30 de marzo de 2014

«Nos tratan como a animales»

 


A menudo se suele expresar como queja que "nos tratan como a animales" para significar que nos tratan como basura, como esclavos, como seres que no merecen consideración moral. Pues ésa es exactamente la manera en que nosotros tratamos a los demás animales. Toda una cultura especista reflejada en una simple frase.

25 de marzo de 2014

Algunas reflexiones sobre las campañas antiviviseccionistas



El tema de la utilización de animales para uso científico lo he tratado en varios ensayos como son: «Una cuestión moral» y también, de una forma más extensa y detallada, en: «Ciencia y especismo: la necesidad no genera legitimad moral». Asimismo, publiqué la traducción de un artículo académico escrito por la profesora Christiane Bailey que argumenta la línea abolicionista. Recomiendo su lectura para conocer las razones morales que justifican el rechazo hacia el uso de animales no humanos.

En esta ocasión, lo que quisiera exponer son una serie de reflexiones respecto de las campañas 'antiviviseccionistas', o campañas centradas en prohibir el uso de animales en investigación científica, y las razones por las cuales considero que son campañas erróneas por estar basadas en varios defectos morales y prácticos.

Aclaraciones pertinentes

En primer lugar, el error de base que afecta a esta clase de activismo está en el hecho de hablar de vivisección. La vivisección es sólo un tipo específico de experimentación con animales, y que consiste en diseccionarlos cuando aún están vivos. Pero hay muchos experimentos que no implican vivisección. O incluso que no implican atentar contra la integridad física de los animales. El hecho de que hablen de vivisección se debe a que las primeras campañas sobre esta cuestión que se hicieron en el siglo XIX consideraban que la vivisección era un tipo de experimentación muy cruel. No se oponían en sí a la experimentación con animales como tal, sino que iban sólo contra aquella que entendían que causaba más sufrimiento o que mostraba mayor desconsideración hacia las víctimas. Aunque las modernas campañas 'antiviviseccionistas' tienen un enfoque más amplio, y suelen hablar de la experimentación en general, siempre se enfocan o se limitan en realidad a muy determinadas prácticas. Por tanto, parece que mantienen el nombre para recordarnos su origen y enfoque bienestarista.

El segundo error que cometen estas campañas está en el hecho de negar tajantemente que la experimentación con animales es necesaria o que es útil o que es beneficiosa para los humanos. En primer lugar, la necesidad y la utilidad son dos categorías diferentes, aunque suelen confundirlas como si fuera la misma. Es decir, el hecho de que algo nos resulte útil para nuestros fines no implica que sea necesario. Tampoco es lo mismo si hablamos de beneficio. Pero estas tres categorías son usadas indistintamente en todos los alegatos 'antiviviseccionistas' que he conocido; lo cual es un profundo error. Hay prácticas que pueden cumplir con los tres características [necesidad, utilidad, beneficio] o que pueden cumplir sólo una, o ninguna de ellas.

¿La experimentación con animales es necesaria, es útil y es beneficiosa? ¿O no cumple con ninguna de esas características? ¿O sólo cumple con alguna, o algunas, de ellas? Cualquier análisis mínimamente objetivo, imparcial de la cuestión debería poder diferenciar entre ambas categorías y explicarlas de forma específica. Pero jamás he visto tal cosa en ningún texto que ataque, critique o defienda la experimentación con animales no humanos. No digo que no lo haya, sólo digo que yo no lo he visto; a pesar de que he estudiado gran cantidad de textos al respecto.

En cualquier caso, mi intención no consiste en llevar a cabo dicho análisis puesto que, como ya expuse claramente en los ensayos que cito al comienzo, el uso de animales no humanos es injusto por sí mismo, y no hay ninguna razón moral que lo justifique. El único criterio en el que me baso para juzgarlo es la ética. Por tanto, no es éticamente relevante saber si este uso es necesario, útil o beneficioso. Es inmoral. Esto es suficiente como para rechazarlo sin entrar a valorar otros criterios. Si bien es cierto que muchas personas no diferencian entre la ética y lo que resulta útil o necesario o beneficioso para ellos. Pero este sería otro tema quizás.

Desde la perspectiva ética es irrelevante esclarecer si la experimentación sobre animales no humanos es útil, necesaria o beneficiosa para nosotros. Del mismo modo que es irrelevante saber si es útil, necesario o beneficioso utilizar a seres humanos sin su consentimiento —y a costa de vulnerar su salud y su libertad— para determinar la moralidad de utilizar a seres humanos como sujetos forzados en experimentos médicos y científicos en general. Como acertadamente señala el profesor Tom Regan:

«El fin no justifica los medios. Incluso si fuera verdad que los humanos sacan grandes beneficios y ningún daño de esta práctica, esto no justificaría, de ningún modo, la violación de los derechos de animales cuya mala suerte los ha llevado a una jaula en algún laboratorio en alguna parte del mundo. No puede emanar ningún bien del mal que cometemos.»

¿Y si experimentando libremente con seres humanos —sin su consentimiento— fuera la única forma de curar el cáncer y otras graves enfermedades? ¿Estaría bien hacerlo?  Si decidiéramos utilizar a otros seres humanos, sin su consentimiento para experimentar con ellos, quizás podríamos conseguir conocimientos y avances médicos que ahora mismo pueden estar limitados debido al hecho de que respetamos los derechos de los humanos. Este caso se plantea en el libro Medidas  Extremas del autor Michael Palmer —a partir del cual también se realizó una película.

Del hecho de utilizar a los animales hemos obtenido beneficios que tal vez podríamos conseguir igual si decidiéramos respetarlos. Pero la posición antiviviseccionista de negar directamente que del uso de animales obtenemos beneficios es simplemente negar la evidencia, y demuestra una actitud fanatizada.

Más aún, los medicamentos para los animales no humanos que esclavizamos tienen que ser necesariamente experimentados con otros animales de la misma especie para ver si son efectivos. Por la misma razón que sin probar sustancias nuevas en seres humanos no se puede saber con certeza qué efecto tendrán en los humanos. Esa es una utilidad muy evidente que los 'antiviviseccionistas' ignoran debido a lo antropocéntrico de su planteamiento obsesionado con los beneficios para los humanos.

