28 de julio de 2013

«¿Es el especismo inevitable?»



Esta entrada es una traducción de la reseña que el académico Lee J. Markowitz escribió sobre el libro recientemente publicado de Hal Herzog. Este libro defiende el especismo como una tendencia inevitable y se posiciona en favor del mantener nuestra dominación sobre los animales no humanos; lo cual es criticado por Markowitz en el siguiente texto.

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¿ES EL ESPECISMO INEVITABLE?

Lee J. Markovitz

Primavera 2011


"Sólo me importan los humanos, los simios y los perros".

Tras escuchar a un conocido mío expresando la afirmación que se puede leer más arriba, me plantee varias cuestiones. Primero: ¿por qué alguien se preocuparía sólo por los humanos, los primates no humanos, y los perros? Y: ¿cómo puede ser esa perspectiva tan común hasta el punto de no sorprender a la mayoría de la gente? ¿La forma de pensar, y de actuar, de la mayoría de la gente sobre diferentes especies animales refleja un razonamiento lógicamente defendible o simples intuiciones que nunca son revisadas críticamente? ¿A qué se deben?

En este libro, Hal Herzog —un experto en relaciones entre humanos y nohumanos— expone datos y teorías acerca de la mentalidad y las actitudes acerca de los demás animales. Tres —a menudo implícitas—ideas son recurrentes: [a] la forma de pensar de los humanos sobre los animales no humanos —a los que denomina 'animales'— tiende a ser ilógica y especista[1]; [b] para la gran mayoría, no hay problema moral con el hecho de pensar y actuar de forma especista; y [c] esa forma de pensar y actuar es inevitable.

En lo que respecta al primer punto [a], estoy de acuerdo con Herzog. Sin embargo, aunque pienso que Herzog aporta ideas importantes a sus lectores, sus conclusiones respecto de los puntos [b] y [c] sostienen una visión injustificadamente limitada sobre las capacidades humanas, y tienden a reforzar el especismo.

El libro tiene dos principales aspectos positivos. Primero, Herzog explica a los lectores los muchos aspectos ilógicos y especistas en la relación de los humanos con los demás animales, y sus dañinas consecuencias. Segundo, Herzog expone una gran variedad de factores biológicos, psicológicos y sociales —en sintonía: 'biopsicosociales'— que hay detrás de nuestras ideas y nuestra conducta respecto de los demás animales. Por ejemplo, Herzog explica que hay aproximadamente unas 65.000 especies de mamíferos, aves, reptiles y peces, pero resulta que los humanos sólo nos preocupamos por unas pocas de ellas.

Además, la gente no escoge a las especies favorecidas en base a un criterio lógico. De hecho, uno de los factores más poderosos es lo 'encantador' que es el animal. Herzog se apoya en la psicología evolucionista para explicar este rasgo recurrente: a los animales nohumanos que se parezcan a los niños humanos —es decir: caras redonditas, ojos tiernos— se les suele dar un trato más favorable que a otros animales que resultan menos atractivos para los humanos. Esas preferencias fueran necesarias para la supervivencia de nuestra especie, pero desgraciadamente favorecen la explotación de los animales que no encontramos agradables.

Herzog señala además que hay una extendida oposición pública a las peleas de gallos, pero no al consumo de carne, recalcando que 'por miles de veces' más pollos han muerto debido a las preferencias humanas sobre comida que a las peleas de gallos, y que 'es difícil negar que hay menos sufrimiento provocado por las peleas de gallos que por nuestra ansia de consumir cadáveres de pollos'. Herzog se adentra a esclarecer los factores morales y biopsicosociales, referentes a otras prácticas, como son la tenencia de mascotas, la experimentación animal, y el consumo de carne. Le aplaudo por introducir a los lectores en estas cuestiones y tratarlos de forma amena y rigurosa.

Desafortunadamente, a lo largo del libro, Herzog apoya la idea de que no hay problema con los prejuicios ilógicos y especistas en nuestra forma de pensar, y que, de todas maneras, es imposible superarlos. De hecho, el libro está lleno de proclamas especistas, como por ejemplo: 'Estaría dispuesto a sacrificar a una gran cantidad de ratones para encontrar una cura del cáncer' [página 24], o cuando dice que ese tipo de investigación es 'perfectamente razonable'.

Sin embargo, su declaración más chocante y decepcionante aparece en la última página. Después de discutir las contradicciones lógicas que hay en la forma de pensar de los humanos respecto de los animales, Herzog concluye: 'He llegado a la conclusión de que este tipo de contradicciones no son anomalías o hipocresías.' Y añade: 'Son más bien algo inevitable. Y evidencia de nuestra humanidad [sic]' [página 396; énfasis añadido].

La creencia de Herzog de que el no-especismo está condenado a fracasar se expresa también en su valoración del vegetarianismo —entendido como una dieta no especista. Por ejemplo, las tres secciones sobre el vegetarianismo se titulan de la siguiente manera: "La cuestión de los vegetarianos que comen carne"; "La abstinencia de carne y desórdenes alimenticios: el lado oscuro del vegetarianismo", y "¿Por qué muchos vegetarianos vuelven a comer carne?".

Ocasionalmente, el lector podrá encontrar algún dato positivo sobre vegetarianismo —beneficios para la salud— pero la mayor parte del análisis se compone de un balance negativo. Finalmente, Herzog se muestra sorprendentemente hostil hacia quienes luchan por terminar con el especismo. Por ejemplo, se refiere a las teorías no especistas de Joan Dunayer como 'tonterías' y piensa que ella simplemente es 'presa de una teoría'. No está claro por qué razón Herzog adopta una perspectiva tan fanáticamente especista.

