Sugiero leer primero la obra antes de consultar esta reseña. Pero que cada uno decida libremente por sí mismo. Quien decida leer primero la reseña espero al menos que le motive finalmente a leer el libro.
A lo largo del artículo citaré algunas páginas de la primera edición española señaladas entre corchetes: [...]
No voy a comentar aquí a todas las cuestiones que Torres deja más bien planteadas que respondidas ni tampoco voy señalar las muchas virtudes que contiene la obra, tanto el contenido como en el estilo. En este ensayo me centraré solamente en unos puntos muy concretos y controvertidos desde una perspectiva crítica.
Marxismo, anarquismo y veganismo
Con el libro de Bob Torres nos encontramos un texto que intenta nada menos que explicar el problema en nuestra relación con los animales no humanos y proponer una solución al respecto. El autor construye su postura tratando de compaginar al mismo tiempo tres vectores principales: la teoría marxista, la filosofía política del anarquismo social y la ética del veganismo. Esta empresa va a conllevar ciertas dificultades como veremos a continuación.
En primer lugar, es imposible resumir el marxismo en unas pocas líneas pero sintetizando lo más básico podemos decir que el marxismo es una teoría fundamentada filosóficamente en el materialismo dialéctico, la cual considera que toda la dinámica social es el resultado de las condiciones materiales y que el proceso histórico es consecuencia de la lucha de clases. Toda la historia humana se reduce a que un grupo minoritario se hace con el poder económico y de ese modo se aprovecha de la mayoría social a la explota en su beneficio. El marxismo concluye que este conflicto sólo se podrá resolver aboliendo la sociedad de clases en favor de una nueva sociedad igualitaria donde ya no sea posible la explotación del hombre por el hombre.
Se podrá comprobar que ese análisis recuerda mucho a la relación tradicional entre seres humanos y animales no humanos. Aquí los humanos someten y explotan para su beneficio a los no-humanos. Hay un artículo del profesor Renzo Llorente en el que explica cómo se podría aplicar el análisis marxista sobre el problema del especismo y la explotación animal.
Hay que tener en cuenta que estar de acuerdo, al menos en parte, con el análisis marxista no conduce necesariamente al socialismo ni al comunismo. El socialismo de tipo comunista es una solución que Marx —y muchos otros— escogió como solución al problema que denuncia en su teoría. Pero hay otras soluciones que pretenden también disolver la explotación del hombre por el hombre. Una de ellas es el anarquismo y otra sería, por ejemplo, la socialdemocracia.
Por otro lado, también contamos con la posibilidad de coincidir con el diagnóstico que presenta el marxismo y al mismo tiempo estar a favor de la opresión de una clase sobre otra, claro. De la misma manera que hay personas que reconociendo el especismo como injusticia siguen igualmente estando a favor de la explotación sobre los demás animales.
El anarquismo sería, esencialmente, la idea de que la organización social no debe ser sostenida ni promovida por ninguna autoridad o poder externo a la voluntad de los participantes —ya se trate del Estado o algo similar— y que los individuos deben poder asociarse libre y voluntariamente. El anarquismo social que asume Bob Torres parece ser un tipo específico de anarquismo que coincidiría puntualmente con el socialismo en proponer una organización donde predomine lo colectivo sobre lo individual y en donde haya una distribución de bienes lo más igualitaria posible.
Este rechazo a la explotación es una coincidencia que confluye con el tercer elemento de la posición de Bob Torres: el veganismo. El veganismo es el rechazo la explotación de los animales no humanos por parte del hombre. Los veganos que sean también marxistas y/o anarquistas dirán que su rechazo a la explotación animal tiene el mismo origen que su rechazo a la explotación humana. No obstante también se puede rechazar radicalmente ambas opresiones sin tener que ser marxista ni anarquista.
Más adelante, analizaré si, tal y como propone Torres, la teoría marxista y la política anarquista pueden servir de ayuda para entender y solucionar la opresión especista que padecen los animales no humanos. Asimismo argumentaré acerca de la pertinencia de relacionar el veganismo con esta concreta filosofía política.
