28 de febrero de 2013

Derechos Legales y Derechos Morales


Un valioso artículo, por su concisión y claridad argumental, escrito por el filósofo y activista Tom Regan, donde se explica básicamente en qué consiste la noción esencial de lo que es un derecho y la diferencia entre las categorías de derecho moral y derecho legal.

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Derechos Legales y Derechos Morales 

Tom Regan

Junio 2011

Los filósofos distinguen entre derechos legales y derechos morales. Los derechos legales son libertades o protecciones que tienen los individuos debido a que las leyes se los otorgan. Por ejemplo, los ciudadanos norteamericanos que tienen dieciocho años, o más, tienen el derecho al voto. Es evidente que los derechos legales no aparecen por sí mismos sino que son creados por la ley; mediante dos maneras distintas: debido a los caprichos de un déspota, o debido la voluntad de una asamblea democráticamente elegida. Por tanto, una de las características definitorias de los derechos legales es que son hechos por los seres humanos; y del mismo modo, los humanos pueden también deshacerlos.

Esto nos conduce a otra característica definitoria: los derechos legales varían según el país, y también varían con el tiempo dentro del propio país. Por ejemplo, el derecho que tienen los ciudadanos norteamericanos a la libertad de religión y el derecho a ser juzgados por un jurado no son derechos universales a todas las naciones. Y el derecho al voto que tienen negros y mujeres actualmente en los Estados Unidos es el mismo derecho que les fue sistemáticamente denegado durante gran parte de la historia del país.

Dos de las características definidas de los derechos morales, las otras serán expuestas más adelante, contradicen lo que hemos dicho acerca de los derechos legales. Primero, los seres humanos no creamos los derechos morales, ni tampoco podemos deshacerlos. Segundo, los derechos morales no están limitados a los ciudadanos de una nación particular, o de un momento particular. Los derechos morales [por ejemplo: nuestro derecho a la vida, a la libertad, a la integridad física] son universales e intemporales.

La creencia en los derechos morales ha estado muy presente en las democracias parlamentarias. Los autores de la Declaración de Independencia de Estados Unidos ciertamente creían en ellos. Ellos defendían que la única razón para tener un gobierno en primer lugar es el de proteger los derechos de los ciudadanos. Derechos que al ser independientes, y previos, a los derechos legales, tienen el estatus de derechos morales.

Como defensor de los derechos morales, comparto la postura de los Padres Fundadores. Aquellos jóvenes que fueron enviados a luchar en Vietnam tenían derechos morales, incluyendo el derecho a la vida, a la libertad y a la integridad física. Así como también los tenían los niños vietnamitas que fueron asesinados y heridos durante el conflicto. Y cada individuo tenía esos derechos, tanto si el gobierno norteamericano, o cualquier otro gobierno, los reconoce como si no.

Pero ¿qué significa decir que «ellos tenían derechos»? Supongamos que decimos como respuesta: «Bueno, los derechos que ellos tenían eran derechos morales, los cuales son universales e intemporales.» Esto es verdad, sin duda, pero no nos lleva muy lejos. ¿Qué más podríamos decir sobre los derechos morales que nos ayude a entender lo que son y por qué son importantes?

Hay seis características definitorias adicionales que nos ayudan a elaborar una respuesta:

1. Derechos y Deberes: Dos Caras De Una Misma Moneda

El primer elemento a destacar es la relación entre obligaciones morales, por un lado, y derechos morales, por el otro lado. Algunos de nuestros deberes morales son de tal importancia que llevan aparejados con ellos unos derechos. Los deberes asumidos son una cara de la moneda; los derechos que se tienen son la otra cara de la moneda. Permítanme explicarlo:

Cuando decimos que algo es un deber moral, estamos diciendo que es algo que debemos hacer; algo que no sería correcto que no hiciéramos. Por supuesto, podemos no hacerlo. En tanto seres limitados que somos, hay algunas cosas que debemos hacer pero que no conseguimos hacer. Sin embargo, todo el mundo entiende la idea de lo que es tener un deber —por ejemplo: el deber de decir la verdad; o el deber de mantener la palabra dicha. Cuando queremos saber cuáles son nuestros deberes más importantes, la respuesta en parte es simple. Algunos de nuestros deberes son importantes porque permiten que existan los derechos.

