de dinero. Así se sostiene el negocio de las etiquetas de productos animales obtenidos "sin crueldad". De esta manera asumimos la creencia que no tenemos que corregir nada en nuestra forma de vida; sólo tenemos que realizar donaciones a los grupos animalistas, y comprar productos con la etiqueta de “bienestar animal”, y mágicamente se resuelve el problema moral en nuestra relación con los demás animales; podemos seguir explotando a estos animales porque supuestamente se ha reducido nuestra crueldad y el sufrimiento que les infligimos:

«Desafortunadamente, las organizaciones animalistas se han convertido en modernas vendedoras de indulgencias, similares a la Iglesia Católica medieval. Algunas personas, quizás la mayoría de la gente, tienen cierto grado de preocupación por el asunto de la explotación animal. Muchas tienen una culpa insistente acerca de continuar consumiendo productos animales. Muchas adoran a sus compañeros no humanos y los tratan como miembros de su familia, pero clavan el tenedor en otros animales y, en algún nivel, reconocen la incoherencia moral. Pero no es necesario preocuparse. Haga una donación y estos grupos harán lo mejor que se pueda hacer. Ellos “minimizarán” el sufrimiento animal; ellos “abolirán” los peores abusos.»

Yo me pregunto si la misma forma de pensamiento se puede aplicar a los humanos. ¿Nos parece correcto explotar a otros humanos si periódicamente donamos dinero a organizaciones humanitarias y compramos productos que lleven un sello de «comercio justo»? Esa conducta está asumiendo que es lícito explotar a seres humanos si pagamos un precio monetario por ello, que es exactamente lo que sucede con la explotación de los animales avalada por sellos de "bienestar animal" y los grupos animalistas que promueven la explotación animal "feliz". ¿Hay alguna cantidad monetaria que pueda lograr que conductas como la esclavitud, el canibalismo o la violación sean moralmente aceptables? Si no es así, ¿por qué creemos que sí la habría cuando se trata de infligir el mismo daño sobre los animales?

Lejos de librar a los animales de la violencia, esta dinámica de la indulgencia tiene el efecto de reforzar la creencia de que los animales son medios para fines humanos y que las vidas de los animales sólo poseen un valor instrumental en función de los intereses humanos. Aquí está el centro de la cuestión: si creemos que los animales no poseen un valor moral inherente —y sólo tienen un valor extrínseco o económico— entonces deduciremos que no hay daño que impongamos a los animales que no pueda ser justificado según el beneficio que obtengamos de ello o según el coste monetario que estemos dispuestos a asumir.

¿Acaso es compatible la consideración moral de los seres humanos con el hecho de utilizarlos de comida y meros recursos? Entonces, ¿cómo va a ser compatible la consideración moral de los animales con el hecho de utilizarlos de comida y meros recursos? Si entendemos la ética como la consideración de los intereses de los individuos entonces comer animales es una práctica moralmente equivalente al canibalismo, porque tanto humanos como animales son individuos que poseen un interés genuino en conservar su vida y evitar el daño.

La práctica de explotar animales no se trata simplemente de un error moral. Si cometemos algo malo a sabiendas de que está mal y cometemos este mal deliberadamente ¿no coincide acaso este comportamiento con la definición de maldad? La única opción moralmente  aceptable es pues dejar de cometer el mal. Todo lo demás es ser indulgentes con la maldad; que es lo que está promoviendo las organizaciones bienestaristas. En palabras del profesor Francione:

«Entiendo que, así cómo comprar una indulgencia de la Iglesia no los mantendrá fuera del infierno en caso de que el infierno exista, comprar unas cuotas de compasión a una organización, representadas en huevos de gallinas “libres de jaula”, no mantendrá a los animales fuera del infierno que ciertamente existe para la mayoría de ellos y en el que sufren y mueren cada día. Necesitamos cambiar el modo en el que los humanos pensamos acerca de los no-humanos; necesitamos cambiar el modo en que los humanos pensamos acerca de la violencia. Ya se trate de violencia para alcanzar la paz, o de sexismo para alcanzar la igualdad de género, o de torturas de animales más “humanitarias” para alcanzar una mayor concienciación sobre ellos, necesitamos desafiar la propia noción de que la violencia puede ser usada como un medio para un fin loable.»

Los grupos bienestaristas promueven la idea de que no tenemos que asumir el veganismo; sólo debemos comprar productos con un sello de "bienestar animal" y donarles dinero a las organizaciones corporativas para que ellas "ayuden" a los animales. Los bienestaristas no van a pedir que la gente deje de explotar animales porque dejar de explotar a los animales significaría el final de su negocio que consiste en pedir dinero continuamente con la excusa de acabar con las "crueldades" y "maltratos" que son intrínsecos al propio sistema de explotación animal.

El propósito del movimiento bienestarista no es otro que el de intentar sofocar nuestro sentido moral que nos alerta de que está mal esclavizar a los animales, así como nos indica que está mal esclavizar a seres humanos. Regular la explotación animal con sellos de "bienestar animal" sólo es una estrategia para normalizar y perpetuar la violencia institucionalizada que representa la industria de explotación animalSi nos importan los demás animales, y no nos limitamos a decir que nos importan, entonces no deberíamos participar en su explotación.

La violencia sobre los demás animales se manifiesta en diversas formas y modos, pero todas tienen una misma causa: la creencia de que los animales son seres inferiores que existen para servir a los deseos humanos. Esta creencia está motivada por el prejuicio del 
especismo. Pero la diferencia de especie no es moralmente más relevante que la diferencia de raza o de sexo. Si los seres conscientes poseen un valor moral inherente entonces estamos obligados a considerarlos como fines en sí mismos y nunca como simples medios para satisfacer nuestros fines.

4 de diciembre de 2018

Henry Salt y la lógica del vegetarianismo


Recientemente la editorial Amaniel ha publicado la traducción al español de un clásico de la literatura animalista en inglés escrito por Henry Stephens Salt en el año 1899 y titulado «La lógica del vegetarianismo». Salt es un autor muy conocido para cualquiera interesado en la filosofía del animalismo, y cuyas ideas ya comenté en una entrada anterior del blog.

Esta obra de Salt tiene una indudable importancia histórica y filosófica, y sólo por eso ya  merece ser leída. Opino que el mérito de Salt reside principalmente en el hecho de probar que el rechazo al consumo de animales puede ser una posición defendida racionalmente con argumentos elaborados; prescindiendo de tener que apelar a la compasión o la preferencia subjetiva.

Este libro que aquí reseño pretende precisamente replicar a todas las objeciones contra el vegetarianismo que intentan defender el consumo de animales. Algunos de los argumentos esgrimidos por Salt para responder a determinadas objeciones siguen teniendo validez lógica y pueden ayudarnos a mejorar nuestro razonamiento. Por ejemplo, Salt replica acertadamente contra la idea de que comer animales es una práctica aceptable porque es natural: si lo natural fuera un criterio moral entonces deberíamos aceptar prácticas como el canibalismo. Asimismo, la idea de que matar animales para usarlos de comida es aceptable porque ya matamos animales para defendernos, o por accidente, no resulta más válida que la idea de que es aceptable matar humanos para usarlos de comida porque en ocasiones matamos humanos para defendernos de ellos o por accidente. Otras falacias similares son inteligentemente rebatidas por Salt a lo largo del libro.