La recepción del veganismo en el contexto político progresista
Bob Torres señala en su libro algunos problemas que inciden directamente en la posibilidad de acabar con la explotación especista. Uno de ellos es la aparente dificultad que tiene la gente de ideas progresistas para comprender o aceptar el veganismo.
¿Cómo es que tantas personas que dicen estar en contra de la injusticia, y a favor de la igualdad, no parezcan darse cuenta de que la opresión sobre los demás animales es un error tan grave como cualquier discriminación injusta cometida contra seres humanos. En palabras de Torres:
«Muchos (pero no todos) en el amplio espectro de la izquierda, desde demócratas progresistas hasta marxistas, parecen dispuestos a aceptar lo que ellos consideran la jerarquía de las especies, mientras que a la vez trabajan por la desaparición de otras jerarquías (de clase, raza, género, o incluso de nacionalidad).» [201]
A pesar de que es un hecho que gran parte de la población humana mundial sigue sin tener conciencia del problema del especismo, podemos ver que al menos dentro del contexto occidental cada vez más gente toma conciencia de que los demás animales son seres sintientes, que no tenemos necesidad de explotarlos para vivir y que disponemos de opciones que nos aportan calidad de vida sin tener que esclavizar a los otros animales. Una creciente parte de la población está abandonando el consumo de animales. No obstante, el número de veganos no se ha disparado tan espectacularmente como tal vez cabría esperar. La cantidad de veganos va aumentando, sí, pero a un ritmo muy progresivo y gradual. En el mejor de los casos se estima que en algunos países hay alrededor de un 5% de la población que rechaza consumir animales. Este porcentaje tan pequeño tiene que tener alguna explicación, más allá de apelar a la ignorancia total.
A mi modo de ver, una razón que explique esta situación puede estar en que la cultura y la educación fomentan un tipo de mentalidad que precisamente está diseñada para excluir expresamente a los no-humanos de la consideración moral o para considerarlos inferiores a los humanos. Por supuesto, los progresistas han sido educados en los mismos prejuicios especistas que el resto de la gente.
También podemos advertir que los el activismo animalista no se ha dedicado a concienciar sobre la explotación animal desde una perspectiva igualitaria sino que en su mayor parte se dedican a promover la reforma de la esclavitud animal para conseguir jaulas más grandes o centran sus esfuerzos en intentar prohibir algunas actividades muy concretas y minoritarias de explotación animal —las campañas monotemáticas— que dejan intacto al 99.99% restante de la explotación animal y no sirven en absoluto para concienciar ni erradicar el prejuicio del especismo.
Sin embargo, todo esto sólo explica las cosas hasta cierto punto. Bob Torres tampoco investiga mucho al respecto en su libro.
Dejando a un lado todas las explicaciones anteriores, podemos postular que un posible motivo por el cual la concienciación contra el especismo no ha calado dentro del ámbito político progresista estaría en reconocer que mucha gente que defiende ideologías progresistas, o de izquierdas, no lo hace por sentido moral, por ética o justicia, sino por mero egoísmo o por puro tribalismo. Sería por esto que no quieren reconocer la injusticia del especismo e incluso se burlan y oponen a ello; porque los demás animales no forman parte de su grupo y así liberarlos no les aporta ningún beneficio a ellos. Si defienden políticas progresistas o igualitarias o de izquierdas, es porque entienden que eso es lo que más les beneficia egoístamente a ellos, aunque el lenguaje que utilicen se base en nociones abstractas de justicia.
En algunos aspectos fundamentales seguimos siendo una sociedad que en el fondo no es más que una forma sofisticada de tribu. Es una característica inherente del pensamiento tribal el dar prioridad a los intereses de los miembros de nuestro grupo por encima de los de otros individuos que no forman parte de ella, especialmente cuando entran en conflicto entre ellos.
Este instinto tribal estaría, por tanto, detrás de la causa psicológica que potencia no sólo el especismo sino también el racismo, el sexismo y el nacionalismo y demás prejuicios que discriminan a los individuos según el grupo al que pertenezcan.
Podrían haber más causas implicadas y solamente habríamos mencionado algunas de ellas.
