31 de diciembre de 2013

La banalidad del mal


El hecho de que humanos normales y corrientes sean capaces de cometer crímenes y atrocidades en determinadas circunstancias es achacado por algunos a una supuesta maldad intrínseca en la naturaleza humana. Sin embargo, tal maldad no está demostrada, y cabe la posiblidad de que esto ocurre debido a la educación y el ambiente social en que vivimos.

La filósofa Hanna Arendt acuñó la expresión «banalidad del mal» como concepto para explicar por qué y cómo sucedía que personas mentalmente equilibradas, integradas en la sociedad, y que no estaban incapacitadas para la empatía ni el razonamiento moral, pudieran participar en sucesos terribles y asumirlo como algo aceptable y normal. Arendt utilizó el caso de Adolf Eichmann para ilustrar esta inquietante realidad. 

Podemos comprobar que estamos inmersos en una cultura de la violencia que nos dice que los fines justifican los medios. Esta ideología nos lleva a cometer actos que en el fondo sabemos que están mal con el objetivo de lograr esos fines que consideramos importantes, valiosos y/o necesarios. 

Aunque podamos razonar que hay principios éticos básicos —como el respeto por el valor inherente del individuo— que no deberían sacrificarse por ningún fin, esta noción moral es algo que todavía no se ha comprendido ni asimilado plenamente en nuestra cultura. Existe en permanente conflicto entre ambas posturas: la ética y el consecuencialismo.

La ideología del consecuencialismo, y sus efectos directos, podemos comprobarla nuestra relación con los demás animales. Consideramos que nuestros fines justifican que tratemos a los animales no humanos como simples medios para lograr los fines humanos. Esta forma de pensar nos ha conducido a cometer la domesticación de los animales.

Cuando rechazamos esa forma de pensar, y reconocemos el valor intrínseco de los individuos no humanos, es entonces cuando podemos cambiar nuestra conducta y dejar de participar en esas actividades de opresión. No sucede que fuéramos malvados y ahora seamos buenos por arte de magia. Sólo hemos modificado en parte nuestra forma de pensar. Los demás humanos que continúan participando en la explotación sobre los animales no son malvados sino que no han reflexionado o no han tomando conciencia lo que están haciendo. Es una cuestión de comprensión moral.

Puede ocurrir que a veces hay nociones que no comprendemos en su momento y que sólo después de un tiempo alcanzamos a entender y asimilar. Así, la comprensión generalizada o mayoritaria de que el especismo es injusto no puede suceder de un día para otro, pero progresivamente va aumentando cada día el número de personas que toman conciencia de ello y deciden actuar haciéndose veganas.

Claro que hay casos excepcionales de individuos que son sádicos o psicópatas de forma inherente a su naturaleza. Pero ésa no es la realidad de la mayoría de humanos. La gran mayoría son capaces de empatizar, de aplicar el principio de igualdad, y de comprender que los demás animales son seres sintientes que merecen respeto. Otra cosa es que esta moralidad no esté aún establecida en nuestra sociedad, y sólo sea defendida, de momento, por el movimiento de Derechos Animales.

Se nos educa desde niños para considerar inferiores a los demás animales; a creer que ellos existen en el mundo para satisfacer nuestras necesidades y deseos. Estamos continuamente inmersos en un ambiente cultural que reafirma una ideología de supremacismo humano hasta el punto que ni lo advertimos como tal. Muchos consideran el antropocentrismo como algo natural, sin darse cuenta que es un prejuicio ideológico como lo es también el racismo, el sexismo, o la homofobia. Esto no son tendencias naturales inamovibles —como la ley de la gravedad— sino que son formas de pensar y de actuar que podemos comprender y modificar.

Resultados empíricos como los que aporta el experimento Milgram aportan luz a este respecto, puesto que nos ayudan a entender por qué a veces actuamos contra nuestra propia intuición moral. Quizás esto pudiera ayudar a comprender que cuando somos especistas estamos actuando como los individuos que protagonizaron dichos experimento: estamos utilizando a otros individuos —a los otros animales— como simples medios para un fin; ignorando el daño y el sufrimiento que les infligimos intencionadamente. Actuamos así motivados por la inercia de obedecer la autoridad, como la autoridad de sus padres que nos educaron para comportarnos de cierta forma o la autoridad de la sociedad y las costumbres que fomentan unas conductas determinadas.

Así es cómo funcionan los prejuicios grupales a nivel psicológico. Permiten eliminar o anular la empatía para así poder discriminar y agredir a otras personas sin remordimiento. El especismo no funciona de manera esencialmente diferente del resto de prejuicios morales. Según explica la psicóloga Jennifer Delgado

«Solemos creer que sólo las personas 'enfermas' o con determinados rasgos de personalidad pueden ser capaces de exhibir este tipo de comportamientos; sin embargo, muchas personas que podrían ser calificadas como empáticas también pueden —en ciertos contextos— comportarse de esta forma.»

Cuando tenemos interiorizado el antropocentrismo, entonces no nos importa que los demás animales sientan, que sufran, que deseen vivir —nada de esto nos importa. Ellos no son de nuestra especie y con esto ya consideramos justificado utilizarlos y perjudicarlos en nuestro favor. No son humanos, por tanto, está bien hacerles lo que jamás querríamos que nadie nos hiciera a nosotros mismos o a otros humanos. Podemos explotar a los otros animales sin remordimiento; ignorando todo el daño y el sufrimiento que les causamos. El prejuicio del especismo nos permite anular nuestra empatía con la excusa de que ellos no son humanos.

Toda forma de opresión que ejercemos sobre los demás animales, como es utilizarlos de comida o de sujetos forzados en experimentos, también fueron cometidas sobre otros humanos. Lo único que cambia es la especie de las víctimas que son explotadas. Pero todas las víctimas son iguales en tanto que son seres conscientes —seres que sienten, sufren y tienen voluntad e intereses propios. 

Es cierto que cambiar una creencia arraigada en nuestra mente no es tan sencillo como cambiarse de camisa. Esto es algo que necesita tiempo y dedicación. Un prejuicio es una creencia que ha sido asumida sin razonamiento y, por tanto, es más difícil de erradicar que una creencia razonada. Pero en ningún caso es imposible. De la misma forma que el racismo y el sexismo se han ido eliminando progresivamente, lo mismo ocurrirá con el especismo, si trabajamos por ello. La tarea más importante que podemos emprender es la educación.