Así pues, lo más valioso de la aportación de Salt es, a mi modo de ver, que nos estimula a pensar, reflexionar y razonar. No tenemos que estar de acuerdo con todas las tesis o las conclusiones que expone el autor. Yo, desde luego, no lo estoy, ya que pienso que el vegetarianismo es un error y que Salt yerra en algunos puntos, como en el de defender una reforma 'humanitaria' de la explotación animal.

Las reformas y regulaciones sobre la esclavitud de los animales no ayudan a eliminar la violencia contra ellos sino que su efecto real es mejorar la eficiencia de la explotación animal consiguiendo de ese modo que esta actividad sea económicamente más rentable para los explotadores; además de aliviar la conciencia de los consumidores, que piensan que la crueldad ha sido eliminada o reducida.

Tal vez puede ser comprensible hasta cierto punto que Salt creyera en su momento histórico, con la limitada información de que disponía, que esas reformas pudieran tener algún efecto positivo para los intereses de los animales; pero que hoy en día —con toda la información disponible que tenemos sobre el fraude que es el 'bienestar animal'— siga habiendo activistas que lo apoyen no me parece que tenga excusa ni disculpa. La obra de Salt merece sin duda ser conocida y estudiada; lo cual no conlleva concordar en general con todas sus ideas o propuestas.

Por otra parte, la tesis implícita en la obra de Salt de que necesariamente la gente tiene que pasar por el vegetarianismo antes de llegar al veganismo —que necesariamente la gente tiene que comenzar por dejar de consumir carne animal antes que rechazar el resto de usos de animales— resulta análoga a creer que necesariamente tenemos que pasar por el sufragio censitario para llegar al sufragio universal. En los comienzos del parlamentarismo sólo podían votar los que pagaban impuestos, los que tenían propiedades, y el voto estaba negado a las mujeres. Si en nuestro país no hubiera democracia no sería necesario que pasemos obligatoriamente por esas fases sesgadas para llegar al sufragio universal. Podemos ir directamente al sufragio universal. Del mismo modo, podemos ir directamente al veganismo y no tenemos que pasar por alguna supuesta fase previa de manera obligatoria. Podemos admirar la democracia de la Antigua Grecia, por su valor histórico y político, pero no tenemos que imitarla para aplicar la democracia en nuestro tiempo. No tenemos que imitar sus defectos, como el hecho de que sólo pudieran participar en ella los varones. Por la misma razón, no tenemos que asumir ni defender el vegetarianismo para lograr la consideración moral hacia los animales.

Considero que la lógica moral exige que rechacemos el vegetarianismo y que comprendamos que, para comportarnos éticamente, la consideración moral de los intereses de los animales implica que asumamos el veganismo como principio de nuestra conducta.

13 de noviembre de 2018

¿Tratar bien a nuestros esclavos o dejar de tener esclavos?



Hay dos posturas: una considera que debemos regular y reformar la explotación animal. La otra postura considera que el uso de animales es moralmente incorrecto en sí mismo y debe ser abolido, puesto que es análogo a la esclavitud humana.

En este breve ensayo tengo la intención de exponer unos argumentos básicos que fundamentan la idea de que no debemos mejorar o restringir la foma en que utilizamos a los animales sino que lo que debemos hacer es dejar de utilizar a los animales.

¿A los animales sólo les importa evitar el sufrimiento?

Sabemos que los animales pueden sentir, es decir, tienen la capacidad de experimentar percepciones conscientes o experiencias subjetivas. Esto es un hecho, tan cierto como sabemos que otros humanos pueden sentir. La investigación científica así lo indica. Sin embargo, la mayoría de quienes se preocupan por los animales sólo se preocupan por el sufrimiento que padecen los animales e ignoran los otros intereses que poseen los animales por el hecho de ser seres conscientes.

A diferencia de los minerales y los vegetales, los animales tienen la capacidad de sentir, es decir, experimentan dolor, placer y otras sensaciones. Tienen deseos e intenciones. Tienen conciencia de sus existencia a través de emociones y sentimientos. A pesar de esto, tratamos a los animales como objetos a nuestro disposición, igual que hicimos con otros seres humanos que considerábamos como "inferiores". Es inevitable que a través de esta forma de pensar se haya organizado toda una estructura social y una industria que se basa en explotar y matar animales. Esto no está motivado por alguna supuesta necesidad real de utilizar a los animales sino que se basa en el prejuicio y en el lucro que obtenemos a costa de sacrificar forzadamente a los animales para nuestro beneficio.

Los animales no sólo tienen un interés en evitar el sufrimiento —entendido como dolor, angustia, ansiedad— sino que también poseen otros intereses igualmente básicos, como el interés en proteger la integridad del propio cuerpo, el interés en continuar existiendo, o el interés en poder moverse libremente según su voluntad. Estos intereses existen de forma aparte del interés en evitar el sufrimiento. Y, de hecho, los animales pueden anteponer los otros intereses al interés en evitar el sufrimiento, tal y como explica el profesor Gary Francione.

Humanos y animales compartimos los mismos intereses básicos. Compartimos el hecho de ser sujetos. Somos seres conscientes. No hay razón que justifique una discriminación basada en la especie en lo que se refiere a la consideración moral. Todo el problema reside originariamente en este error —el error de creer que los otros animales no merecen el mismo respeto básico que nosotros sólo por el hecho de no ser humanos. Nuestra relación con los demás animales está moralmente viciada en su raíz al estar basado en dicha discriminación. La violencia que ejercemos sistemáticamente sobre ellos tiene su base en esta mentalidad. La explotación institucionalizada sobre los animales tiene su fundamento en la exclusión de los animales de la comunidad moral.

Quienes sólo se preocupan por el sufrimiento de los animales pretenden promover iniciativas para evitar o reducir ese sufrimiento pero ignorando a menudo los otros intereses de los animales. Asimismo, también ignoran que los otros animales son discriminados por el simple hecho de no pertenecer a la especie humana —un tipo de discriminación que denominamos especismo— y que están sometidos a la condición de propiedad, es decir, que han sido cosificados como recursos para uso y beneficio de los humanos. Esta perspectiva focalizada en el sufrimiento es lo que denominamos bienestarismo.

La intención de aliviar el sufrimiento que causamos a los animales puede ser en sí misma como una buena intención, pero deja de serlo en el momento en que esa intención supone apoyar la causa que provoca el sufrimiento, o si implica ignorar o vulnerar los otros intereses de los animales. No juzgaríamos como buena la intención de aliviar el sufrimiento de los humanos si esto conllevara fomentar la esclavitud o el asesinato de seres humanos, ¿cierto? Por tanto, no deberíamos juzgarlo de forma diferente sólo porque las víctimas sean de otra especie.

