13 de noviembre de 2018

¿Tratar bien a nuestros esclavos o dejar de tener esclavos?



Hay dos posturas: una considera que debemos regular y reformar la explotación animal. La otra postura considera que el uso de animales es moralmente incorrecto en sí mismo y debe ser abolido, puesto que es análogo a la esclavitud humana.

En este breve ensayo tengo la intención de exponer unos argumentos básicos que fundamentan la idea de que no debemos mejorar o restringir la foma en que utilizamos a los animales sino que lo que debemos hacer es dejar de utilizar a los animales.

¿A los animales sólo les importa evitar el sufrimiento?

Sabemos que los animales pueden sentir, es decir, tienen la capacidad de experimentar percepciones conscientes o experiencias subjetivas. Esto es un hecho, tan cierto como sabemos que otros humanos pueden sentir. La investigación científica así lo indica. Sin embargo, la mayoría de quienes se preocupan por los animales sólo se preocupan por el sufrimiento que padecen los animales e ignoran los otros intereses que poseen los animales por el hecho de ser seres conscientes.

A diferencia de los minerales y los vegetales, los animales tienen la capacidad de sentir, es decir, experimentan dolor, placer y otras sensaciones. Tienen deseos e intenciones. Tienen conciencia de sus existencia a través de emociones y sentimientos. A pesar de esto, tratamos a los animales como objetos a nuestro disposición, igual que hicimos con otros seres humanos que considerábamos como "inferiores". Es inevitable que a través de esta forma de pensar se haya organizado toda una estructura social y una industria que se basa en explotar y matar animales. Esto no está motivado por alguna supuesta necesidad real de utilizar a los animales sino que se basa en el prejuicio y en el lucro que obtenemos a costa de sacrificar forzadamente a los animales para nuestro beneficio.

Los animales no sólo tienen un interés en evitar el sufrimiento —entendido como dolor, angustia, ansiedad— sino que también poseen otros intereses igualmente básicos, como el interés en proteger la integridad del propio cuerpo, el interés en continuar existiendo, o el interés en poder moverse libremente según su voluntad. Estos intereses existen de forma aparte del interés en evitar el sufrimiento. Y, de hecho, los animales pueden anteponer los otros intereses al interés en evitar el sufrimiento, tal y como explica el profesor Gary Francione.

Humanos y animales compartimos los mismos intereses básicos. Compartimos el hecho de ser sujetos. Somos seres conscientes. No hay razón que justifique una discriminación basada en la especie en lo que se refiere a la consideración moral. Todo el problema reside originariamente en este error —el error de creer que los otros animales no merecen el mismo respeto básico que nosotros sólo por el hecho de no ser humanos. Nuestra relación con los demás animales está moralmente viciada en su raíz al estar basado en dicha discriminación. La violencia que ejercemos sistemáticamente sobre ellos tiene su base en esta mentalidad. La explotación institucionalizada sobre los animales tiene su fundamento en la exclusión de los animales de la comunidad moral.

Quienes sólo se preocupan por el sufrimiento de los animales pretenden promover iniciativas para evitar o reducir ese sufrimiento pero ignorando a menudo los otros intereses de los animales. Asimismo, también ignoran que los otros animales son discriminados por el simple hecho de no pertenecer a la especie humana —un tipo de discriminación que denominamos especismo— y que están sometidos a la condición de propiedad, es decir, que han sido cosificados como recursos para uso y beneficio de los humanos. Esta perspectiva focalizada en el sufrimiento es lo que denominamos bienestarismo.

La intención de aliviar el sufrimiento que causamos a los animales puede ser en sí misma como una buena intención, pero deja de serlo en el momento en que esa intención supone apoyar la causa que provoca el sufrimiento, o si implica ignorar o vulnerar los otros intereses de los animales. No juzgaríamos como buena la intención de aliviar el sufrimiento de los humanos si esto conllevara fomentar la esclavitud o el asesinato de seres humanos, ¿cierto? Por tanto, no deberíamos juzgarlo de forma diferente sólo porque las víctimas sean de otra especie.

Las personas que asumen la perspectiva bienestarista promueven reformar las condiciones en que los animales son explotados con la intención de "mejorarlas" y supuestamente aliviar el sufrimiento de las víctimas. No obstante, no cuestionan que los animales sean discriminados por no ser humanos; no cuestionan que los animales sean utilizados como medios para fines humanos; no cuestionan el hecho de que los animales estén sometidos a la dominación humana. Ellos no cuestionan la causa originaria del sufrimiento que infligimos sobre los animales. Sólo pretenden aliviar los síntomas. Más aún, esas medidas que promueven no sirven en la prática para aliviar el sufrimiento de las víctimas sino que, más bien, ayudan a agravarlo y perpetuarlo indefinidamente. El bienestarismo refuerza la creencia de que está bien explotar animales siempre que nos preocupemos por evitar o reducir el sufrimiento que conllevar explotarlos.

¿Esclavitud humanitaria?

La mercantilización de los animales, así como toda clase de violencias que les infligimos sistemáticamente, es consecuencia directa de nuestra creencia de que los animales existen para ser utilizados en nuestro beneficio. Cosificamos a los animales como recursos para diversos fines, ya sea alimentación, vestimenta, entretenimiento, o cualquier otro propósito. Esto conlleva necesariamente que les causemos toda clase de daños y sufrimientos.