La bondad o el sentido moral no son facultades que se puedan aprender ni enseñar; son inherentes a cada individuo. Sin embargo, todo el conocimiento que necesitamos para desarrollar nuestra capacidad ética sí que tenemos que aprenderlo y difundirlo. Es precisamente esa falta de conocimiento la que nos lleva a no advertir nuestro especismo y a causar todo el daño injusto que infligimos a los demás animales. No porque seamos malos ni crueles, sino porque no somos conscientes de lo que estamos haciendo. La educación, y sólo la educación, puede remediar este problema.

27 de diciembre de 2013

El aborto y la cuestión del especismo


Hay posturas que afirman que el aborto de seres humanos siempre está mal porque supone matar a un ser humano. Otras posturas consideran que una mujer tiene derecho a interrumpir su embarazo en cualquier etapa de la gestación, sin importar qué consecuencias tuviera para el feto ni en qué desarrollo se encuentre. Por último, hay otras opiniones morales que consideran que el aborto no sería problemático en las primeras etapas de embarazo —los primeros meses— pero que a partir de cierto momento, el feto adquiere una característica cualitativa que lo distingue moralmente: la capacidad de sentir.

Por lo general, las perspectivas morales no influidas por prejuicios irracionales o dogmas religiosos admiten que no habría problema moral en abortar durante las primeras semanas del embarazo puesto que el embrión no es sintiente; no tiene un sistema nervioso activo. Incluso en los primeros meses tampoco hay prueba acerca de la presencia de sintiencia. Ahora bien, parece que cuando el feto ya tiene entre cinco y seis meses ya hay evidencia de que que posee un sistema nervioso en funcionamiento; que puede experimentar sensaciones. Ya hay alguien ahí. No es simplemente un ser vivo sino un ser sintiente: un individuo que percibe conscientemente.

Que la gran mayoría de personas que razonan al respecto, sin partir de dogmas o prejuicios, llegue a la conclusión de que hay una diferencia moralmente cualitativa entre un feto no sintiente y un feto sintiente no me parece que sea una mera casualidad.

Lo que distingue moralmente a un sujeto de un objeto es la capacidad de sentir. Un embrión no tiene capacidad de sentir. El feto no desarrolla el sistema nervioso hasta muy avanzada la gestación. Y si no siente entonces no tiene derechos morales, porque los derechos protegen intereses. Pero sin capacidad de sentir no se pueden tener intereses ni sensaciones ni intenciones ni nada de lo que caracteriza intrínsecamente a una persona.

La cuestión de fondo está en que si la personalidad moral —la condición de persona— no puede asociarse racionalmente con la pertenencia a determinada especie entonces la única opción razonable que justifique la inclusión en esa categoría debe ser la capacidad de ser consciente. Esto es: la capacidad de experimentar sensaciones y de tener intereses o intenciones. Esta característica es la que diferencia ontológicamente a un sujeto [una persona] de un simple objeto [una cosa].

Sin embargo, no debemos confundir la capacidad de sentir con el hecho específico de sentir dolor. Hablamos de la capacidad de sentir como cualidad en general. El dolor es sólo una de las muchas sensaciones que experimenta un ser sintiente y si un ser es sintiente entonces tiene intereses —como el interés en continuar existiendo— y es un sujeto; no un mero objeto. Por tanto, no debemos tratarlo como si fuera un simple medio para nuestros fines.

Algunas posiciones alegan que no sabemos con certeza cuándo comienza el feto a ser sintiente. Es cierto que no lo sabemos con exactitud. Pero sí podemos tener una idea aproximada. La ciencia nos aporta datos relevantes al respecto. Del mismo modo que no saber exactamente cuándo comienza a amanecer no significa que no podamos establecer una diferencia más o menos nítida entre el día y la noche. Esto no significa que podamos establecer un criterio absoluto, ya que cada proceso de embarazo concreto puede tener diferencias relevantes, pero sí sabemos en general que el sistema nervioso de un feto no puede funcionar antes de los tres meses y que antes de los seis meses no hay evidencia clara de que pueda sentir.

Que la ciencia rectifique constantemente en base a las evidencias es precisamente lo que ha conseguido que sea la fuente de información sobre el mundo más fiable y precisa de la que tenemos noticia. A pesar de posibles errores, la ciencia es mucho más confiable que cualquier otra herramienta de conocimiento en el ámbito empírico, ya sea la intuición, la revelación o la mera creencia sin pruebas. Lo es precisamente porque se hace autocrítica y revisión constante en todos sus aspectos.

Por otra parte, el argumento de que un embrión debe ser tratado como una persona porque, aunque todavía no lo es, 'será una persona' constituye una falacia lógica. Este argumento es una falacia categorial que confunde el presente existente con un hipotético futuro. Si ese argumento fuera racionalmente válido entonces sería justo que tratáramos a los vivos como si fueran muertos, ya que todos los vivos, sin excepción, morirán en un futuro. Eso es confundir lo que existe en el presente real por entidades imaginarias no-existentes de un supuesto futuro que no existe.

Por otro lado, también se dice que el embrión no sintiente está vivo. De acuerdo. Las plantas también son seres vivos. Entonces ¿por qué motivo merecerían consideración solamente los seres vivos humanos y no los de otras especies? ¿Es así sencillamente porque nosotros lo decimos sin más? Esto sí que sería basarse puramente en el capricho personal; es pura arbitrariedad.

Si razonamos lógicamente no podemos llegar a conclusiones que se contradigan entre sí. El punto central de esa conclusión es que la persona se caracteriza esencialmente por la capacidad de sentir. De este modo, un embrión sin sistema nervioso activo no puede ser una persona porque carece de la capacidad de sentir. Por tanto, no debemos considerarlo como si lo fuera, porque no lo es; no es un quién. No es alguien; no siente.

Todo esto nos conduce finalmente a la cuestión de los Derechos Animales.

