20 de agosto de 2020

Sobre la definición de especismo



La Real Academia Española de la Lengua [RAE] no acude a los libros de filosofía para esclarecer el significado de un concepto sino que investiga el uso que hacen los hablantes del término. La RAE simplemente recoge los usos predominantes que utilizan los hablantes pero no investiga sobre los conceptos de los que derivan esos usos. Así, en un contexto antropocéntrico es inevitable que al hablar de especismo hablemos siempre del especismo antropocéntrico. Por esto, las acepciones que recoge la RAE no reflejan correctamente la definición conceptual de lo que es el especismo sino que se limitan a señalar los sentidos que los hablantes suelen utilizar.

Recordemos que el diccionario de la RAE señala que una acepción del término persona es la de individuo de la especie humana, excluyendo al resto de animales. La RAE no está definiendo el concepto de persona; sólo refleja el uso mayoritario del término por parte de los hablantes en el contexto cotidiano. Recordemos que durante siglos se excluyó a seres humanos de la categoría de persona por motivo de su raza o su sexo. Asimismo, la RAE no está queriendo establecer el significado del especismo sino que refleja los usos en que ha comprobado que es utilizado el término por una mayoría de hablantes.

¿Cuando hablamos de especismo a qué nos estamos refiriendo exactamente?

Por ejemplo, la autora Joan Dunayer escribe que el especismo es «un fallo a la hora de reconocer la igual consideración y respeto a todo no-humano sintiente» [«Speciesism», página 5] Es una extraña definición de especismo en la que la especie ni siquiera aparece mencionada. Además, ese fallo podría afectar también a los humanos sintientes. Si acordamos igual consideración y respeto sólo para los no-humanos, pero no para los humanos, ¿no sería especismo acaso? Recuerdo haber leído en un foro que Dunayer deseaba corregir esa definición en una próxima edición de su libro y sustituir el término no-humano por el de ser sintiente. Ahora, el problema con esta definición revisada es que podría valer para la desconsideración moral o la injusticia pero no para definir el especismo. ¿Qué diferencia habría entonces con el racismo o el sexismo? Además, creo que ese fallo sería más bien consecuencia del especismo y no el concepto de especismo en sí mismo. De todos modos, en una entrevista posterior a la publicación de su libro, Dunayer declara que «el especismo es cualquier prejuicio o discriminación basada en la especie».

El filósofo Peter Singer describe el especismo como «un prejuicio o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de nuestra propia especie y en contra de los de otras» [Liberación Animal; capítulo 1]. Esta definición no puede ser correcta puesto que refiere un tipo de especismo. Podemos tener una actitud favorable a otras especies que no sean la nuestra. El psicólogo Richard Ryder, quien acuñó el término especismo pero no lo definió, afirma que «el especismo significa infligir daño a otros porque son de otra especie» [«Ethics, Humans and Other Animals»; página 237]. Una vez más esto parece describir un efecto del especismo más que el especismo como concepto. El profesor Gary Francione escribe que «el especismo sucede cuando acordamos un peso diferente a intereses similares sobre la base de la diferencia de especies.» Esta última definición me resulta más ajustada a la verdad.

A mi modo de ver, la definición básica de especismo debería ser la discriminación moral basada en la especie. El rasgo esencial del especismo está en el hecho mismo de considerar que la especie es una categoría moral, además de biológica, y que esa categoría justifica un tratamiento diferente de los individuos según su inclusión en determinada especie. De este modo, la sola creencia en que la especie es una categoría moral ya es especismo.

La segunda acepción de especismo que recoge el diccionario de la RAE me parece que encaja más bien con lo que sería el significado del especismo antropocéntrico o antropocentrismo moral. Aunque otro término mucho más específico todavía sería el de supremacismo humano. El supremacismo humano es una forma concreta de especismo. No obstante, dado que los humanos son los únicos que pueden pensar de forma especista prácticamente todo el especismo del que tenemos noticia es antropocéntrico, pero el especismo teóricamente podría no ser antropocéntrico.

