¿Qué entiendo teóricamente por defensa de los animales? Defender los intereses que todos los animales tenemos en ser libres, en no ser esclavizados ni en ser propiedades de otros, en que se respete nuestra vida sin discriminación de especie. Estos intereses son defendidos dentro del ámbito moral, ético, político y legal que conforman nuestra sociedad humana. La concienciación ética, los valores morales, las luchas políticas y las reformas legales, tienen su cabida dentro de la civilización humana. No corresponden al ámbito de la naturaleza. Y esto nos atañe exclusivamente a nosotros, los animales humanos.
Aunque se ha demostrado que los demás animales no humanos tienen cierta capacidad moral, solamente los humanos han conformado esto que denominamos civilización y que supone seguir una serie de reglas de conducta con el fin de vivir en sociedad y colaborar unos con otros para poder vivir. Con el desarrollo técnico se ha debido de desarrollar todavía más el entramado ético y legal que sostiene nuestras relaciones interpersonales. Ahora bien, no solamente tenemos responsabilidades respecto de otros humanos sino respecto de todos los demás seres sentientes, el resto de animales, que conviven con nosotros en el planeta. El mismo fundamento que se encuentra en la base del principio ético de igual consideración, es decir, el respeto de los intereses de otros individuos, vale igualmente para humanos y no humanos. Exigir respeto para los demás animales, y no solamente los animales humanos, es algo perfectamente razonable y lógico si nos atenemos a criterios morales basados en el principio de convivencia respetuosa.
Si el ser humano quiere vivir respetando a otros animales (cuando utilizo el término respeto entiendo por respetar a un individuo principalmente el no utilizarlo para nuestros fines) el modo de vida que debe seguir consecuentemente es el veganismo. Ser vegano requiere un respeto integral y radical de todos los animales. Significa no tener como propiedades a otros animales ni aprovecharnos económicamente de ellos. Y procurar que nuestro estilo de vida sea el que menos perjudique a los demás animales. Obviamente el que haya estudiado algo de historia humana o que esté al tanto de la situación actual hoy en día verá que lo que ocurre es justamente lo contrario, especialmente si atendemos a la situación de los animales no humanos, utilizados masivamente como recursos por miles de millones en la industria de explotación.
No vivimos en un mundo vegano pero ser vegano implica querer que el mundo sea vegano. Para eso necesitamos cambios radicales en la marcha del mundo y sólo lo conseguiremos si los veganos llegamos a ser una masa social considerable, un grupo muy numeroso y visible capaz de hacer presión sólida sobre la educación y la política a todos los niveles, local, nacional o mundial. Promocionar el veganismo, hablar sobre veganismo, reivindicar el veganismo, fundamentar el veganismo, construir una cultura vegana, una actividad económica vegana. Todo estoy y mucho más el camino que nos requiere para llegar quizás algún día a lograr una sociedad donde el respeto y la justicia sean los valores predominantes.
Pero antes de todo ya nos encontramos con importantes problemas. No solamente el de tener que luchar contra unos prejuicios que discriminan a los demás animales por no pertenecer a la especie humana y contra unos hábitos de explotación animal profundamente arraigados en la sociedad humana. Tenemos el problema de que no todos los humanos entienden lo mismo cuando se trata del concepto de defender a los animales (para algunos sería velar por el bienestar de nuestros esclavos no humanos) y ni siquiera aquellos defensores que en principio siendo veganos, abolicionistas y antiespecistas parecían haber comprendido la esencia misma de la idea que nosotros pretendemos realizar: la abolición de cualquier uso de animales y el forjamiento de un mundo vegano.
Si alguien llegara a la errónea y desgraciada conclusión de que el veganismo no es una opción viable para el conjunto de la sociedad no puede ser porque haya llegado a ello mediante una reflexión fundamentada sino por un problema bastante más grave: desesperanza, egoísmo, falta de confianza en el futuro, una actitud derrotista. No cabe duda de que todos podemos haber pasado por algo así en algún momento de nuestra vida como veganos. Pero igualmente en todos esos momentos nos equivocábamos de pensamiento. El veganismo es un estilo de vida asequible para todos los humanos de este planeta, no supone una menor calidad de vida ni una destrucción de la civilización ni de la sociedad sino justo lo contrario. El veganismo es un progreso moral y civilizatorio. Una vida basada en profundos valores morales, en el respeto a la vida y en el trato justo para todos los seres sentientes, para todos los animales, que poblamos la misma tierra.