Si aceptamos el criterio moral de la sintiencia, esto implica que por coherencia lógica deberíamos reconocer a todos los seres dotados de conciencia sensitiva como miembros de la comunidad moral, independientemente de su especie. Si un ser puede sentir entonces es un ser consciente —un sujeto que tiene experiencias subjetivas: sensaciones, emociones, sentimientos, deseos, intenciones. Así no podríamos justificar racionalmente que discriminemos a individuos no humanos sintientes de la misma consideración que damos a los humanos sintientes en lo que se refiere a su estatus de persona y sus derechos básicos.

La posición antiabortista exige el derecho a vivir para embriones humanos que no sienten y se lo niega a animales no humanos que sí sienten y desean vivir. Esto es otro claro ejemplo de especismo. Con la peculiaridad de que, en este caso, es un prejuicio especista que también perjudica a individuos humanos Por ejemplo: se vulnera el derecho de la mujeres a decidir libremente si desean seguir adelante con su embarazo, durante sus primeras fases, con el alegato de que un embrión humano merece consideración moral por el mero hecho de ser humanoantropocentrismo. Como el embrión es un ser humano —y en efecto es un ser genéticamente de la especie humana— entonces debe ser protegido como cualquier ser humano. Bajo esta perspectiva, el aborto sería siempre inmoral.

La posición antiabortista fundamentada en el antropocentrismo está aplicando de forma coherente el prejuicio de que los humanos merecen respeto por el mero hecho de ser humanos. Este prejuicio especista conlleva que el resto de animales sean discriminados de la comunidad moral sólo por no ser humanos, a pesar de que ellos son seres conscientes —seres que sienten, sufren y desean. Ahora, si ese criterio antropocéntrico no es racionalmente válido en la cuestión del aborto entonces tampoco puede ser aceptable como criterio de consideración moral en cualquier otra cuestión moral.

20 de diciembre de 2013

No son libres


Por si quedaran algunas dudas de que veganismo y vegetarianismo son cosas bien diferentes y opuestas, artículos como «Quesos sin cuajo animal para lactovegetarianos» sirve para despejarlas.

Vegetarianismo es explotación animal. Los vegetarianos apoyan y promueven el consumo de secreciones animales como el consumo de huevos. Todo aquello que no sea carne es aceptable según el vegetarianismo.

Cuando Donald Watson, y otros pioneros, fundaron el veganismo en los años 40 del siglo XX, los vegetarianos ya sabían por aquel entonces —y saben actualmente— que no hay diferencia moral entre carne y lácteos, pero no quisieron aceptar que el vegetarianismo ampliara su rechazo a los lácteos porque decían que primero habría que conseguir abolir la carne y luego ya se vería lo demás. Por eso, Watson y otros antiguos vegetarianos crearon su propia organización dando comienzo así al movimiento vegano.

Afirmar que primero hay que abolir la carne es una preferencia arbitraria e injustificada. Es como decir, por ejemplo, que primero hay que centrarse solamente en abolir el canibalismo y después nos preocuparemos quizás de abolir la esclavitud, el asesinato, la violación sexual, la tortura,.... Pero este orden está basado en una falacia, porque se centra en características irrelevantes. Cualquier práctica que cosifique e implique violencia contra otras personas es igualmente rechazable sin importar los detalles secundarios.

Cada vez que alguien usa el término vegetarianismo como sinónimo de veganismo —por ejemplo, cuando alguien dice cosas erróneas como la de que «una dieta vegana es 100% vegetariana»— se deduce de esto que o no tiene un conocimiento informado de lo que está hablando o intenta engañar a alguien. No hay otra opción. Para quien tenga acceso a Internet, y esté leyendo esto, la primera opción ya no puede ser excusable y la segunda es inmoral. Por favor, no engañen a la gente. ¿Por qué algunos siguen equiparando veganismo y vegetarianismo como sinónimos cuando es evidente a poco que investigues que no lo son?

No hay ninguna diferencia moral entre consumir carne o lácteos o huevos. Todos los animales son igualmente esclavizados y enviados al matadero. Si acaso, hay todavía más sufrimiento detrás de un trozo de queso que detrás de un trozo de carne, porque las vacas son explotadas durante varios años para quitarles su leche, mientras que los no-humanos destinados a carne apenas viven unas pocas semanas o meses. Asimismo, las gallinas utilizadas para producir huevos padecen las mismas condiciones que el resto de no-humanos esclavizados.

Si bien, la cuestión fundamental no está en cómo explotamos a los demás animales, sino que lo que está mal es el hecho mismo de hacerlo, sin importar el cómo. La cuestión de fondo es que no debemos utilizar a los demás animales para nuestro beneficio.

Los animales son seres conscientes que tienen voluntad e intereses propios referidos a su propia supervivencia y bienestar. No son máquinas o herramientas para servirnos de comida u otros fines. Los animales no humanos son seres sintientes que valoran su existencia tanto como nosotros valoramos la nuestra. No tenemos ninguna justificación moral que avale el hecho de que los utilicemos como medios para nuestros fines, a costa de violar su individualidad y sus intereses.

A menudo podemos oir expresiones del tipo: «Pero si los animales están en libertad y sólo se cogen sus huevos pero no les matan ni les hacen nada malo». Sobre esto hay tres aclaraciones que señalar:

Primero; quitarles sus huevos es robarles. Los huevos no son nuestros sino de ellos. No nos han dado su permiso para cogerlos y usarlos en nuestro provecho.

Segundo; ningún animal que vive sometido a la voluntad de otros puede ser libre, por definición. No son libres, aunque estén confinados en un espacio al aire libre. Siempre estarán privados de libertad.

Tercero; los animales que viven tutelados en domicilios privados o que están acogidos en refugios o protectoras o santuarios tampoco son libres. Aunque no sean utilizados para comida o para compañía. Ellos no pueden decidir sobre su propia vida, a diferencia de los  animales silvestres que viven en la naturaleza. No son libres. Ni siquiera aquellos animales que viven en la naturaleza serían libres, legalmente hablando, puesto que los humanos los consideran de su propiedad.

Todos los individuos no humanos del planeta están sometidos legalmente a la condición de propiedad humana; ya sea por parte de los Estados, las empresas, o individuos particulares. El antropocentrismo ha extendido la esclavitud a todos los habitantes de la Tierra que no son humanos.

Los animales no humanos deben ser libres. Pero no lo son. Éste es el problema. Y el veganismo es la solución.