Muchas cosas que sabemos del sistema nervioso se han obtenido gracias a la experimentación con animales. De hecho, las pruebas más evidentes e importantes de que los demás animales son seres sintientes se han obtenido gracias a ese tipo de experimentación. En este blog he expuesto datos sobre ello, como sería, por ejemplo, el artículo sobre la sintiencia en los peces, entre otros muchos. Por tanto, esa experimentación ha sido útil aunque sea inmoral.

La inmensa mayoría de la comunidad científica publicita que el uso de animales permite avances y conocimiento que tal vez no se podrían obtener renunciando a este uso. Esta postura es casi unánime, ¿acaso se equivocan todos ellos frente a los 'antiviviseccionistas'? 

Ahora bien, el hecho de que efectivamente sea útil y/o beneficiosa no implica directamente que sea necesaria. Para saberlo tendríamos que renunciar completamente al uso de animales no humanos y, luego, ver cómo avanza el progreso científico en los próximos años en aquellas áreas donde antes se utilizaban a los animales no humanos. Lo que no podemos saber con certeza es si de haber renunciado a este uso en el siglo XIX, o en algún otro momento del pasado, hubiéramos obtenidos los mismos avances, o hubieran sido diferentes —quizás peores o quizás mejores. Eso es un ejercicio contrafactual, meramente especulativo. A día de hoy tenemos áreas de investigación en los cuales, por una mera cuestión práctica de eficiencia, se ha sustituido el uso de nohumanos; así que ¿cómo podemos afirmar razonablemente que algo es necesario si ahora sabemos que muchos usos similares no lo son?

Con todo esto pretendo señalar que no solamente se confunden categorías lógicas de significado, sino que muchas afirmaciones acerca de la supuesta necesidad son plenamente gratuitas y especulativas. Tanto quienes defienden fervorosamente la experimentación con animales no humanos como un remedio para todos nuestros males, como quienes la rechazan alegando que es inútil o que es un fraude, incurren en evidentes prejuicios y sesgos cognitivos. 

Compruebo a menudo poca, o ninguna, imparcialidad en sus análisis y menos aún en sus conclusiones. Para poder enterarnos correctamente debemos evitar sus conclusiones y dirigirnos directamente a los datos para razonar sobre ellos con lógica.

El antiviviseccionismo es especista

Las campañas 'antiviviseccionistas', al estar basadas en cuestionar la utilidad médica de la experimentación con animales para beneficio de los humanos, en realidad lo que promueven al final es que los partidarios de la experimentación con animales  se esfuercen por demostrar que esta experimentación es eficiente y buscan exponer al público todos los logros conseguidos que han involucrado el uso de animales en la ciencia.

El debate sobre la utilidad de la experimentación animal es un debate clamorosamente antropocéntrico. Imaginemos un debate acerca de si utilizar a seres humanos negros en experimentos, sin su consentimiento, fuera beneficioso para los blancos. Este debate parte de aceptar que tal actividad racista sería moralmente aceptable.

Los defensores de estas campañas alegan ocasionalmente que demostrar que los experimentos no son necesarios —ni útiles o beneficiosos— es lo mismo que demostrar que comer animales no es necesario para poder vivir. Pero, como he señalado, sus argumentaciones confunden entre las tres categorías señaladas. Ciertamente no necesitamos nutricionalmente comer animales, ni sus derivados, para poder vivir y estar sanos. Pero eso no quiere decir que utilizar a otros animales para comida no sea útil o no sea beneficioso. Puede sernos útil o beneficioso, como puede serlo el canibalismo. Pero eso no lo hace justo; no lo hace moralmente correcto.

En realidad, afirmar que la experimentación con animales no humanos es un fraude científico se asemeja bastante a la postura que dice que comer animales es malo para salud humana. Ciertas tendencias vegetarianas o naturistas pretenden sostener que consumir carne, huevos, y lácteos es intrínsecamente perjudicial para nuestra salud. Esta pretensión carece de evidencia que la apoye. Aparte de que no tienen en cuenta ni el tipo ni la frecuencia de consumo de esos productos, resulta que los humanos llevan comiendo a otros animales desde hace muchos miles de años. Si fuera cierto que comer animales es intrínsecamente dañino para la salud entonces tendríamos que habernos extinguido por enfermedad o debilidad hace ya tiempo. Pero no ha sido así. Y, además, se trata de un dato irrelevante a la hora de determinar la moralidad del uso de animales no humanos. Del mismo modo que si comer a otros humanos fuera bueno para nuestra salud esto no lo haría éticamente aceptable.

Aunque no sea lo relevante, siempre es pertinente señalar que actualmente ya hay opciones de investigación que no implican utilizar animalesPor esto, quienes afirman que estar en contra del uso de individuos no humanos es estar contra el progreso de la ciencia y la medicina simplemente mienten o hacen afirmaciones sin fundamento.

Si éticamente no se puede justificar el uso de animales no humanos en experimentos, por la misma razón tampoco se justifican las campañas antiviviseccionistas basadas en denunciar que esa práctica no beneficia a los seres humanos. Eso es especismo. Esas campañas están difundiendo de manera implícita la creencia de que si la vivisección fuera útil o beneficiosa para los humanos entonces sí estaría justificada. Así lo expresa Joan Dunyer:

«Cuando argumentamos a favor de los derechos animales, argumentamos contra todas las formas de abuso especista. Si en cambio argumentamos en base a, por decir, los beneficios para la salud del veganismo o la invalidez científica de la vivisección, tenemos que argumentar caso a caso, incluso alimento a alimento o experimento a experimento. 

Además, tales argumentos son dañinos en tanto en cuanto sugieren que es moralmente aceptable dañar a los animales no-humanos si dañarles nos beneficia. 

El argumento de la salud sugiere que estaría bien comer carne si la carne fuese saludable. El argumento científico sugiere que estaría bien viviseccionar si la vivisección fuese de gran valor científico. Así que si empleas argumentos de salud, científicos u otros que no relacionados con los derechos animales, por favor, asegúrate de que también enfatizas que las prácticas a las que te opones están moralmente mal.»