Las personas que asumen la perspectiva bienestarista promueven reformar las condiciones en que los animales son explotados con la intención de "mejorarlas" y supuestamente aliviar el sufrimiento de las víctimas. No obstante, no cuestionan que los animales sean discriminados por no ser humanos; no cuestionan que los animales sean utilizados como medios para fines humanos; no cuestionan el hecho de que los animales estén sometidos a la dominación humana. Ellos no cuestionan la causa originaria del sufrimiento que infligimos sobre los animales. Sólo pretenden aliviar los síntomas. Más aún, esas medidas que promueven no sirven en la prática para aliviar el sufrimiento de las víctimas sino que, más bien, ayudan a agravarlo y perpetuarlo indefinidamente. El bienestarismo refuerza la creencia de que está bien explotar animales siempre que nos preocupemos por evitar o reducir el sufrimiento que conllevar explotarlos.

¿Esclavitud humanitaria?

La mercantilización de los animales, así como toda clase de violencias que les infligimos sistemáticamente, es consecuencia directa de nuestra creencia de que los animales existen para ser utilizados en nuestro beneficio. Cosificamos a los animales como recursos para diversos fines, ya sea alimentación, vestimenta, entretenimiento, o cualquier otro propósito. Esto conlleva necesariamente que les causemos toda clase de daños y sufrimientos.

A los animales sólo les reconoce un valor instrumental en función de las necesidades y deseos humanos. Por eso sus vidas tienen un precio asignado que sirve para poder venderlos y comprarlos, y comerciar en general con sus cuerpos.

Bajo esa perspectiva, que casi todo el mundo asume y acepta, parece coherente que cuando un animal ya no sirve para la función que se le ha asignado entonces sea destruido o desechado. Esto es lo que se hace con los animales utilizados para servir de compañía; los denominados como «mascotas», que son sistemáticamente abandonados. Actuamos igual con el resto de seres que tienen un valor instrumental: muebles, máquinas, enseres,...

El problema es que sabemos que los animales tienen la peculiaridad de que poseen sensibilidad. No son exactamente como el resto de seres que tienen puramente un valor económico. Los animales pueden experimentar sensaciones, emociones y deseos. Son seres sensibles. Sabemos que pueden experimentar el daño y el sufrimiento, así como pueden experimentar placer y felicidad. Por eso sentimos una preocupación por la manera en que los tratamos que sobrepasa el ámbito de instrumentalidad que les hemos asignado. 

Además de la utilidad y de la afectividad también existe la moralidad. Nos preocupa infligir daño a otros individuos aparte de la utilidad que pudieran tener para nosotros o del afecto que pudiéramos tener hacia ellos. Nos parece mal que se haga daño a un ser sensible sin una razón que lo justifique, aunque no tenga utilidad para nosotros o aunque no lo conozcamos de nada ni sintamos afectividad hacia él.

Así, podemos entender que aparte del valor instrumental o utilitario, y del valor sentimental o afectivo, también existe el valor moral. Muchos pensamos que los animales poseen un valor moral, esto es, su individualidad y sus intereses merecen consideración aparte de la utilidad o el afecto que tengan para nosotros.

Si no hay razón que justifique discriminar a los otros animales de nuestra consideración moral, entonces el hecho de que ellos estén sometidos a la condición de propiedad puede ser calificado apropiadamente como esclavitud. Los abolicionistas de la esclavitud humana no promovían reformar la esclavitud para mejorar las condiciones de los humanos esclavizados sino que defendían la abolición. No pretendían lograr una esclavitud "humanitaria" sino eliminar la esclavitud. Hoy en día entendemos que la esclavitud no es aceptable en ninguna forma o modo, ya fuera más o menos cruel. ¿Por qué se supone que la esclavitud de los animales debería merecer una respuesta diferente?

Aquellos que defienden reformar la esclavitud de los animales están alimentando el prejuicio de que está bien esclavizar a los animales si lo hacemos "sin crueldad" y de ese modo están socavando la posibilidad de concienciar a la gente en contra de la esclavitud animal. Si aquellos que se identifican como animalistas defienden que es correcto utilizar a los animales bajo ciertas condiciones entonces el resto de la sociedad se verá con mayor motivación para continuar pensando que la explotación animal es una situación apropiada y que no se trata de una relación inmoral. Como ya señalé al comienzo de este escrito, existe el prejuicio de que a los otros animales sólo les importa evitar el dolor y conseguir el placer, y los bienestaristas alimentan ese prejuicio. Ese prejuicio está unido a la idea de que tenemos derecho a utilizar a los animales.

Los animales no tienen ningún interés en padecer alguna clase de daño —ya fuera un daño contra su salud, su libertad o su vida— para servirnos como recursos. Asimismo, como ya vimos, tienen diversos intereses básicos referidos a libertad, integridad y continuidad. Por tanto, estamos equivocados al pensar que sólo les importa el dolor y el placer. Además, si en efecto ellos son sujetos entonces no es lógicamente correcto tratarlos como objetos, es decir, como recursos, mercancías o propiedades. El hecho mismo de tratar a los animales no humanos como medios para fines humanos es la injusticia fundamental que reside en la relación que hemos establecido con ellos. Una relación basada en la dominación y el sometimiento.

¿Qué deberíamos hacer?

Si comprendemos que la esclavitud de los animales es un error moral entonces debemos en primer lugar dejar de participar en ella, haciéndonos veganos, y fomentar la toma de conciencia sobre este problema a todos los niveles de la sociedad.

Lo que no deberíamos hacer es intentar reformar la esclavitud con la excusa de "mejorar las condiciones" de las víctimas, porque para lo único que sirve esto no es para beneficiar los intereses de los animales sino que tiene como efecto reforzar la creencia de que los animales son recursos, y a quien beneficia en realidad es a la industria de explotación animal. Las campañas bienestaristas que piden ampliar las jaulas, o que se usen anestésicos antes de mutilar a los animales, sólo sirven para garantizar que los animales continúen siendo explotados.

La industria de explotación animal se sostiene gracias al consumo. La única forma de detenerla es deteniendo el consumo de sus productos. Cuanta más gente rechace este consumo más presión tendrá la industria para dejar de utilizar a los animales y más motivada se verá para sustituir el uso de animales por vegetales y sintéticos.

Discriminar a los otros animales simplemente por ser de otra especie diferente a la humana es una discriminación injusta. El especismo es un argumento no más válido que el racismo o el sexismo. Concienciar sobre esta discriminación es fundamental para lograr una comprensión del problema fundamental que hay en nuestra relación con los demás animales.

Abolir la esclavitud de los animales es una tarea ardua pero es imposible alcanzar el objetivo de la abolición total si no comenzamos ahora por explicar y difundir que lo que debemos hacer es abolir, y no regular ni reformar, esta esclavitud. Esta abolición comienza necesariamente por el veganismo.