18 de diciembre de 2013

¿Una buena noticia?


¿Es una buena noticia que cada vez haya disponibles más productos aptos para veganos? La cuestión no me parece intrascendente, ni tampoco creo que se pueda contestar razonablemente con una simple afirmación o negación. Así que reflexionemos un momento sobre ello.

Algunas personas objetan que no estaría bien consumir esos productos aunque sean completamente vegetales si son vendidos por empresas que explotan animales para otros productos.


Yo considero que cuando nosotros consumimos un producto que no implica utilizar a otros animales entonces no estamos demandando explotación animal ni estamos apoyándola financieramente. Si yo consumo zumo de naranja de determinada empresa entonces no estoy demandando ni financiando la explotación animal, aunque la empresa que vende ese producto explotara animales para vender otros productos. Tengamos en cuenta que esos otros productos que implican utilizar animales no existen porque la empresa lo decidiera así sino porque la gente los demanda.


Por tanto, en principio no veo que hubiera nada incorrecto en consumir esos productos si son aptos para veganos. Otra cosa es que no queramos apoyar a determinada empresa por cometer abusos contra humanos o contra el medio ambiente —que afecta a todos los animales—  y que tienen que ver con toda su dinámica empresarial que incluye los propios productos que nosotros consumimos. La ética no termina ni se limita al veganismo; pero ese asunto ya sería aparte al sentido propio del veganismo.


Es cierto que una empresa no va a dejar de explotar animales sólo por incluir productos vegetales en su oferta. Ahora, si todo el mundo dejara de consumir animales entonces sí dejarían de hacerlo. Las empresas no explotan animales por gusto sino por satisfacer una demanda social. El problema está en la demanda. Por lo general, es la demanda la que moldea la oferta. Y la única forma de cambiar esa demanda es cambiando la forma de pensar y de actuar de la gente mediante el activismo.


Por supuesto que yo considero que es mejor apoyar a una empresa vegana siempre que tengamos la oportunidad; pero en el contexto actual eso no es posible, ya que apenas existen dichas empresas. Así que tenemos que ajustarnos al contexto social en el que vivimos, tratando de cambiarlo hacia la abolición de la explotación animal mediante el activismo educacional.


Por otra parte, es una buena noticia que aparezcan estos nuevos productos porque esto refleja que el número de veganos ha aumentado y se les tiene en cuenta como consumidores. Ahora, también es cierto que no sirve de nada tener opciones veganas disponibles si perdemos de vista que debemos conseguir progresivamente que la sociedad sea vegana

Veganismo no significa formar parte de ningún culto, comunidad o club. Veganismo significa dejar de formar parte de la explotación animal. Veganismo significa hacer activismo para erradicar la explotación de los animales no humanos. Veganismo significa la emancipación de los animales no humanos de la dominación de los humanos.

El veganismo no trata acerca que a nosotros nos resulte más cómodo vivir sin utilizar a los animales no humanos. No es un estilo de vida. De lo que se trata es de lograr la abolición de la explotación especista, empezando por aplicar ese principio abolicionista en nuestra propia vida. Es una cuestión de justicia moral.

En países como Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania puedes encontrar miles de opciones veganas de todo tipo en todas partes. Sin embargo, el porcentaje de veganos no supera todavía el tres por ciento de la población. Y si nos quedamos así entonces los demás animales seguirán siendo esclavizados indefinidamente, igual que ahora.


En aquellos países parece que predomina el modelo del vegano-consumidor, que es muy riguroso en lo que consume, lo cual está bien, pero no es menos importante ser un vegano-activista que hace todo lo que está en su mano para promover educativamente el veganismo.


Sin embargo, el porcentaje de veganos que hace activismo vegano es una minoría. Por desgracia, muchos veganos no pueden hacer activismo por cuestiones personales o dedican su tiempo a campañas que no difunden el veganismo sino que se centran en la 'crueldad' de algún tipo específico de explotación especista [tauromaquia, caza de focas, pieles,...] en lugar de promover el veganismo. Sería una gran noticia que esta tendencia se revirtiera y que todas las personas que son veganas dedicaran sus esfuerzos principalmente a difundir el veganismo.


Aun siendo muy pocos, en comparación, quienes hacemos activismo vegano, se puede apreciar que el veganismo ha crecido muy notablemente en estos últimos años, con la inestimable ayuda de Internet y el imprescindible trabajo de algunos colectivos veganos.


¿Cuánto más prodríamos conseguir si todos centráramos nuestras energías en la difusión del veganismo? Podríamos conseguir un mundo vegano.


Si nos importa la justicia entonces haremos todo lo que podamos para remediar la injusticia. Si nos importan las víctimas haremos todo lo posible por acabar su opresión. Todo lo posible ajustado a los mismos principios éticos que decimos defender.


En conclusión, podemos decir que sí es una buena noticia. Pero no perdamos de vista el verdadero centro del asunto: conseguir abolir el prejuicio del especismo y la explotación de los animales.

16 de diciembre de 2013

Los reptiles son seres sintientes




En consonancia con un anterior artículo, titulado "Los peces son seres sintientes", me gustaría seguir exponiendo evidencias acerca de la sintiencia en los animales nohumanos que tradicionalmente han sido más ignorados o excluidos en el reconocimiento de su capacidad de sentir. En este caso hablaremos del grupo de los reptiles.

Antes de nada me gustaría comenzar este ensayo aludiendo a un famoso y extendido mito que afirma que nuestro cerebro está divido en tres partes que convergen en una solo: "el cerebro tri-uno". Esta idea dice, básicamente, que los humanos tenemos un cerebro reptiliano [instintos], un cerebro límbico [emociones] y un cerebro mamífero o neo-córtex [inteligencia] que se fusionan en un solo órgano. Por tanto, los reptiles - al tener sólo un cerebro reptiliano - se limitarían a reaccionar instintivamente y no experimentan emociones ni razonan. Este mito fue incluso difundido por Carl Sagan.