2. Estatus Moral: *No Traspasar*

Otra característica definitoria de los derechos morales se refiere al estatus moral. La posesión de derechos morales confiere un estatus moral distintivo a todos aquellos que los tienen. Poseer estos derechos implica tener una especie de escudo moral; algo que podemos describir como una señal invisible en la que pusiera: "No Traspasar"

¿Qué es lo que esta señal invisible prohíbe? Dos cosas, en general. Primero, otros individuos no están moralmente legitimados para hacernos daño. Esto significa que otros individuos no pueden quitarnos la vida o dañar nuestro cuerpo porque ellos quieran hacerlo. Segundo, otros individuos no está legitimados a interferir en nuestra libre voluntad. Esto significa que otros no están legitimados para limitar nuestra voluntad sólo porque ellos lo quieran así. En ambos casos, la señal de *No Traspasar* proteger nuestros bienes más preciados [nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestra libertad] limitando moralmente la conducta de otros individuos.

¿Significa todo esto que siempre está mal quitarle la vida a alguien, dañarle o restringir su libertad? No. Cuando alguien se excede de sus derechos violando los nuestros, estamos legitimados dentro de nuestros derechos a responder de maneras que pueden causar un daño o limitar la libertad de quienes vulneran nuestros derechos. Por ejemplo: supongamos que un ladrón te ataca. En ese caso, actúas dentro de tus derechos si utilizas la fuerza para defenderte a ti mismo, incluso si fuera necesario causar un daño a tu agresor.

Afortunadamente, en el mundo en el que vivimos esos casos son excepciones, no lo habitual. La mayor parte de la gente, durante la mayor parte del tiempo, actúa respetando los derechos de otros seres humanos. Pero incluso, si el mundo fuera diferente al respecto, el punto central seguiría siendo el mismo: lo que estamos moralmente legitimados en hacer cuando alguien viola nuestros derechos no se traduce en una excusa permanente para violar sus derechos.

3. Peso Moral: *Prevalencia*

Cualquier defensor serio de los derechos humanos no sólo cree que los derechos individuales son importantes; sino que, más aún, creemos que nuestros derechos son la consideración moral más importante que podamos imaginar. Utilizando una analogía del juego de carta llamado brigde: los derechos individuales son lo que se denomina un 'triunfo'. Lo cual significa lo siguiente:

El juego de brigdge consta de cuatro jugadores, y cincuenta y dos cartas; y se juega cada ronda con trece cartas de cada tipo: picas, corazones, diamantes, tréboles. Hay trece rondas en cada mano, y siempre gana la carta de mayor valor en cada ronda. Normalmente, la carta ganadora es la de más alto valor de cada tipo. El as de tréboles prevalece sobre cualquier otro tipo de trébol, el as de diamantes prevale sobre cada cualquier otro tipo de diamante, y así sucesivamente. Sin embargo, los jugadores pueden decidir que un tipo concreto es el que prevalece, es el 'triunfo', dentro de una ronda particular. Una vez que lo deciden, las cartas que pertenecen a ese tipo concreto adquieren un valor añadido.

Por ejemplo, supongamos que los corazones son el "triunfo", y que las tres primeras cartas jugadas son la reina de picas, el rey de picas y el as de picas. Ahora tú eres el siguiente en jugar. No tienes picas en tu baraja. Sin embargo, tienes el dos de corazones. Como los corazones son el 'triunfo' en esta ronda, tu dos de corazones prevalece frente a la reina de picas, el rey de picas, e incluso el as de picas. Así es como funciona la prevalencia en el juego del brigde.

