31 de marzo de 2017

No, regular la esclavitud no es lo correcto

Éste es el tipo de explotación sobre los conejos que Anima Naturalis y el resto de grupos bienestaristas están apoyando como alternativa 'humanitaria'.

Este ensayo es mi respuesta a un artículo de Andrea Padilla —que es miembro del grupo Anima Naturalis— titulado «¿Hacer lo correcto por los conejos» en el que defiende la regulación de la explotación de conejos para servir de comida.

En este artículo la autora plantea la siguiente cuestión, que no es precisamente nueva:

«¿Regular la explotación de animales usados para consumo, mediante políticas de bienestar, es un camino aceptable para proteger los intereses de los animales o va en detrimento del fin último que es su liberación?»

Padilla defiende la regulación de esta explotación y nos explica los motivos de su postura alegando que:

«Cuando observo las miserables vidas de los conejos explotados por su carne, su pelo y su piel, y pienso, a la vez, en la condición humana mayoritariamente egoísta, banal y caprichosa, lejana aún de una conciencia que la lleve a poner fin a prácticas como estas, la respuesta a aquel dilema me resulta casi obvia. Prefiero avanzar en bienestar, aquí y ahora, en beneficio de los conejos –únicos que padecen en carne propia la maldita explotación– y no estancarme en un propósito que, de momento, resulta más teórico que posible.»

En primer lugar: ¿qué prueba presenta de que estas medidas "avanzan en su bienestar"? Se puede resumir en una palabra: ninguna. Cuando digo ninguna quiero decir ninguna. Nada. Ni en este artículo ni en ningún otro que defienda la regulación del 'bienestar animal'. Esto es una petición de principio que los bienestaristas no tienen interés siquiera en intentar demostrar. De hecho, tengo la impresión de que ni se han molestado en averiguar si lo que dicen se ajusta a los hechos. La tesis de que esta medida beneficia a los animales aún está por demostrar. Ellos lo afirman como si fuera un hecho, pero no lo es.

¿Es cierto que el propósito de liberarlos «es más teórico que posible»? Tal vez no es posible liberar a los animales ahora mismo porque los animalistas llevan dos siglos asumiendo el bienestarismo y empleando sus recursos en reformar la explotación animal y en campañas monotemáticas que marginan el veganismo. Es evidente que si nunca actuamos para conseguir la liberación de los animales entonces nunca llegará el momento de liberar a los animales de la opresión. Es un círculo vicioso. Alegar que los animales no pueden ser liberados ahora no justifica que no trabajemos ahora por liberarlos a todos en el futuro. El enfoque bienestarista no sirve para que termine la explotación de los animales; ni lo pretende siquiera.

¿Y si usamos el argumento de Padilla en el contexto humano? Por ejemplo, presupongamos que la violencia machista no va a terminar a corto plazo y que el objetivo de abolirla es más teórico que posible. ¿Justifica esto que promovamos medidas para regular la violencia contra las mujeres con la excusa de «hacer su vida menos miserable»? ¿Es aceptable promover leyes que promueven las agresiones contra las mujeres? Aparte de lo cuestionable que supone creer que esto podría aliviar la miseria de las víctimas, en lugar de más bien fomentarla, estaríamos faltando al respeto más elemental que merecen las personas, y estaríamos apoyando la violencia contra ellas. Podríamos plantear el mismo caso si se tratara de niños. Entonces, ¿por qué juzgar la situación de forma diferente sólo porque los individuos agredidos no sean humanos? 


Por otro lado, podemos notar que en el propio artículo de Padilla no se explica en ningún momento los dos puntos fundamentales de esta cuestión: a saber; que los humanos no necesitamos consumir animales y que tratar a los animales como recursos es moralmente injusto. Padilla no explica nada al respecto. Si no explicamos a la gente que consumir animales es injusto e innecesario entonces nunca dejarán de consumirlos. Lo más importante del asunto no lo menciona siquiera. Al parecer se le olvidó explicar el meollo principal de la cuestión porque tenía toda su atención centrada en buscar excusas para defender el bienestarismo. Entiendo que resulta contradictorio argumentar que está mal utilizar a los animales si al mismo tiempo estás apoyando una medida que consiste en utilizar a los animales.