Sin embargo, según explica la bióloga Carmen Agustín Pavón, se trata de un modelo erróneo que no corresponde a la realidad: 

«Existen teorías, modelos y conceptos obsoletos, invalidados por investigaciones más recientes, que no obstante continúan, persistentes, formando parte del imaginario científico popular. A toparme de vez en cuando en revistas o charlando con colegas de profesión con uno de éstos soy especialmente sensible, quizá por haberme familiarizado con él cuando era estudiante de doctorado en Neurociencia: se trata del cerebro triuno. (...) este modelo postula que nuestro cerebro está compuesto, cual rompecabezas, por un cerebro reptil, uno paleomamífero y uno neomamífero. Sin desmerecer las muchas contribuciones de Paul McLean, que acuñó dicho concepto hace más de 60 años, a la investigación en neurociencia y psiquiatría (entre las que se cuenta su esfuerzo por señalar la importancia de las emociones y la socialización para el comportamiento humano, acompañado de la introducción del término sistema límbico), su modelo es erróneo desde el punto de vista anatómico, funcional y evolutivo. Sabemos, por ejemplo, que los reptiles poseen amígdala, que hoy se considera parte fundamental del sistema límbico y que en el modelo tripartito forma parte del cerebro paleomamífero; (...)»

Esto quiere decir que es injustificado negar que los reptiles tienen una vida emocional igual que los demás animales. De todos modos, incluso aunque los reptiles carecieran de emociones, esto no significa que no sientan, es decir, que no perciban de forma consciente. Si un ser experimenta sensaciones [placer, dolor, imágenes, sonidos, olores] entonces tiene que ser necesariamente consciente. Una sensación no se puede producir de forma impersonal, sino que implica por lógica la existencia un sujeto. No puede existir una percepción de placer, o de dolor, o de un sonido, o de una imagen, sin que haya alguien que perciba de forma consciente.

Los humanos sentimos porque poseemos un sistema nervioso. Una de las funciones básicas del sistema nervioso es la producir sensaciones. Si los demás animales tienen un sistema nervioso, que es esencialmente similar al nuestro, no hay ninguna razón que justifique negar o cuestionar esta misma capacidad en ellos. Todas las evidencias (fisiológicas, etológicas) apuntan a que los animales que poseen un sistema nervioso centralizado estarían dotados de sensación y, por tanto, de conciencia.

En su articulo «The emotional lives of reptiles: stress and welfare» ["La vida emocional de los reptiles: estrés y bienestar"] el biólogo Marc Bekoff nos cuenta, entre otras cosas, lo siguiente:

«Los reptiles son un tipo evolucionado de vertebrados, que son utilizados en diferentes tipos de investigación, algunos de los cuales pueden resultar dañinos para su propio bienestar psicológico. Algunos reptiles muestran una conducta paterna muy compleja, y también se les ha observado jugando entre ellos. Gordon Burghardt - de la Universidad de Tenessee - y algunos de sus colegas, están entre los primeros que se han dedicado al estudio de la conducta y el bienestar de los reptiles, cuyos artículos publicados, y las referencias citadas en ellos, proporcionan una amplia base de datos para todos aquellos que quieran conocer más acerca de estos fascinantes e infravalorados animales.»

No subestimemos las mentes y la vida emocional de los reptiles

Acabo de recibir un nuevo artículo publicado por la Asociación Británica de Veterinaria titulado: «Assesing reptile welfare using behavioural criteria» ["Confirmando la evidencia del bienestar en reptiles usando un criterio basado en la conducta"] escrito por Clifford Warwick y sus colegas, el cual ofrece algunos datos relevantes. Ellos señalan, por ejemplo:

"(...) los reptiles han sido universalmente confinados en pequeños espacio. Contrariamente a lo pensado, los reptiles muestran evidencias de una comportamiento anormal que indice estrés.

El sumario de datos que el autor aporta acerca de los signos conductuales de estrés producido por el confinamiento resulta ser una fuente muy valiosa. Por ejemplo, en respuesta al estrés los reptiles muestran hiperactividad, hipoactividad, anorexia, auto-lesiones, inflamaciones del cuerpo, silbidos, jadeos, cambios de pigmento y otros rasgos anormales de conducta y respuesta fisiológica. Estos datos también aportan una herramienta útil para establecer el bienestar de los reptiles de acuerdo al criterio conductivo.

Los autores señalan que si bien hay también factores estresantes en condiciones naturales, "las habituales condiciones de cautiverio que pretenden reproducir los elementos del mundo natural con herramientas artificiales y deficientes privan a los animales de poder expresar su conducta normal y satisfacer sus necesidades biológicas, como son la búsqueda de comida, la libertad de movimiento, la investigación de su entorno,..."»
Hasta aquí algunas de las evidencias etológicas que se han recopilado.

Ahora, desde un punto de vista neurofisiológico, y según explica el doctor Antonio Damasio en su libro "Self Comes To Mind" [no menciono el título que erróneamente se ha traducido al español porque no tiene que ver con el original] los datos son medianamente claros respecto de la sintiencia de los reptiles:

«(...) siempre que los cerebros empiezan a generar sentimientos primordiales - y es algo que pudo haber ocurrido en una fecha bastante temprana de la historia de la evolución - los organismos adquieren una forma básica de sintiencia. A partir de entonces, pudieron desarrollar un sí mismo como proceso organizado y añadirlo a la mente, facilitando con ello el inicio de mentes complejas capaces de ser conscientes. Los reptiles son un ejemplo de este proceso (...)»

Creo que es necesario señalar dos puntos al respecto:

Primero; exponer estas evidencias no pretende fomentar la idea de que lo que hay que hacer es "mejorar" las condiciones en las que los reptiles, y los demás animales, son esclavizados. No. Lo que se pretende demostrar es la sintiencia —la capacidad de sentir. Las pruebas que se presentan son objetivas. Y demuestran que los animales no humanos poseen conciencia de lo que les sucede y experimentan sensaciones al respecto.

Segundo; exponer los resultados de experimentos y estudios en los que han sido utilizados los animales no implica ni significa estar de acuerdo con el uso de animales para fines científicos ni cualquier otro. Simplemente exponemos la evidencia que ya ha sido publicada y está disponible para consulta. De este modo, las dudas o negaciones, acerca de la sintiencia en los no-humanos, se ven refutadas por pruebas objetivas. Señalar estas evidencias no es diferente de señalar las evidencias que podemos comprobar en cualquier otra actividad, por muy reprobable que sea.