23 de octubre de 2018

«Dominion [Dominio]»


Acaban de estrenar en abierto el documental Dominion. Puede verse diversas plataformas audiovisuales y dispone de una versión original con subtítulos en español y de una versión locutada en español.

Mi primera impresión tras verlo fue que en todo momento tenía la sensación de estar viendo una versión de Earthlings. Incluso aparece Joaquin Phoenix locutando algunas imágenes. El documental está filmado en diversos centros de explotación animal en Australia, principalmente en granjas de la industria cárnica, y va mostrando y explicando la realidad que padecen los animales allí. Esto es básicamente casi todo. Quien sepa lo que sucede rutinariamente en estos sitios ya puede hacerse una idea de lo que verá. No preveo que mucha gente aguante ver el documental entero debido a la brutalidad de las imágenes.

Al final del documental se reserva una concisa reflexión dividida en dos partes. Por un lado, se posiciona en contra de la idea de que la explotación de los animales pueda ser 'humanitaria'. Diversos autores como Gary Francione Joan Dunayer, entre otros, han explicado por qué no es posible que la explotación animal pueda ser compatible con la ética o el humanitarismo. El documental también expone un alegato acerca de que reconsideremos la creencia de que los humanos somos 'superiores' y estamos legitimados en dominar a los demás animales. Pero creo recordar que incluso en Earthlings se dedicaba más espacio a la reflexión. El documental Dominion dura dos horas y la parte reflexiva no me parece que sume más de diez minutos en total. Alguien puede contar los minutos exactos si lo desea; a mí me ha parecido extremadamente breve. De hecho, ni siquiera se menciona el especismo. No es que sea obligatorio mencionar el término para criticar la violencia contra los animales, pero no habría estado de más que el documental ayudara a concienciar sobre la existencia de este prejuicio sin temor a nombrarlo. Es como intentar criticar el sexismo sin usar el término sexismo. Claro que se puede hacer, pero no veo una razón para omitir el término deliberadamente.

En conclusión, con semejante título uno podría haber esperado o deseado presenciar un documental que incidiera mucho más en el aspecto ideológico de nuestra relación con los animales en lugar de predominar cada detalle de lo que sucede en granjas y mataderos. A mi entender, no son los detalles de esta violencia que conlleva la explotación animal lo que revela el problema fundamental en nuestra relación con los demás animales, sino que es el hecho mismo de cosificar a los animales como objetos a nuestra disposición, como recursos, como nuestras propiedades, y  de ese modo nos impedimos reconocerlos como personas; que es precisamente lo que motiva y sustenta toda esta violencia que expone el documental.

Hablando de documentales, hay un documental muy interesante titulado The Superior Human?, con un enfoque más centrado en la cuestión filosófica, pero que desgraciadamente no dispone de subtítulos en español. También podemos encontrar a Live and Let Live que sí dispone de subtítulos en español, aunque sólo en opciones de pago. Este último documental supuestamente trata sobre veganismo pero en realidad tiene un enfoque más genérico y ofrece diversas perspectivas sobre la cuestión animalista. Por otra parte, la organización abolicionista Tribe of Heart dispone de un variado aporte de documentos gráficos subtitulados en español.

25 de septiembre de 2018

«Defensores de los derechos animales "bienestaristas": un oxímoron»



El apoyo a las normativas de "Bienestar Animal" por parte de grupos animalistas se intenta justificar apelando a dos argumentos principales: el primero es que esas medidas supuestamente reducen el sufrimiento o mejoran el bienestar de los animales —lo cual es muy cuestionable a nivel empírico y también lo es a nivel moral—, y el segundo es que dichas medidas supuestamente dificultan o impiden la actividad de explotación animal. Este segundo argumento es rebatido sistemáticamente por la propia industria de explotación animal y los estamentos políticos que velan por la continuidad de esta industria.

************

Defensores de los derechos animales "bienestaristas": un oxímoron

Joan Dunayer

Marzo 2005

"!Llevemos a los pollos a la cámara de gas!" Un imaginario canto de protesta, demasiado obsceno para ser real. Sin embargo, algunos grupos animalistas, como PeTA y United Poultry Concerns, han pedido que los mataderos gaseen a los pollos en vez de dejarlos conscientes mientras son paralizados eléctricamente y después degollados. La matanza masiva de pollos es innecesaria, injusta e indudablemente cruel. Pero pedir que los pollos pasen por la cámara de gas sugiere lo contrario. Sugiere que el problema es cómo se les mata. Una campaña por una matanza menos cruel propone una nueva forma de cometer un asesinato masivo. Este tipo de campaña se denomina 'bienestarista'.

Las campañas 'bienestaristas' fomentan la noción que los animales que están esclavizados y son asesinados pueden gozar de un bienestar. Un bienestar genuino es incompatible con la esclavitud, la muerte y cualquier otro abuso, por eso utilizo comillas en la palabra 'bienestarismo' cuando ésta se utiliza en un contexto que se refiere al daño especista. Las campañas bienestaristas son anti-derechos. Éstas apoyan diferentes formas de violación de los derechos morales de los no-humanos. Las supuestas campañas por una matanza de forma humanitaria promueven una forma diferente de violar el derecho a vivir de los no-humanos. Las campañas que tienen como fin un confinamiento menos severo promueven una forma diferente de violar el derecho a la libertad de los animales no humanos.

PeTA presionó a McDonalds, Burger King y Wendy’s para que requirieran a sus proveedores de carne y huevos que el confinamiento de los animales fuera menos cruel. Estas cadenas de restaurantes ahora han especificado, entre otras cosas, que sus proveedores de huevos deben aumentar de 48 pulgadas cuadradas a 67 el espacio proporcionado a cada gallina enjaulada. Una gallina tiene el derecho moral a no ser confinada ni en 48 ni en 67 pulgadas cuadradas. Muchos activistas han gritado: “¿Qué es lo que queremos? ¡Derechos para los animales! ¿Cuándo los queremos? ¡Ahora!”. Con mucha razón, ningún activista jamás proclamaría: "¿Qué es lo que queremos? ¡Jaulas un poco más grandes! ¿Cuándo las queremos? ¡En el momento en que McDonalds o algún otro gran abusador se lo pida a sus proveedores!". Cualquier intento de trabajar con, en vez de en contra de, industrias que abusan de los animales debe hacer izar una gran bandera roja. Está moralmente mal explotar a los animales no humanos, independientemente del espacio que tengan, o de si están fuera o dentro de una jaula. Este es el mensaje que los defensores de los animales deben transmitir.

No necesitamos comer partes del cuerpo de un pollo matado en una cámara de gas o por algún otro método. No necesitamos comer huevos de gallinas que se encuentran cautivas dentro de una jaula o de alguna manera diferente. No necesitamos comer comida que provenga de animales no humanos. En vez de pedir una matanza o un confinamiento menos cruel, debemos promover el veganismo. Simplemente haciendo públicas las realidades de la explotación animal podemos conseguir que mucha gente se haga vegana. Persuadir a otros a adoptar un estilo de vida vegano reduce el número de individuos que sufren y mueren. También reduce el apoyo público hacia la industria cárnica, la vivisección y otras formas de explotación animal, haciendo más cercano el día en que estas serán finalmente prohibidas.