Si la experimentación con animales no humanos es éticamente injustificable, puesto que viola sus derechos, entonces cualquier debate sobre su utilidad o beneficio para los seres humanos es un debate antropocéntrico que sigue reforzando la idea de que si esas prácticas fueran útiles entonces estaría bien llevarlas a cabo. Ese debate es especista e ignora el derecho de los animales no humanos a no ser propiedad humana.

El antiviviseccionismo es inefectivo para acabar con la experimentación animal

Las campañas 'antiviseccionistas' comenzaron hace más de un siglo y hoy en día la experimentación con animales es más numerosa —en tipos de prácticas y en número de víctimas— que nunca antes en la Historia. Aparte, se trata de una campaña injustamente discriminatoria puesto que no hay ninguna diferencia moral entre la vivisección y el resto de la explotación animal.

Las regulaciones sobre la esclavitud de los animales no humanos —incluso aquellas que son supuestamente más restrictivas— no han conllevado una reducción del número de animales esclavizados, sino que, al contrario, provocan un aumento de las víctimas y una mayor tranquilidad en la conciencia de la gente, puesto que la gente cree infundadamente que será utilizado un menor número de animales y se les causará el menor sufrimiento posible.

En definitiva, considero que apoyar este tipo de activismo es apoyar la injusticia y el fracaso. La vivisección, al igual que cualquier uso de animales, es un error moral, pero las campañas antiviviseccionistas también lo son.

Estos son los hechos. Todo lo demás que se pueda alegar para defender esas campañas se reducen a ser insultos o amenazas contra quienes las critican, o a exponer datos erróneos y fácilmente refutables.

Lo que motiva estas campañas parece ser la fe: creer en algo a pesar de no tener ninguna evidencia que lo fundamente o que directamente contradice la realidad. Y también, en menor medida, las buenas intenciones que desconocen por completo la historia o no han analizado racionalmente la cuestión y sólo cuentan con su deseo personal de acabar con la vivisección.

Toda esta crítica que expongo se podría aplicar perfectamente al resto de campañas monotemáticas: tauromaquia, pieles, matanza de delfines,... Mientras sigamos apoyando el mismo tipo de activismo que ya fracasaba hace 40 años, seguiremos obteniendo sus mismos resultados.

Es imposible conseguir objetivos legales abolicionistas mientras no haya una mayoría social de gente que apoye la abolición a través del veganismo. El primero paso más fundamental e importante es informar y concienciar a la población acerca de la necesidad moral del veganismo. Sólo cuando haya un masivo movimiento social, motivados por razones morales, que postule la abolición del uso —la abolición de su estatus de propiedad— se podrá de verdad conseguir erradicar la explotación animal.

Mientras tanto, intervenir en política sólo conseguirá reformas bienestaristas de la esclavitud o prohibiciones menores que en nada ayudan a respetar los intereses de los animales. En las actuales circunstancias, lo más útil y efectivo que podemos hacer para ayuda a los animales a liberarse de la explotación es promover el veganismo.

Conclusión

Resumiendo, las tres razones principales contrarias al activismo antiviviseccionista son, a saber:

* Están basadas en una discriminación injustificada sobre una determinada área minoritaria de la explotación animal que es consecuencia directa del especismo. Es decir, sus campañas ignoran deliberadamente a la mayor parte de las víctimas del antropocentrismo.

* Sus argumentos son de tipo utilitario y antropocentrista. No cuestionan éticamente el especismo, sino que se enfocan en intentar demostrar, sin éxito e incurriendo en el despropósito argumentativo, que el uso de animales es contrario a la ciencia y no resulta en beneficios para los humanos. Estas afirmaciones a menudo ni siquiera se las creen ellos mismos, sino que lo usan estratégicamente por considerar el único medio, según ellos, de lograr acabar con la experimentación animal.

* Utilizan el insulto y el ataque personal contra cualquiera que consideren su enemigo u obstáculo, y que no esté de acuerdo con sus postulados. En algunos países, ciertos activistas 'antiviviseccionistas' incluso han llegado a emplear el acoso, las amenazas y las agresiones físicas, lo que únicamente conduce a una mayor incomprensión y hostilidad por parte de la sociedad a la idea de la liberación animal y la aprobación de leyes represivas contra los grupos animalistas.
Entiendo por todo ello que no debemos apoyar ese tipo de campañas. Si acaso debemos denunciarlas por injustas, inútiles y contraproducentes.

Sólo el enfoque abolicionista de los Derechos Animales respeta y protege a los animales como personas. El resto de doctrinas ideológicas sigue aceptando la cosificación e instrumentalización sobre los animales.

23 de marzo de 2014

La caza

Un programa de televisión satiriza el intento por parte de asociaciones de cazadores de adoctrinar a los niños para que vean la caza como algo atractivo y necesario. Pero ¿acaso no estamos haciendo exactamente lo mismo cuando los adoctrinamos para que crean que es atractivo y necesario  utilizar a los animales para servirnos de comida, vestimenta y otros fines que implican esclavizarlos y asesinarlos?
Podemos observar que muchos animalistas se ponen a discutir sobre si actividades como la caza, o la pesca, pueden realmente encajar dentro de la categoría de deporte. No obstante, es fácil comprobar que esta actividad entra dentro de la definición general aceptada de deporte. Lo mismo sucede con la hípica. Otra cosa distinta es que el hecho de utilizar y matar animales por deporte sea inmoral; que sea injusto y e intencionalmente dañino para los animales. Entrar a cuestionar su condición de deporte aporta una problemática innecesaria que distrae la atención del verdadero problema aquí; que no es la definición de deporte sino que es la ética en nuestra conducta.

Ahora bien, la caza no es un mero divertimento ni una actividad propia de psicópatas, o un simple negocio, como suelen apuntar los análisis más superficiales al respecto. La caza moderna es sobre todo un ritual cultural de dominación, mediante el cual se practica y celebra la opresión del ser humano sobre los demás animales. No se basa realmente en la necesidad o el beneficio, sino en la afirmación de la supremacía humana sobre las otras especies a las que considera su propiedad. La caza es pues un síntoma: es otra consecuencia más del especismo.

La causa originaria de esta violencia reside en considerar a los demás animales como meros recursos para nuestro beneficio, ya sea para cazar, para comer o vestir. En esto, los cazadores no se diferencian del resto de la gente que participa en la explotación animal. El único motivo real que tenemos para intentar justificar la utilización de otros animales para comida —o el vestirnos con trozos de sus cuerpos— es la inercia de la costumbre o el mero placer que obtenemos de ello.

