3 de marzo de 2013

Un derecho absoluto




«Un derecho es absoluto cuando no puede ser desplazado en ninguna circunstancia de forma tal que nunca puede ser infringido justificadamente y debe ser satisfecho sin ninguna excepción.» ~

En el artículo titulado «Un derecho para todos» el profesor Gary Francione explica las razones por las que un movimiento de Derechos Animales debe enfocarse en defender un solo derecho: el derecho de los animales de no ser propiedad de los humanos. Esto implica que los humanos nunca debemos tratar a los animales como recursos. No debemos criarlos, comerciar con sus vidas ni en general utilizarlos para conseguir nuestros fines.

La filosofía de los Derechos Animales defiende que todos los seres sintientes —ya sean humanos o no humanos— poseen, al menos, un derecho absoluto: el derecho a no ser propiedad. Esto no significa que no puedan tener reconocidos otros derechos. Lo que quiere decir es que no pueden gozar de ningún derecho mientras no dejen de ser considerados objetos y se les reconozca en primer lugar como sujetos de derechos y dejen por tanto de estar sometidos a la esclavitud, es decir, a la condición de propiedad.

Los derechos de los que hablamos aquí no son derechos de tipo contractual; es decir, derechos convencionales nacidos del acuerdo libre y consentido entre individuos responsables. Los derechos a los que nos referimos aquí son derechos morales. Y esta clase de derechos no surgen del acuerdo voluntario sino que pertenecen al ámbito de la ética y se deducen a partir del razonamiento moral.

Los derechos morales son principios objetivos y por lo tanto no dependen de los gustos u opiniones. Además, los derechos morales son inherentes al individuo por el hecho de ser persona en tanto que la persona posee un valor intrínseco que no puede ser vulnerado por fines instrumentales.

La expresión de tener un derecho es una forma abreviada para referirnos a nuestra obligación como agentes morales de respetar determinados intereses de los individuos que no debemos vulnerar para satisfacer algún objetivo o deseo nuestro.

Reconocer a los seres sintientes como personas implica necesariamente que no debemos usarlos como un mero recurso para satisfacer nuestros fines, supeditando así sus intereses básicos a los nuestros. En esto consiste la esencia del estatus de propiedad cuando se aplica a los individuos. Cuando tratamos a individuos como nuestra propiedad estamos ejerciendo la esclavitud.

Es claro que la ética de Derechos Animales puede reconocer varios derechos diferentes a los individuos, y no solamente un único derecho. Sin embargo, no todos esos derechos son absolutos.

El derecho a no ser propiedad sí sería un derecho absoluto, pues debe ser respetado de manera absoluta, es decir, debe ser respetado siempre, para todos los individuos sin distinción y en todas las situaciones. Es un derecho que debe ser respetado y protegido independientemente de las consecuencias.

Hay derechos que son básicos o fundamentales pero no absolutos. El derecho a la vida es un ejemplo de este tipo de derecho; así como el derecho a la integridad física o a la libertad de movimiento.

El derecho a la vida puede ser vulnerado en casos muy específicos y concretos en donde la eutanasia o la auto-defensa esté moralmente justificada.

El derecho a la integridad física puede ser obviado en parte cuando se trata de realizar una operación médica con el fin de salvaguardar la salud del propio individuo.

El derecho a la libertad de movimiento puede ser limitado en el caso de individuos tutelados o de agentes morales que han cometido un delito grave y suponen una evidente amenaza para otros.

En cambio, el derecho a no ser propiedad nunca puede ser violado de manera justificada, bajo ningún propósito ni circunstancia. Es un derecho absoluto que se deriva directamente del estatus de persona. Así señala Gary Francione que:

«En el caso de que el interés de los animales en no sufrir sea moralmente relevante, debemos aplicar el principio de igual consideración y extender a ellos el derecho básico de no ser tratado como una cosa, como nuestra propiedad.»

Una vez que reconocemos que los seres sintientes son personas, y por lo tanto no deben ser tratados nunca como propiedad o meros recursos, entonces podemos reconocer otros derechos que aunque no sean absolutos sí son derechos básicos o fundamentales. Estos derechos son básicos porque fundamentan la posibilidad de poseer y ejercer cualquier otro derecho.

Por ejemplo, el derecho a la vida es reconocido universalmente como un derecho básico o fundamental porque es condición necesaria gozar del derecho a la vida para disfrutar de cualquier otro derecho. Este derecho no se reconoce cuando se considera que podemos violar ese derecho para obtener un beneficio.

No es coherente decir que un movimiento está orientado a la defensa de los derechos animales —como autoproclaman muchos grupos animalistas— y la vez ignorar el derecho fundamental a la vida. Si negamos a los animales su derecho a vivir, convertimos en imposible el cumplir cualquier otro derecho.

Tanto en un sentido filosófico como empírico, todo lo que los animales realmente tienen es su vida. Si se la quitas, no les queda nada. Una vez destruidos, los animales ya no pueden pensar ni sentir ni correr ni jugar ni comer ni dormir ni ronronear ni ladrar ni querer ni ser queridos. Todo se acabó. Por eso, todos los animales deben tener reconocidos unos derechos básicos o fundamentales, comenzando por el derecho a la vida.

Ahora bien, mientras los animales no humanos sigan siendo considerados como propiedad de los seres humanos no podrán gozar de ningún tipo de derecho a nivel legal.

No se trata de una cuestión de amabilidad o compasión. Se trata de justicia básica.

Solamente los seres considerados personas pueden ser sujetos de derechos. Y en nuestra sociedad especista dicha condición de persona solamente se le reconoce a los humanos.

Por esa razón es tan importante concienciar sobre el prejuicio del especismo —que discrimina a los demás animales e impide que puedan tener derechos reconocidos— y por eso considero que Francione acierta al sugerir que debemos enfocar nuestro activismo en abolir el estatus de propiedad de los animales, que es consecuencia directa de la cosificación que nuestra cultura especista ejerce sobre los demás animales.

Este principio abolicionista es el fundamento del veganismo y de ahí la prioritaria importancia de difundir el veganismo mediante el activismo educacional.

En palabras del profesor Francione:

«El sistema legal nunca responderá de modo diferente a cuestiones relacionadas con animales a menos que y hasta que haya un cambio social significativo de manera que haya más gente que acepte la legitimidad de la abolición —el veganismo— en su vida cotidiana. Sólo entonces el sistema legal empezará a ser una herramienta útil para la lucha.»

El primer y necesario paso para lograr que los animales no humanos tengan derechos reconocidos y protegidos es el veganismo.

Bibliografía:

Alan Gewirth, 1982, Are there any absolute rights?

Priscilla Cohn, 1999, Una concepción inherentista de los animales

Gary Francione, 2020, Animales, ¿propiedad o personas?

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