La falacia ad consequientam [dirigida a las consecuencias] consiste básicamente en intentar demostrar o refutar un argumento apelando a sus supuestas consecuencias, en lugar de rebatir la validez del argumento mismo. En esta misma falacia es en la que se basa la ideología del consecuencialismo: la idea de que el bien y el mal se determinan por las consecuencias de nuestros actos.
Expondré tres ejemplos muy habituales que se suelen alegar para intentar refutar la validez del veganismo apelando a la falacia consecuencialista:
Expondré tres ejemplos muy habituales que se suelen alegar para intentar refutar la validez del veganismo apelando a la falacia consecuencialista:
1. Está bien que comamos animales porque de lo contrario moriríamos.
Ante ese argumento hay dos respuestas. Una enfocada a la validez empírica y otra a su validez formal.
En lo empírico: es un hecho que los humanos no tenemos necesidad nutricional de utilizar a otros animales para alimentarnos. Una alimentación vegana, que esté bien planificada, nos aporta todos los nutrientes que requiere nuestro organismo. Por tanto, las circunstancias no nos abocan a la necesidad de usar a otros animales. El cultivo agrícola nos suministra todo los alimentos que necesitamos. Sí, también la vitamina B12.
En lo moral: la necesidad no es una justificación ética.
En lo empírico: es un hecho que los humanos no tenemos necesidad nutricional de utilizar a otros animales para alimentarnos. Una alimentación vegana, que esté bien planificada, nos aporta todos los nutrientes que requiere nuestro organismo. Por tanto, las circunstancias no nos abocan a la necesidad de usar a otros animales. El cultivo agrícola nos suministra todo los alimentos que necesitamos. Sí, también la vitamina B12.
En lo moral: la necesidad no es una justificación ética.
El hecho de que tengamos necesidades alimenticias no nos legitima en utilizar a otros animales –u otros humanos– para satisfacerlas, del mismo modo que el hecho de tener necesidades sexuales no nos justifica en utilizar a otros humanos –u otros animales– para satisfacerlas sin su consentimiento o a costa de vulnerar su vida o su libertad.
Una justificación moral es un razonamiento que se deduce a partir de aplicar los principios éticos básicos. Estos principios son la igualdad [el principio de igual consideración] y el valor intrínseco.
El hecho de utilizar a alguien para nuestro beneficio sin su consentimiento o vulnerando sus intereses básico no se ajusta e estos principios sino que, al contrario, los viola flagrantemente.
Por tanto, si la única forma de evitar la muerte fuera usar a otros animales como comida esto seguiría siendo moralmente incorrecto, del mismo modo que si la única forma de tener relaciones sexuales fuera violar a alguien esto seguiría estando igual de mal. La necesidad nunca justifica éticamente ninguna acción.
Hay otro argumento que reza así:
2. Si nos hacemos veganos entonces la civilización humana se colapsará y desaparecerá.
No hay prueba alguna de que el veganismo suponga una amenaza a la civilización humana. Nadie ha demostrado tal cosa. Ese argumento también se usó en el pasado para intentar atacar la emancipación de los esclavos humanos o el reconocimiento de igualdad de derechos a la mujer. Tanto los esclavistas como los defensores del patriarcado afirmaban que abolir la esclavitud y el sometimiento sobre las mujeres supondría, como consecuencia, el caos y la desaparición de la sociedad civilizada.
En relación con este argumento se suelen alegar a menudo toda clase de disparates como, por ejemplo, afirmar que si dejamos de comer a otros animales entonces su sobrepoblación invadiría el planeta y no nos dejaría espacio a nosotros. La asombrosa estulticia de tal pensamiento se evidencia al darnos cuenta de que la gran mayoría de animales que usamos para comida son traídos al mundo por los propios humanos. La utilización de animales para alimento –o para vestimenta– se produce mediante un sistema de cría que de forma sistemática embaraza forzosamente a las hembras para que nazcan más animales a los esclavizar y consumir. Nosotros los criamos para luego comerlos.
