En esta nota me gustaría analizar un problema que aparece con excesiva frecuencia en debates y conversaciones sobre la consideración moral hacia los demás animales: la distorsión del significado del veganismo. Para explicar correctamente por qué hay una distorsión de su significado tendremos que referirnos a una referencia objetiva.
¿Existe un significado objetivo de veganismo o se trata de un término que cualquiera puede interpretar a su gusto? Mi postura se inclina decididamente por la primera opción. Es una decisión sustentada lógicamente en hechos y razones, y no en gustos personales, como trataré de explicar a continuación.
En el año 1951, Leslie Cross, el entonces vicepresidente de la Vegan Society, redactó un documento en el que se exponía una definición consensuada de veganismo por los miembros de la asociación:
«El objetivo de nuestro movimiento debe ser el final de la explotación de los animales por el hombre. La palabra 'veganismo' significará la doctrina de que el hombre debe vivir sin explotar a los animales.»
Sin duda que esta definición parece la más acertada, dada su afinidad moral con otros movimientos similares como el feminismo o la abolición de la esclavitud humana.
Si en efecto veganismo significa eliminar el uso de los animales —lo cual implica no consumir productos animales ni participar en ninguna actividad que implique instrumentalizar a los animales— entonces ese significado sólo tiene sentido si partimos de un solo fundamento moral: reconocer a los demás animales sintientes como personas, es decir, no tratarlos como objetos, como recursos, como simples medios para nuestros fines. Esto último ocurre siempre que utilizamos a alguien sin su consentimiento explícito e informado, o a costa de vulnerar sus intereses básicos.
Por desgracia, el significado original del veganismo es a menudo distorsionado. Veamos algunas de las tergiversaciones más frecuentes del veganismo como término y significado:
#1 La primera distorsión más habitual del significado del veganismo es la del veganismo como dieta o como estilo de vida. Esta distorsión es tremendamente habitual. Se considera erróneamente que el veganismo es un tipo específico de alimentación, al igual que el vegetarianismo. El vegetarianismo tiene mucho que ver con esta falsificación, ya que desde hace décadas se ha podido ver que las asociaciones vegetarianas califican al veganismo como un tipo de vegetarianismo. Incluso, la propia Vegan Society perdió hace mucho tiempo su condición de organización abolicionista —como ya en su momento denunciara Gary Francione— para convertirse simplemente en una empresa que promueve el veganismo como si de un negocio se tratara.
El veganismo no es una dieta ni es un estilo de vida. El veganismo es un principio moral que conlleva asumir un tipo de alimentación y de vida en general, que no implique participar en la explotación de los animales no humanos. Del mismo modo que el feminismo es un principio moral que asumirlo supone implicaciones en nuestra forma de vida. Resulta obvio que respetar a las mujeres implica no usarlas como comida ni cosificarlas como productos en general. Debería resultar igual de evidente cuando hablamos de respeto básico hacia los animales no humanos.
#2 La segunda distorsión más habitual del veganismo es aquella que dice que el veganismo es una mera herramienta o instrumento para conseguir reducir, evitar o eliminar el sufrimiento de los animales. Esta distorsión entiende el veganismo como el simple hecho de no usar a otros animales, o no participar en su explotación, pero quitándole todo fundamento moral. Esto ocurre porque la base ideológica de la que parten quienes distorsionan el veganismo de esta manera, no es el respeto por las personas y sus derechos sino simplemente el odio o el rechazo al sufrimiento en sí mismo. Por lo general, son partidarios del utilitarismo, o de posturas similares muy influencias por el utilitarismo, especialmente en la línea que suele defender Peter Singer. Así, tal y como Ramon Alcoberro señala acertadamente:
«Un utilitarista es ‘bienestarista’, es decir, el trato ético a los animales no es para él una finalidad en sí misma, sino un instrumento —para mejorar la salud humana, para vivir más feliz absteniéndose de ingerir carne cadavérica. El utilitarista es, como se ha dicho, un hedonista y el vegetarianismo, ya sea puro, [o ‘vegano’, es decir que tampoco consume lácteos, huevos, pescado ni miel], o mixto ([es decir, que consume algunos de estos productos] le ofrece un instrumento que aumenta la felicidad personal y colectiva.» [Aunque Alcoberro se equivoca al definir al veganismo como un "vegetarianismo puro". Lo que nos remite a la distorsión #1]
El problema de este enfoque distorsionado se hace ver rápidamente. Veremos a personas que dicen ser veganas defendiendo determinadas formas de explotación animal o promoviendo medidas de "bienestar animal" con la excusa de que suponen una mejora de las condiciones o una reducción del sufrimiento de los animales que están esclavizados. Es decir, para los bienestaristas el veganismo no es un principio moral sino un mero instrumento que unas veces usarán y otras no, a conveniencia de conseguir su propio objetivo, que no es el respeto por las personas no humanas y sus derechos sino solamente la eliminación del sufrimiento.