Rechazamos la caza porque no fuimos educados para ver la caza como algo normal. No rechazamos comer animales porque fuimos educados para ver el consumo de animales como algo normal. Pero la injusticia es exactamente la misma.

Si podemos reconocer que es injusto aplicar la explotación sobre otros individuos [estos es: usar a alguien como un mero recurso; como un simple medio para conseguir un fin] entonces podemos darnos cuenta de por qué no es moralmente aceptable utilizar a otros animales para servirnos de comida. No podemos justificar moralmente la explotación animal más de lo que podríamos justificar la explotación humana.

La caza dejó de ser una necesidad real a partir del Neolítico. Su práctica se continúa principalmente, casi exclusivamente, por tradición y diversión. Como los animales están excluidos de la comunidad moral, y son considerados como objetos y meros recursos, entonces la caza ha continuado hasta nuestros días a pesar de que no existe ninguna razón que justifique infligir ese daño a los animales. Es otra actividad que se mantiene por costumbre, al igual que muchas otras que implican violencia sobre los animales. Sucede lo mismo también con la práctica de comer animales, que se mantiene principalmente motivada por la costumbre y el placer, a pesar de que no tenemos necesidad de comer animales para estar sanos.

Si tenemos en cuenta que no tenemos necesidad nutricional de consumir animales entonces no hay excusa para usar a otros animales como comida. Si lo hacemos no es por necesidad, sino por seguir una tradición en la que hemos crecido; o para obtener un placer; o por creer que los demás animales no merecen el mismo respeto que nosotros por el simple hecho de no ser humanos.

Los otros animales, al igual que nosotros, son seres conscientes que tienen un interés propio en vivir, en continuar existiendo, además de su interés en evitar el sufrimiento y disfrutar de un bienestar. Estos intereses son intrínsecos a su capacidad de sentir.

El problema no es sólo el consumo de carne, sino todo lo que procede de otros animales: huevos, lácteos, miel, cuero, lana,.... No hay diferencia. Todos proceden de animales que han sido explotados y finalmente destruidos. Tampoco hay diferencia en el hecho de que podemos vivir sin tener que recurrir a ningún producto de la explotación animal.

Cualquier tipo de explotación animal trata a los animales como objetos para la producción. Tanto en una granja industrial como en una granja tradicional —o en un criadero o en un coto de caza— los animales no humanos están allí para que nosotros obtengamos algún beneficio utilizando sus cuerpos; a costa de su vida y su libertad. Todos ellos son confinados en recintos y finalmente se les arrebata la vida cuando sus propietarios lo deciden. Tratamos a los animales como nuestras propiedades. Esto es  la esclavitud.

Los demás animales son considerados nuestros esclavos. Si la esclavitud es injusta cuando nuestras víctimas son otros seres humanos entonces, en virtud del principio moral de igualdad, también resultaría injusto cuando la infligimos sobre los otros animales.

Cualquier argumento que pretenda justificar la caza de animales, en el caso de ser válido, serviría igualmente para justificar la caza de seres humanos. Si podemos comprender que cazar está moralmente mal entonces también podemos comprender que, por la misma razón, está mal consumir productos de la explotación animal.


16 de marzo de 2014

Comer animales — Comer niños



Una noticia de la página satírica El Mundo Today, titulada: McDonald’s presenta una nueva hamburguesa de carne de niño criado en libertad, nos puede servir para reflexionar sobre la moralidad de nuestra relación con los demás animales.

Si fuera correcto comer a otros animales porque supuestamente son ellos son menos inteligentes,
 o menos conscientes que nosotros, entonces ¿por qué no estaría bien comer niños también que en efecto son menos inteligentes, o menos conscientes, que nosotros los adultos? 


¿Qué razón nos impide éticamente utilizar a seres seres humanos para comida y otros propósitos en los que usamos a los demás animales como simples medios para nuestros fines? Si hay alguna razón que justifique el respeto a seres humanos, sin importar su grado de inteligencia, entonces esta razón debería valer igualmente para los demás animales. Independientemente de la especie, tanto humanos como otros animales son seres sintientes que tienen intereses, como el interés en continuar viviendo.


Por otra parte, si fuera cierto que a los animales sólo les importa el placer y evitar el sufrimiento —tal y como defiende la doctrina del bienestarismo— entonces ¿por qué no aplicar la misma perspectiva hedonista respecto de los niños, o de los humanos en general? A simple vista, parece que los niños, o incluso todo los humanos en general, se limitan simplemente a rechazar lo desagradable y a buscar lo que consideran agradable.


Imaginemos que alguien expresara lo siguiente:

«No entiendo por qué algunos critican esto. Si los niños son felices y los matan sin dolor ¿qué problema hay? ¿Por qué algunos se oponen? ¿Qué tontería es esa de que “no está bien comer niños”? No hay que ser radicales. A los niños sólo les importa disfrutar y no sufrir. Están bien cuidados. Y además su carne está muy rica. ¿Acaso pretenden los extremistas que comamos piedras? Las plantas también tienen sentimientos y bien que se las comen esos hipócritas amantes de los niños.»

Puede ser relevante saber que los cerdos tienen un desarrollo mental equivalente al de un niño humano de tres años. La única diferencia es su cuerpo, y la especie en la que están catalogados, pero en su capacidad sensitiva e intelectiva son iguales a los niños humanos que rondan los tres años de edad.

Si los demás animales son seres conscientes que tienen voluntad e intereses propios referidos a su supervivencia y bienestar ¿por qué no los respetamos del mismo modo en que respetamos a los seres humanos? La única diferencia es la especie. Esta discriminación injustificada basada en la especie es a lo que denominamos especismo.

Este ensayo obviamente no pretende fomentar el uso de niños para comida ni el canibalismo. Se trata de un ejercicio de pensamiento paradójico, que consiste
 en deducir una conclusión coherente a partir de una creencia que se considera verdadera, la cual conduce a la paradoja de tener que asumir que esta creencia atenta directamente contra las otras creencias que también se han asumido como verdaderas.


