«Es obvio que ningún animal no humano podrá nunca dar su consentimiento voluntario para ser usado en un experimento. Pero si una situación así plantea problemas morales en el caso de los seres humanos, y si intentamos dejar de lado todo prejuicio de especie, ¿no habrá de plantearlos en el caso de los animales?» ~ Jorge Riechmann
Usar a otros animales es sinónimo de
explotarlos, porque al utilizarlos lo hacemos sin su
consentimiento.
Usar no es siempre sinónimo de explotar. Se puede usar a alguien sin explotarlo. La
explotación ocurre cuando se usa a alguien exclusivamente como un medio para un fin, como si fuera un mero recurso, y no se le respeta como un fin en sí mismo. Es decir, la explotación es un tipo de uso que considera a otros seres como simple recursos para nuestro propio beneficio.
Por ejemplo, si alguien nos hace una pregunta nos está usando. Nos trata como un medio para un fin: conseguir una respuesta. Pero no nos trata solamente como un medio para un fin, si se supone que al hacerlo respeta nuestra voluntad y nuestra individualidad. Este uso no sería explotación porque no nos trata como si fuéramos un recurso. Pero si nos agrediera o coaccionara de algún modo para conseguir su respuesta entonces el uso se convierte en explotación.
En ocasiones se dice que «alguien nos utiliza» de forma despectiva, queriendo decir en realidad que alguien nos explota, es decir, que nos usa sin nuestro consentimiento. Pero el lenguaje coloquial no destaca precisamente por su rigurosidad. También sucede habitualmente que se dice que «alguien nos explota» queriendo decir que comete algún abuso concreto dentro de un uso consentido. Por ejemplo, cuando nuestro jefe no nos paga un salario justo. Esa expresión es igualmente errónea. Aunque toda explotación es un abuso, no todo abuso es explotación.
En cambio, cuando se trata de usar a otros animales esto siempre implica explotación porque se realiza sin su consentimiento o directamente contra su voluntad. Y a menudo, casi siempre, este uso implica atentar contra sus intereses básicos: su interés en continuar existiendo; su interés en evitar el daño y el sufrimiento.
Los demás animales son
seres sintientes: ellos poseen conciencia de sí mismos y de lo que les sucede, tienen voluntad, intenciones, deseos e intereses propios. Ellos son
sujetos. Por eso no es correcto tratarlos como si fueran objetos y usarlos como simples medios para conseguir nuestros fines. Exactamente la misma razón que descalifica la explotación de seres humanos. La especie no es moralmente relevante.
Cada animal sintiente es un
sujeto de una vida. En tanto sujetos no sólo estamos vivos sino que además experimentamos nuestra vida a través de sensaciones, emociones, deseos. Esta vida es un fin en sí misma —posee un
valor inherente— y no es simplemente un medio para los fines de otros individuos —valor instrumental. Por eso es injusto sacrificarla forzadamente a los deseos y las necesidades de otros como si fuera un objeto de carece de valor intrínseco.
Por tanto, aparte del daño y el sufrimiento que implica la explotación animal, el hecho de utilizar a otros animales es inmoral porque ellos no pueden dar su consentimiento. No solemos reparar en este punto porque nuestra cultura especista ha
cosificado a los demás animales hasta el punto de que ya ni siquiera pensamos que otros animales tienen su propia voluntad personal y que nosotros debemos respetarlos.
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Si entendemos que es moralmente erróneo utilizar a otros humanos sin su consentimiento entonces no hay razón que justifique una consideración diferente cuando se trata de otros animales. Como acertadamente señalaba el profesor
Tom Regan:
«Lo que es cierto de los humanos incapaces —esos seres humanos, repitámoslo, que aunque han conocido lo que prefieren, no pueden dar ni negar su consentimiento— lo es asimismo de los chimpancés y de otros animales como ellos en los aspectos pertinentes, suponiendo, como aquí suponemos que no puedan dar o negar su consentimiento informado.» [Tom Regan, Ganancias mal adquiridas, 1993]
Los demás animales no pueden dar consentimiento a que los usemos. Por tanto, cualquier uso que hagamos de ellos ya es un
abuso.
El consentimiento implica:
[1] Igualdad entre las partes: una no puede estar en disposición de aprovecharse de la otra.
[2] Voluntad libre para decidir: no ser coaccionado ni forzado.
[3] Comprensión consciente de lo que implica la situación: poseer un conocimiento pleno de lo que se está haciendo y todo lo que implica.
Ninguno de esos requisitos puede darse entre humanos y no-humanos.