En definitiva, al igual que el resto de animales los reptiles son individuos que tienen intereses; son conscientes de lo que les ocurre, y lo que les ocurre les importa. Desde esta perspectiva se justifica que sean considerados personas; personas no humanas y que como tales deberían ser respetados; lo cual implica no utilizarlos como simples medios para nuestros fines. Utilizar a otros animales se lleva a cabo siempre sin su consentimiento o a costa de violar sus intereses básicos: el interés en continuar existiendo, el interés en ser libre, el interés en evitar el daño.

Violar los intereses de alguien para nuestro beneficio, o tratarlo como un medio para nuestros fines sin su consentimiento, es tratar a una persona como una cosa, como un objeto. Pero los seres sintientes se caracterizan esencialmente por ser sujetos. Por tanto, considerarlos como objetos —como seres que no sienten, que no tienen voluntad propia e intereses— es un error fáctico y moral; es una doble violación del principio de identidad. Ésta es la razón lógica objetiva que convierte en intrínsecamente errónea cualquier explotación de seres sintientes.

Enmendar este error tiene que comenzar por reconocer a los demás animales como individuos, como sujetos, como personas. Dejando de discriminarlos por su aspecto, por no ser humanos. Erradicar el especismo de nuestra mentalidad supone una nueva visión moral acerca de los aimales no humanos, que lo que tiene en cuenta sobre todo es que ellos son alguien, y no algo. Son sujetos y no objetos.



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- Electroencefalograma y cerebro en reptiles


12 de diciembre de 2013

El problema de fondo que sigue sin comprenderse




«Nuestro error fundamental no está en el hecho de que encerremos a los animales, causándoles soledad y angustia, en que les provoquemos sufrimiento, o en que ignoremos sus deseos. Claro que todo eso está mal, pero no es el error fundamental. Son consecuencias de nuestro fundamental error moral, que consiste en ver a los animales como seres que carecen de valor intrínseco, como recursos para nuestro beneficio.» Tom Regan

A pesar de lo que habitualmente parece creer casi todo el mundo —o lo que algunos animalistas se empeñan en divulgar a menudo— el problema moral en nuestra relación con los demás animales no está solamente en si les causamos daño físico o en si les hacemos sufrir. Esto es un error central que todavía no ha sido advertido ni por la sociedad ni por el movimiento animalista en general.

La cuestión de fondo está en que nosotros no tenemos derecho a utilizar a otros animales para nuestro beneficio. No estamos legitimados en usarlos para nuestros propósitos, sean los que sean. Independientemente de si al hacerlos les causamos daño o sufrimiento. Del mismo modo que no tenemos derecho a utilizar a otros humanos para nuestros fines sin su consentimiento explícito, aparte de si se les causa daño o sufrimiento. No hay razón que justifique moralmente estos actos. Y si no hay una razón entonces significa que al hacerlo nos estamos basando simplemente en nuestro beneficio o capricho.

De hecho, el motivo habitual por el que evitamos hacerles daño, o nos preocupamos por su bienestar, no tiene que ver con ellos mismos, con sus intereses, sino con el provecho que podemos sacar de ellos. Nuestra relación con los demás animales está basada en la utilización que hacemos de ellos. He aquí el problema fundamental.

Utilizar a otras personas, humanas o no humanas, sin tener en cuenta su libre voluntad, su consentimiento, significa tratarlas como objetos. En esto consiste la explotación.

Explotación es usar a otros seres como simples medios para nuestros fines. Hacer esto con seres que no sienten, que no tienen conciencia [minerales, plantas, máquinas] puede ser aceptable. Pero no lo es hacerlo con seres que pueden sentir y que tienen su propia voluntad e intereses.

Tenemos sometidos a los demás animales a la condición de propiedad, es decir, a la esclavitudEsclavitud significa adueñarse de otras personas, es decir, considerarlas propiedades: meros recursos para nuestro beneficio. Este es el estatus que tienen actualmente los animales no humanos en nuestra sociedad. Todos ellos, sin excepción, son propiedades de los humanos. Algunos son propiedades de particulares, otros de empresas, y otros del Estado, pero todos los animales están clasificados como propiedad.

Cuando unos humanos son propiedad de otros humanos esto se considera esclavitud. Lo mismo vale para los demás animales. La especie de los individuos es irrelevante. 

Si el único problema moral en nuestra relación con otras personas fuera el hecho de infligirles sufrimiento entonces se podría justificar la esclavitud con la excusa de que la esclavitud no siempre tiene necesariamente que infligir sufrimiento a sus víctimas.

Del mismo modo, también se podría justificar muchos otros crímenes, como la violación sexual, la pederastia y el abuso de menores. Con la misma excusa de que no necesariamente al utilizarlos para fines sexuales se les tenga que causar daño o sufrimiento.

Pero la cuestión es que utilizar a alguien para nuestro beneficio sin que pueda dar su consentimiento explícito e informado —como es el caso de niños, ancianos o discapacitados mentales— significa dejar de respetarlo como persona para pasar tratarlo como un si fuera un objeto de nuestra propiedad. Hacer esto con seres humanos no es aceptable. Pero tampoco lo es cuando se trata de otros animales.

Las vidas de los demás animales están determinadas por nosotros a cumplir alguna función de utilidad para los humanos. La continuidad de su vida, su libertad de movimiento o su bienestar están supeditados a lo que nosotros decidamos para nuestro beneficio.  En esto consiste la opresión especista sobre los no-humanos. Consideramos a los otros animales como medios para fines humanos y no como fines en sí mismos. Los cosificamos. No les reconocemos que tengan derecho a vivir o a estar libres de nuestra dominación para que ellos pueda llevar una existencia independiente, autónoma, en la que realicen sus propios proyectos de vida.

Cuando decimos que los demás animales son considerados como meros recursos, lo que queremos decir con esto es que son considerados moral y legalmente como propiedades. Su estatus es el de propiedad de los humanos. Carecen por completo de derechos y de protección legal de sus propios intereses. Ellos son considerados meros recursos para satisfacer necesidades y deseos humanos.