Si alguien cree que está bien comer animales, y explotarlos en general, porque supuestamente son 'menos inteligentes' que los humanos esto conduce lógicamente a aceptar que los humanos 'menos inteligentes' puedan ser utilizados como comida para los humanos más inteligentes; lo cual contradice la noción moral de que los seres humanos no deben ser tratados como meros recursos. Si este argumento de la jerarquía de inteligencia no es válido para los humanos entonces por lógica tampoco puede serlo para los individuos no humanos. Si el grado de inteligencia no justifica infligir daño a otro humano, ¿por qué lo iba a justificar en el caso de infligir daño a un animal? Ambos igualmente tienen interés en no ser dañados.

Esto es un ejercicio mental para evidenciar que los argumentos usados para intentar justificar una discriminación moral basada en la especie esto es, el especismo― conducirían necesariamente, por lógica, a justificar el mismo trato hacia los humanos. De hecho, esos mismos argumentos fueron usados para intentar defender la esclavitud sobre seres humanos. Los mismos argumentos falaces son los que pretenden justificar el especismo.

11 de marzo de 2014

Especismo de las consecuencias



La falacia ad consequientam [dirigida a las consecuencias] consiste básicamente en intentar demostrar o refutar un argumento apelando a sus supuestas consecuencias, en lugar de rebatir la validez del argumento mismo. En esta misma falacia es en la que se basa la ideología del consecuencialismo: la idea de que el bien y el mal se determinan por las consecuencias de nuestros actos.

Expondré tres ejemplos muy habituales que se suelen alegar para intentar refutar la validez del veganismo apelando a la falacia consecuencialista:

1. Está bien que comamos animales porque de lo contrario moriríamos.

Ante ese argumento hay dos respuestas. Una enfocada a la validez empírica y otra a su validez formal.

En lo empírico: es un hecho que los humanos no tenemos necesidad nutricional de utilizar a otros animales para alimentarnosUna alimentación vegana, que esté bien planificada, nos aporta todos los nutrientes que requiere nuestro organismo. Por tanto, las circunstancias no nos abocan a la necesidad de usar a otros animales. El cultivo agrícola nos suministra todo los alimentos que necesitamos.  Sí, también la vitamina B12.

En lo moral: la necesidad no es una justificación ética. 

El hecho de que tengamos necesidades alimenticias no nos legitima en utilizar a otros animales –u otros humanos– para satisfacerlas, del mismo modo que el hecho de tener necesidades sexuales no nos justifica en utilizar a otros humanos –u otros animales– para satisfacerlas sin su consentimiento o a costa de vulnerar su vida o su libertad. 


Una justificación moral es un razonamiento que se deduce a partir de aplicar los principios éticos básicos. Estos principios son la igualdad [el principio de igual consideración] y el valor intrínseco.


El hecho de utilizar a alguien para nuestro beneficio sin su consentimiento o vulnerando sus intereses básico no se ajusta e estos principios sino que, al contrario, los viola flagrantemente.


Por tanto, si la única forma de evitar la muerte fuera usar a otros animales como comida esto seguiría siendo moralmente incorrecto, del mismo modo que si la única forma de tener relaciones sexuales fuera violar a alguien esto seguiría estando igual de mal. La necesidad nunca justifica éticamente ninguna acción.


Hay otro argumento que reza así:

2. Si nos hacemos veganos entonces la civilización humana se colapsará y desaparecerá.

No hay prueba alguna de que el veganismo suponga una amenaza a la civilización humana. Nadie ha demostrado tal cosa. Ese argumento también se usó en el pasado para intentar atacar la emancipación de los esclavos humanos o el reconocimiento de igualdad de derechos a la mujer. Tanto los esclavistas como los defensores del patriarcado afirmaban que abolir la esclavitud y el sometimiento sobre las mujeres supondría, como consecuencia, el caos y la desaparición de la sociedad civilizada.

En relación con este argumento se suelen alegar a menudo toda clase de disparates como, por ejemplo, afirmar que si dejamos de comer a otros animales entonces su sobrepoblación invadiría el planeta y no nos dejaría espacio a nosotros. La asombrosa estulticia de tal pensamiento se evidencia al darnos cuenta de que la gran mayoría de animales que usamos para comida son traídos al mundo por los propios humanos. La utilización de animales para alimento –o para vestimenta– se produce mediante un sistema de cría que de forma sistemática embaraza forzosamente a las hembras para que nazcan más animales a los esclavizar y consumir. Nosotros los criamos para luego comerlos.

Hay otro argumento que afirma que si dejamos de usar animales –y todos comemos sólo vegetales– entonces no habrá suficiente terreno cultivable para alimentar a toda la población.  Sin embargo, los cálculos evidencian justo lo contrario. Aplicando el principio del veganismo al ámbito de la alimentación resulta que necesitaremos menos terreno de cultivo para alimentar a la humanidad. Entre otras cosas, por la sencilla razón de que en un mundo vegano ya no habría miles de millones de no-humanos esclavizados a los que tenemos que alimentar.


Existe un tercer argumento muy recurrente que se expresa en esta forma:

3. Está bien que utilicemos a los animales para hacer experimentos con ellos porque esto nos beneficia a los humanos.

Como ya vimos en el primer ejemplo, resulta que los beneficios no pueden justificar moralmente una acción. Además, si el beneficio fuera un argumento moral entonces cualquier cosa que nos beneficiara sería éticamente correcta. Pero eso es el egoísmo; no la ética. La ética no tiene que ver con el beneficio, ni con el placer o la felicidad, sino con el deber de hacer lo que es objetivamente correcto. O como diría Immanuel Kant: «La moral es en sí una práctica en sentido objetivo —es la totalidad de las leyes obligatorias sin condición según las cuales debemos actuar.» [La Paz Perpetua, Apéndice I, 1795]

Si vamos a actuar de acuerdo simplemente a lo que nos resulta provechoso entonces no tiene sentido que hablemos de la moral como si fuera un ámbito singular. Hay muchas cosas que sabemos que nos benefician y al mismo tiempo sabemos que no sería correcto hacerlas. No son correctas porque hacerlas supone dañar intencionadamente a otros individuos, ignorar sus intereses o tratarlos como objetos

Por último, antes de finalizar quisiera señalar tres puntos importantes acerca de esta falacia:

Primero; aunque los argumentos centrados en las consecuencias fueran empíricamente ciertos, no invalidarían sin embargo el veganismo. Si los argumentos éticos que fundamentan intrínsecamente el veganismo son correctos entonces no es moralmente relevante qué supuestas consecuencias conlleve el adoptarlos en la práctico. Lo contrario sería incurrir en una falacia. De todos modos, las objeciones contra el veganismo basadas en sus supuestas consecuencias negativas son empíricamente falsos.