La analogía entre el juego de bridge y los derechos individuales en el contexto moral debería resultar razonablemente clarificadora. Existen diversas consideraciones que son relevantes a la hora de tomar una decisión moral. ¿Cómo nos afectara personalmente dependiendo de la decisión que tomemos? ¿Qué podrá pasar con nuestra familia, amigos, compañeros y conciudadanos? No es difícil escribir una larga lista al respecto. Cuando decimos que los derechos deben prevalecer, esto significa que nuestro deber de respetar los derechos individuales es la consideración más importante en el contexto moral. Esto significa que las consecuencias deseables que podamos obtener, para nosotros o nuestros allegados, nunca justifican violar los derechos de otros. Esto significa que el beneficio que otros puedan obtener violando los derechos de alguien nunca puede justificar el hecho de violarlos.

4. Derechos Morales e Igualdad Moral

La siguiente característica de los derechos morales concierne a la igualdad. Los derechos morales son iguales para todos los que los poseen. Por lo cual, nadie puede denegar derechos por motivos arbitrarios, prejuiciosos o moralmente irrelevantes. La raza sería una de estas razones. Determinar cuales individuos tienen derechos en base a su raza representa especialmente una virulenta forma de prejuicio. La raza a la que pertenecemos no nos dice nada acerca de los derechos que tengamos.

Lo mismo vale para otras diferencias entre nosotros. Podemos trazar nuestra línea ancestral hacia diferentes lugares: algunos provienen de Irlanda, otros de Lituania, otros de África. Algunos son cristianos, otros judíos, otros musulmanes. Otros son agnósticos o son ateos. Algunos pocos son muy ricos, y otros muchos son pobres. Y así en general. Nuestras diferencias son muchas y reales. No tiene sentido negarlo.

Sin embargo, nadie que crea en los derechos piensa que estas diferencias establezcan diferencias moralmente relevantes. Si de verdad la idea de los derechos morales significa algo, quiere decir que los individuos que tienen derechos morales los tienen por igual. Y los poseemos en igualdad de condiciones sin importar nuestras muchas diferencias, ya se trate de diferencias, por ejemplo, sobre la raza, el género, la inteligencia, las creencias religiosas, el nivel de vida, el lugar de nacimiento.

5. Reclamar Derechos: Exigencias, No Favores.

La quinta característica sobre los derechos se refiere a lo que significan cuando los reclamamos. Este punto se entiende mejor contrastando la reivindicación de derechos con la caridad o la generosidad. Es decir, a veces pedimos cosas que no merecemos. Si yo quiero un coche deportivo y tú tienes suficiente dinero para comprármelo, puedo decirte: «Oye, ¿no te importaría comprarme un Ferrari?». Una cosa está clara sobre esto y es que yo no tengo legitimidad para exigir que me compres un Ferrari. El hecho de que me compres un coche,  cualquier coche, no es algo que yo merezca, no es algo que me debas. El hecho de que me regalaras un coche sería precisamente eso: un regalo. Tu regalo podría servir para calificarte como alguien extraordinariamente generoso, no como alguien extraordinariamente justo.

Cuando reclamamos nuestros derechos, no estamos apelando a la generosidad de nadie. No estamos diciendo: «Por favor, ¿te importaría darme algo que no merezco?». No estamos pidiendo favores. Al contrario, cuando reclamamos nuestros derechos estamos exigiendo un trato justo, pidiendo aquello que nos pertenece. Por supuesto, no hay garantía de que lo recibamos. Los ciudadanos tiene derecho a exigir seguridad cuando van paseando por un parque, pero, desgraciadamente, es un derecho que los asaltantes vulneran. En todo caso, entendemos que no estamos pidiendo algo que no merecemos cuando queremos dar un paseo sin que nadie nos asalte.