Dado que el objetivo del libro era introducir a los lectores en el estudio de las relaciones entre humanos y animales, adoptar semejante postura militante se antoja innecesaria. De hecho, existe el riesgo de que al proporcionar un análisis tan manifiestamente tendencioso, se obstaculice en la posibilidad de que el lector se forme su propia opinión sobre estas cuestiones.

Considero que la exposición que Herzog lleva a cabo sobre la mentalidad especista no es imparcial sino más bien sesgada. En concreto, desafío la afirmación de Herzog sobre que la mentalidad especista es 'inevitable'. Mi planteamiento se basa en la combinación de tres líneas de pensamiento e investigación.

Primero, hay evidencias de que, como resultado de la evolución, los humanos sentimos empatía hacia las víctimas que han sido perjudicadas y/o tratadas injustamente [ver: De Waal «Altruism»; Haidt & Joseph, «Intuitive Ethics»].

Segundo, es claro que dicha empatía puede conducirse hacia los animales [ver: Furnham, «Personality»; Hills, «Motivational Bases»].

Tercero, destacados pensadores argumentan que la evolución nos ha dotado de una enorme —aunque no infinita— flexibilidad en nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos [ver: Buss, «Human nature and culture»; De Waal, «Our inner ape»].

Combinando estos tres puntos, creo que la capacidad humana para la empatía puede ser dirigida hacia los animales y que esta empatía puede motivar que los seres humanos revisen sus creencias y conductas. Realmente es difícil reconciliar la existencia de, aproximadamente, dos millones de veganos que hay en Estados Unidos [2009, Harris, Interactive poll] con la afirmación por parte de Herzog de que la mentalidad ilógica, especista, es inevitable.

La flexibilidad que la evolución nos proporcionó ha permitido que tengamos una variada gama de creencias acerca de las prácticas que involucran a los animales —que van desde hasta la explotación extrema hasta la compasión. Por lo que sería mucho más realista sostener que una filosofía de vida vegana no especista[2] está al alcance —pero quizás en los límites más alejados— de la capacidad evolutiva humana, aunque la mentalidad explotadora también pertenezca a esa misma capacidad evolutiva.

Teniendo en cuenta estas dos capacidades opuestas, y tomando conciencia de que la explotación animal es innecesaria y todo el sufrimiento que causa, considero que es responsabilidad de científicos y expertos el investigar y publicar los factores que son necesarios para desarrollar los elementos empáticos y compasivos de la naturaleza humana. Específicamente, deberían determinar qué circunstancias son necesarias para activar y mantener la capacidad humana de empatía respecto de los animales.

Un objetivo adicional —y relacionado— debe ser encontrar la manera de reducir el especismo empleando lo que hemos aprendido acerca de las otras formas de prejuicio, actitudes y persuasión. Pero la visión de Herzog acerca de la supuesta inevitabilidad de una mentalidad ilógica, especista, le han apartado de explorar esas cuestiones. Como consecuencia, no se favorece que los lectores entiendan el papel que los expertos en crítica social pueden ejercer para reducir la mentalidad especista.

En resumen, agradezco a Herzog el haber expuesto muchos temas importantes, explicando datos científicos y académicos de forma didáctica. Sin embargo, pienso que las conclusiones que establece simplemente tienden a reforzar, más que a revisar, la mentalidad especista y la conducta explotadora. Por desgracia, sus lectores tenderán más a asumir que los humanos no podemos evitar el pensar de forma especista, que a tomar conciencia de la capacidad que tienen para reducir, o eliminar, su propio especismo.

Notas

1. A pesar de subtítulo del libro, Herzog ni explica qué significa "pensar correctamente" acerca de los demás animales ni describe qué tipo de conducta conlleva. En la reseña, utilizo el término "especista" para describir la noción de que el valor moral de un individuo depende de la especie a la que pertenece [ver Singer, «Animal Liberation»]
Nota del traductor: Berkowitz se refiere al subtítulo del libro en su versión original en inglés: "Why it is so hard to think straight about animals": ["Por qué es tan difícil pensar correctamente sobre los animales".]
2. No está claro si sería más apropiado decir que los veganos asumen un "menor especismo" que un "no-especismo". Sin embargo, Herzog pretender conceptualizar la mentalidad especista como una dicotomía —o está presente o no lo está, y en todos los casos, está presente. Pienso que tiene más sentido considerar una graduación en el pensamiento, y los expertos en temas sociales pueden jugar un papel crítico en disminuir la mentalidad especista, y de ese modo salvar a muchos animales de la explotación.

Obras citadas

Buss, D. “Human nature and culture: An evolutionary psychological perspective.” Journal of Personality, 69:6 (2001): 955-978.

De Waal, F. "Our inner ape". New York: Berkley, 2005. [Hay traducción española: Frans de Waal, «El mono que llevamos dentro»]

De Waal, F. “Putting the altruism back into altruism: The evolution of empathy.” Annual Review of Psychology, 59 (2008): 279-300.

Dunayer, J. "Speciesism". Derwood, MD: Ryce, 2004.

Furnham, A., McManus; Scott, D. “Personality, empathy and attitudes to animal welfare.” Anthrozoos 16 (2003): 135-146.

Haidt & Joseph (2004) “Intuitive ethics: How innately prepared intuitions generate culturally variable virtues.” Daedalus 133 (Fall, 2004): 55-66.

Hills, A. (1993). “The motivational bases of attitudes toward animals.” Society & Animals: Journal of Human-Animal Studies 1:2 (1993): 111-128.

Singer, P. "Animal liberation: A new ethics for our treatment of animals". New York: Random House, 1975. [Hay traducción española: Peter Singer, «Liberación Animal»]

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Artículo original: «Is Speciesism Inevitable?»

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