No obstante, aunque infligir deliberadamente dolor y sufrimiento a otros individuos para beneficiarnos no es moralmente aceptable; el objetivo del veganismo no es acabar con el dolor y el sufrimiento en el mundo, sino respetar a los demás animales como personas. Nuestro error fundamental no está en el hecho de causar dolor sino en el hecho de usar a otros animales como nuestros esclavos, como recursos para nuestro uso y disfrute, como nuestra propiedad.
#3 Existe una reciente distorsión del veganismo conocida como "crudiveganismo". En este caso, personas partidarias de la alimentación crudívora [tomar alimentos crudos o sólo cocinados hasta cierta temperatura] completamente vegetal califican su opción alimentaria como "crudiveganismo" incurriendo en el error de confundir el veganismo con un tipo de dieta o un estilo de vida. Imaginemos que alguien hablara de "crudifeminismo" o "crudiliberalismo"o "crudisocialismo". Es completamente ridículo. Igual de absurdo y ridículo es hablar de "crudiveganismo". Por eso, comparto plenamente la opinión de la nutricionista Ginny Messina al respecto de este problema:
«Me gustaría que separáramos las dietas crudas del veganismo. El veganismo es una decisión basada en una ética de justicia por los animales. El crudivorismo es una dieta basada en creencias, no corroboradas, acerca de salud. Cuando la gente dice que el crudivorismo es el “paso a seguir” después del veganismo, básicamente están hablando acerca de algo que no tiene nada que ver con ayudar a la gente a adoptar un estilo de vida que considere los derechos animales. También promueve una manera de comer que no es apropiada para los niños o la gente mayor. El veganismo debe ser promovido de una manera que sea apropiado para todos.»
#4 También es frecuente que aparezca una distorsión del veganismo en la que se pretende presentarlo como una ideal de perfección moral, que consiste en no causar ningún tipo de daño en ninguna manera a ningún animal. Pero eso no es el veganismo. El veganismo se refiere específicamente al hecho de no usar animales no humanos para fines humanos. El veganismo no es un ideal de perfección moral inalcanzable. El veganismo es una ética de mínimos. Es decir, es una base moral sin la cual no podemos hablar de consideración y respeto hacia los animales. Sólo empezaremos a respetar a los demás animales cuando dejemos de tratarlos como nuestros esclavos, como meros medios para satisfacer nuestros deseos.
En resumen, la importancia de respetar los significados de los términos no es un tema secundario ni se trata de una cuestión de "pureza". Cualquier persona que haya participado en conversaciones y debates se habrá dado cuenta de que muchas discusiones y polémicas son debidas a que usamos los mismos términos con significados diferentes. Si usamos las palabras de manera arbitraria resultará imposible comunicarnos y ponernos de acuerdo. Por tanto, no es un problema meramente lingüístico sino de tipo moral. Si no podemos razonar, dialogar y consensuar entre nosotros entonces no podremos establecer ningún tipo de relación consentida y beneficiosa para todas las partes. Sólo lo podemos conseguir si partimos de un fundamento objetivo y común.
Expresarnos correctamente no implica ningún sacrificio ni esfuerzo adicional. Está al alcance de todos nosotros. Es sólo cuestión de quererlo. Es nuestra voluntad la que decide. La misma voluntad de cambio que pedimos a otros para que se conciencien del error del especismo y dejen de participar en la explotación animal. No pidamos a otros que hagan aquello mismo que nosotros mismos no estamos dispuestos a hacer.