Algunos activistas asumen tanto el 'bienestarismo' como el veganismo. Su 'bienestarismo' impide la propagación del veganismo ya que implica que la explotación animal es inevitable y por lo tanto aceptable si se lleva a cabo de una forma “humanitaria”. Nuestro mensaje debe ser claro y consistente: no necesitamos explotar a los demás animales; su explotación es injusta y siempre causa sufrimiento. De la misma manera que los modelos a seguir veganos deben adherirse al veganismo en su estilo de vida, los portavoces por el veganismo deben adherirse al veganismo en su lucha. No tendría sentido que un defensor del veganismo llevase zapatos de piel de vaca o comiese la carne de un cerdo. Tampoco tiene sentido promover el veganismo en un momento y al siguiente promover la producción y el consumo de carne y huevos. Para que nuestra voz sea escuchada, nuestra oposición a la explotacion animal debe ser fuerte y clara.

Nosotros debemos promover persistentemente los derechos de los no-humanos, es decir, la emancipación. Los 'bienestaristas' que se llaman a sí mismos "activistas por los derechos de los animales", sabotean el concepto de derechos para los no-humanos. Confunden al publico haciéndoles pensar que el aprisionamiento, matanza y otros tipos de abusos especistas pueden ser consentidos dentro de los derechos de los no-humanos. Los bienestaristas reemplazan el derecho a vivir de los no-humanos por un "derecho a ser asesinados con menos terror y dolor." Reducen el derecho a la libertad de los no-humanos a un "derecho a ser aprisionados injustamente en un espacio mayor". En realidad, alguien que carece de los derechos más básicos —a la vida y la libertad— deja de poseer derecho alguno.

Al vez que promovemos una emancipación total, se pueden alcanzar emancipaciones parciales, a través de prohibiciones abolicionistas. Todas estas prohibiciones abolicionistas protegen al menos a algunos animales de algún tipo de explotación. Éstas evitan que algunos animales formen parte de situaciones explotadoras y puede salvar a victimas de esa situación. Una prohibición de la caza de osos previene que haya osos que sean heridos o matados: lo que hace es prevenir, más que modificar su abuso. Los activistas pueden trabajar para conseguir cualquier tipo de prohibición abolicionista, incluyendo prohibiciones en productos peleteros, la clonación de algunas mascotas y mamíferos marinos en prisiones acuáticas. De momento, las prohibiciones abolicionistas no emanciparán a todos los no-humanos, pero sí emanciparán a algunos y nos conducirán en la dirección correcta. No podemos hacer que se prohíban la mayoría de los productos especistas más populares —como la carne de los peces, la leche de vaca, los huevos de gallina— hasta que no creemos una oposición publica hacia estos productos.

Cuando no podemos alcanzar prohibiciones abolicionistas, podemos involucrarnos en boicots abolicionistas. Aunque carecen de la fuerza de la ley, los boicots pueden ser altamente efectivos. Una campaña de “boicot a los huevos” puede hacer más cercana la emancipación de las gallinas. Convenciendo a la gente a dejar de consumir huevos, se puede hacer que disminuya el número de gallinas que sufren mientras se aumenta la oposición contra toda la industria del huevo. Similarmente, un boicot a productos de belleza que no estén libres de crueldad puede reducir la vivisección y aumentar la demanda de productos libres de crueldad. Además de boicotear productos en particular, los activistas pueden boicotear instituciones especistas, como las carreras de caballos y los zoos.

Los 'bienestaristas' habitualmente dicen: "Yo apoyo cualquier cosa que reduzca el sufrimiento animal". Pero a largo plazo las medidas 'bienestaristas' incrementan el sufrimiento porque perpetúan la explotación. Tengamos en cuenta el Acta de Métodos Humanitarios de Matanza [HMSA por sus siglas en inglés]. Si uno está realmente informado de lo que ocurre en un matadero, sabremos que la HMSA completamente falla en proteger a los animales no-humanos. Principalmente, refuerza el apoyo social a la matanza ya que legitima la industria cárnica, dando la falsa impresión de que las victimas son matadas “humanitariamente”. Las medidas 'bienestaristas' son inútiles ya que dejan a los animales en las manos de sus opresores. Solamente las medidas emancipacionistas, que honran los derechos morales de los animales, pueden proteger adecuadamente a los no-humanos. Un bienestar genuino para los no-humanos requiere que estén libres de toda explotación.

Texto original en inglés: Animal Rights “Welfarists”: An Oxymoron

****************

Me gustaría señalar una precisión respecto de lo que expone Dunayer en su artículo.

Apoyar una prohibición sobre determinado uso de animales no siempre puede ser una opción que respete los derechos de los animales. Por ejemplo, hay prohiciones que simplemente sustituyen unas víctimas con otras; así sucede con la prohibición de usar primates en experimentos, que lo que supone en realidad es que otros animales serán utilizados en su lugar. Por otra parte, hay prohibiciones que ni siquiera lo son realmente, aunque sean publicitadas como tales. Así sucedió con la supuesta prohibición de la caza de ballenas o la supuesta prohibición de los circos con animales o la conocida prohibición de la tauromaquia en Cataluña, que lo que hizo en realidad fue eliminar las corridas de toros para favorecer así la regulación y subvención de los correbous A menudo, las supuestas prohibiciones sirven para reforzar la explotación de los animales. Por esto, es conveniente adoptar una postura crítica respecto de dichas prohibiciones y no pensar automáticamente que benefician a los animales.

Así que antes de apoyar una prohibición habría que analizar si realmente esa prohibición supone una diferencia real para los animales o más bien resulta en todo lo contrario. El profesor Gary Francione expuso una propuesta en su libro Lluvia Sin Truenos para determinar si una prohibición es compatible con el respeto a los derechos de los animales, de acuerdo a si cumple o no determinados requisitos. Ahora bien, la cuestión es que en el contexto actual es muy difícil, o casi imposible, conseguir una prohibición de tal calibre. Por esto, sería más efectivo centrar nuestros esfuerzos en el activismo educacional para lograr un cambio generalizado de mentalidad y costumbres en nuestra sociedad, mediante la difusión del veganismo, que erradique la idea de que los animales son medios para los fines humanos y pasemos a considerarlos como personas no humanas. Sólo en este contexto el ordenamiento legal podrá ser una herramienta útil para proteger los intereses de los animales.

