9 de septiembre de 2011

Delfines y otros animales





En el siguiente vídeo aparece un suceso terrible. Se ve como unos pescadores matan a una delfín madre junto con su hijo. Las imágenes son muy desgarradoras. Este tipo concreto de explotación provoca indignación en todo el mundo.






Cosas tan sumamente terribles como ésta ocurren por desgracia todos los días en muchas partes diferentes del mundo. Pero los responsables de que esto suceda no son algunos malvados seres humanos carentes de compasión, sino que somos todos aquellos que participamos en un sistema basado en la explotación de los demás animales.

Lo que está ocurriendo en Japón con los delfines no es diferente de lo que estamos haciendo con otros animales en nuestro país. No hay ninguna diferencia entre que asesinemos a un delfín en el mar o que asesinemos a un cerdo en el matadero (o a cualquier otro animal en cualquier otro lugar). Y tampoco hay ninguna diferencia moral entre que nosotros los asesinemos directamente o paguemos a otros para que asesinen por nosotros.

Si de verdad estamos en contra de esta violencia entonces tenemos que ser coherentes y dejar de apoyarla. Esto no es ninguna utopía. Ni es algo difícil de realizar. Es algo que podemos hacer ya ahora, escogiendo el veganismo.

Los humanos no necesitamos utilizar a otros animales para satisfacer nuestras necesidades, ya sea para comida, vestimenta, entretenimiento o cualquier otra. ¿Entonces por qué seguimos explotando a los demás animales?


A veces se alega que lo hacemos porque es la tradición. Pero considero que la tradición es una simple excusa. Las tradiciones se cambian y se renuevan constantemente.  Estos crímenes no suceden en nombre de la tradición sino en nombre del especismo. La verdadera causa del problema están en que consideramos que los demás animales son seres inferiores que existen para ser usados por nosotros.

La injusticia en todos los casos es la misma. Por tanto, focalizar exclusivamente en los delfines (o en los toros) sería una discriminación injusta, puesto que todos los animales nohumanos por igual están siendo esclavizados y explotados por el hombre.

Una campaña monotemática no sólo es injusta sino que además tiene como efecto el de distraer la atención de la gente hacia actividades muy lejanas y hacer que parezcan algo terrible y excepcional, cuando en realidad es algo habitual que ocurre cada día, cada hora, cada minuto, muy cerca de nosotros, consiguiendo así que no reflexionemos sobre los animales que son asesinados a unos pocos kilómetros de nuestras casas y nuestra participación directa en ello a través de la mentalidad especista y los hábitos de consumo.

Si en lugar de este tipo de campañas se hiciera educación vegana quizás la situación de los animales explotados por el hombre tendría alguna oportunidad de cambiar. Pero precisamente este tipo de actos parecen organizados para conseguir exactamente lo contrario. 

Las campañas monotemáticas demonizan un caso puntual de la explotación animal que en realidad no es peor, no es más injusto ni innecesario, que todos los demás que ocurre muy cerca de nosotros y en los que participan nuestros conocidos, vecinos, amigos, compañeros y familiares o incluso nosotros mismos. Lo que consiguen como resultado es que la gente no reflexione sobre su propia mentalidad acerca de los animales nohumanos, y su conducta al respecto, sino que piensen que la violencia contra los animales es un hecho puntual, lejano y excepcional cuando en realidad es, por desgracia, lo habitual que sucede a cada instante.

Todos los casos de violencia contra los demás animales son incontables e imposibles de afrontar ahora mismo. Precisamente por ese motivo debemos afrontar el problema en su raíz y educar a la sociedad en el respeto básico hacia los demás animales: el veganismo. Construir un movimiento social de base que se oponga a la utilización de animales para a partir de ahí conseguir cambios reales en el futuro.