Segundo; es importante no confundir las consecuencias con las implicaciones. Por ejemplo, asesinar a alguien no está mal porque tenga como consecuencia posterior la muerte sino porque implica la intención de destruir la vida de alguien para nuestro beneficio u objetivo. Esa intención destructiva no es una consecuencia derivada sino un hecho implícito al propio acto de asesinar. A veces se produce cierta confusión entre las implicaciones y las consecuencias. 

Tercero; seguro que más de uno al leer este texto pensará: «Ah, en ese caso, es lícito que actuemos sin tener en cuenta las consecuencias». Pero ese pensamiento está errado puesto que no hay nada de inapropiado en preocuparse por las consecuencias. 


Por ejemplo, si entendemos que el veganismo es lo correcto, entonces debemos llevarlo a cabo porque es un imperativo moral. Las consecuencias que pudiera traer no son relevantes para determinar nuestra obligación obligación moral. No obstante, es bien legítimo que nos informemos sobre cómo aplicar el veganismo de forma que no conlleve innecesarias consecuencias negativas para nosotros.


Si el veganismo es correcto entonces lógicamente la explotación sobre los animales es un error moral y debe dejar de existir, más allá de las consecuencias que pudiera acarrear su desaparición.


Ni las verdades de hecho [verdades empíricas] ni las verdades de razón [verdades lógicas] dependen de la consecuencias que tengan para nosotros el reconocerlas en su veracidad.


Es una verdad de hecho que todos somos mortales, independientemente de las consecuencias negativas que eso implique. Esto es una verdad empírica.

Del mismo modo, es una verdad moral que no debemos tratar a los sujetos como si fueron objetos. Esto es una verdad ética, pues la ética racional se fundamenta en la lógica

La corrección ética funciona independientemente de que sus consecuencias nos gusten o nos beneficien o nos perjudiquen. Aunque esto no implica, como ya señalé anteriormente, que no podamos o no debamos preocuparnos por evitar consecuencias perjudiciales innecesarias, dentro de los límites de la ética.

Por tanto, no estoy sugiriendo que las consecuencias no se deban tener en cuenta. Sin embargo, nunca pueden ser evaluadas al mismo nivel que las intenciones o las implicaciones de los actos. No están en la misma categoría.


Las consecuencias de una acción no pueden servir para juzgarla. Un acto puede tener innumerables consecuencias diferentes, muchas de ellas involuntarias. 


No podemos controlar las consecuencias de un acto; pero sí podemos controlar lo que hacemos y las intenciones con las que actuamos. Lo que determina la moralidad de un acto es lo que implica el acto en sí mismo y la intención con la que se lleva a cabo. Porque esto es lo que pertenece a nuestra ámbito de decisión; no las consecuencias.

9 de marzo de 2014

Bienestarismo y Bienestar Animal: algunas aclaraciones



Pienso que es importante aclarar una distinción relevante: la postura del Bienestar Animal es diferente de la doctrina ideológica del bienestarismo. Son dos posturas contextualmente muy relacionadas y suelen ser confundidas como si se tratara de lo mismo. Sin embargo, en este ensayo pretendo explicar por qué entiendo que no son lo mismo.

Denomino bienestarismo dentro del contexto animalista a una rama o extensión o derivación de la doctrina filosófica del utilitarismo que se aplica específicamente a nuestra relación con los animales.

El bienestarismo es una doctrina que reconoce que los otros animales tienen un interés genuino en evitar el sufrimiento y que ese interés debe ser considerado a un nivel similar que el interés en no sufrir de los humanosEl bienestarismo sería una adaptación del utilitarismo. Ambos nacen del pensamiento de Jeremy Bentham, en la segunda mitad del siglo XVIII, quien pasa por ser el primer pensador que defendió la existencia de un valor moral en los intereses de los otros animales que no dependía de su relación con los intereses humanos.

Por otra parte, el concepto que denominamos «Bienestar Animal» existía desde mucho antes que apareciera el bienestarismo entendido como doctrina moral. Encontramos leyes registradas ya en el siglo siglo XVII que prohibían el «trato cruel» a los esclavos no humanos.

Asi pues, el Bienestar Animal consiste en una postura concreta en favor de regular el uso de animales para beneficio de los humanos y que se deriva directamente del antropocentrismo. El Bienestar Animal se preocupa acerca de la crueldad o el sufrimiento excesivo que infligimos a los demás animales. Pero dicha preocupación no se fundamenta en la consideración de los intereses de estos animales sino en la preocupación de que ese trato sobre los animales afecte negativamente a los humanos.

Podemos comprobar que, independientemente del nombre que les atribuyamos al final, nos encontramos con dos posiciones teóricas diferentes. Además, el bienestarismo es de naturaleza propiamente moral mientras que el Bienestar Animal es de naturaleza política. Es por esto que el profesor Gary Francione ha denominado al Bienestar Animal como «bienestarismo legal», porque es una posición legalista. Así en el contexto legal podemos hablar de normas bienestaristas. En cambio, el bienestarismo ideológico o filosófico es una posición moral. Cuando hable de bienestarismo me estaré refiriendo por defecto al bienestarismo moral.

Es habitual que a menudo haya confusión o equiparación entre ambas posturas, debido a la evidente semejanza de los términos y a que el bienestarismo moral ha sido, y sigue siendo, uno de los principales impulsores de la política del Bienestar Animal desde principios del siglo XIX. No obstante, es posible ser partidario del Bienestar Animal sin tener que compartir la línea ideológica del bienestarismo. Asimismo, un bienestarista no tiene por qué apoyar obligadamente el Bienestar Animal. Insistiré siempre en que se trata de dos categorías distintas.