Hay otro argumento que afirma que si dejamos de usar animales –y todos comemos sólo vegetales– entonces no habrá suficiente terreno cultivable para alimentar a toda la población. Sin embargo, los cálculos evidencian justo lo contrario. Aplicando el principio del veganismo al ámbito de la alimentación resulta que necesitaremos menos terreno de cultivo para alimentar a la humanidad. Entre otras cosas, por la sencilla razón de que en un mundo vegano ya no habría miles de millones de no-humanos esclavizados a los que tenemos que alimentar.
Existe un tercer argumento muy recurrente que se expresa en esta forma:
Hay otro argumento que afirma que si dejamos de usar animales –y todos comemos sólo vegetales– entonces no habrá suficiente terreno cultivable para alimentar a toda la población. Sin embargo, los cálculos evidencian justo lo contrario. Aplicando el principio del veganismo al ámbito de la alimentación resulta que necesitaremos menos terreno de cultivo para alimentar a la humanidad. Entre otras cosas, por la sencilla razón de que en un mundo vegano ya no habría miles de millones de no-humanos esclavizados a los que tenemos que alimentar.
Existe un tercer argumento muy recurrente que se expresa en esta forma:
3. Está bien que utilicemos a los animales para hacer experimentos con ellos porque esto nos beneficia a los humanos.
Como ya vimos en el primer ejemplo, resulta que los beneficios no pueden justificar moralmente una acción. Además, si el beneficio fuera un argumento moral entonces cualquier cosa que nos beneficiara sería éticamente correcta. Pero eso es el egoísmo; no la ética. La ética no tiene que ver con el beneficio, ni con el placer o la felicidad, sino con el deber de hacer lo que es objetivamente correcto. O como diría Immanuel Kant: «La moral es en sí una práctica en sentido objetivo —es la totalidad de las leyes obligatorias sin condición según las cuales debemos actuar.» [La Paz Perpetua, Apéndice I, 1795]
Si vamos a actuar de acuerdo simplemente a lo que nos resulta provechoso entonces no tiene sentido que hablemos de la moral como si fuera un ámbito singular. Hay muchas cosas que sabemos que nos benefician y al mismo tiempo sabemos que no sería correcto hacerlas. No son correctas porque hacerlas supone dañar intencionadamente a otros individuos, ignorar sus intereses o tratarlos como objetos.
Por último, antes de finalizar quisiera señalar tres puntos importantes acerca de esta falacia:
Primero; aunque los argumentos centrados en las consecuencias fueran empíricamente ciertos, no invalidarían sin embargo el veganismo. Si los argumentos éticos que fundamentan intrínsecamente el veganismo son correctos entonces no es moralmente relevante qué supuestas consecuencias conlleve el adoptarlos en la práctico. Lo contrario sería incurrir en una falacia. De todos modos, las objeciones contra el veganismo basadas en sus supuestas consecuencias negativas son empíricamente falsos.
Primero; aunque los argumentos centrados en las consecuencias fueran empíricamente ciertos, no invalidarían sin embargo el veganismo. Si los argumentos éticos que fundamentan intrínsecamente el veganismo son correctos entonces no es moralmente relevante qué supuestas consecuencias conlleve el adoptarlos en la práctico. Lo contrario sería incurrir en una falacia. De todos modos, las objeciones contra el veganismo basadas en sus supuestas consecuencias negativas son empíricamente falsos.
Segundo; es importante no confundir las consecuencias con las implicaciones. Por ejemplo, asesinar a alguien no está mal porque tenga como consecuencia posterior la muerte sino porque implica la intención de destruir la vida de alguien para nuestro beneficio u objetivo. Esa intención destructiva no es una consecuencia derivada sino un hecho implícito al propio acto de asesinar. A veces se produce cierta confusión entre las implicaciones y las consecuencias.
Tercero; seguro que más de uno al leer este texto pensará: «Ah, en ese caso, es lícito que actuemos sin tener en cuenta las consecuencias». Pero ese pensamiento está errado puesto que no hay nada de inapropiado en preocuparse por las consecuencias.
Por ejemplo, si entendemos que el veganismo es lo correcto, entonces debemos llevarlo a cabo porque es un imperativo moral. Las consecuencias que pudiera traer no son relevantes para determinar nuestra obligación obligación moral. No obstante, es bien legítimo que nos informemos sobre cómo aplicar el veganismo de forma que no conlleve innecesarias consecuencias negativas para nosotros.