Termino listando otros textos valiosos sobre la cuestión del Bienestar Animal:

Sirviendo al abuso: Promocionando productos de origen animalJoan Dunayer [2006]



* Haciendo negocio con las reformas del Bienestar Animal; Angel Flinn & Dan Cudahy [2011]

* Granjas felices, alimentando el prejuicio especista; Rebeca Solano & Mario Orozco [2017]


29 de agosto de 2018

Las implicaciones morales del darwinismo

Charles Darwin


En el año 1990, el filósofo James Rachels publicó un libro titulado «Created from Animals. The Moral Implications of Darwinism» en el que defiende la idea de que las contribuciones científicas de Charles Darwin conllevan consecuencias para nuestra visión sobre la moral y en concreto a nuestra relación con los demás animales.

Esta tesis no tiene nada de nuevo, puesto que en ya en la época de Darwin se postulaba que la confirmación de la evolución biológica debía necesariamente modificar nuestra visión moral del mundo y nuestra forma de realizar juicios éticos. Para introducirse sobre este tema en español sugiero consultar la obra «El Evolucionismo. de Darwin a La Sociobiología», de R. Grasa Hernández, quien expone un resumen muy ameno y didáctico sobre el darwinismo y su influencia en la cultura y la filosofía.

El libro más conocido de Rachels, y el único traducido al español hasta ahora, es Elements of Moral Philosophy [titulado como «Introducción a la Filosofía Moral»] que recomiendo especialmente para los interesados en adquirir una visión global sobre las diversas escuelas modernas de pensamiento moral.

Para ayudar a conocer las ideas de Rachels, he decidido traducir la introducción de su libro sobre el darwinismo, el cual está disponible gratuitamente para leer y descargar. Lástima que no suceda lo mismo con todos los libros. Creo que puede ser una lectura muy interesante y provechosa, incluso aunque uno no esté necesariamente de acuerdo con su enfoque o sus conclusiones.

Las referencias bibliográficas que Rachels cita en su libro las he enlazado dentro del blog a su versión original o en español siempre que estuviera disponible.

*****************


Las implicaciones morales del darwinismo: Introducción

James Rachels

1990
El hombre, en su arrogancia, se cree una obra digna de la intervención de una deidad. Sería más modesto, y más verdadero, que se considerara creado a partir de los animales.

Darwin escribió esas palabras en 1838, treinta y un años antes de publicar El Origen de las Especies. Él mismo aportaría una evidencia abrumadora para apoyar esta tesis, y al hacerlo habría traído un cambio profundo en la concepción que tenemos de nosotros mismos. Después de Darwin, no podemos pensarnos sobre nosotros mismos ocupando un lugar especial en la creación —en su lugar, debemos comprender que somos productos de las mismas fuerzas evolutivas, desarrollándose ciegamente y sin propósito, que han diseñado al resto del reino animal. Y todo eso, como se suele decir, posee un profundo significado filosófico.

Las implicaciones religiosas del darwinismo son debatidas a menudo. Desde el principio, al clero le ha preocupado que la evolución sea incompatible con la religión. Hasta qué punto esa preocupación está justificada es algo que se sigue debatiendo, y es algo sobre lo que tengo bastante que decir. Pero el darwinismo también conlleva un problema para la moral tradicional. La moral tradicional, no menos que la religión tradicional, asume que el hombre es "una gran obra". Se le concede a los humanos un estatus moral superior que a cualquier otra criatura sobre la tierra. Se considera que la vida humana, y sólo la vida humana, es sagrada, y esto implica que el amor a la humanidad es una de las primeras y más nobles virtudes. ¿Qué sucedería con todo esto si el hombre resulta ser nada más que un tipo de simio?

Curiosamente, los filósofos han mostrado poco interés sobre tales cuestiones. El denominado 'hombre de la calle' puede creer que podemos aprender importantes lecciones filosóficas a partir de Darwin —o que Darwin plantea graves amenazas— pero de largo los pensadores académicos no parecen coincidir. En las décadas siguientes a la publicación de la teoría de Darwin, algunos filósofos tuvieron mucho que decir al respecto. Por aquel entonces se puso de moda pensar que el darwinismo tenía profundas implicaciones en todos los ámbitos. Pero este interés rápidamente se esfumó. Si examinamos la mayoría de los influyentes trabajos filosóficos escritos en el siglo XX, encontraremos pocas referencias a Darwin. Su teoría es discutida, por supuesto, en obras dedicadas específicamente a la filosofía de la ciencia. Pero en los escritos filosóficos de interés más general, y particularmente en los libros sobre ética, es mayoritariamente ignorado. Cuando aparece el tema suele ser habitualmente para explicar que el darwinismo no tiene las implicaciones que su popularidad dice que tiene. Los filósofos parecen coincidir con la observación de Wittgenstein cuando escribió que "la teoría de Darwin no tiene mayor relación con la filosofía que cualquier otra hipótesis de la ciencia natural".

¿Por qué los filósofos, con contadas excepciones, han sido tan indiferentes a Darwin? En parte puede haberse debido a una reacción contra las absurdas afirmaciones que se hicieron al respecto. Cuando leyó por primera vez El Origen de las Especies, Karl Marx declaró que “la obra de Darwin es de una gran importancia y sirve a mi propósito en cuanto que proporciona una base en las ciencias naturales para la lucha histórica de clases”. Socialistas posteriores realizaron valoraciones similares, alegando que encontraban en Darwin una 'base científica' para sus ideas políticas. Por otro lado, los capitalistas proclamaban lo mismo: a finales del siglo XIX, la idea de "la supervivencia del más apto" era invocada insistentemente para justificar un sistema económico competitivo. En 1900, el industrial norteamericano Andrew Carnegie escribió que debemos "aceptar y dar la bienvenida a una gran desigualdad; la concentración de empresas, industrias y comercios, en manos de unos pocos; y las leyes de la competitividad son no sólo beneficiosas sino esenciales para el progreso futuro de la raza". ¿Por qué? Porque sólo el capitalismo asegura "la supervivencia del más apto". Para empeorar todavía más las cosas, Heinrich Himmler declararía más tarde que el darwinismo apoyaba en Europa la purga de los 'inadaptados' judíos. La irritación ante semejantes despropósitos podría haber provocado reacciones como la de Wittgenstein. Frente a todo esto, resulta tentador alzar la mano y decir: la teoría de Darwin trata sobre biología, no sobre política o economía o ética o religión o cualquier otra cosa.

Las personas cultas podrían resistirse todavía a la idea de que el darwinismo tiene implicaciones morales por otra razón. Mucha gente piensa que el darwinismo es contrario a una verdadera moral y la rechazan por esta razón. Gran parte del actual rechazo al darwinismo parece estar parcialmente motivado por este pensamiento. En los Estados Unidos, hay quienes quieren prohibir la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas y, para provocar los sentimientos de la gente, señalan las supuestas nocivas implicaciones que tiene para la religión y la moral. El argumento resulta tristemente familiar. La idea de que el darwinismo socava los valores tradicionales ha sido usada tan a menudo como una razón para oponerse a la teoría de Darwin que incluso las personas científicamente educadas tienden a pensar que eso no es más que una necia idea que debe ser rechazada sin pensárselo dos veces.