En realidad, el Bienestar Animal pertenecería a un movimiento amplio dentro del ámbito animalista que denomino proteccionismo. El proteccionismo es una postura ideológica antropocentrista que considera que debemos proteger a los animales —aceptando por supuesto su estatus como propiedad de los humanos— en tanto que esa protección tenga como motivación y objetivo favorecer a los intereses de los humanos.

Tanto el bienestarismo como el Bienestar Animal tienen en común el ser posturas consecuencialistas. Esto quiere decir esencialmente que su criterio no se basa en principios sino en lograr objetivos. 

El consecuencialismo es la postura ideológica que suscribe la idea de que «el fin justifica los medios». Esto es, al consecuencialista sólo le importa lograr un determinado objetivo sin limitarse por ningún otro condicionamiento. Dentro de esta tendencia estaría tanto el bienestarismo como el proteccionismo que sostiene el Bienestar Animal. En cambio, la postura ética deontológica considera que hay principios básicos que no debemos vulnerar a la hora de lograr un fin determinado, por muy loable que sea ese fin. En esta categoría, se incluirían el veganismo y la filosofía moral de los Derechos Animales.


Los partidarios del bienestarismo pueden apoyar literalmente cualquier cosa que ellos crean que ayudaría a reducir el sufrimiento o a aumentar la felicidad de los animales no humanos. Entre esas cosas estarían las leyes que promueve el Bienestar Animal.


Estas palabras de la activista Ingrid Newkirk resumen el punto central de la filosofía bienestarista:

«Si sólo pudiera tener una cosa, sería acabar con el sufrimiento». [...] «Si puedes tomar cosas de los animales y matar animales todo el día sin causarles sufrimiento, entonces lo tomaría... Todo el mundo debería estar de acuerdo en que los animales no deberían sufrir si los vas a matar o vas a robarles, tomando la piel de sus espaldas o tomando sus huevos, o lo que sea. Pero tú no deberías obligarles pasar por una tortura para hacer eso.» [Entrevista a Ingrid Newkirk por Wikinews]

Un bienestarista no reconoce que los seres sintientes posean un interés genuino en vivir, un interés en continuar existiendo aparte del interés en gozar de un bienestar, ni que tengan un interés en ser libres y mantener una autonomía personal. No reconocen ningún otro interés inherente que no sea el de conseguir placer y evitar el dolor. De ese modo, los bienestaristas no tienen inconveniente en apoyar el asesinato —como es el conocido caso de la organización PeTA ni en promover la esclavitud animal; siempre en tanto que ellos crean que eso sirve para eliminar el sufrimiento o para aumentar la felicidad. 

Por otro lado, los partidarios del Bienestar Animal, desde la postura proteccionista, estarían a favor de cualquier medida que sirva para garantizar que no se provoque lo que ellos consideren un sufrimiento excesivo en lo que respecta al uso de animales. Por ejemplo, dentro de las regulaciones de Bienestar Animal se incluyen medidas sobre la manera en que los animales son conducidos al matadero para ser degollados y despellejados.

Sin embargo, la preocupación fundamental del Bienestar Animal no es el bienestar de los animales no humanos sino que es exclusivamente el bienestar de los humanos, como así se especifica de manera explícita en las normativas de Bienestar Animal:

«La protección de los animales en el momento del sacrificio o la matanza específicamente, es una cuestión de interés público que influye en la actitud de los consumidores frente a los productos agrícolas. Por otro lado, la mejora de la protección de los animales en el momento del sacrificio contribuye a mejorar la calidad de la carne y tiene un efecto positivo indirecto en la seguridad laboral en los mataderos.» [Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición; Bienestar animal en el sacrificio]

Posiciones como la del Bienestar Animal aparentemente parecen preocuparse por los intereses de los animales, pero en realidad sólo se preocupan de favorecer los intereses de sus explotadores.

Los partidarios del Bienestar Animal serían consecuencialistas sólo respecto de los no-humanos, mientras que a los humanos sí les reconocen un valor intrínseco que les impide tratarlos como si fueran meros recursos. Esta discriminación basada en la especie es lo que señalamos como especismo.

De este modo mientras que el bienestarismo sí daría un valor intrínseco al sufrimiento de otros animales, el Bienestar Animal sólo tiene en cuenta el sufrimiento en relación con los intereses humanos. El Bienestar Animal es una postura derivada del antropocentrismo mientras que el bienestarismo es una derivación del utilitarismo entendido bajo la perspectiva del filósofo Peter Singer.


Me temo que la confusión terminológica entre bienestarismo y Bienestar Animal continuará, al igual que otras confusiones, pero espero que esta breve nota quizás sirva para ayudar al menos a clarificar que hay dos conceptos distintos detrás de esos términos.

Después del especismo, el peor prejuicio al que nos enfrentamos es la creencia de que a los animales sólo les importa «sufrir y disfrutar». Esta noción —que tanto bienestarismo como Bienestar Animal comparten— no respeta a los otros animales como personas, ni tampoco reconoce que los individuos tengan derechos morales, y los considera simples recipientes de dolor y placer, y como instrumentos para fomentar el bienestar general o para reducir el sufrimiento en el mundo. Esta forma de pensar perpetúa nuestra opresión sobre los demás animales.

3 de marzo de 2014

Entrevista a Gary Steiner


Aquí pueden leer mi traducción de una entrevista realizada a Gary Steiner, profesor de filosofía en la universidad de Bucknell.

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Pregunta: Usted ha dicho que humanos y otros animales son moralmente equivalentes; ¿podría explicar a qué se refiere con esto?

Respuesta: Hay un prejuicio tradicional en la tradición filosófica occidental según el cual las diferencias cognitivas entre diferentes seres vivos implica diferencias en el estatus moral. Respecto de humanos y otros animales, el criterio que se ha usado tradicionalmente —desde los tiempos de la Antigua Grecia— es la noción de logos, entendido como razón o lenguaje; la habilidad de razonar o de poder usar un lenguaje han sido tradicionalmente asumidas como una linea divisora entre humanos y el resto de animales.

Se ha asumido que los seres que poseen logos —seres que son capaces de pensar sobre sí mismos, que tienen auto-conciencia, que tienen un proyecto de vida, que  son capaces de recordar el pasado y tener previsiones de futuro— son moralmente superiores a los seres que carecen de esta capacidad.

