27 de septiembre de 2015

Una reflexión sobre la importancia y lo importante


Considero dudosa la idea de que hay injusticias más importantes que otras. Pero incluso aceptando que algunas injustica fueran más importantes que otras, esto no justificaría que decidamos ignorar o incurrir en algunas de ellas con la excusa de que hay otras más importantes. Si supuestamente la violación fuera un crimen menos importante que la tortura ¿acaso esto justificaría que cometamos violaciones? Me parece evidente que no.

Incluso si uno piensa que las injusticias cometidos sobre seres humanos son más importantes que las cometidas sobre otros animales ¿cómo justificaría esto que cometamos injusticias con otros animales que no son humanos? No lo justifica de ningún modo. Si en efecto es injusto que utilicemos a otros animales como medios para nuestros fines entonces no es relevante el hecho de que consideremos que haya otras injusticias supuestamente peores o más importantes que la explotación animal. 

Si pensamos que el asesinato es una injusticia más importante que escupir a alguien a la cara ¿justificaría esto acaso que escupamos a otra persona a la cara sólo por diversión? El grado de daño que causan ambas acciones no es el mismo. Pero la injusticia de tratar a alguien como si fuera un objeto que es la misma injusticia. Por eso razonamos que está mal actuar así. Es un error considerar a una persona como si fuera una cosa y actuar sobre ella como si careciera de voluntad y de intereses propios. Este error moral es lo que denominamos cosificación.

Cuando señalamos que una injusticia es menos importante que otras, lo que estamos queriendo decir a menudo es que para nosotros es menos importante porque nos afecta menos o porque nos importa subjetivamente menos. Sin embargo, esto no implica que sea menos importante desde un punto de vista imparcial.

A los otros animales que son víctimas de una injusticia les importa tanto proteger su vida y su bienestar como nos importa a nosotros proteger la nuestra. Esta perspectiva igualitaria, más acorde con lo que la ciencia nos muestra acerca de la sintiencia en los animales no humanos, desafía la creencia de que nuestra consideración moral hacia ellos debe ser menos importante que la que tenemos por otros humanos.

Además, la moralidad de una acción se determina racionalmente por criterios objetivos. Si otros animales desean vivir, proteger su vida y estar libres de sometimiento, ¿por qué sus intereses básicos van a ser menos importantes que los nuestros si se trata de los mismos intereses? Si aplicamos el principio ético de igualdad debemos tener en consideración moral la individualidad, el bienestar y la libertad de otros animales al mismo nivel que nuestra individualidad, nuestro bienestar y nuestra libertad.

La doctrina del «mal menor» —que afirma que está bien elegir o aceptar un mal si supuestamente es menor que otro— sirve en realidad para justificar cualquier mal con la excusa de que siempre hay, o podría haber, otro peor. Por tanto, no se trata de hacer una escala de males para usar los más graves como excusa para cometer aquellos aparentemente menos graves. Se trata de evitar todo mal que esté en nuestra mano poder evitar. Uno de esos males que todos podemos evitar es la explotación animal, es decir, considerar y tratar a los otros animales como si fueron recursos para los humanos. Lo opuesto a la explotación animal es a lo que denominamos veganismo.

Asumir el veganismo no significa menospreciar o cometer otras injusticias que afectan a seres humanos; tal y como en ocasiones se suele decir. Los Derechos Animales y los Derechos Humanos son posiciones compatibles y no excluyentes. De la misma manera que respetar y preocuparse por los niños no significa ignorar o menospreciar a los adultos. Incluso aunque alguien creyera de alguna manera que las injusticias cometidas sobre niños son más importantes, o más graves, que las cometidas sobre adultos eso no justifica que discriminemos o explotemos a los adultos.

Independientemente de la lista de prioridades que consideremos que se deberían afrontar, esa posición no nos impide dejar de explotar a los animales. Aunque consideremos que los problemas humanos tienen prioridad, ya fuera el hambre, la guerra, la pobreza, o cualquier otro, podemos afrontarlos sin necesidad de explotar a los animales. Podemos ayudar a otros humanos y al mismo tiempo respetar a los animales en un sentido muy básico, que es el de no participar en su explotación. Uno puede involucrarse en cualquier labor humanitaria a la vez que decide dejar de consumir animales. No son posiciones incompatibles. Uno puede creer que acabar con la pobreza es una prioridad pero eso no es incompatible con respetar a las mujeres, o a los niños, y no participar en su explotación, ¿cierto? No hay razón para no aplicar el mismo criterio a los otros animales.