Ante la falta de datos, evidencias, o argumentos razonados, Padilla prefiere acudir a la retórica rayana en la demagogia:

«¿Con qué cara le diría a uno de los miles de millones de animales que sufren ahora mismo que no apoyé una moción para que su explotación se diera en condiciones menos dramáticas porque mi propósito es la plena liberación de todos los animales? ¿No sería esto de, algún modo, decirle que él como individuo no cuenta pero sí, en cambio, los de las generaciones futuras de su especie? ¿O restarle importancia a la realidad pura y dura de su sufrimiento por una aspiración que, aunque justa, parece imposible de materializarse en el inmediato futuro?»

Podemos darle la vuelta a esta retórica planteando la cuestión de otro modo:

¿Con qué cara le diríamos a los animales que siguen explotados en el futuro que no centramos todos nuestros esfuerzos en promover el veganismo y conseguir que el uso de animales desaparezca como actividad institucionalizada? ¿No es esto decirle que nos los respetamos como individuos y que estamos usando su desgracia para conseguir socios y donaciones económicas? ¿No es esta actitud bienestarista la que ha favorecido que la explotación animal continúe de manera indefinida en lugar de desaparecer progresivamente mediante la difusión del veganismo?

Ya puestos a fantasear en la línea de Padilla, podríamos imaginar que un animal esclavizado pudiera hablar y nos dijera: «Me da igual todo lo demás; sólo quiero que haga lo posible por reducir un poco mi sufrimiento aunque eso conlleve ignorar el deber de abolir la esclavitud.» Bueno, esto no es lo relevante. Lo que él dijera no determina un criterio moral sólo porque él lo diga. Además, otro individuo animal podría opinar otra cosa completamente distinta. ¿A quién hacer caso a la hora de determinar nuestros patrones morales y guías de conducta? En todo caso, debo aclarar que ninguno de nosotros somos la voz de los animales. Ellos no nos han nombrado sus portavoces ni nos han comunicados sus opiniones. Así que aquí sólo expresamos nuestras ideas y no somos depositarios de la voluntad de los animales, por mucho que Padilla fantasee con que ella lo es.

Padilla parece ignorar, u ocultar, que a los animales que están siendo explotados ahora en el presente no les afectan estas medidas. Aparte de asumir sin pruebas que esto mejora el bienestar de los animales, también habla sobre estas medidas cómo si fueran de implementación inmediata. Más aún, defiende que aplicarlas conduciría a la desaparición de esta explotación:

«Ver desaparecidas las prácticas violentas que se ejercen sobre los animales es, por supuesto, el justo derrotero de la lucha por su defensa y protección. Pero en nombre de este fin, no deberíamos negarles la posibilidad de llevar vidas menos miserables. Su interés en no sufrir por causas evitables es un asunto tan serio, incluyéndonos, que debería alinearnos en la búsqueda de medidas que nos acercaran, lo más pronto posible, a su realización.»

Padilla afirma que las medidas bienestaristas hacen que las vidas de los animales explotados sean menos miserables y que además estas medidas favorecen de algún misterioso modo que se termine su explotación. Bueno, yo considero que esas proposiciones carecen de toda conexión con la realidad.

¿La regulación de la explotación de vacas, cerdos, pollos, peces y otros animales ha conducido de alguna manera a hacer desaparecer dicha explotación? Es muy evidente que no. ¿Cómo deducen los bienestaristas que regular la explotación de conejos hará desaparecer su explotación? No hay pruebas de que regular la explotación animal conduzca o favorezca a su desaparición. Si no sale rentable explotar conejos entonces se explotará a otros animales cuya producción sí sea rentable. Esta regulación no evita la explotación de un solo individuo. Si el consumo de cadáveres de conejos se encareciera circunstancialmente entonces la gente buscará consumir a otros animales, como los pollos o los atunes, cuya explotación resulte más económica. Es decir, incluso si al final hubiera menos conejos explotados esto no conduce ni equivale siquiera a que haya menos animales explotados.

La perspectiva bienestarista tiende a estar asociado intrínsecamente con el especismo. Lo que sucede cuando centras el activismo animalista en determinada especie es que el resto de animales que no son de esa especie resultan ignorados. Sólo bajo este sesgo especista puede alguien creer erróneamente que una posible reducción del número de conejos explotados se traduciría en una reducción global del número de animales explotados.