Las víctimas de Japón son tan importantes como las de España o las de cualquier otro sitio. Pero por una simple cuestión de contexto y proximidad considero mucho más razonable y efectivo centrar todo el activismo en los animales que sufren y mueren por actividades injustas y evitables que se realizan muy cerca de nosotros y en las que están implicadas personas con las que nos relacionamos directamente cada día.

A menudo sucede que se habla del sufrimiento como si fuera es el único hecho relevante para los animales nohumanos cuando no es así. Los demás animales, al igual que nosotros, tienen otros intereses además del interés en no sufrir. Tienen interés en conservar su propia vida y aunque se les matara supuestamente sin causarles sufrimiento eso no haría su asesinato menos injusto ni rechazable.

Lo justo es pedir la abolición de todo uso de animales nohumanos, sin importar su especie. Enfocarse solamente en los toros o en los delfines es injusto, es especista. Y, de hecho, ese tipo de campaña ni siquiera pide que se deje de utilizarlos sino solamente que no se les utilice en determinado espectáculo o matanza. 

Apoyar una campaña especista es como apoyar, por ejemplo, una campaña a favor de los niños blancos, pero que ignora y discrimina a otros niños solamente por no ser de la raza blanca. Es una campaña racista que no deberíamos apoyar. También es similar a una campaña que solamente ayudara a los niños varones pero que discriminara a las niñas, por su sexo.

Me parece correcto exponer puntualmente esa matanza como un ejemplo de las consecuencias del especismo; pero no lo es exponerla como un caso aislado, diferente o especial. Se puede concienciar a la gente sin necesidad de recurrir o apoyar campañas especistas.

Existen muchas formas de hacer activismo vegano. Y si nos unimos, tendremos más fuerza para hacerlo. Pero si empleamos tiempo en campañas especistas lo que hacemos es marginar la difusión del veganismo, y que la abolición de la esclavitud de los nohumanos esté todavía más lejos.

Debemos comprender que moralmente no hay diferencias relevantes entre el asesinato de unos delfines en Japón, de unos toros en España, o de unas vacas en Estados Unidos. Todos ellos sienten, todos ellos desean vivir y que no les hagan daño. Y todos los animales somos iguales en eso. Por esto, todos merecemos igual respeto, sin importar nuestra raza, sexo o especie.

Los actos de explotación animal que ocurren continuamente en todos los países del mundo son igualmente crímenes, sin importar la especie de la víctima ni el lugar ni el modo en que se hagan. Y para evitar que esto siga ocurriendo lo primero y más fundamental es que nosotros mismos dejemos de participar en ello, haciéndonos veganos y educando a otros en el veganismo.

7 de septiembre de 2011

Un planeta para todos los animales




El filósofo Peter Singer ha aprovechado el reciente estreno de una película de éxito para publicar un artículo titulado «Un planeta para todos los simios» en el que elogia y promueve una iniciativa llamada Proyecto Gran Simio (PGS). La cual busca el reconocimiento legal de derechos fundamentales a otros primates que no son humanos.

Esa iniciativa [PGS] que defiende que se reconozca y se otorgue derechos a otros primates, aparte de los humanos, fundamenta su argumento en la semejanza de éstos al ser humano, especialmente en lo que se refiere a sus capacidades cognitivas. Entiendo que esta iniciativa es errónea principalmente dos razones.

La primera es que reivindicar los derechos de unos animales concretos de una sola especie, y no los de todos, es una discriminación injusta. Sería como defender solamente los derechos de las mujeres blancas, debido a que se parecen más los hombres blancos, e ignorando al resto de mujeres por no ser blancas.

La segunda es que defender que a otros animales se les reconozcan sus derechos basándonos en su cercanía a nosotros, los seres humanos, es un enfoque claramente antropocéntrico. Esto es erróneo. La razón por la que los demás animales merecen derechos no es porque se parezcan a nosotros, los humanos, sino porque poseen la capacidad de sentir. Y esta capacidad no es exclusiva sólo en los humanos ni tampoco en los otros primates.