No necesitamos utilizar a otros animales ni para comer, ni para vestirnos, ni para divertirnos ni para todo lo que implica vivir y tener una buena calidad de vida. Es así de simple. Todo el daño que les causamos por este motivo es innecesario, es evitable y, lo más importante, es injusto.

Si los demás animales importan moralmente, si reconocemos que ellos tienen un valor moral, y no son cosas con un valor utilitario, y si nos importa la ética y la justicia, entonces el veganismo es la única conclusión racional desde aquella premisa.

Yo no concibo que haya nada más importante, desde el punto de vista moral, que comprender y asumir estas nociones básicas que son necesarias para comprender todas las injusticias que se producen cada día.

«Los seres humanos, son sólo una de las especies que habitan este planeta. Como los seres humanos, los animales también tienen intereses que se ven afectados por lo que hacemos. Cuando los matamos o los torturamos son dañados, así como los seres humanos son dañados cuando se les trata en esas formas. [...] Excluir de nuestra consideración moral a otros seres por su especie no está más justificado que excluirlas por su raza, nacionalidad o sexo. La imparcialidad exige la expansión de la comunidad moral no sólo a través del espacio y del tiempo, sino también a través de las fronteras entre las especies.» James Rachels 

6 de septiembre de 2015

Adoctrinar en el especismo (II)


«Hemos sido formados por una historia del pensamiento en la que apenas estamos conscientes de que vemos a los animales como recursos que tenemos derecho a emplear del modo que creamos conveniente para satisfacer nuestras necesidades y deseos.» ~ Gary Steiner

Los seres humanos hemos esclavizado a los demás animales. Los sometemos a nuestra voluntad para utilizarlos de comida, de vestimenta, de transporte, de entretenimiento, de compañía,... y muchos otros fines para nuestro beneficio.

Esta situación de esclavitud no se mantiene en el tiempo de forma espontánea sino que necesita un constructo ideológico que ayude a mantenerla para evitar que se vea cuestionada y asaltada por nuestra empatía y el sentido moral —como ocurre con los niños que todavía no han asimilado los prejuicios especistas— y con ese propósito surge la idea de que los seres humanos somos "seres superiores" que tenemos legitimidad en dominar a los demás animales.

Un ejemplo representativo de este adoctrinamiento lo encontramos de la mano de la Asociación Española de Pediatría, quien aconseja a los padres que no cuenten la verdad a sus hijos sobre la procedencia de los productos de origen animal para que así no los rechacen. Se afirma que con los vegetales "no hay ningún problema" pero que con los animales hay que esperar un tiempo "hasta que el niño comprenda como funciona la naturaleza [sic]". Esto es, hasta que la cultura especista haya anulado su empatía y su sentido moral y asimile como normal la idea de que los demás animales existen para que nosotros los explotemos. No es el funcionamiento de la naturaleza la que nos obliga o condiciona a explotar a los demás animales; es la ideología especista.

Un estudio llevado a cabo por Matti Wilks, Lucius Caviola, Guy Kahane y Paul Bloom, de las universidades de Yale, Oxford y Harvard, revela que la tendencia por priorizar la vida de los humanos frente a la de otros animales es mucho más débil en los niños de entre 5 y 9 años que en los adultos. Los resultados sugieren que las inclinaciones antropocéntricas son de aparición tardía y de naturaleza fundamentalmente social.

Desde la infancia se nos educa y socializa en la noción de que los demás animales son seres inferiores que están en el mundo para ser utilizados por nosotros: los humanos. Pero esta idea es un prejuicio. No es un hecho; no es una verdad. Y además es una idea que contradice los principios elementales de la ética básica. 

TEXTOS ESCOLARES QUE INCULCAN LA IDEA DE QUE EL SER HUMANO ES SUPERIOR A LOS DEMÁS ANIMALES Y TIENE LEGITIMIDAD PARA EXPLOTARLOS.