El veganismo es y debe ser la base de cualquier movimiento que busque como objetivos una sociedad no regida por criterios de discriminación injustos, que tolere práctica esclavistas o que ampare cualquier tipo de tortura o asesinato. Estar en contra de la explotación o del sometimiento de otros individuos exige veganismo. Excepto en el caso de que uno sea especista profundo y coloque fuera de su ámbito moral a quien no pertenezca a su especie, en este caso, la humana.
Siendo actualmente la situación de los animales no humanos la más desesperada por el hecho de que en conjunto se aplica sobre ellos los comportamientos más criminales y horribles que se pueda imaginar, que esa explotación cruel está institucionalizada y amparada por leyes especistas y que los animales no humanos no disponen de ningún tipo de protección legal en tanto que individuos que reconozca sus intereses, el movimiento de defensa de los animales debe basarse en el veganismo como alternativa a la sociedad esclavista en la que vivimos. Un estilo de vida vegano es un medio para alcanzar ese objetivo abolicionista y la vez la situación que pretendemos lograr: una forma de vida libre de explotación.
Desde que en 1944 Donal Watson fundara la Vegan Society en el Reino Unido, que promueve un estilo de vida verdaderamente respetuoso con los demás animales no humanos, el movimiento de defensa de los animales tuvo la oportunidad de encontrar una referencia y una base común a través de un cambio radical en la forma en que vivimos (radical sí pero también realista, práctico, fácil y asequible). Desgraciadamente esa oportunidad fue desaprovechada. Los cambios sociales que tuvieron lugar a finales de los 60 y principios de los 70 que, entre otras cosas, potenciaron la creación de asociaciones organizadas de defensa de los animales no humanos, no se tomaron de verdad en serio la cuestión del veganismo como un estilo de vida capaz de lograr erradicar la dañina explotación que los humanos ejercíamos sobre los no humanos. Mientras que otros temas como el racismo o el sexismo calaron muy hondo dentro de nuestro propio canon moral, el especismo apenas se empezaba a cuestionar. Ese error sigue vigente hasta nuestros días.
Si echamos un vistazo a todos los teóricos que trataron el tema de los no humanos, desde Jeremy Bentham hasta Peter Singer, todos ellos se dan cuenta de que no hay ningún motivo ético relevante que justifique el discriminar moralmente a los demás animales solamente por pertenecer a otra especie distinta de la nuestra. Ninguno de ellos llevó ese descubrimiento a su conclusión lógica: acabar con el especismo y promover un modo de vida que respete a todos los animales. Hemos tenido que esperar hasta que Gary Francione publicara sus textos en la década de los noventa del siglo XX para encontrar por fin una crítica severa y acertada del erróneo camino que todo el movimiento denominado animalista había seguido hasta el momento: centrarse en promover el bienestar animal a través de las reformas en la manera en que se explotan a los animales.
El veganismo es la única forma de acabar con la explotación y el esclavismo de los animales y por tanto con el especismo. Que el movimiento de defensa de los animales no humanos no haya tenido en cuenta esto, que no sea un movimiento vegano ni en su conjunto ni mayoritariamente, es sin duda, el error más dramático de todos cuantos haya podido cometer. Miles de millones de animales son las víctimas ahora de ese error. El educar a los demás en el veganismo es la principal tarea que los defensores de los derechos animales tenemos en nuestro haber. Sin veganos habrás más explotados y más muertos. Con veganos cada vez habrá menos explotados y menos muertos y cuantos más veganos mayor será la posibilidad algún día de acabar con el crimen institucionalizado que soportan las víctimas no humanas cada día.