Contamos con claras evidencias acerca de que los animales con sistema nervioso centralizado pueden igualmente sentir, son seres conscientes, y esto significa que tienen intereses: vivir, no ser dañados, disfrutar de su vida. Intereses que debemos respetar del mismo modo que deseamos que esos mismos intereses se respeten en nosotros.

De acuerdo a estas razones, entiendo que dicha iniciativa no supone en verdad abrir una brecha en el prejuicio del especismo sino que en realidad lo que consigue más bien es reforzarlo. Todas las víctimas del especismo deberían ser tenidas en cuenta en igual consideración dado que todas ellas son víctimas de una misma opresión.

Habría una tercera razón, de carácter secundario, y es que esta iniciativa se apoya también en la idea de que debemos dar derechos a los primates porque se encuentran en peligro de extinción por causa de la intervención humana.

Sin embargo, el hecho de que una especie se extinga es absolutamente irrelevante para la ética. La ética se preocupa por los individuos, no por conceptos ideados por nosotros como es el de "especie". La especie ni siente ni padece; es una mera noción intelectual. Son los individuos los que sienten y poseen intereses.

Esta cuestión de las especies de animales en peligro de extinción aparece muy a menudo en los medios de comunicación. Quienes hablan de ello con preocupación no parecen darse cuenta de que quienes se encuentran en verdadero peligro de extinción, por nuestra culpa, son los animales que van a ser matados en granjas, mataderos, laboratorios y otros centros de explotación. Todos ellos se encuentran en serio e inminente peligro de extinción, provocada por nosotros, de sus vidas.

Y el único remedio para evitar que esto siga ocurriendo es el veganismo.

Habitamos este planeta junto con miles de millones de otros animales. Debemos aprender a convivir con ellos, como nuestros iguales, en lugar de oprimirlos como esclavos. Ellos tienen el mismo derecho que nosotros a estar aquí y disfrutar de su vida en libertad.

4 de septiembre de 2011

La anti-patía del anti-especismo



El título de esta nota está inspirado en un texto del blog el Filósofo Vegano —el cual dejó de publicar hace varios años— que trata sobre esta misma cuestión.

Considero que el término «antiespecismo» sería una expresión inadecuada. Tengo tres razones principales para fundamentar mi postura.

Primero; entiendo que se trata de una expresión que denota claramente hostilidad

Aunque es correcto rechazar el especismo, así como cualquier otra discriminación injusta, esto no debería ser excusa para fomentar sentimientos, actitudes o actos hostiles. Ya existe demasiada hostilidad —aunque siempre es demasiada— en este mundo como para encima aumentarla todavía más. Creo que la hostilidad no es la forma correcta de enfocar los problemas morales. Fomentar el odio no puede ser el camino hacia el respeto.

La manera más efectiva y ética de evitar la injusticia no es el fomento del odio sino el activismo social fundamentado en los valores morales de igualdad y justicia. Una vez que alguien comprende conscientemente esto, podrá entender por qué el especismo es injusto. Lo mismo sucede con los demás prejuicios. Se trata de fomentar el la reflexión y entendimiento; no el odio.

A menudo sucede que la gente asume que el racismo está mal, y luego fomenta sentimientos hostiles y de odio contra cualquiera que sospeche que defienda el racismo, pero apenas sabe explicar argumentadamente lo que es el racismo ni sabe razonar por qué debemos rechazarlo. Un ejemplo claro de cómo la hostilidad sustituye a la razón.

Segundo; rechazar la injusticia específica que es el especismo no conduce necesariamente a asumir una posición justa desde el punto de vista moral.

Cualquier discriminación injusta es igualmente errónea. El rechazo moral al especismo está motivado por la misma razón que el rechazo por igual al racismo, el sexismo y la homofobiaExisten diversas formas específicas de discriminación injusta. Si tuviéramos que manifestarnos como "anti" de cada una de ellas no terminaríamos de listarlas. Atender al problema del especismo no debe servir para ignorar las demás injusticias. No estoy más en contra del especismo que del resto de prejuicios igualmente injustos.