Los principales defensores de la evolución han asumido esta posición —ellos insisten en que la teoría no supone una amenaza para la moral o la religión porque su teoría no tiene implicaciones para la moral o la religión. Stephen Jay Gould, uno de los principales defensores contemporáneos del darwinismo, y ciertamente uno de los escritores más convincentes sobre el tema, responde al desafío de la derecha conservadora deplorando "la insensata dicotomía de la ciencia contra la religión" y asegurando a sus lectores que "si bien no soy un creyente convencional, no me considero irreligioso." Así continúa argumentando en favor de que no hay conflicto entre el darwinismo y los valores tradicionales, o, en general, con ningún tipo de valores:
«¿Qué desafío pueden ofrecer los hechos de la naturaleza respecto de nuestras propias decisiones sobre el valor moral de nuestras vidas? Somos lo que somos, pero interpretamos el significado de nuestra herencia a nuestra elección. La ciencia no puede responder a cuestiones sobre cómo debemos vivir así como la religión no puede medir la edad de la Tierra.»
De este modo, según se desarrolla el debate, sólo dos posiciones son posibles: la visión fundamentalista de que el darwinismo socava los valores tradicionales, y, por tanto, debe ser rechazado; y la réplica evolucionista de que el darwinismo no supone una amenaza a los valores tradicionales. Cuando se establecen los términos de esta manera, resulta difícil plantear la posibilidad de que el darwinismo puede tener consecuencias morales —especialmente la idea de que el darwinismo socava la moral tradicional— sin parecer que nos ponemos de parte de los enemigos de la evolución. El resultado es que, en los ámbitos cultos, se considera un signo de inteligencia creer que el darwinismo no tiene implicaciones para la ética. Desaparecida en combate se encuentra la posibilidad de una tercera alternativa: que el darwinismo es incompatible con la moral tradicional, y que asimismo proporciona razones para rechazar esta moral y reemplazarla por una mejor.

No obstante, hay razones más profundas y fundamentadas para el escepticismo acerca de deducir lecciones morales a partir del darwinismo, sugeridas por el argumento de Gould. Se trata del viejo problema de la relación entre hechos y valores, del "ser" y el "deber". No podemos, como regla general, derivar válidamente conclusiones acerca de lo que debe ser el caso a partir de premisas sobre lo que es el caso. La teoría de Darwin, si es correcta, trata sobre cuestiones de hecho. Nos dice lo que es el caso, en lo que concierne a la evolución de las especies. Por tanto, estrictamente hablando, de ella no se deriva ninguna conclusión respecto de cuestiones de valor. No se deduce, simplemente porque seamos una clase de simios, que debamos pensar despreciativamente sobre nosotros, o que nuestras vidas sean menos importantes, o que los seres humanos sean 'meramente' un tipo de animal entre otros. No se deduce que los postulados de la religión sean falsos. Como se suele decir a menudo, la selección natural podría ser una manera mediante la que Dios ha elegido crear al hombre. En este caso, el hombre todavía podría ser considerado como la divinamente bendecida cima de la creación.

Aun así, permanecen algunos pensamientos inquietantes. ¿Puede ser realmente cierto que el darwinismo, que ha derrocado nuestras antiguas ideas sobre el hombre y la naturaleza, no tenga desestabilizadoras consecuencias? La moral tradicional está basada, en parte, en la idea de que la vida humana tiene un valor y dignidad especial. Si debemos renunciar a la sobrevalorada concepción que tenemos de nosotros mismos, y la visión de que el mundo está hecho exclusivamente para nuestra presencia, ¿no tendríamos que renunciar, al mismo tiempo, a los elementos de nuestra moral que dependen de esas creencias? La sensación de que el descubrimiento de Darwin socava la religión tradicional, así como partes de la moral tradicional, no desaparecerá, a pesar de los atractivos argumentos lógicos que se derivan de ello, y a pesar del hecho de que no queramos posicionarnos con los enemigos de la evolución. Creo que esta presunción está justificada. Hay una conexión entre la teoría de Darwin y estas significativas cuestiones, aunque la conexión es más compleja que una simple vinculación lógica.

Argumentaré que la teoría de Darwin socava los valores tradicionales. En particular, socava la idea tradicional de que la vida humana tiene una exclusiva y especial dignidad. Así, aunque soy un darwiniano, defenderé la tesis que los amigos de Darwin suelen rechazar. Pero no asumo, como hacen los enemigos de Darwin, que esta implicación del darwinismo es moralmente perniciosa. Creo que se trata de una conclusión útil y positiva que debe ser bien recibida y no rechazada. Abandonar la idea de que la vida humana tiene una importancia especial no nos deja en una deriva moral; esto sólo sugiere la necesidad de un diferente y mejor anclaje.

Darwin declaró que El Origen de las Especies era "un alegato extenso". Aun a riesgo de parecer presuntuoso, quisiera señalar lo mismo acerca del presente libro, que también elabora un alegato extenso. El libro contiene un buen trozo de historia intelectual. Esta historia es relatada en parte para proporcionar un trasfondo, pero también porque quiero presentar mi argumento filosófico en el contexto de los eventos humanos que lo hacen posible. Los argumentos filosóficos son a menudo presentados ahistóricamente, como cadenas abstractas de razonamiento cuya validez lógica es independiente de su contexto cultural. No hay nada erróneo en esta forma de argumentar; de hecho, es la norma entre los filósofos del presente siglo. Pero en este libro me he apartado de esa práctica y he incluido bastante más material histórico del que es usual en un libro de filosofía que presenta una argumentación.

Esta argumentación puede ser sumarizada concisamente:

1. La moral tradicional depende de la idea de que los seres humanos están en una categoría moral especial: según este punto de vista moral, la vida humana tiene un valor único y especial, mientras que la vida no humana tiene relativamente poco valor. Así, el propósito de la moral está concebido para ser, primordialmente, la protección de los seres humanos y sus derechos e intereses. Esto suele denominarse como la noción de la dignidad humana. Pero esta idea no existe en un vacío lógico. Tradicionalmente se ha sostenido en dos maneras: primero, de acuerdo a la noción de que el hombre fue hecho a imagen de Dios, y segundo, de acuerdo a la noción de que el hombre es el único ser racional.

2. La teoría de Darwin no implica que la idea de la dignidad humana sea falsa —decir esto supondría violar la restricción lógica en contra de derivar el "deber" del "ser". El darwinismo, sin embargo, socava la doctrina tradicional, en un sentido que explicaré, eliminando su fundamento. El darwinismo socava la idea de que el hombre ha sido hecho a semejanza de Dios y la idea de que el ser humano es el único ser racional. Más aún, si el darwinismo es correcto, resulta dudoso encontrar otro fundamento para la idea de la dignidad humana. La idea de la dignidad humana aparece, por tanto, como el efluvio moral de una metafísica desacreditada.