No desesperemos nunca cuando sigamos viendo a nuestro alrededor una sociedad basada en explotar a los demás animales desde hace miles de años, como les ha sucedido a otros supuestos defensores de los animales. Somos veganos y el hecho de ser veganos nos demuestra a nosotros mismos que se puede vivir sin explotar animales. Cada vegano demuestra que podemos vivir respetando las vidas de los demás animales.
El problema no es la demostrada viabilidad del veganismo. El problema es una mentalidad que justifica para otros aquello mismo que sobre nosotros consideraríamos un crimen, solamente porque esos otros tienen un aspecto diferente del nuestro y una forma distinta de relacionarse con el mundo que nos rodea. El problema es que no tengamos clara nuestra forma de luchar para cambiar dicha mentalidad.
Si el ser humano quiere vivir respetando a otros animales (cuando utilizo el término respeto entiendo por respetar a un individuo principalmente el no utilizarlo para nuestros fines) el modo de vida que debe seguir consecuentemente es el veganismo. Ser vegano requiere un respeto integral y radical de todos los animales. Significa no tener como propiedades a otros animales ni aprovecharnos económicamente de ellos. Y procurar que nuestro estilo de vida sea el que menos perjudique a los demás animales. Obviamente el que haya estudiado algo de historia humana o que esté al tanto de la situación actual hoy en día verá que lo que ocurre es justamente lo contrario, especialmente si atendemos a la situación de los animales no humanos, utilizados masivamente como recursos por miles de millones en la industria de explotación.
No vivimos en un mundo vegano pero ser vegano implica querer que el mundo sea vegano. Para eso necesitamos cambios radicales en la marcha del mundo y sólo lo conseguiremos si los veganos llegamos a ser una masa social considerable, un grupo muy numeroso y visible capaz de hacer presión sólida sobre la educación y la política a todos los niveles, local, nacional o mundial. Promocionar el veganismo, hablar sobre veganismo, reivindicar el veganismo, fundamentar el veganismo, construir una cultura vegana, una actividad económica vegana. Todo estoy y mucho más el camino que nos requiere para llegar quizás algún día a lograr una sociedad donde el respeto y la justicia sean los valores predominantes.
Pero antes de todo ya nos encontramos con importantes problemas. No solamente el de tener que luchar contra unos prejuicios que discriminan a los demás animales por no pertenecer a la especie humana y contra unos hábitos de explotación animal profundamente arraigados en la sociedad humana. Tenemos el problema de que no todos los humanos entienden lo mismo cuando se trata del concepto de defender a los animales (para algunos sería velar por el bienestar de nuestros esclavos no humanos) y ni siquiera aquellos defensores que en principio siendo veganos, abolicionistas y antiespecistas parecían haber comprendido la esencia misma de la idea que nosotros pretendemos realizar: la abolición de cualquier uso de animales y el forjamiento de un mundo vegano.
Si alguien llegara a la errónea y desgraciada conclusión de que el veganismo no es una opción viable para el conjunto de la sociedad no puede ser porque haya llegado a ello mediante una reflexión fundamentada sino por un problema bastante más grave: desesperanza, egoísmo, falta de confianza en el futuro, una actitud derrotista. No cabe duda de que todos podemos haber pasado por algo así en algún momento de nuestra vida como veganos. Pero igualmente en todos esos momentos nos equivocábamos de pensamiento. El veganismo es un estilo de vida asequible para todos los humanos de este planeta, no supone una menor calidad de vida ni una destrucción de la civilización ni de la sociedad sino justo lo contrario. El veganismo es un progreso moral y civilizatorio. Una vida basada en profundos valores morales, en el respeto a la vida y en el trato justo para todos los seres sentientes, para todos los animales, que poblamos la misma tierra.
El veganismo es y debe ser la base de cualquier movimiento que busque como objetivos una sociedad no regida por criterios de discriminación injustos, que tolere práctica esclavistas o que ampare cualquier tipo de tortura o asesinato. Estar en contra de la explotación o del sometimiento de otros individuos exige veganismo. Excepto en el caso de que uno sea especista profundo y coloque fuera de su ámbito moral a quien no pertenezca a su especie, en este caso, la humana.