Podemos reconocer la existencia del especismo que, además de estar registrado en cientos de documentos académicos, parece abrumadoramente evidente. Podemos razonar que se trata de una injusticia fundamental. Pero reconocer su existencia y su inmoralidad no conllevaría el final del problema en nuestra relación con los demás animales sino que más bien sería el comienzo a la hora de resolverlo.

Pienso que tal vez sería ingenuo por nuestra parte creer que simplemente basta con eliminar el especismo para estructurar un sistema justo que reconozca los intereses de los individuos no humanos. Necesitamos una nueva teoría moral no especista que parta de la base de considerar a todos los seres conscientes como sujetos de consideración moral, tal y como han desarrollado Tom Regan, Evelyn Pluhar, y Gary Francione y otros pensadores. También puede ser necesaria una teoría política animalista que reconozca nuevas categorías civiles para los animales no humanos.

Algunos autores apuntan a que podemos rechazar el especismo desde diferentes posiciones morales. Esto significaría que no importa si asumimos cualquier teoría moral; ya fuera el utilitarismo, el emotivismo, el egoísmo, el contractualismo, el individualismo, el inherentismo o la teoría de derechos —la sola aceptación de la lógica implica que el especismo no puede ser racionalmente aceptado como un concepto normativo. No obstante, si esta conclusión es correcta entonces parece que tenemos un grave problema con la etiqueta 'antiespecista', puesto que este término ocultaría que existen en efecto profundas diferencias ideológicas entre quienes nos oponemos al especismo. Incluso aunque rechacemos el especismo, no estamos plenamente de acuerdo en lo que está bien y lo que está mal, en lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer.

Por ejemplo, los utilitaristas y los que defienden una ética de derechos difícilmente pueden colaborar de manera amistosa siendo sus posiciones morales no sólo profundamente diferentes sino antagónicas entre sí. Los utilitaristas están en contra de los derechos morales y los partidarios de los derechos morales se oponen radicalmente al sacrificio de inocentes aunque eso conllevara un gran beneficio para la mayoría de la comunidad. De la misma manera que no podemos ver a comunistas y liberales colaborando juntos en una misma asociación —si es que de verdad se atienen a sus doctrinas respectivas— tampoco debemos pensar que es posible que diferentes animalistas colaboren juntos sólo por compartir supuestamente el rechazo al especismo.
 
Sin embargo, no está del todo claro que desde cualquier teoría moral se pueda rechazar el especismo coherentemente. Así lo advirtió el profesor Tom Regan al explicar que un utilitarismo coherente puede considerar que el especismo es una posición aceptable si sirve para promover la mayor felicidad para el mayor número. En realidad, cualquier posición categorizada como 'consecuencialista' o teleológica —esto es, una teoría que considera que lo importante ante todo es lograr determinada finalidad— no puede rechazar el especismo como una cuestión de principio. Si el especismo sirve para lograr el objetivo que dicha teoría considera deseable entonces el especismo sería no sólo aceptable sino incluso obligado.

Si alguien le parece inquietante este panorama entonces quizás no le agrade saber que muchos animalistas ni siquiera rechazan el especismo. La mayoría de animalistas no estarían desafiando el especismo sino que en realidad estarían defendiendo alguna versión del especismo, tal y como han denunciado Joan Dunayer y Gary Francione. Por ejemplo, algunos animalistas creen que los mamíferos merecen mayor consideración que los peces y los reptiles, y éstos a su vez mayor consideración que los crustáceos o los insectos. Otros son todavía más específicos y piensan que se debe discriminar especie a especie y no por grupos de especies: primero los humanos y después los grandes primates no humanos y después otras especies clasificadas según su parecido con el promedio humano. Todo esto es una forma concreta y muy extendida de especismo que podríamos denominar especismo gradualista. Se trata de una nueva versión de esa jerarquía que coloca a los humanos en la cima de una pirámide ideal y a los demás animales por debajo.

En conclusión, resulta conveniente ser muy cautos con la cuestión del especismo. Incluso si estuviéramos de acuerdo en el significado del especismo y en reconocer que se trata de un error moral en cualquiera de sus versiones —lo cual ya sería mucho en el contexto actual— de esto no se deriva necesariamente que estemos de acuerdo en otras cuestiones morales también importantes. Así pues, no deberíamos centrarnos sólo en la cuestión del especismo.