6. Violación De Derechos y el Deber de Ayudar

A veces ocurre que las víctimas cuyos derechos son violados no comprenden la injusticia que se comete contra ellas. Lo que les sucede a los niños, así como a quienes padecen alguna grave discapacidad mental, sin importar su edad, son ejemplos evidentes de cómo eso puede ocurrir. Debido a su vulnerabilidad, estos individuos son víctimas fáciles para quienes buscan algún beneficio, ya sea personal o colectivo. Cuando son utilizados como medios para tales fines, no solamente los derechos de esas víctimas son violados; sino que también todos aquellos que pueden comprender la injusticia que se ha cometido, tienen el deber de intervenir en favor de la víctima, actuando y alegando en su defensa. De hecho, este deber es en sí mismo una demanda de justicia, no una apelación a la generosidad. Estas víctimas merecen que las auxiliemos. Ayudarles es algo que merecen, no simplemente algo que sería 'bonito' por nuestra parte. Consecuentemente, cuanto menos capaces sean de defender por sí mismos sus derechos, mayor es nuestro deber de hacerlo por ellos.

Todos entendemos que hay un límite a lo que podemos hacer para ayudar a las víctimas de la injusticia. No podemos hacer todo por cada víctima. Sin embargo, nuestro límite no es cero. Que no podamos hacerlo todo no significa que debamos contentarnos con hacer nada.
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Traducido del texto original: "Legal Rights And Moral Rights" 
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5 de febrero de 2013

El principio de identidad


El filósofo Franz Brentano categorizó el universo en dos tipos de entes: los que poseen intencionalidad y los que no. Los primeros tienen iniciativa, poseen fines y deseos; los segundos sólo obedecen a las leyes físicas. Los primeros son sujetos [son seres conscientes; son alguien] y los segundos son objetos, cosas.

Aunque la reciente Declaración de Cambridge confirma específicamente la existencia de conciencia [en particular la existencia de conciencia sensitiva] en los mamíferos y las aves, no niega que la conciencia también se produzca en los demás animales, y las evidencias actuales cada vez apuntan de manera más clara a corroborar la tesis —avalada por Gary Francione y por Joan Dunayer— de que todos los seres que tienen un sistema nervioso activo —ya fueran moluscos, peces, reptiles o insectos— pueden experimentar sensaciones y poseen, al menos, una conciencia básica de sí mismos y de lo que les ocurre. Denominamos conciencia a la capacidad de generar experiencias subjetivas: sensaciones, emociones, sentimientos, deseos, pensamientos.

Puede ser importante advertir que la presencia del utilitarismo ha distorsionado el conocimiento correcto dentro del ámbito animalista —y en general sobre toda la sociedad— acerca del fenómeno de la sintiencia, acerca de lo que realmente significa sentir, y sus implicaciones morales. Al utilitarismo sólo le importa el dolor y a veces el placer. Al utilitarismo le resulta irrelevante la individualidad y la voluntad propia de cada sujeto sintiente. Por esto comprobaremos que sentir se confunde a menudo con el de solo hecho sentir dolor o sentir placer —también veremos que se dice 'sufrir y disfrutar'. Este punto, además de no corresponder con la realidad de los hechos, abre una brecha moral insalvable entre el utilitarismo y la ética de derechos individuales.

Es un error considerar la sintiencia como solamente la capacidad para experimentar sensaciones [dolor, placer,...] olvidando o ignorando que la sintiencia se define por la aparición de la subjetividad (toda sensación hace referencia necesariamente a un sujeto). La subjetividad es el fundamento de la individualidad. Todo ser sintiente tiene conciencia de sí mismo como un ser único y diferenciado del resto de seres —individuos o cosas— que lo rodean. Este rasgo, de acuerdo con las evidencias que  se pueden encontrar en el trabajo de los científicos Donald Griffin y Rodolfo Llinás es común a todos los organismos que poseen un sistema nervioso.