El antropocentrismo no es algo natural; no es una idea que esté inserta en nuestra mente de forma inherente, sino que es una doctrina ideológica que se difunde en nuestra cultura como paradigma moral y cuyo objetivo es cosificar a los otros animales para facilitar su explotación; de la misma manera que la cultura machista cosifica a las mujeres para que los varones las puedan dominar y someter a su voluntad.

El especismo no es más natural de lo que lo es el machismo. Se trata de un prejuicio construido culturalmente para motivar y perpetuar una determinada estructura de opresión en la que un grupo dominante [los humanos] someten y explotan a los otros individuos que no pertenecen a dicho grupo [los animales no humanos] con el fin de obtener un beneficio.

Puede que exista una tendencia de origen biológico que nos motiva a agruparnos junto a los que son más semejantes a nosotros —lo cual ayudaría a explicar fenómenos como el racismo o el sexismo— pero no es natural toda la ideología que acompaña a la discriminación especista sino que se trata de una construcción cultural que se ha ido forjando para justificar nuestra opresión sobre los demás animales.



Cuando desde niños se nos inculcan una serie de ideas y de hábitos de conducta, luego nos resulta más difícil cuestionarlos y analizarlos con objetividad. De ese modo aceptamos como normal lo que en otras circunstancias juzgaríamos como un error o un crimen, de acuerdo a nuestro sentido moral.

Si no fuera por elb especista que recibimos a partir de la infancia en todos ámbitos [familia, escuela, sociedad] no aceptaríamos la explotación de los animales como algo moralmente aceptable. Lo demuestra el hecho de que tantísima gente rechace de forma espontánea, por sentido moral, algunas prácticas de explotación animal precisamente porque no han sido educados ni acostumbrados a ellas; a pesar de que esas actividades no se diferencian de aquellas otras en las que ellas participan habitualmente.

La filósofa Hanna Arendt y el psicólogo Stanley Migran dedicaron gran parte de su trabajo a estudiar cómo puede suceder que los seres humanos que no tienen una naturaleza cruel o psicópata sean circunstancialmente capaces de apoyar y participar en actividades de violencia extrema cuando se les presiona socialmente para ello. Esto ocurre debido en parte a que todos poseemos una cierta tendencia innata a seguir los dictados del grupo al que pertenecemos, ya sea a normas establecidas en ese grupo o a la voluntad del líder que lo dirige, y esa tendencia nos condiciona incluso hasta el punto de sofocar nuestra empatía natural y nuestro razonamiento moral.

Vivimos en una cultura que nos adoctrina en la creencia de que los demás animales existan para servir a nuestras necesidades y deseos. Interiorizamos totalmente esa creencia en nuestra mentalidad a traves de rituales sociales como, por ejemplo, la práctica de comer animales. Asumimos desde niños el hábito de participar en la explotación de los animales sin apenas darnos cuenta de ello. Es por esto que cuando alguien critica la existencia de la explotación animal lo recibimos a menudo como si estuviera defendiendo que respirar aire está mal.

Algunas personas alegan que no deberíamos "imponer" a los niños el veganismo. Mientras que al mismo tiempo esas personas inculcan sus propias creencias y hábitos a sus hijos. Aparte de esta evidente contradicción; si realmente no se quiere imponer a los niños nada más allá de lo necesario, entonces ¿por que no se les cuenta la verdad sobre lo que les hacemos a los animales que explotamos y que los niños decidan por sí mismos?  A ver qué sucede.




Sin embargo, por mucho que nuestra empatía y nuestra conciencia moral se puedan ver reprimidas y distorsionadas por este adoctrinamiento, podemos conseguir salir de este marco cultural especista precisamente gracias a esas mismas cualidades.

Muchos de nosotros ya hemos cuestionado y desafiado esas creencias que nos dicen que está bien explotar a otros animales, que está bien ignorar que ellos son seres conscientes, que experimentan emociones y sentimientos, y que está bien destruir sus intereses con el objetivo de favorecer los nuestros.

A esa oposición ética a considerar a los animales como si fueran objetos y meros recursos para los humanos es lo que denominamos veganismo.