Siendo actualmente la situación de los animales no humanos la más desesperada por el hecho de que en conjunto se aplica sobre ellos los comportamientos más criminales y horribles que se pueda imaginar, que esa explotación cruel está institucionalizada y amparada por leyes especistas y que los animales no humanos no disponen de ningún tipo de protección legal en tanto que individuos que reconozca sus intereses, el movimiento de defensa de los animales debe basarse en el veganismo como alternativa a la sociedad esclavista en la que vivimos. Un estilo de vida vegano es un medio para alcanzar ese objetivo abolicionista y la vez la situación que pretendemos lograr: una forma de vida libre de explotación.
Desde que en 1944 Donal Watson fundara la Vegan Society en el Reino Unido, que promueve un estilo de vida verdaderamente respetuoso con los demás animales no humanos, el movimiento de defensa de los animales tuvo la oportunidad de encontrar una referencia y una base común a través de un cambio radical en la forma en que vivimos (radical sí pero también realista, práctico, fácil y asequible). Desgraciadamente esa oportunidad fue desaprovechada. Los cambios sociales que tuvieron lugar a finales de los 60 y principios de los 70 que, entre otras cosas, potenciaron la creación de asociaciones organizadas de defensa de los animales no humanos, no se tomaron de verdad en serio la cuestión del veganismo como un estilo de vida capaz de lograr erradicar la dañina explotación que los humanos ejercíamos sobre los no humanos. Mientras que otros temas como el racismo o el sexismo calaron muy hondo dentro de nuestro propio canon moral, el especismo apenas se empezaba a cuestionar. Ese error sigue vigente hasta nuestros días.
Si echamos un vistazo a todos los teóricos que trataron el tema de los no humanos, desde Jeremy Bentham hasta Peter Singer, todos ellos se dan cuenta de que no hay ningún motivo ético relevante que justifique el discriminar moralmente a los demás animales solamente por pertenecer a otra especie distinta de la nuestra. Ninguno de ellos llevó ese descubrimiento a su conclusión lógica: acabar con el especismo y promover un modo de vida que respete a todos los animales. Hemos tenido que esperar hasta que Gary Francione publicara sus textos en la década de los noventa del siglo XX para encontrar por fin una crítica severa y acertada del erróneo camino que todo el movimiento denominado animalista había seguido hasta el momento: centrarse en promover el bienestar animal a través de las reformas en la manera en que se explotan a los animales.
El veganismo es la única forma de acabar con la explotación y el esclavismo de los animales y por tanto con el especismo. Que el movimiento de defensa de los animales no humanos no haya tenido en cuenta esto, que no sea un movimiento vegano ni en su conjunto ni mayoritariamente, es sin duda, el error más dramático de todos cuantos haya podido cometer. Miles de millones de animales son las víctimas ahora de ese error. El educar a los demás en el veganismo es la principal tarea que los defensores de los derechos animales tenemos en nuestro haber. Sin veganos habrás más explotados y más muertos. Con veganos cada vez habrá menos explotados y menos muertos y cuantos más veganos mayor será la posibilidad algún día de acabar con el crimen institucionalizado que soportan las víctimas no humanas cada día.
No desesperemos nunca cuando sigamos viendo a nuestro alrededor una sociedad basada en explotar a los demás animales desde hace miles de años, como les ha sucedido a otros supuestos defensores de los animales. Somos veganos y el hecho de ser veganos nos demuestra a nosotros mismos que se puede vivir sin explotar animales. Cada vegano demuestra que podemos vivir respetando las vidas de los demás animales.
El problema no es la demostrada viabilidad del veganismo. El problema es una mentalidad que justifica para otros aquello mismo que sobre nosotros consideraríamos un crimen, solamente porque esos otros tienen un aspecto diferente del nuestro y una forma distinta de relacionarse con el mundo que nos rodea. El problema es que no tengamos clara nuestra forma de luchar para cambiar dicha mentalidad.
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