Los animales no humanos no han dado consentimiento para ser utilizados por nosotros. Ellos no lo han decidido por sí mismos. Los humanos decidieron por ellos y luego los no-humanos tuvieron que someterse por la fuerza.
Lo que hacemos los seres humanos es
coaccionar a los no-humanos para que estos hagan algo a cambio de darles comida, cobijo o de evitarles un castigo. Los no-humanos ciertamente tienen noción de que están
sometidos a la autoridad humana y actúan por miedo o motivados por el dolor que les causamos.
Pero suponer que ellos consienten simplemente porque ceden ante la imposición de los humanos es exactamente lo mismo que decir que los esclavos humanos consienten su esclavitud simplemente porque muchos acceden a trabajar para evitar represalias o porque están coaccionados por sus explotadores y no pueden optar a otra cosa. Ellos no decidieron ni consintieron esa situación. Están forzados a ella para beneficio de otros que los han sometido.
A través de la explotación, los demás animales están sometidos al estatus de
propiedad. Esta injusticia fundamental es a la que se opone el veganismo y el movimiento de liberación animal.
Me sorprende que nadie haya comentado en esta entrada después de año y medio. En este ensayo expresas magistralmente uno de los ejes centrales que sustentan el veganismo como principio moral contra la explotación de los animales no humanos. Todo vegano (y agente moral, por extensión) debiera tener claro el concepto de consentimiento y por qué resulta imprescindible para que el uso de un individuo sea ético. Quisiera aprovechar este comentario para explayarme en algunos conceptos relacionados.
ResponderEliminarPor influencia del utilitarismo, muchos veganos tienden a pensar que la explotación animal está mal porque "frustra" intereses en lugar de aceptar el deber moral de respetarlos como sujetos y de juzgar primeramente la legitimidad moral de nuestras acciones. Discutir sobre si una acción vulnera intereses de otros animales puede incurrir en una petición de principio; pues del hecho de que nuestras acciones no vulneren intereses no se infiere que sean correctas y ni tengamos legitimidad para ejecutarlas.
Como bien mencionas, los no-humanos están tan cosificados que la sociedad apenas considera su voluntad e intereses. Los ve como máquinas con contenido genético exclusivo, de ahí que valore sus peculiaridades génicas como si éste fuese su valor inherente para "conservarlos". Aún falta mucho para derruir este pensamiento "Descartiano".
Últimamente he estado reflexionando acerca de la relación entre el pensamiento utilitarista de quienes se denominan "sensocentristas" y la falacia naturalista con el objetivo de redactar un entrada. A mi entender, el origen de esta falacia radica en una confusión categorial entre el "ser" y el "deber ser". Justifican acciones (las consideras correctas) por la mera existencia de dichas acciones. Creo que este pensamiento es equivalente a postular disparates como la legitimidad de infectar a seres humanos con virus porque los propios virus infectan a humanos, y un largo etcétera.
Gracias a ti conozco bien qué distingue la ética deontológica respecto al utilitarismo moral y sé que proviene de la fusión entre el consecuencialismo y el hedonismo. Me falta profundizar en cómo se relaciona con el gradualismo y otros pensamientos como el darwinismo social, los cuales toman sucesos naturales (no controlados por humanos, o bien no mediados de forma consciente) para concluir que existe una finalidad (finalismo) y que lo más complejo o "exitoso" es superior moralmente a los demás. Según lo juzgo, se fusionan varios sesgos cognitivos: 1) creer que cuanto existe brinda una "ley universal", 2) creer que cuanto existe lo hace por un designio superior y 3) creer que lo visiblemente más exitoso (otro sesgo socio-biológico) señala o legitima qué es más importante o valioso.
Nunca entenderé cómo puede haber quienes justifiquen el gradualismo en animales no humanos a pesar de la facilidad con que uno puede percatarse de que si se admiten todas las diferencias biológicas como fronteras morales, uno mismo siempre será inferior a algún otro en sentido cuantitativo. Es decir, discriminan a otros mientras no aceptarían ser víctimas de dicha discriminación. Por esto, cuando empecé a aprender sobre veganismo intenté desechar toda barrera basada en variables continuas y mi primer artículo tuvo un enfoque centrado en qué distingue la sintiencia de otras variables biológicas y por qué ésta sí puede actuar como barrera moral.
Divagando más, pienso que los planteamientos utilitaristas derivan de algo más básico como el antiguo debate filosófico sobre el relativismo moral. Interpreto el pensamiento relativista como la afirmación categórica de que las fronteras morales sean variables continuas.
Un saludo.