Esta individualidad se define por la afirmación de la autonomía e independencia del individuo. Es decir, el individuo tiene su propia voluntad y sus propios intereses. Aunque esos intereses a nivel básico pueden ser comunes al resto de seres sintientes. Todo ser sintiente por el hecho de ser un individuo desea su propia conservación y desarrollo. La sintiencia es una facultad surgida evolutivamente en los animales para lograr la supervivencia. Los animales sintientes deseamos, entre otras cosas, perseverar en nuestra existencia y satisfacer nuestras necesidades. Así lo describe el catedrático Nolasc Acarín:

«Al igual que el resto de animales tenemos dos objetivos básicos en la vida, de forma que los impulsos que nos gobiernan tienden a conseguirlos. Son la perpetuación y la satisfacción del ansia de placer. Son los dos grandes estímulos que nos hacen vivir. (...) podría ser equivalente a lo que algunas escuelas psicológicas caracterizan como instinto de vida.»

Placer y dolor sólo son medios, instrumentos, para conseguir nuestros fines. Cuando nos encontramos abocados a una situación de grave peligro y amenaza para nuestra vida, emplearemos todo nuestro empeño y energía en resolver o salir de dicha situación, por mucho sufrimiento y dolor que nos conlleve. Deseamos vivir, conservar nuestra existencia individual, y deseamos protegernos tanto del daño como de las intromisiones que pretenden someternos. Queremos que nuestra voluntad —el otro rasgo fundamental de la sintiencia— no se vea anulada o sometida a la voluntad de otros.

Esta característica básica de la sintiencia que es la subjetividad, la consciencia de uno mismo, y lo que conlleva —el deseo de autonomía y de supervivencia— no es menos importante que la capacidad de experimentar sensaciones [dolor, placer, imágenes, sonidos] y además, ambos fenómenos están intrínsecamente relacionados.

Por supuesto, el verdadero problema moral de esta cuestión consiste en que reconocer la sintiencia en los demás animales no deriva automáticamente en respetar a los demás animales. De hecho, este dato en realidad no se trata de ninguna novedad. Desde hace miles de años podemos encontrar testimonios acerca de como los humanos reconocían y asumían que otros animales también sentían —o que también razonaban. La ciencia actual no ha hecho más que confirmar con evidencias algo que en realidad ya se intuía desde hace milenios. En palabras del neurofisiólogo Antonio Damasio:

«La conciencia no es algo únicamente humano, sino un proceso gradual que se ha desarrollado a lo largo de la evolución en muchas especies.»

Y sin embargo reconocer que otros animales sienten no ha sido óbice para que los humanos les exploten. Porque para convertir este dato en un hecho moral necesitamos aplicar correctamente la lógica. Empezando por una aplicación inconsciente o emocional como es la empatía —lo que yo siento también lo sienten otros: A=A] hasta llegar al principio ético de igualdad [la igual consideración]  y el respeto por la persona.

En su prestigioso diccionario de filosofía, el académico José Ferrater Mora explica como el principio de identidad se refiere tanto a la existencia en sí misma [el ser] como a la lógica y también la psicología. Tienes al menos tres aspectos de aplicación. Precisamente lo que yo defiendo aquí es que el principio lógico de identidad no sólo está necesariamente unido con el principio ontológico de identidad sino que también correspondería con el principio psicológico de identidad, es decir, la conciencia entendida como conciencia sensitiva. "La identidad de la persona es formalmente identidad de conciencia" afirma el filósofo David Sánchez Meca

En resumen, y sin menoscabo de nada de lo expuesto anteriormente, la tesis que presento aquí, y que pretende sustentar una fundamentación objetiva de la ética y solucionar el problema filosófico del "ser y el deber ser", se podría resumir sustancialmente en tres pasos:

* Cada ser sintiente, por el hecho de ser sintiente, posee necesariamente, al menos, una conciencia básica, una conciencia sensitiva. Esta conciencia significa que se reconoce a sí mismo, que experimenta sensaciones, y que tiene una serie de intereses básicos como el interés en auto-conservarse, en evitar aquello que atente contra su integridad física. Es decir, todo ser sintiente posee identidad [A=A]. Se reconoce a sí mismo diferenciado del resto de seres que le rodean. Cuando siente, experimenta una sensación, es él mismo, y no otro, quien siente. Las sensaciones no se producen en un vacío impersonal, sino que requieren por definición la aparición de un sujeto, una identidad, a la que se refieren.