Los seres humanos también son en cierto modo considerados ocasionalmente como recursos, pero no como meros recursos. Es decir, no se les puede utilizar exclusivamente como si sólo fueran recursos. Los seres humanos son respetados como personas y sujetos de derechos. Esto quiere decir que no se les puede usar, para beneficio de otros, sin su consentimiento o a costa de violar sus derechos básicos. Pueden ser tratados instrumentalmente sólo en el caso de que den su consentimiento explícito e informado y no sea a costa de vulnerar sus derechos; en este ámbito moral rigen las relaciones económicas y laborales en la sociedad.

Por tanto, usar a alguien como recurso sólo sería moralmente aceptable si se hace con su consentimiento explícito e informado, y se respetan sus derechos. Esta situación sólo puede darse con seres humanos adultos y en plenas facultades mentales. En cambio, los demás animales no pueden darnos su consentimiento explícito e informado, por lo que usarlos como recursos es siempre inmoral: es contrario a la ética básica.

Los seres humanos no son considerados como meros recursos, como propiedades, en nuestra sociedad. Al contrario de lo que hacemos con los demás animales, a los humanos no los sometemos para usarlos como comida o como vestimenta, o como sujetos forzados de entretenimiento y experimentación.

Si en nuestra sociedad no comemos seres humanos, ni en general está aceptado que les explotamos como meros recursos, entonces es el prejuicio del especismo la verdadera causa que impide que respetemos de la misma manera a los demás seres conscientes. Excluimos a otros animales de nuestra consideración moral por el simple hecho de no ser humanos.

No pongo en duda la preocupación sincera de mucha gente por el bienestar de los animales no humanos que explotamos. Pero pensemos por un momento si nos parecería justo que otras personas nos tuvieran sometidos de por vida sin tener en cuenta nuestro consentimiento y nos utilizaran para sus propios fines, aunque fuera sin hacernos daño. ¿Nos parecería justo? Y si no es así ¿por qué aplicamos un criterio sobre otros animales que no aceptamos para nosotros mismos? Por especismo.

La ética no se limita sólo a la consideración por el bienestar. La ética tiene que ver primeramente con el reconocimiento el valor intrínseco que poseen todos los seres sintientes, es decir, con el hecho de reconocer que ellos poseen un valor en sí mismos y por sí mismos, que es diferente del valor instrumental que nosotros podamos darles. De este modo lo expresa el profesor Tom Regan:

«Todos los animales son alguien. Alguien con una vida propia. Detrás de esos ojos hay una historia, la historia de su vida en su mundo como ellos lo experimentan. En nuestra cultura, nos han hecho pensar en los animales como cosas, como mercancía. El gran desafío yace en un cambio de percepción. La comprensión de que ellos tienen una vida propia, independiente de su utilidad para mí o para cualquier otra persona: esto es lo que estoy intentando establecer cuando me refiero a ellos como *sujetos de una vida*. En este sentido, son exactamente como nosotros, iguales a nosotros.»

Respetar este valor moral intrínseco en los demás animales implica no utilizarlos; no tenerlos sometidos a la condición de nuestra propiedad, no tratarlos como simples medios para nuestros fines. Se trata del mismo criterio de consideración moral básico que ya reconocemos entre humanos. La especie no es un criterio justificado para discriminar a otros individuos de este criterio moral.

Siempre que no interferimos en sus hábitats naturales, los demás animales se constituyen como seres independientes y autónomos que viven sus propias vidas en libertad, en sus propios términos. Todos los animales no humanos que son ahora propiedad de los humanos fueron originariamente secuestrados de su hábitat natural, donde vivían en libertad, o son descendientes de aquellos que fueron sometidos mediante la coacción. 

Remediar esta dinámica explotadora implica que debemos dejar de participar y apoyar el uso de animales no humanos. Sin importar de qué uso se trate. Por eso el primer paso fundamental para remediar nuestra injusta relación con los demás animales es el veganismo. El veganismo es algo que podemos entender fácilmente y que podemos llevar a la práctica ahora mismo, sin esperar a que haya leyes que lo aprueben.

La cuestión de fondo es si vamos a tomarnos en serio a los demás animales y vamos a basar nuestra conducta en la ética. O si de lo contrario vamos a seguir viéndolos como seres inferiores que sólo importan por su valor de utilidad para nosotros. Si elegimos hacer esto último no estaremos actuando de forma diferente a todos aquellos que explotan a otros humanos. Es la misma mentalidad cosificadora que sólo valora a otros individuos en tanto que podamos utilizarlos para nuestro provecho.

No tenemos que mirar a otro lado si queremos reconocer abusos por parte de quienes se creen legitimados a actuar así por el hecho que son más inteligentes o más poderosos. Mirémonos a nosotros mismos y lo que estamos haciendo a los demás animales.

Mientras no erradiquemos de nuestra mentalidad y de nuestra práctica esa idea de que los demás animales son medios para nuestros fines no habrá ningún avance sustancial en nuestra relación moral con ellos y seguiremos sometiéndolos a nuestra dominación.

Si de verdad nos vamos a tomar en serio los intereses de los demás animales, entonces tenemos que dejar considerarlos como instrumentos que existen para nuestro beneficio y comprender que ellos son personas: individuos con sus propios intereses, que tienen un valor moral intrínseco que debemos respetar.

«Una teoría sensata y coherente sobre los derechos de los animales debería centrarse en solo un derecho para todos los animales: el derecho a no ser tratado como propiedad de los seres humanos.» ~ Gary L. Francione

10 de diciembre de 2013

Feminismo mal entendido


«Qué otra clase de feminismo practicamos cuando eludimos mirar con rigor las nuevas injusticias que podemos estar originando en nuestro empeño? El triunfo del feminismo será la eliminación de la injusticia, no el cambio de los individuos que la sufren ni la búsqueda de una compensación por una discriminación histórica.» — Elena Alfaro

En ciertas ocasiones podemos encontrarnos con una dudosa interpretación, supuestamente feminista, acerca de la explotación que ejercemos sobre sobre los demás animales. Esta perspectiva se podría resumir en lemas como el siguiente:

«¿Feministas que consumen lácteos? La leche de vaca es tortura, explotación, violación y asesinato de las hembras de otra especie. A ser coherentes con nuestras ideas!»

¿Qué conclusión deberíamos sacar de ese enunciado? Que la explotación sobre los machos sí estaría bien ¿o no? No habría problema por tanto en que las feministas consumieran animales masculinos. Ésta parece la conclusión lógica que se deriva de afirmar que no hay que explotar a otros animales por el hecho de ser mujeres —por ser hembras en definitiva. Este criterio no sanciona la explotación de los animales de sexo masculino.