Se ha asumido que, dado que sólo los humanos poseen capacidad para el logos, los seres humanos son superiores a los otros seres vivos del mundo. Los animales son excluidos categóricamente de nuestra comunidad moral y política porque carecen de logos. Esencialmente esto significa que los demás animales son herramientas o instrumentos que podemos usar para satisfacer las necesidades humanas.

Yo argumento que no hay conexión lógica entre el tipo de habilidades cognitivas que tiene un ser y su estatus moral. Dentro de los seres humanos hay muy pocos que defiendan la idea de que los bebés no merecen tener estatus moral a pesar de que, hasta que se desarrollen más tarde, ellos carecen de la habilidad de hablar. A nivel intuitivo, la mayoría de la gente diría que si un humano adulto es mucho más inteligente que otro, el más inteligente no tiene derecho a utilizar al que es menos inteligente.

El hecho de que los demás animales no puedan usar un lenguaje humano, y que la mayoría de animales no parecen ordenar sus pensamientos en forma lingüística, no cambia el hecho de que hay muchísimos animales no-humanos en el planeta que tienen una vida llena de experiencias subjetivas que poseen una gran importancia para ellos mismos.

Para los elefantes, la muerte de un compañero significa mucho más que una simple ausencia. Aves como los córvidos —entre los que se incluyen los cuervos, las urracas, y los grajos—  tienen habilidades muy sofisticadas para comunicarse entre ellos, advertirse mutuamente de peligros, y elaborar herramientas. La cuerva Betty, muy famosa en Youtube, hace herramientas para construir otras herramientas.

Han habido muchos intentos durante la historia de Occidente para conseguir aislar alguna cualidad o propiedad en los seres humanos que que nos separe y eleve respecto del resto de la naturaleza: el uso de herramientas, inteligencia, previsión de futuro, flexibilidad y adaptabilidad en respuesta a las contingencias del medio ambiente. Pero cuando más aprendemos sobre el comportamiento de otros animales, más comprendemos que esas proclamas sobre la singularidad humana —que algunos denominan excepcionalismo humano— no se sostienen a la luz de la evidencia.

Yo no aprecio distinciones moralmente relevantes entre los diferentes tipos de seres sintientes —seres que pueden experimentar placer y dolor, que poseen una conciencia sensitiva, seres a los que les importa su propia vida. Sólo en base a lo que denominamos especismo o antropocentrismo es por lo que hacemos distinciones y privilegiamos a los seres humanos. Estos prejuicios especistas son comparables a las jerarquías arbitrarias promovidas por los racistas y los sexistas.

No concibo que haya un punto de vista absoluto, o una medida universal, a partir del cual podamos afirmar que los seres humanos deben importar más en el contexto moral que los otros animales. Sucede simplemente que nosotros somos humanos y tenemos una tendencia a considerar que somos más importantes, porque pensamos que de ese modo nos legitimamos en utilizar a los demás animales - usarlos para comida, para vestimenta, para experimentación, y para entretenimiento.

P: Cuéntenos algo sobre su nuevo libro.

R: En mi nuevo libro «Animals and the Limits of Postmodernism» [Los animales y los límites del posmodernismo] argumento a favor de la noción de veganismo como un imperativo moral que se sigue de principios liberales humanitarios concernientes a nuestro reconocimiento del estatus moral de los animales. Examino la cuestión acerca del veganismo como un principio que puede ser defendido no simplemente como una forma de vida sino como un estricto imperativo moral.

No te encuentras con gente que defienda la esclavitud como una forma de vida. Cuando se trata de los Derechos Animales, algunas personas intentarán negar o cuestionar la analogía entre la esclavitud y nuestra relación moral con los demás animales. En este libro yo defiendo que se trata de una analogía totalmente pertinente. Y argumento que el veganismo no es simplemente un estilo de vida, una preferencia personal. Si de verdad comprendemos lo que significa que un ser tenga valor moral, y que los otros animales lo tienen, entonces ellos deben tener el derecho a no ser asesinados y usados para comida; ni utilizados en otras maneras, con el fin de satisfacer necesidades humanas.

Soy un extremista respecto de estas cuestiones. Los demás animales deben tener el mismo derecho a no ser asesinados o usados para comida, o a ser esclavizados, que tenemos tú y yo. Esto es lo que quiero decir cuando afirmo que humanos y otros animales son moralmente equivalentes. El veganismo es un imperativo moral, y en mi libro lo denomino el imperativo vegano.

P: ¿Cuáles son las implicaciones económicas del uso de animales no humanos y cuáles serían las consecuencias de limitar o abolir el estatus de los no-humanos como propiedad?

R: La organización de las Naciones Unidas informa que 53 mil millones de animales terrestres —alrededor de nueve veces la población humana en todo el planeta— son asesinados para consumo humano cada año; sin incluir a los peces y otros animales marinos.

Esta masiva actividad económica —que supongo que mueve billones de dólares al año —implica el consumo de ingentes cantidades de grano, agua y fertilizantes químicos, la extensa emisión de gases contaminantes, una inmensa deforestación para proporcionar terreno, y un tremendo aumento de la erosión del suelo cultivable, además de una reducción de la biodiversidad.

Algunas personas sugieren que la adopción global del veganismo sería económicamente o ecológicamente inviable. Pero si te fijas, resulta que en realidad aplicar el veganismo supondría necesitar menos cantidad de superficie cultivable, gastar menos agua, y erosionar mucho menos el suelo.

Algunos personas argumentan que el modo de vida de mucha gente depende económicamente de la explotación animal. Mi respuesta es: sí, eso es cierto. El mismo argumento se usó cuando hubo el debate acerca de prohibir el cultivo de tabaco en Estados Unidos. El mismo argumento se puede usar acerca de la esclavitud humana que sigue existiendo hoy en día, la prostitución forzosa, y otras formas de crimen organizado, como la extracción de diamantes en África y el trabajo infantil.

A quien le preocupe el impacto económico que tendría el fin de la explotación animal en los seres humanos, debería preocuparse lo mismo por las otras prácticas que similares en las que no se usan animales no humanos. Debemos pensar en lo que es moralmente correcto, no en lo que es económicamente beneficioso. ¿O vamos a permitir que la economía se imponga a la ética?

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