Se ha convertido en objeto de discusión sobre si la tauromaquia es, o no es, un fenómeno cultural y artístico.
Considero que el problema de si la tauromaquia —o cualquier otra actividad que implique utilizar animales— se trata de arte o cultura es una cuestión del todo irrelevante para su consideración moral. El hecho de que en efecto la tauromaquia fuera arte o cultura no lo haría una práctica moralmente aceptable.
Intentar debatir si determinado uso de animales puede ser considerado como arte o cultura me parece un enfoque equivocado. Por un lado, valorar esta cuestión depende de criterios históricos que son objetivos —dependen de los hechos y no de las opiniones o valoraciones. Por otro lado, depende de los gustos estéticos, los cuales no pueden fundamentar los valores morales. Ética y estética no son lo mismo.
Para aclarar el asunto, pongamos un ejemplo comparativo: las luchas de gladiadores en la antigua Roma formaban parte de la antigua cultura romana, ¿cierto? Creo que eso es algo que nadie cuestiona siquiera. Nos encontramos ante un fenómeno cultural pero que al mismo tiempo consideramos cruel y sanguinario y claramente inmoral.
Si podemos aceptar que las luchas de gladiadores eran parte de la cultura romana, entonces no veo por qué no podemos aceptar igualmente que la tauromaquia es parte de nuestra cultura. De hecho, no hace falta fijarse mucho para ver que los antiguos coliseos romanos —en los que por diversión se obligaba a luchar a los esclavos hasta la muerte— tienen la misma estructura que las plazas de tauromaquia.
Si podemos aceptar que las luchas de gladiadores eran parte de la cultura romana, entonces no veo por qué no podemos aceptar igualmente que la tauromaquia es parte de nuestra cultura. De hecho, no hace falta fijarse mucho para ver que los antiguos coliseos romanos —en los que por diversión se obligaba a luchar a los esclavos hasta la muerte— tienen la misma estructura que las plazas de tauromaquia.
Ahora bien, el simple hecho de que cierta actividad sea parte de una cultura, o sea considerada arte, no lo excluye de atenerse a unos principios morales que determinan si es éticamente correcto.
En este caso, si aceptamos que los animales poseen un valor moral inherente y que no debemos infligirles daño sin necesidad ni razón que lo justifique, entonces la tauromaquia —al igual que los mataderos y demás formas de explotación especista— no puede ser moralmente aceptable.
En síntesis, considero que el problema de la tauromaquia, como cualquier actividad que implique usar animales, es una cuestión que debe debatirse en el contexto ético y no en el propiamente cultural o artístico. Entrar a discutir sobre si la tauromaquia es o no es realmente arte o cultura sólo sirve para desviar el tema de su verdadero centro: la ética.
No deberíamos aceptar la tauromaquia como parte de nuestra cultura, pero no porque no sea arte sino porque es una actividad inmoral. Si ya no podemos aceptar la tauromaquia como parte de nuestra cultura porque entendemos que es incompatible con el respeto que merecen los demás animales entonces, por la misma razón, tampoco deberíamos aceptar el resto de la explotación animal.
Disfrutar a costa del sufrimiento y la muerte de un toro en una plaza no es moralmente distintiguible de disfrutar a costa del sufrimiento y la muerte de otros animales sólo por el placer de saborear sus cadáveres y secreciones: carne, lácteos, huevos,... Igual de innecesario y de injusto es torear animales que comerlos.
En este caso, si aceptamos que los animales poseen un valor moral inherente y que no debemos infligirles daño sin necesidad ni razón que lo justifique, entonces la tauromaquia —al igual que los mataderos y demás formas de explotación especista— no puede ser moralmente aceptable.
En síntesis, considero que el problema de la tauromaquia, como cualquier actividad que implique usar animales, es una cuestión que debe debatirse en el contexto ético y no en el propiamente cultural o artístico. Entrar a discutir sobre si la tauromaquia es o no es realmente arte o cultura sólo sirve para desviar el tema de su verdadero centro: la ética.
No deberíamos aceptar la tauromaquia como parte de nuestra cultura, pero no porque no sea arte sino porque es una actividad inmoral. Si ya no podemos aceptar la tauromaquia como parte de nuestra cultura porque entendemos que es incompatible con el respeto que merecen los demás animales entonces, por la misma razón, tampoco deberíamos aceptar el resto de la explotación animal.
Disfrutar a costa del sufrimiento y la muerte de un toro en una plaza no es moralmente distintiguible de disfrutar a costa del sufrimiento y la muerte de otros animales sólo por el placer de saborear sus cadáveres y secreciones: carne, lácteos, huevos,... Igual de innecesario y de injusto es torear animales que comerlos.