¿Qué es lo que dice el texto del informe en el cual se basa la propuesta apoyada por los grupos bienestaristas? Bueno, aquí tenemos un párrafo muy explicativo:

«En el presente informe y en el documento de trabajo que le ha precedido el ponente formula varias recomendaciones que cabe resumir como sigue: en la cunicultura es indispensable abandonar gradualmente la utilización de las jaulas en batería y de alambre en entorno árido y  pasar a métodos alternativos como los sistemas de cría en parque que prevén un espacio suficiente por conejo y la cría de los conejos en grupos. Los ganaderos que realicen esta conversión deberían recibir apoyo con cargo a los programas de desarrollo rural de la PAC. Los sistemas para la cría de conejos deberían contar con plataformas o superficies elevadas similares y una cantidad suficiente de materiales de enriquecimiento. Además, los tiempos de transporte deberían ser lo más limitados posible, debido a la sensibilidad de la especie, y se debería alimentar a los conejos antes del transporte y proporcionarles acceso a agua y comida en la medida adecuada durante el transporte. Las cajas y jaulas para el transporte deberían  permitir a los animales adoptar posturas normales. Por último, se debería aturdir por completo a los conejos antes de proceder al sacrificio, garantizándose que no experimenten sufrimiento, dolor o estrés. El sacrificio debería realizarse sin que exista riesgo alguno de que el animal aturdido recobre la consciencia.»

Éste es el sistema de jaulas de baterías que condena la propuesta:


Y éste es el nuevo sistema mejorado de la propuesta apoyada por Anima Naturalis, según informa la organización bienestarista Compassion In World Farming:


En previsión de la nueva legislación, algunos productores ya están adaptando las herramientas de explotación de conejos con el sistema de «colonias»:



¿Se puede declarar honestamente que estos animales llevan vidas menos miserables? Siguen estando confinados en un espacio limitado. Siguen encerrados. No los sacan de ninguna jaula sino que los meten en otra distinta. Siguen siendo atemorizados, coaccionados y agredidos. Siguen acabando en el matadero para ser degollados. ¿Qué miseria se supone que los bienestaristas les han ahorrado a los animales con esta medida? Incluso aceptando que la vida de un animal esclavizado se pudiera hacer un poco menos mala esto no equivale a que esa vida pueda ser calificada de buena.

¿A nadie le parece curioso que Anima Naturalis no muestre la consecuencia de las regulaciones que promueven? ¿No será que el efecto real que tienen las propuestas bienestaristas no es aliviar sino perpetuar la miseria que padecen estos animales? Los bienestaristas nunca aportan un solo dato empírico que explique cómo se supone que su trabajo está favoreciendo el bienestar de los animales esclavizados, y parece que ni siquiera son muy entusiastas de mostrar el tipo de explotación que están apoyando. No vaya a ser que alguien se dé cuenta de que sólo cambian una situación miserable por otra igualmente miserable.

La posición bienestarista llama «bienestar» a una situación que aplicada a los humanos sería considerada sin duda como como esclavitud y tortura. Es importante tener en cuenta que al oponernos a la posición denominada de 'Bienestar Animal' no nos oponemos al bienestar real de los animales sino que denunciamos una ideología que considera a los animales como recursos y trata su bienestar sólo como un medio para favorecer a los consumidores de explotación animal; no a los animales.

A pesar de todo, Padilla pretende argumentar que oponerse a las medidas bienestaristas significa alinearse con el inmovilismo:

«En ocasiones, incluso, deberíamos valorar si oponernos a medidas de mejora no nos sitúa más cerca de quienes prefieren que las cosas permanezcan tal como están. Al respecto, los criadores de conejos han afirmado que implementar las medidas del informe podría conducirlos al cierre de entre el 70 y el 90% de las explotaciones, al menos en España. Obviamente, buena parte de su negocio radica en mantenerlos en jaulas, sometidos a dinámicas de reproducción y crecimiento acelerados. Es decir que la regulación de esta explotación, mediante estándares de bienestar, haría el negocio insostenible.»

Padilla no está mostrando hechos sino meras predicciones. Ahora bien, aceptemos que las peores predicciones para los explotadores de conejos se hicieran realidad. Según informa el servicio de prensa del parlamento europeo casi toda la carne de conejo consumida en Europa proviene de China, que es ajena a las regulaciones aprobadas:

«Although 340 million rabbits are slaughtered for meat in the EU every year, this represents less than 1% of the EU’s final livestock production. [...] The EU is the world’s leading rabbit producer, ahead of China, which is its leading rabbit meat exporter. Around 99% of the EU’s rabbit meat imports originate in China.»