Sin embargo, la explicación que aporta Bob Torres no coincide y difiere de lo que yo aquí acabo exponer y no se basa en ninguno de los motivos anteriores citados. Su teoría se basa en apelar al papel predominante de estructuras socioeconómicas que son las que determinan o condicionan el pensamiento y la conducta de los individuos.
La cuestión del capitalismo
Quien haya leído el libro habrá notado necesariamente la sistemática denuncia que Bob Torres hace recaer sobre el capitalismo. Esto es uno de los fundamentos principales de su exposición.
El conflicto entre la perspectiva que defiende Torres y el capitalismo reside primeramente en que el capitalismo acepta que la economía se rija por el beneficio privado mientras que el anarquismo social considera que la producción y reparto de todos los bienes deben estar planificados colectivamente para beneficiar a todos los miembros de la comunidad. Esto último se asemeja mucho al socialismo, salvo por la peculiaridad de que el anarquismo rechaza la institución del Estado y aboga porque la gestión se realice de forma autónoma y directa entre los mismos individuos.
Sin embargo, debo señalar al respecto que la idea que Torres tiene del capitalismo no me parece una noción apropiada. El capitalismo del que habla Torres es equivalente a la idea de que todo se puede comprar y vender. Pero esto no sería exactamente el capitalismo. Si nos atenemos a la definición de lo que significa el capitalismo veremos que se trata un sistema económico basado en los derechos individuales y el libre comercio de mercancías. El capitalismo, si bien muy lejos de ser un sistema perfecto, no sería sin embargo ese simple mercantilismo libertino que Torres presenta y que, según él, conlleva necesariamente la explotación de las personas.
El capitalismo presupondría, para empezar, que las personas [humanas en este caso] tienen derechos, y no solamente derecho a la propiedad privada, y que la manera de intercambiar servicios es el intercambio voluntario mediante el comercio. El comercio excluye por definición el uso de la violencia o la coacción. Esto último no sería comercio sino extorsión o servidumbre. Así que no se entiende bien cómo deducimos que el capitalismo promueve, como tal, la explotación de personas cuando su base ideológica no asume tal cosa.
Ahora bien, es un hecho probado que en efecto dentro de los sistemas capitalistas hay explotación de personas, pero esto no sería algo inherente al propio capitalismo sino un abuso contra los derechos individuales que sucede en todos los sistemas económicos que hayan existido. Encontramos esa explotación en las sociedades humanas que funcionaban hace ya miles de años. La reconocida existencia milenaria de la esclavitud es una evidente prueba de ello. Asimismo, la explotación de seres humanos la encontramos también en sociedades modernas donde se impuso el socialismo en un modo u otro.
Entonces ¿el problema es el capitalismo o lo es más bien la idea de que los humanos son mercancías o meros recursos?
Algunos teóricos, como el profesor Michael Sandel, consideran que el problema en el capitalismo no es que tengamos una economía de mercado sino que nos convirtamos en una sociedad de mercado. La confusión de la economía y los valores morales sería, por tanto, lo que provoca o favorece la mercantilización de personas.
El capitalismo ideológicamente no considera que los humanos sean mercancías sino que son individuos con derechos que deben comerciar entre ellos libres de coacción. Si recordamos que la explotación de humanos existe desde hace miles de años, antes de que nada parecido al capitalismo existiera, podremos deducir que la causa de la opresión no puede estar en el capitalismo como idea o como sistema.
Podemos analizar los posibles errores y defectos evidentes que tiene el capitalismo, pero es imposible llevar a cabo esa tarea racionalmente si antes no sabemos de qué estamos hablando o nos inventamos las definiciones de los conceptos a nuestro capricho.
El mismo escrutinio podemos aplicar a la cuestión de la explotación sobre los animales no humanos. ¿Es el capitalismo un sistema que causa intrínsecamente la explotación especista? Tenemos motivos fundados para ponerlo en duda. De hecho, el propio Bob Torres reconoce que "es cierto que la explotación animal podría existir sin que haya capitalismo" [36] aunque acusa al capitalismo de haber agravado la explotación al intentar maximizar el beneficio de las mercancías.