* El principio lógico de identidad expresa que cada ente es él mismo [A=A] y no otro distinto. Esto se corresponde en el ámbito empírico con lo que entendemos por sintiencia o conciencia sensitiva. No se corresponde meramente con la existencia ni con la vida como proceso biológico. Ya que ni la existencia ni la vida implican de por sí el tener conciencia de sí mismas. La existencia es el fenómeno primordial [el ser] y la vida no es en esencia más que un mecanismo natural —como la digestión. Tanto la existencia en sí misma y como vida se expresan simplemente como 'A'. Solamente aquella existencia que se reconoce a sí misma como existente, se puede expresar como A=A, es decir, como identidad.

*Por lo tanto, si el respeto por la lógica, inherente a nuestra naturaleza y razonamiento, significa inevitablemente respetar el principio lógico de identidad, de ello se deriva también el respeto por el principio psicológico de identidad (que serían lo mismo en ámbitos diferentes), esto es, la sintiencia o conciencia sensitiva. Nuestra obligación racional de respetar la lógica implica el respeto moral por la persona. Esto fundamenta objetivamente la ética y desecha cualquier otro tipo de fundamentación distinta, que por necesidad sería arbitraria.

En realidad, no hay nada especialmente novedoso en esta argumentación, excepto, quizás, el hecho de conectar el principio lógico de identidad con el principio psicológico de identidad —la mente o conciencia de cada individuo. Otras propuestas filosóficas han apelado al principio de identidad y al respeto por la persona, pero no tengo constancia de que ninguna haya conectado ambos principios en el sentido mencionado.

No obstante, esta conexión me parece singularmente importante pues fundamenta de manera racional e inapelable la objetividad de la ética, al mismo tiempo que excluye, por un lado, la irracional pretensión de que toda fundamentación es siempre necesariamente arbitraria, y, por otro lado, refuta prejuicios morales como el especismo o el utilitarismo antes señalado. Ya no se trata de que el respeto por la persona —al que muchos llegamos en principio a través de la empatía y de la intuición— sea una propuesta más entre otras, sino que es la única postura racional que podemos mantener en la ética. 

Algunos esfuerzos modernos a favor de la objetividad en la ética, como es el reciente caso de Derek Parfitt, no han satisfecho realmente a nadie, puesto que Parfitt no soluciona el problema esencial de cómo encontrar un fundamento universal a las cuestiones morales, y simplemente se dedica a razonar sobre la coherencia interna, o la posibilidad práctica, de cada teoría moral.

Por supuesto, aunque bien soluciona algunos problemas esenciales, este planteamiento que he expuesto no está exento de complejidades en su aplicación, las cuales tengo intención de solucionar en sucesivas notas. En todo caso, lo importante es que nadie que razone, que acepte la lógica y la racionalidad, puede proponer otra postura sin que ella resulte evidentemente arbitraria y sin fundamento objetivo. Si aspiramos a que sea la razón, y no la violencia, quien gobierne nuestras vidas, de acuerdo a la lógica, sólo puede ser satisfactorio este principio de argumentación.

Solamente si por capricho o por beneficio pretendemos que la ética siga siendo una especie de bufé en donde cualquier teoría cabe, y cada uno se sirve a su gusto, nos resultará hostil la idea de que no podremos por más tiempo tolerar el hecho de que existan varias teorías morales distintas y contrapuestas. Este relativismo no puede ser racionalmente aceptable, así como no lo es en la ciencia.

Ya es hora de que la ética, y la filosofía en general, partan de la evidencia y se basen sólo en la evidencia, y en la lógica; no más en prejuicios, gustos o fantasías que nos han conducido al desastre moral; a causar víctimas inocentes que podrían haberse evitado. Claro que si no queremos aceptar que el respeto por la lógica y, por tanto el respeto por la persona, es el centro de la ética entonces obviamente no veremos aquello como un problema.