A los animales sólo les reconoce un valor instrumental en función de las necesidades y deseos humanos. Por eso sus vidas tienen un precio asignado que sirve para poder venderlos y comprarlos, y comerciar en general con sus cuerpos.

Bajo esa perspectiva, que casi todo el mundo asume y acepta, parece coherente que cuando un animal ya no sirve para la función que se le ha asignado entonces sea destruido o desechado. Esto es lo que se hace con los animales utilizados para servir de compañía; los denominados como «mascotas», que son sistemáticamente abandonados. Actuamos igual con el resto de seres que tienen un valor instrumental: muebles, máquinas, enseres,...

El problema es que sabemos que los animales tienen la peculiaridad de que poseen sensibilidad. No son exactamente como el resto de seres que tienen puramente un valor económico. Los animales pueden experimentar sensaciones, emociones y deseos. Son seres sensibles. Sabemos que pueden experimentar el daño y el sufrimiento, así como pueden experimentar placer y felicidad. Por eso sentimos una preocupación por la manera en que los tratamos que sobrepasa el ámbito de instrumentalidad que les hemos asignado. 

Además de la utilidad y de la afectividad también existe la moralidad. Nos preocupa infligir daño a otros individuos aparte de la utilidad que pudieran tener para nosotros o del afecto que pudiéramos tener hacia ellos. Nos parece mal que se haga daño a un ser sensible sin una razón que lo justifique, aunque no tenga utilidad para nosotros o aunque no lo conozcamos de nada ni sintamos afectividad hacia él.

Así, podemos entender que aparte del valor instrumental o utilitario, y del valor sentimental o afectivo, también existe el valor moral. Muchos pensamos que los animales poseen un valor moral, esto es, su individualidad y sus intereses merecen consideración aparte de la utilidad o el afecto que tengan para nosotros.

Si no hay razón que justifique discriminar a los otros animales de nuestra consideración moral, entonces el hecho de que ellos estén sometidos a la condición de propiedad puede ser calificado apropiadamente como esclavitud. Los abolicionistas de la esclavitud humana no promovían reformar la esclavitud para mejorar las condiciones de los humanos esclavizados sino que defendían la abolición. No pretendían lograr una esclavitud "humanitaria" sino eliminar la esclavitud. Hoy en día entendemos que la esclavitud no es aceptable en ninguna forma o modo, ya fuera más o menos cruel. ¿Por qué se supone que la esclavitud de los animales debería merecer una respuesta diferente?

Aquellos que defienden reformar la esclavitud de los animales están alimentando el prejuicio de que está bien esclavizar a los animales si lo hacemos "sin crueldad" y de ese modo están socavando la posibilidad de concienciar a la gente en contra de la esclavitud animal. Si aquellos que se identifican como animalistas defienden que es correcto utilizar a los animales bajo ciertas condiciones entonces el resto de la sociedad se verá con mayor motivación para continuar pensando que la explotación animal es una situación apropiada y que no se trata de una relación inmoral. Como ya señalé al comienzo de este escrito, existe el prejuicio de que a los otros animales sólo les importa evitar el dolor y conseguir el placer, y los bienestaristas alimentan ese prejuicio. Ese prejuicio está unido a la idea de que tenemos derecho a utilizar a los animales.

Los animales no tienen ningún interés en padecer alguna clase de daño —ya fuera un daño contra su salud, su libertad o su vida— para servirnos como recursos. Asimismo, como ya vimos, tienen diversos intereses básicos referidos a libertad, integridad y continuidad. Por tanto, estamos equivocados al pensar que sólo les importa el dolor y el placer. Además, si en efecto ellos son sujetos entonces no es lógicamente correcto tratarlos como objetos, es decir, como recursos, mercancías o propiedades. El hecho mismo de tratar a los animales no humanos como medios para fines humanos es la injusticia fundamental que reside en la relación que hemos establecido con ellos. Una relación basada en la dominación y el sometimiento.

¿Qué deberíamos hacer?

Si comprendemos que la esclavitud de los animales es un error moral entonces debemos en primer lugar dejar de participar en ella, haciéndonos veganos, y fomentar la toma de conciencia sobre este problema a todos los niveles de la sociedad.

Lo que no deberíamos hacer es intentar reformar la esclavitud con la excusa de "mejorar las condiciones" de las víctimas, porque para lo único que sirve esto no es para beneficiar los intereses de los animales sino que tiene como efecto reforzar la creencia de que los animales son recursos, y a quien beneficia en realidad es a la industria de explotación animal. Las campañas bienestaristas que piden ampliar las jaulas, o que se usen anestésicos antes de mutilar a los animales, sólo sirven para garantizar que los animales continúen siendo explotados.

La industria de explotación animal se sostiene gracias al consumo. La única forma de detenerla es deteniendo el consumo de sus productos. Cuanta más gente rechace este consumo más presión tendrá la industria para dejar de utilizar a los animales y más motivada se verá para sustituir el uso de animales por vegetales y sintéticos.

Discriminar a los otros animales simplemente por ser de otra especie diferente a la humana es una discriminación injusta. El especismo es un argumento no más válido que el racismo o el sexismo. Concienciar sobre esta discriminación es fundamental para lograr una comprensión del problema fundamental que hay en nuestra relación con los demás animales.

Abolir la esclavitud de los animales es una tarea ardua pero es imposible alcanzar el objetivo de la abolición total si no comenzamos ahora por explicar y difundir que lo que debemos hacer es abolir, y no regular ni reformar, esta esclavitud. Esta abolición comienza necesariamente por el veganismo.