Por supuesto, si vivimos en un sistema que procura rentabilizar los beneficios que se obtienen de las mercancías y consideramos que los animales no humanos pueden ser tratados como mercancías entonces estos animales sufrirán las consecuencias que se deriven de esa situación. !Obviamente! Pero ése no es el problema de fondo. El problema aparece con la idea de considerar que los animales son mercancías y no con el concepto de rentabilidad económica. De hecho, Torres comprende esto perfectamente y por eso señala que "nuestro activismo debe golpear al sistema en su raíz, atacando la consideración de propiedad de los animales y su modificación [reforma] en vez de esperar que un sistema sin ética decida cambiarse a sí mismo cuando se le pida." [183] Por tanto, el problema central sería la cosificación de los animales no humanos; no el concepto de rentabilidad económica.
En todo el libro percibo esta permanente contradicción entre el planteamiento vegano-abolicionista que considera que el problema de la explotación de los animales está originado por su condición de propiedad —la idea de que los animales no humanos existen para ser recursos de los humanos— y el planteamiento marxista del anarquismo social que afirma que la raíz de todos los problemas está en el capitalismo, la jerarquía y el poder. No son perspectivas similares porque una cosa es considerar que los seres sintientes no deben ser propiedad y otra muy distinta es defender que la existencia de la propiedad privada es intrínsecamente injusta.
Torres afirma que "es necesario un movimiento que desafíe radicalmente la jerarquía y la dominación a todos los niveles del orden social, y que reconozca la vida mutua que todos compartimos. El anarquismo social ofrece las bases de este movimiento, tanto teóricas como prácticas." [209] Lo cierto es que el anarquismo social no rechaza como postulado la cosificación de los individuos no humanos y, por tanto, aceptar esta ideología por sí misma no conlleva necesariamente ningún avance respecto de la opresión que padecen los demás animales.
Alguien puede defender con argumentos que la forma justa de organizarnos colectivamente entre seres humanos es el anarquismo social; pero lo que en ningún caso sería correcto ni razonable es creer que la explotación especista se verá mínimamente amenazada por la sola asunción del anarquismo.
Si abandonamos el capitalismo podría ocurrir tal vez que hubiera circunstancialmente menos animales no humanos explotados —como consecuencia de abandonar el sistema capitalista— pero eso no reduciría ni un ápice el prejuicio del especismo y el arraigo social de la explotación animal.
Otros activistas también defensores del anarquismo social reconocen que «incluso siendo anarquista, no se es mágicamente feminista, antirracista o anti-homófoba.» Igualmente podríamos añadir que el anarquismo no implica el rechazo al especismo sino todo lo contrario. El anarquismo, al igual que casi todo el resto de ideologías humanas, está basado implícitamente en el antropocentrismo.
Se puede estar en contra del capitalismo y al mismo tiempo entender también que las opresiones existen como consecuencia directa de nuestros prejuicios. Así pues, si las estructuras sociales, políticas y económicas reflejan estos prejuicios se debe a que nosotros las hemos creado así de acuerdo a nuestra mentalidad previa.
Por todo ello, no puedo estar de acuerdo con la idea de que el capitalismo provoca el especismo y la explotación animal. Mi posición al respecto la expuse con detalle en un ensayo anterior.
He considerado importante señalar todo esto por una simple razón: si creemos que la causa de un problema está en el capitalismo pero resulta que la causa es en realidad otra distinta lo que sucederá es que nos abocaremos a intentar soluciones que no solucionen nada al final.
En los sistemas no capitalistas, los animales han sido cosificados y explotados exactamente igual que en los capitalistas. A ellos no les afecta el modo en que los humanos decidamos organizarnos políticamente entre nosotros mientras sigamos creyendo que los animales son seres inferiores que existen para ser usados como recursos por nosotros.
Tampoco comparto la perspectiva —defendida también por Bob Torres en su libro— que apunta a que si bien el capitalismo pudiera no ser la causa de la explotación especista sí que favorece la cosificación de los animales. Pienso que este planteamiento confunde la forma con el contenido.