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«Aunque 340 millones de conejos son matados para carne cada año en la Unión Europea [UE], esto representa menos del 1% de la producción ganadera de la UE. [...] La UE es el principal productor mundial de conejos, despues de China, que es el principal exportador de su carne. Cerca del 99% de la carne de conejo proviene de China»

Esto significa que aunque parte de los productores europeos tuvieran que cerrar, el precio no tiene por qué encarecerse, ni la demanda tiene por qué disminuir, ya que China sigue exportando conejos masivamente. Si los productores europeos no pudieran afrontar el coste de la nueva normativa, entonces lo más probable es que esta demanda sería absorbida por los productores chinos. Con lo cual ni un solo conejo ha sido salvado de la esclavitud. Asimismo los demandantes de explotación animal también pueden elegir consumir otro tipo de animal. Con lo cual los bienestaristas no han ayudado a salvar a ningún animal. Esto es, la propuesta apoyada por Padilla es en verdad la que favorece que las cosas permanezcan tal como están.

Creo importante dejar claro que yo no soy partidario de la denominada «acción directa» como forma de activismo. Por diversas razones, considero que esta estrategia conlleva importantes defectos morales y prácticos. Soy partidario de la educación vegana como el medio ético y efectivo de abolir la utilización de animales. Sin embargo, aparte de esta cuestión, considero que sólo aquellos que sacan a los animales de sus centros de explotación, y que los adoptan responsablemente, pueden afirmar con verdad que han hecho que las vidas de estos individuos sean menos miserables y que ahora gozan de cierto bienestar real. Pero los bienestaristas no pueden decir esto sin faltar a la verdad.

Si aceptamos que los animales tienen un derecho fundamental a no ser propiedad entonces no podemos apoyar ninguna iniciativa que los trate como propiedades, y esto incluye las regulaciones de su esclavitud. No obstante, incluso si obviamos ese derecho básico, los argumentos que se pretenden presentar para justificar el apoyo a esas regulaciones no están avalados por la lógica ni por las evidencias empíricas.

Ninguno de los puntos que argumentan los bienestaristas se sostiene. La regulación de la explotación animal no mejora significativamente el bienestar de los animales, no reduce el número de animales explotados y su sufrimiento, y, lo más importante si cabe, no favorece ni conduce a liberar a los animales de nuestra opresión sobre ellos. El enfoque bienestarista es parte de la injusticia que padecen los animales y no su solución.

Resulta cuanto menos que curioso que cuando se trata de actividades como la tauromaquia estos grupos adopten una postura que ellos proclaman «abolicionista» pero que en otras actividades equivalente adopten una posición regulacionista que ellos mismos no aceptan cuando se trata de otros usos de animales que sí rechazan de plano.

Padilla finaliza su artículo concluyendo que:

«La posición inicial de los eurodiputados frente al informe era de abstención o rechazo. Sin embargo, la presión de sus votantes los llevó a apoyarlo. Esto también debe decirnos algo.»

Sí. Esto nos dice que las medidas bienestaristas no amenazan la existencia de la explotación animal y que los consumidores de esta explotación han comprendido que mediante el bienestarismo pueden alegar que se preocupan por el bienestar de los animales y al mismo tiempo continuar consumiendo animales con la conciencia tranquila porque, según les dice Andrea Padilla, han hecho «lo correcto».

Pienso que si pueden creer sinceramente que actuar de esa forma es «hacer lo correcto» esto evidencia hasta qué extremo los bienestaristas —que tienen condicionada su forma de pensar por el utilitarismo— tienen trastocadas las nociones del bien y del mal. No pretendo cuestionar ahora que ellos de alguna manera crean que lo que están haciendo es correcto, pero sí digo que lo que ellos denominan «correcto» moalmente no lo es.

2 comentarios:

  1. Excelente artículo. Podrías nombrar dos o tres organizaciones Bienestaristas a nivel mundial?. T escribo desde Argentina. Un abrazo

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    1. Hola, Israel.

      A nivel internacional hay varias organizaciones bienestaristas muy conocidas: WSPA, Anima Naturalis, PeTA.

      Un abrazo.

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