1. ¿Quién impone a quién?
Una de las objeciones contra el veganismo que más aparece expresada habitualmente es aquella que dice que «no tenemos derecho a imponer nuestras creencias o ideas a los demás» y se acusa a los veganos de querer imponer el veganismo a los demás. En este ensayo voy a intentar aclarar si semejante argumento tiene alguna legitimidad racional.
En primer lugar, resulta más o menos evidente comprobar que quienes alegan semejante objeción estarían de hecho incumpliendo su propio criterio, puesto que ellos imponen sus ideas antropocentristas sobre los demás animales, es decir, someten a millones de animales a ser utilizados para servirles de comida, vestimenta, transporte, o entretenimiento, entre otros fines. Pero los animales no han dado su consentimiento para ser instrumentalizados en nuestro beneficio, es decir, para ser explotados, y además esta explotación implica una violación inherente de sus intereses más básicos —el deseo de vivir, el deseo de evitar el daño y el sufrimiento— que todos los seres conscientes compartimos.
Esa contradicción sucede porque la mayoría de la gente asume de partida como válido el prejuicio especista que discrimina a los demás animales de la comunidad moral por el mero hecho de no ser humanos, a pesar de que la diferencia de especie no supone una diferencia en los intereses básicos. Afirmar que es correcto que los otros animales estén excluidos de la categoría de sujetos de consideración moral porque no son humanos significa tratar de justificar el especismo con un argumento especista. Lo cual es una petición de principio —una falacia que consiste en usar como argumento la misma tesis que se debe demostrar.
La verdad es que no obligamos a nadie a ser vegano contra su voluntad. En cambio, quienes participan en la explotación animal están obligando a los animales a estar sometidos a la esclavitud, siendo así víctimas de un abuso contra su libertad, su vida y su integridad física. Si alguien considera que es válido el principio de que no debemos imponer nuestros deseos y necesidades a otros individuos, entonces debería, por coherencia, dejar de utilizar a los demás animales. Así pues, la objeción de que «no debemos imponer nuestras ideas a los demás» conduce necesariamente al veganismo.
2. La moralidad de la imposición
Si quienes alegan esta objeción pretenden implícitamente manifestar que no existe tal cosa como una moralidad objetiva, un código de conducta universal que debamos acatar, entonces debo aclarar que estarían incurriendo en una contradicción que es inherente a cualquier postura relativista. Es decir, si uno pretende afirmar que no hay verdades o principios objetivos universales entonces estaría pretendiendo afirmar un principio universal y objetivo: estaría diciendo que hay una verdad universal que dice que no debemos imponer nada a los demás. He ahí la inconsistencia intrínseca al relativismo que lo refuta como un absurdo lógico.
Hay otra razón, además, que explica por qué criticar una postura ética alegando simplemente que quienes la proponen buscan imponer su punto de vista a los demás no puede ser una crítica válida ni razonable.
Preguntémonos lo siguiente: ¿qué significa estar en contra del racismo si no es, al menos en parte, pretender que dejemos de discriminar a otros individuos por su raza o amonestar en su conducta a aquellas personas que lo hacen? ¿No es esto, acaso, una imposición en contra de la conducta racista? Obviamente lo es. ¿No estamos coartando las libertades de los racistas y siendo intolerantes con sus ideas y acciones? Claro que sí. Ahora bien, ¿es esta imposición éticamente justificable? Ésa sería la pregunta acertada.
Por la misma razón, no es una crítica honesta ni válida juzgar que una ética de respeto a todos los animales busca restringir las acciones de los demás mediante la imposición, ya que la aplicación de toda postura ética incluye una imposición y una restricción en nuestra conducta.
No hay postura moral, política o legal que no pretenda de alguna manera imponer sus ideas a otros. La imposición no es una característica que distinga a unas doctrinas de otras, sino que es inherente a todas ellas. Lo razonable, por tanto, es preguntarse dos puntos elementales: [1] cuál tipo de imposición prescribe, y [2] cuál supuesta razón justificaría tal imposición.