Es cierto que el capitalismo, por su propia estructura, ayuda eficientemente a propagar cualquier idea o producto que tenga demanda económica. Si hay demanda de explotación animal, el capitalismo será una herramienta que sirva para satisfacer dicha demanda; no cabe duda. Pero no hay ningún elemento intrínseco al propio capitalismo que diga que debemos explotar a los animales no humanos. Es por esto que millones de veganos en todo el mundo vivimos en sistemas capitalistas. No sólo vivimos en este contexto sino que incluso el propio capitalismo facilita en el otro sentido a que el veganismo sea más fácil de llevar a la práctica.
A pesar de todo, debo señalar que Torres tiene mucha razón cuando denuncia que el veganismo a menudo se convierte en un mero estilo de vida que pierde su necesaria dimensión filosófica y activista [página 233]. Muchos veganos parecen más preocupados en consumir simplemente productos veganos que en cambiar la sociedad hacia la abolición de la explotación animal. Es importante que tratemos de ser coherentes con nuestros ideales, pero esto se tiene que reflejar también en un activismo social y no sólo en la vida individual. Todos podemos hacer activismo de una manera u otra, aportando nuestras habilidades para difundir el veganismo.
En definitiva, el capitalismo sería más bien un elemento moralmente neutro y una herramienta que —al igual que la tecnología— puede servir para hacer el bien o para hacer el mal. La manera en que lo usemos dependerá de nuestras creencias, nuestras actitudes y nuestras decisiones. Quizás haya mejores formas de organizarnos socioeconómicamente que la que el capitalismo propone, pero no me parece que la culpa de nuestra inmoralidad la tenga el capitalismo. La tenemos nosotros.
La estructura como explicación: el estructuralismo
En varios pasajes del libro nos encontramos con la defensa de esta tesis: las acciones de los seres humanos no están condicionadas por su psicología o sus creencias sino que están determinadas por los sistemas estructurales —económicos y políticos— en los que están inmersos. Estos sistemas tienen una dinámica inherente y autónoma que no depende de las acciones individuales. Esta noción, como apunta el propio autor, está directamente sacada de la obra del sociólogo David Nibert —que a su vez la extrae del trabajo intelectual del conocido filósofo Karl Marx.
A partir de aquella premisa, Nibert deduce que el especismo, o cualquier otro prejuicio discriminatorio similar, no sería pues la causa de la opresión sino que es la existencia material de la opresión la que genera el prejuicio con el fin de intentar legitimar ideológicamente la opresión ya existente. Así pues, lo que determina la existencia de la opresión, según Nibert, es una estructura material de dominación de un colectivo sobre otro. Las ideologías surgen posteriormente como excusa o herramienta de adoctrinamiento para justificar y perpetuar esa dinámica de opresión.
Esa teoría, a la que denominaremos aquí como estructuralismo, me parece problemática por diversas razones.
Primero; no resulta fácil comprender de qué modo la opresión podría suceder si previamente no hay un prejuicio discriminatorio que permita o induzca a que dicha opresión se produzca.
Alguien podría alegar que podemos cometer males sin tener ninguna conciencia de ello. Pero entonces no estaríamos cometiendo ningún mal desde el punto de vista ético. Si no hay ninguna conciencia moral, no puede haber falta moral. Podemos cometer errores morales por falta de reflexión, o por haber sido engañados o adoctrinados, pero si incurrimos en un mal se debe a que tenemos una conciencia moral que nos permite juzgar moralmente y nos convierte en responsables de nuestros actos. Señalar simplemente que somos ignorantes no justifica ni excusa lo que hacemos, puesto que si somos responsables entonces debemos reflexionar e investigar en todo momento acerca de la moralidad de nuestras acciones. Esto mismo era lo que Sócrates pretendía en su época y por lo que se le considera el padre filosófico de la ética.
Sin conciencia moral no puede haber análisis ni juicio moral. Ahora bien, parece razonable suponer que, en gran parte, la opresión que ejercemos sería consecuencia inercial de prácticas aun anteriores a que los humanos tuviéramos conciencia moral. Podemos comprobar que en la conducta de los animales no humanos —los cuales carecen de responsabilidad moral— hay comportamientos que objetivamente corresponden con aquellos acciones que consideramos inmorales: canibalismo, violación sexual, infanticidio.