El solo rechazo al especismo no conlleva el rechazo a la injusticia o a la violencia ni conduce necesariamente a una ética de derechos. El rechazo al racismo sería compatible con defender el fascismo y el totalitarismo siempre que no se hagan discriminaciones basadas en la raza. Del mismo modo, quienes rechazan el especismo no aceptan unánimemente una misma postura moral.

Estamos equivocados si pensamos que el rechazo del especismo conduce necesariamente una posición justa. Se puede rechazar el especismo y defender que todos los animales —incluyendo a los humanos— puedan ser tratados como meros recursos, sin discriminación de especie.

Tercero; el término «antiespecismo» sirve para ocultar las profundas diferencias ideológicas que ya existen entre quienes dicen rechazar el especismo.

En el contexto humano, el rechazo al racismo puede ser compartido por muy diferentes ideologías, pero que no se pueden solapar bajo la etiqueta de «antirracismo». Liberales, socialistas, anarquistas, conservadores,... pueden estar igualmente en contra del racismo, pero sus diferencias ideológicas entre ellos son notorias y a menudo incompatibles. Las diferencias dentro del ámbito animalista no son menos acusadas.

Entre quienes nos oponemos a la discriminación especista hay diferencias importantes. Por ejemplo, algunos defendemos una ética de derechos mientras que otros asumen el utilitarismo. A pesar de que en principio compartamos un rechazo moral al especismo, estamos en desacuerdo sobre muchos otros puntos que no son menos importantes. Esto no se puede obviar ni intentar confundir propagando la errónea creencia de que «todos defendemos lo mismo» —no es así.

Hay «antiespecistas» que establecen una jerarquía moral y postulan que unos animales valen más que otros apelando a supuestas diferencias de inteligencia o de complejidad sensitiva. Por ejemplo, Peter Singer afirma explícitamente que los animales más inteligentes tienen un mayor valor moral que los menos inteligentes, y que estaría justificado que los menos inteligentes fueran usados como meros recursos para beneficio de los más inteligentes.

Por las razones expuestas, concluyo que la posición «antiespecista» supone más bien un problema y no una solución correcta para el problema en nuestra relación con los animales. Esa posición [1] asume y fomenta la hostilidad en lugar del entendimiento, [2] no cumple satisfactoriamente con los requisitos morales básicos y [3] oculta las profundas diferencias ideológicas existentes dentro del ámbito animalista.

Como solución, propongo que la cuestión no está en identificar nuestro activismo sólo por lo que rechazamos sino también por aquello que defendemos. Hay una forma de definir, de manera positiva, una postura moral que busca lograr la igualdad y el respeto radical hacia todos los seres sintientes: el veganismo dentro del amplio contexto moral de la filosofía de los Derechos Animales.

31 de agosto de 2011

Observaciones acerca de la cuestión de la violencia



«La violencia trata a otros como medios para fines en vez de tratarlos como fines en sí mismos. Cuando actuamos violentamente contra otros –sean humanos o no humanos–, ignoramos su valor inherente. Los tratamos sólo como cosas que no tienen ningún valor, excepto el que nosotros decidamos darles. Esto es lo que lleva a las personas a involucrarse en crímenes de violencia contra la gente de color, mujeres, gays y lesbianas. Esto es lo que nos lleva a cosificar a los no humanos y tratarlos como recursos que existen solamente para nuestro uso. Todo esto es erróneo y debe ser rechazado.»                                                                                            ~ Gary Francione


A la hora de reflexionar sobre la cuestión de la violencia, en primer lugar, creo que es importante tener claro que la violencia no se limita sólo la agresión física. También existen otros tipos de violencia: la mental (el odio), la verbal (insultos, amenazas) o la violencia contra la verdad (mentir). Estas formas de violencia también son moralmente reprobables, y son incluso más habituales que la violencia física. Aunque existe una evidente diferencia de grado entre insultar y herir físicamente; si insultamos a una persona estamos siendo violentos con ella. Y no concibo ningún caso (como proteger a una persona) en el que insultar a alguien estuviera justificado.