Pongamos otro ejemplo de imposición que se suele alegar contra el veganismo: el hecho de que los veganos alimentan a sus hijos de forma vegana. Por hijos entendamos aquí a los hijos naturales o a los que han sido adoptados —ya sean humanos o no humanos. ¿Hay imposición? Bueno, si realmente la hay no sería esencialmente diferente a la imposición que todos los padres practican respecto de sus hijos.
Todos los padres dictan a sus hijos una serie de pautas de comportamiento, sobre todo y especialmente cuando no pueden valerse por sí mismos como seres responsables de su conducta. Estas normas existen para beneficiar a los hijos, para asegurar su vida y su bienestar. De nuevo comprobamos que hablar meramente de «imposición» no nos aclara nada en absoluto acerca de la legitimidad de la imposición.
3. El veganismo no se fundamenta en la imposición
Ahora bien, si por imposición queremos referirnos correctamente a forzar a otros sin su consentimiento, o contra su voluntad, para satisfacer nuestros deseos, en ese caso creo necesario señalar que la dinámica del veganismo como movimiento social no puede basarse en la imposición sino en la concienciación educativa.
Cuando llevamos a cabo activismo educacional —y creo que afortunadamente cada vez más veganos se están inclinando por este tipo de activismo— no estamos imponiendo; estamos meramente informado, dialogando y concienciando a la gente Estamos difundiendo información que apela a la razón y la conciencia moral de las personas.
No obstante, si educar sobre veganismo fuera algun tipo de imposición, entonces no lo sería menos la práctica de adoctrinar a los niños en prejuicios especistas a través de la educación que recibimos desde la infancia. Luego resultaría que todos practicaríamos la imposición, y así volveríamos de nuevo al punto señalado anteriormente: ¿se justifica moralmente la imposición que pretendemos o que practicamos?
No conozco ningún argumento que justifique racionalmente la explotación que ejercemos sobre los animales. En cambio, sí hay razones que explican por qué el veganismo es una obligación moral; comenzando por algo tan elemental como el principio de igualdad.
Si los animales son individuos que poseen voluntad e intereses propios entonces no se puede justificar moralmente que les impongamos nuestra voluntad y nuestros intereses sólo porque obtengamos un beneficio de ello. ¿Por qué debemos respetar la individualidad, la voluntad y los intereses humanos pero no debemos respetar igualmente la individualidad, la voluntad y los intereses de los animales? Se trata básicamente de la misma individualidad, voluntad e intereses. La diferencia de de especie no puede justificar una discriminación en la consideración moral así como tampoco puede justificarlo la diferencia de raza o de sexo.
No puede ser ético, desde un punto de vista racional, que impongamos nuestros deseos y necesidades sobre otros animales que tienen los mismos intereses básicos que nosotros. Y es inexcusable que lo continuemos haciendo cuando es un hecho demostrado que podemos vivir saludablemente sin utilizar a los animales.
Si los animales son individuos que poseen voluntad e intereses propios entonces no se puede justificar moralmente que les impongamos nuestra voluntad y nuestros intereses sólo porque obtengamos un beneficio de ello. ¿Por qué debemos respetar la individualidad, la voluntad y los intereses humanos pero no debemos respetar igualmente la individualidad, la voluntad y los intereses de los animales? Se trata básicamente de la misma individualidad, voluntad e intereses. La diferencia de de especie no puede justificar una discriminación en la consideración moral así como tampoco puede justificarlo la diferencia de raza o de sexo.
No puede ser ético, desde un punto de vista racional, que impongamos nuestros deseos y necesidades sobre otros animales que tienen los mismos intereses básicos que nosotros. Y es inexcusable que lo continuemos haciendo cuando es un hecho demostrado que podemos vivir saludablemente sin utilizar a los animales.
Como activista, no es mi intención inicial imponer nada a nadie, sino todo lo contrario: que nadie que sea responsable de sus actos imponga sus deseos personales a otros; es decir, que todos los agentes morales actuemos de forma ética. La ética no es una imposición; no es algo externo que se cierne sobre nosotros, sino que es el fruto de nuestra propia razón moral.