En todo caso, sea como fuere que surgiera en origen nuestra opresión sobre los demás animales, la cuestión es que la ideología constituye un elemento decisivo en el mantenimiento de dicha opresión. Esto es algo que Nibert y Torres, reconocen a pesar de que en su teoría estructuralista no son las ideas las que causan las conductas sino que son las condiciones materiales —las estructuras socioeconómicas— las que determinan los comportamientos.
Sin embargo, lo que este enfoque estructuralista no explica es por qué si las ideas son meras consecuencias a partir de cuál criterio material podríamos juzgar moralmente la diferencia entre opresión y libertad. ¿Cómo podemos diferenciar entre el bien y el mal sin recurrir a ideas independientes de la condición material? Planteado de otro modo: ¿de dónde sale la idea de que todos debemos ser respetados por igual? La teoría materialista-estructuralista sencillamente no lo explica. Ningún autor que yo conozca explica de manera satisfactoria este punto dentro del marco ideológico del estructuralismo o el materialismo. No obstante, entiendo que este punto debe ser bien explicado o de lo contrario caeríamos en la pura arbitrariedad.
Segundo; si es cierto que los prejuicios son meras excusas más o menos sofisticadas —y no la verdadera causa— para mantener el statu quo por parte de quienes dirigen y se benefician de la estructura social entonces no podríamos explicar racionalmente el hecho que muchos de nosotros rechacemos esos prejuicios a pesar de que estamos inmersos en el mismo sistema estructural que nuestros semejantes y nos beneficiamos de ello también. ¿No contradice este hecho de manera flagrante la tesis estructuralista?
La tesis estructuralista no puede explicar por qué algunos de nosotros hemos cambiado de mentalidad y, sobre todo, de conducta a pesar de que estábamos inmersos en las mismas dinámicas sociales que el resto y a pesar de que la explotación especista nos beneficiaba por el mero hecho de ser humanos. Pienso que aquí nos encontramos ante una objeción de peso contra el estructuralismo.
Hay pues una muy evidente contradicción aquí: si nuestras ideas son mera consecuencia de nuestro estatus social o económico, y nuestra mentalidad sólo existe como medio de apoyo a este estatus, entonces resultaría imposible explicar de qué forma se ha producido la crítica y el rechazo por parte de algunos de sus propios integrantes que se benefician de ello. Sobre todo cuando vemos que se trata una crítica fundamentada en ideales éticos y morales, y no propiamente económicos o materiales.
Aparte de ese punto, tampoco me parece razonable la tesis de que la ideología es una mera excusa, puesto que si la manera en que actuamos no está causada por ideas sino por sólo estructuras socioeconómicas ¿para que necesitamos ideologías entonces? Incluso aunque digamos que la ideología es una herramienta de adoctrinamiento, la necesidad de este adoctrinamiento precisamente indicaría que los individuos no sólo nos movemos motivados por condicionamientos materiales sino que las ideas también tienen su importancia propia y singular como causa de nuestra conducta.
Tercero; la noción de que las estructuras políticas y económicas pueden existir por sí solas me parece insólita.
Escribe Bob Torres que "si dejáramos de ser sexistas de forma inmediata, perduraría el sexismo del sistema que devalúa el trabajo de las mujeres" [33]. Él asegura que con el racismo y el especismo sucede exactamente lo mismo. Sin embargo, no explica cómo puede ser que, aunque todos dejáramos de ser racistas, sexistas o especistas, el sistema estructural opresor pudiera seguir funcionando y manteniendo dinámicas racistas, sexistas o especistas por sí mismo, con independencia de los individuos. Esto no parece tener ningún sentido.
Bajo mi punto de vista, la realidad sería justamente al contrario: si de verdad rechazamos dichos prejuicios entonces todas las estructuras sociales que surgieron motivadas por esas ideologías deberían menguar y desaparecer como consecuencia directa; y ser sustituidas por otras diferentes. Los sistemas no existen por sí mismos, como si fueran entes que tienen personalidad propia, sino que son consecuencia directa de los individuos actuando de forma conjunta y organizada.