Hay razones para considerar que ese enfoque es un error. Afirmar que no debemos explotar a otros individuos por ser hembras no es feminismo; más bien sería sexismo. A las vacas — y demás animales no humanos— se les discrimina y explota con la excusa de que no son humanos; no porque sean de sexo femenino. Los individuos no humanos de sexo masculino son explotados igualmente bajo la misma discriminación especista.

Podemos entender que ese planteamiento basado en el sexo es tan erróneo como lo sería alegar que la violación de niñas es una cuestión feminista porque ellas son de sexo femenino, ignorando al mismo tiempo a los niños que son igualmente víctimas de abusos sexuales. Estaríamos de nuevo ante un criterio sexista; no feminista. El feminismo no discrimina entre grupos o sexos, sino que pretende acabar con la discriminación moral entre sexos motivada por un prejuicio concreto: el machismo.

El feminismo se fundamenta en el principio de igualdad y el respeto al valor intrínseco de la persona; y no en intentar privilegiar a un colectivo frente a otro.

El feminismo no trata acerca de las mujeres como entidades biológicas —no es una cuestión ginecológica ni psicológica— sino que trata acerca del prejuicio sexista que las discrimina injustamente frente a los varones y todo el sistema generado bajo este prejuicio: el patriarcado. Señalar esta diferencia puede quizás parecer sutil, sin embargo veremos que resulta de la mayor importancia.

Una mujer no merece respeto por el hecho mismo de ser mujer sino por el hecho de ser persona. El sexo —así como la raza o la especie— no tiene que ver con la constitución de la personalidad entendida fundamentalmente como la capacidad de sentir: el hecho de ser un individuo consciente que tiene voluntad e intereses propios.


La única característica relevante para ser reconocido como miembro de la comunidad moral es la sintiencia. Todo lo demás es secundario o irrelevante, incluyendo el hecho de ser humano.

El feminismo ha fomentado importantes nociones morales a la ética. Una de ellas es la idea de que si el cuerpo de una mujer es suyo —es parte integrante de su personalidad— entonces nadie debe tomar decisiones que afecten a su cuerpo sin el consentimiento de ella. Utilizar el cuerpo de otra persona para nuestro beneficio, sin su consentimiento, es una grave transgresión moral. Esto es una vulneración del respeto más básico que toda persona merece.

¿Acaso no estamos utilizando los cuerpos de otros animales para nuestro beneficio sin el consentimiento de ellos y a costa de violar sus intereses más básicos? ¿Acaso no los estamos confinando, privando de libertad, mutilando y matando rutinariamente para utilizarlos como comida, vestimenta, entretenimiento, sujetos forzados en experimentos, y otros fines? Alguien que se considere feminista sin duda debería como mínimo reflexionar sobre todo esto y comprobar si es compatible con sus principios morales.

Una persona puede en la práctica ser feminista y al mismo tiempo ser especista. Esto es un hecho evidente. Por tanto la crítica debería centrarse en el especismo y no en sugerir a las feministas que está mal explotar a otros animales por ser de género femenino. Esto último es simplemente un argumento sexista. El sexo de un individuo es irrelevante en lo que se refiere a la consideración moral.

Comentarios como «la leche de vaca es tortura, explotación, violación y asesinato de las hembras de otra especie» o también: «la producción lechera destinada a los humanos es una explotación explicita del cuerpo femenino y refleja una forma de violencia sexista» claramente denuncian un tipo de violencia concreta por el hecho estar dirigida contra animales hembras. Pero el prejuicio que motiva o permite dicha violencia no es el sexismo sino que es el especismo.

Según ese planteamiento basado en el sexo no sería coherente el hecho de ser feminista con el hecho de participar en la explotación de otros animales porque son hembras [mujeres]. Por eso: porque son de sexo femenino. No se argumenta que sean seres sintientes o personas con derechos. Ese planteamiento dice que no hay que explotar a otros animales por el hecho de que son de sexo femenino. Esto es sexismo.

No explotamos a las hembras de otras especies por ser de sexo femenino, sino por pertenecer a otra especie que no es la humana. Por tanto, aquella arenga está errada e ignora que la misma violencia afecta por igual a los no-humanos de sexo masculino. De ahí que podamos juzgar que se trata de un enfoque equivocado y sexista.

En realidad, el feminismo como tal no es incoherente con el hecho de participar en la explotación especista. El feminismo se refiere al prejuicio del machismo. Pero la explotación especista no está motivada por el machismo, sino por el especismo. 

Lo que sí sería incoherente es que teniendo en cuenta que el feminismo se basa en el principio de igualdad y en el principio de respeto al valor inherente de la persona, entonces quien defienda el feminismo no aplique esos mismos principios cuando se trata de nuestra relación moral con los otros animales. Esto sí es moralmente incoherente.

El feminismo se opone al machismo porque se basa en la igualdad y el respeto por la persona. Por ello, las feministas deberían aplicar esa misma base ética contra el prejuicio del especismo para rechazarlo. Todos en general deberíamos hacerlo así.

El veganismo es análogo al feminismo, pero aplicado a la opresión especista que ejercemos contra los animales no humanos.

El veganismo y el feminismo compartirían la misma base moral. Pero se diferencian en el enfoque a donde dirigen su mensaje y estrategia.
El feminismo se enfoca en el machismo y por su parte el veganismo se enfoca en la opresión especista. Machismo y especismo son prejuicios diferentes —aunque igualmente erróneos— y necesitan una respuesta específica.
El feminismo surgió para responder al machismo; y el veganismo surgió para oponerse al antropocentrismo.

Al igual que el sexismo; el especismo discrimina injustamente, puesto que todos los animales somos individuos y tenemos los mismos intereses básicos. El especismo es análogo al sexismo en que discrimina a las personas por características irrelevantes para la consideración moral.


La diferencia entre veganismo y feminismo está en el prejuicio al que dirigen su mensaje. Por eso ambos se refieren a individuos diferentes. Pero ni el feminismo ni el veganismo discriminan moralmente entre individuos sino que se enfocan sobre un prejuicio específico que discrimina injustamente entre individuos.