Veo que prácticamente todo el mundo  coincide en que considera justificada la violencia en el caso de no haber otro modo de salvar la vida de alguien dentro de una situación individual. Pero creo que es muy habitual confundir violencia con el uso de la fuerza. Se puede detener a un agresor sin tener necesariamente que hacerle daño. Existen técnicas de defensa personal y armas no-letales (por ejemplo, esprays) que tienen ese propósito.

Nadie defiende la idea de que la única forma de confrontar el problema de la violencia sea con palabras amables, sino que si realmente comprendemos el problema y estamos en contra de la violencia entonces buscaremos la manera de evitarla y adoptar unas vías de acción no-violenta

Pensar que rechazando la violencia nos limitamos a la pasividad es igual que equivocado que creer que por rechazar la violación sexual entonces necesariamente nos quedamos limitados a no poder tener una vida sexual plena y satisfactoria con otras personas, cuando esto obviamente es absurdo. Podemos disfrutar de la sexualidad sin incurrir en violencia contra nadie, e igualmente podemos evitar y solucionar las injusticias sin recurrir a la violencia.

El problema de fondo es la violencia en forma de mentalidad (prejuicios como el especismo) y la agresión física contra los animales. Y si el problema moral es la violencia (y a mi modo de ver es el problema central y más importante) entonces emplear ese mismo problema -la violencia- como táctica no puede solucionarlo, sólo extenderlo y agravarlo.

Vivimos en una sociedad que considera la explotación de los animales no humanos como algo asumido y aceptable. Es un problema estructural que tiene su raíz en nuestra forma de pensar y de sentir. Esto no lo vamos a solucionar intentando arreglar sucesos concretos que ocurren coyunturalmente (sin menoscabo de ayudar a quienes lo puedan necesitar), sino creando una cultura diferente. Esto sólo se puede conseguir a través de una acción educativa que persuada y convenza a la gente. Si nosotros entendemos el problema entonces los demás también pueden hacerlo. Es cuestión de perseverar y de hacerlo de manera correcta.

La noviolencia encuentra su fuerza no en el miedo y la destrucción, como hace la violencia, sino en la persuasión y el convencimiento a través de la empatía y la razón. En esto es precisamente en lo que se fundamenta la herramienta de cambio más poderosa que tenemos a nuestro alcance para enfocar el problema de la violencia, esto es, la educación vegana. En palabras de Gary Francione:
«Si queremos ver un mundo en el que no haya violencia contra los más vulnerables, nosotros mismos debemos no ser violentos, y presentar nuestros puntos de vista de una manera no violenta. La no violencia comienza con nuestro propio veganismo y nuestro uso de medios creativos y no violentos para educar a otros acerca del veganismo.»

29 de agosto de 2011

¿Cómo sabemos que los animales sienten?

 

El tema del que trata este ensayo es acerca de si los otros animales, aparte de los humanos, pueden sentir y cómo podemos saberlo.

¿Cómo sabemos que cualquier animal —humano o no humano— siente? Bien, al menos sabemos que nosotros mismos podemos sentir. Lo sabemos por experiencias directas que tenemos cuando, por ejemplo, alguien nos grita al oído, o tocamos una superficie caliente, o vemos un color. Pero ¿cómo sabemos que los demás individuos también sienten?

Es evidente que no tenemos la capacidad de poder experimentar directamente la sensación de nadie más aparte de la que experimentamos cada uno por sí mismo. La sensación es un estado de conciencia, un fenómeno subjetivo, y como tal nunca puede ser observado directamente. La sensación es un fenómeno que experimentamos subjetivamente, y sólo podemos deducir que otros lo están sintiendo por varias indicaciones objetivas.