Señala Torres que "para que se produzcan cambios en el entramado de la opresión es necesario que se modifique la ideología y la estructura social, y no es suficiente con cambios en el comportamiento individual" [27]. Esta aseveración puede muy bien ser cierta, pero considero para que haya cambios en la estructura social y económica, primero tiene que haber cambios y acciones a nivel específicamente individual que se vayan extendiendo y vayan consiguientemente modificando la dinámica de la sociedad y haciendo presión para conseguir luego cambios reales a nivel político. Hay un orden de gradación que comienza en el individuo para a continuación saltar al nivel de la sociedad —colectivo de individuos que comparten y colaboran en un mismo contexto— y después al orden económico y político
Es razonable prever que, incluso a pesar de un cambio social masivo, la inercia podría mantener determinados aspectos de los prejuicios superados durante algún tiempo, pero considero que los iríamos eliminando de forma progresiva. Entiendo que no es sensato suponer que los entramados sociales desaparecen así tal cual de un día para otro. Incluso los cambios sociales que aparecen repentinos —como parece repentino el recién nacido que surge del seno de su madre— son en realidad el producto desencadenado por una larga gestación previa.
Podemos aceptar la idea de que los sistemas estructurales sirven, entre otras cosas, para inculcar y perpetuar determinadas ideas y hábitos, también en favor de prácticas opresivas. Esto es algo más o menos evidente. Para eso fueron creados por los individuos: para transmitir creencias y comportamientos. Pero asumir una teoría materialista que considera que, una vez surgidos, esos sistemas son como entidades autoexistentes que tienen vida propia —independiente de la voluntad de los individuos, de sus creencias y acciones— es un postulado que sólo plantea interrogantes sin solución y ninguna explicación razonable.
Una última objeción sería que la teoría materialista-estructuralista no tiene en cuenta otros factores importantes y decisivos como son la biología; en relación con la tesis de que nuestra conducta está motivada y condicionada por rasgos biológicos inherentes a nuestra naturaleza como seres vivos y animales. Por eso, el estructuralismo se convierte en una postura reduccionista que ignora injustificadamente las aportaciones que la ciencia deduce en el estudio empírico de la fisiología y de la conducta.
Conclusión
En cualquier caso, el libro de Bob Torres es una fuente de información valiosa y de la que considero que se puede sacar mucho provecho, sin necesidad de tener que estar de acuerdo con todos sus planteamientos y conclusiones.
De todos modos, debo señalar que el texto no da en absoluto la impresión de estar destinado a un público general sino que parece dirigido expresamente a marxistas, anarquistas de izquierdas y veganos —o personas que estén muy familiarizadas con estas doctrinas. No obstante creo que es una obra que se podría recomendar a todo el mundo que tenga un sincero interés en estas cuestiones.
Aunque este artículo está centrado en mis desacuerdos con la postura de Bob Torres, a lo largo de mi lectura también he notado muchos puntos que considero muy acertados. Por mencionar algunos:
■ La idea de que el problema esencial en nuestra visión de los animales no humanos reside en que los consideramos como nuestra propiedad.
■ La denuncia sobre organizaciones que dicen ser activistas pero que en realidad se han convertido en negocios destinados a recaudar dinero.
■ La defensa del activismo educacional como principal respuesta y solución ante la injusticia del especismo y la explotación de los no-humanos.
Los citados temas están entre los habituales de este blog y coincido en gran medida con la exposición de Torres al respecto.
En definitiva, tenemos que leer para informarnos, para reflexionar críticamente, y no para estar anticipadamente de acuerdo con todo lo que leemos. Si sólo leemos aquello que ya sabemos que coincide con nuestras ideas entonces nunca aprenderemos cosas nuevas ni progresaremos en el conocimiento. Lo mismo que si rechazamos todo aquello que contradiga nuestras creencias previas. Por esto, entre otras virtudes, este libro bien merece una lectura atenta.