Si el veganismo es correcto entonces lógicamente la explotación sobre los animales es un error moral y debe dejar de existir, más allá de las consecuencias que pudiera acarrear su desaparición.
Ni las verdades de hecho [verdades empíricas] ni las verdades de razón [verdades lógicas] dependen de la consecuencias que tengan para nosotros el reconocerlas en su veracidad.
Es una verdad de hecho que todos somos mortales, independientemente de las consecuencias negativas que eso implique. Esto es una verdad empírica.
Del mismo modo, es una verdad moral que no debemos tratar a los sujetos como si fueron objetos. Esto es una verdad ética, pues la ética racional se fundamenta en la lógica.
La corrección ética funciona independientemente de que sus consecuencias nos gusten o nos beneficien o nos perjudiquen. Aunque esto no implica, como ya señalé anteriormente, que no podamos o no debamos preocuparnos por evitar consecuencias perjudiciales innecesarias, dentro de los límites de la ética.
Por tanto, no estoy sugiriendo que las consecuencias no se deban tener en cuenta. Sin embargo, nunca pueden ser evaluadas al mismo nivel que las intenciones o las implicaciones de los actos. No están en la misma categoría.
Las consecuencias de una acción no pueden servir para juzgarla. Un acto puede tener innumerables consecuencias diferentes, muchas de ellas involuntarias.
No podemos controlar las consecuencias de un acto; pero sí podemos controlar lo que hacemos y las intenciones con las que actuamos. Lo que determina la moralidad de un acto es lo que implica el acto en sí mismo y la intención con la que se lleva a cabo. Porque esto es lo que pertenece a nuestra ámbito de decisión; no las consecuencias.
Tercero; seguro que más de uno al leer este texto pensará: «Ah, en ese caso, es lícito que actuemos sin tener en cuenta las consecuencias». Pero ese pensamiento está errado puesto que no hay nada de inapropiado en preocuparse por las consecuencias.
Por ejemplo, si entendemos que el veganismo es lo correcto, entonces debemos llevarlo a cabo porque es un imperativo moral. Las consecuencias que pudiera traer no son relevantes para determinar nuestra obligación obligación moral. No obstante, es bien legítimo que nos informemos sobre cómo aplicar el veganismo de forma que no conlleve innecesarias consecuencias negativas para nosotros.
Si el veganismo es correcto entonces lógicamente la explotación sobre los animales es un error moral y debe dejar de existir, más allá de las consecuencias que pudiera acarrear su desaparición.
Ni las verdades de hecho [verdades empíricas] ni las verdades de razón [verdades lógicas] dependen de la consecuencias que tengan para nosotros el reconocerlas en su veracidad.
Es una verdad de hecho que todos somos mortales, independientemente de las consecuencias negativas que eso implique. Esto es una verdad empírica.
Del mismo modo, es una verdad moral que no debemos tratar a los sujetos como si fueron objetos. Esto es una verdad ética, pues la ética racional se fundamenta en la lógica.
La corrección ética funciona independientemente de que sus consecuencias nos gusten o nos beneficien o nos perjudiquen. Aunque esto no implica, como ya señalé anteriormente, que no podamos o no debamos preocuparnos por evitar consecuencias perjudiciales innecesarias, dentro de los límites de la ética.
Por tanto, no estoy sugiriendo que las consecuencias no se deban tener en cuenta. Sin embargo, nunca pueden ser evaluadas al mismo nivel que las intenciones o las implicaciones de los actos. No están en la misma categoría.
Las consecuencias de una acción no pueden servir para juzgarla. Un acto puede tener innumerables consecuencias diferentes, muchas de ellas involuntarias.
No podemos controlar las consecuencias de un acto; pero sí podemos controlar lo que hacemos y las intenciones con las que actuamos. Lo que determina la moralidad de un acto es lo que implica el acto en sí mismo y la intención con la que se lleva a cabo. Porque esto es lo que pertenece a nuestra ámbito de decisión; no las consecuencias.
Buen artículo. Nuestros actos y nuestra inacción traen consecuencias. Pero bastantes veces no sabemos las consecuencias, sobre todo a medio y largo plazo, y ya no digamos en términos históricos. Hay que hacer lo correcto, en cualquier caso.
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