3. Para reemplazar la doctrina de la dignidad humana ofrezco una concepción diferente, el individualismo moral, el cual argumento que encaja mejor con un enfoque evolucionista. De acuerdo al individualismo moral, el simple hecho de que uno sea humano no significa una consideración especial. El trato que debe tener un individuo depende de sus características particulares, en lugar del hecho de ser miembro de un supuesto grupo —aunque el grupo sea el de los seres humanos. Ofrezco varias razones para pensar que este enfoque es moralmente razonable, así como razones para pensar que es la visión que se deriva naturalmente si vemos el mundo desde una perspectiva evolucionista.

4. Finalmente, abandonando la idea de la dignidad humana, y adoptando el individualismo moral en su lugar, habrá consecuencias prácticas. La vida humana no podrá seguir siendo considerada con la misma reverencia supersticiosa que es tradicionalmente asumida, y las vidas de los no-humanos no podrán seguir siendo confinadas a la indiferencia. Esto significa que la vida humana será, en cierto sentido, devaluada, mientras que el valor reconocido a la vida no humana se verá incrementado. Esto tendrá como resultado una nueva perspectiva sobre el suicidio y la eutanasia, así como sobre el trato hacia los animales. Espero poder mostrar que reconstruir la moral sin la presunción de la excepcionalidad humana proporciona una moral más fuerte y más racional. Esto nos proporcionará una mejor ética respecto del trato hacia humanos y animales no humanos.

Hay otra cuestión que deseo reivindicar acerca del alcance del trabajo de Darwin. Como veremos, el propio Darwin tuvo mucho que decir acerca de la moral y la religión. Pero sus reflexiones sobre estos temas suelen ser ignoradas, o tratadas como un asunto marginal. Se presupone que sus opiniones sobre la moral y la religión son independientes de su labor estrictamente científica y que poseen menos valor. El propio Darwin, no obstante, parece haber creído que todo su pensamiento conformaba una sola unidad. Argumentaré que él estaba en lo correcto: sería más provechoso verlo como un pensador sistemático cuyas opiniones sobre todos estos temas están estrechamente relacionadas. A día de hoy, casi todo el mundo piensa que Darwin fue un pensador profundo. Pero yo pretendo demostrar que fue un pensador más profundo sobre una mayor variedad de temas de lo que comúnmente se suele creer.

Texto original en inglés: "Created From Animals: The Moral Implications of Darwinism [Introduction]"
***************

Lamento tener que dejarlo aquí porque seguro que a algunos les gustaría continuar leyendo. Como señalé anteriormente, el libro está disponible gratuitamente para leer y descargar, aunque sólo en su versión original en el idioma inglés.

Lo cierto es que el trabajo de Darwin tuvo rápidamente un fuerte impacto en la sociedad occidental y es notoria su influencia en las ideologías del momento. Pronto surge una corriente de pensamiento que posteriormente se denominó como «darwinismo social», que en realidad no tuvo que ver tanto con las ideas de Darwin sino que fue una doctrina supremacista promovida por el filósofo Herbert Spencer, que alegaba inspirarse en la obra de Darwin. Así lo explican, por ejemplo, los autores Lewontin, Rose y Kamin en su conocido libro «No está en los genes». Hasta el día de hoy, todavía se sigue asociando indebidamente la teoría de Darwin como una supuesta justificación para ideologías que promueven la opresión de los poderosos sobre los débiles.

Me llama especialmente la atención el hecho de que Rachels estimara tan importante las evidencias aportadas por Darwin para desestimar el antropocentrismo. A mi modo de ver, creo que no hacía falta la aparición del darwinismo para razonar que las asunciones antropocentristas son falaces. Primero, no contamos con ninguna prueba objetiva de que exista un dios, y mucho menos aún de que tal dios posicione a la humanidad en una categoría especial. Uno puede creer en la existencia de un dios por fe pero no por conocimiento. Por otra parte, la observación empírica ya nos indicaba que otros animales piensan y razonan, como así atestiguan diversos estudiosos y naturalistas desde hace siglos, y es sólo fruto de la ignorancia y los prejuicios, y no de los hechos, creer que el ser humano es el único ser sensible y racional. Además, aunque el mundo supuestamente fuera creado o manejado por un dios, o que la evolución biológica no existiera, me parece que serían hechos irrelevantes en sentido propiamente moral. Hace veintitrés siglos que Platón ya argumentó lógicamente que la existencia de la moral no depende de una divinidad, y otros filósofos posteriores apuntalaron esa tesis. No es mi propósito realizar aquí una apología del ateísmo; me limito a exponer lo que el razonamiento filosófico indica.

Rachels trata de defender en su libro que el darwinismo es un sistema de pensamiento global y no sólo una teoría científica. No intentaré juzgar esa tesis aquí porque me llevaría demasiado espacio exponerlo de manera ponderada, pero quisiera añadir que el propio Darwin no parecía tener asumida esa idea, porque cuando tuvo que dirimir sobre dilemas morales no hizo otra cosa más que acudir a las propias doctrinas ya existentes en su época. Por ejemplo, según relata Pablo Malo en su ensayo «Darwin y los derechos de los animales», cuando en su época se planteó la controversia moral sobre la vivisección, Darwin acudió al utilitarismo —y al antropocentrismo— para concluir que consideraba moralmente aceptable que los animales fueran utilizados en beneficio de la humanidad.

Yo pienso que el sistema filosófico moral que plantea Rachels en su libro ya es suficientemente interesante, y bien razonado, sin necesidad de partir del darwinismo o apoyarse en él. Sin embargo, el hecho de que Darwin no asumiera un sistema propio de pensamiento filosófico no significa que dicho sistema no se pueda derivar lógicamente de su obra, que es lo que Rachels intenta defender. También me parece que es notable la intención de Rachels de demostrar que el darwinismo no puede servir en ningún caso para justificar el especismo y la opresión sobre los animales —o sobre seres humanos—, algo que desgraciadamente mucha gente sí parece creer o al menos lo usa con dicha intención.

Podría estar de acuerdo con James Rachels en que la ciencia tiene implicaciones morales pero, no obstante, la ciencia no establece criterios morales. La ciencia tiene implicaciones morales, por ejemplo, en el sentido de que gracias a ella podemos tener cierto grado de certeza en saber cuáles seres son conscientes y cuáles no pueden serlo. Son implicaciones en el sentido práctico, en el sentido de poder aplicar la ética a la vida, pero no son implicaciones respecto de las categorías y conceptos que articulan la filosofía moral, las cuales provienen de la lógica.

Por último, me gustaría señalar que, en contra de lo que en algunas ocasiones se dice, el veganismo no va en contra de la evolución humana —si es que esa proposición tiene algún sentido. Sería más bien al contrario. Nuestra evolución como especie se ha desarrollado para capacitarnos como seres seres empáticos y morales. Asimismo hemos desarrollado la capacidad biológica de poder vivir saludablemente consumiendo sólo vegetales. También podemos satisfacer el resto de nuestras necesidades sin tener que utilizar a los animales. Por tanto, el veganismo no contradice la evolución humana sino que se puede considerar como parte de ella.