¿Estaría justificado deducir que los otros seres humanos sienten al igual que siento yo? Y si es así, ¿hay alguna razón por la que tal deducción no sea justificable en el caso de otros animales?

Casi todas las señales externas que nos llevan a deducir sensación en los humanos pueden ser vistas en individuos de otras especies. Por ejemplo, en el caso de la sensación de dolor, las señales de comportamiento suelen ser: retorcimiento, contorsiones faciales, quejas, alaridos u otras formas de grito, intentos de evitar la fuente de dolor, signos de miedo y angustia ante la perspectiva de su repetición, y otros.

Sin embargo, comportamientos externos, como el hecho moverse o emitir sonidos, no serían demostrativos por sí solos. Ni tampoco lo serían las señales que un aparato pueda recoger de la actividad cerebral.

Ahora bien, sabemos que otros animales poseen sistemas nerviosos similares a los nuestros, que responden fisiológicamente como los nuestros cuando el otro animal está en circunstancias en las que nosotros experimentaríamos cierto tipo de sensaciones, como es el caso de la sensación de dolor.

Aunque los humanos tienen un córtex cerebral más desarrollado que el de otros animales, esta parte del cerebro está relacionada con las funciones de razonamiento abstracto y no con las sensaciones, emociones y sentimientos. Las sensaciones, emociones y sentimientos estarían más bien generadas en zonas primarias de la red neuronal, como el diencéfalo y el tálamo.

Asimismo, sabemos que el sistema nervioso de los otros animales se desarrolló conjuntamente al nuestro con un sentido biológico de supervivencia del organismo —evitar lo perjudicial y encontrar lo beneficioso. Y es conocido que la historia evolutiva de los seres humanos y otros animales no divergieron hasta que las características centrales de nuestro sistema nervioso ya habían sido establecidas del mismo modo para todos. Por esto deducimos que todos los animales vertebrados, y al menos una gran parte de los invertebrados, son seres conscientes.

La capacidad de sentir es indispensable para la supervivencia de un animal, puesto que ocasiona que eviten las fuentes que les causan daño y se inclinen hacia aquellas que les favorecen. Por lo que sería claramente irracional suponer que los sistemas nerviosos que son muy similares, que tienen un origen y una función evolutiva en común, y que resultan en formas de comportamiento similares en circunstancias similares, deberían de funcionar de una forma radicalmente diferente a nivel subjetivo.

De este modo, cada evidencia con la que contamos actualmente apoya la teoría de que los demás animales sienten, esto es: experimentan sensaciones, deseos, emociones, intenciones.

Es absurdo suponer que otros animales sienten "menos" porque son animales "inferiores". De hecho, existen evidencias que demuestran que muchos de sus sentidos son bastante más desarollados que los nuestros: la capacidad visual del águila; el oído increíblemente agudo del murciélago; el tacto extremadamente sensible de los peces; el asombroso olfato de las hormiga. Estos animales dependen más que nosotros ahora de una experiencia detallada de su ambiente circundante.

Aparte de la complejidad de la corteza cerebral —que no percibe la sensación de forma directa— los sistemas nerviosos de los otros animales son casi idénticos al nuestro, o muy parecidos, y sus reacciones claramente similares. Su experiencia sensitiva resulta muy evidente, principalmente en expresiones básicas como el miedo.

Podríamos pensar que esto ya sería suficiente para solventar la cuestión; pero todavía quedan algunas objeciones que debemos responder.

Por ejemplo, hay una línea de pensamiento que sostiene que no podemos significativamente atribuir estados de consciencia a seres sin lenguaje. Pero esta postura no parece plausible. El lenguaje puede ser necesario para el pensamiento abstracto a cierto nivel pero los estados de sensación son más básicos, y no tienen nada que ver con el lenguaje. Los bebés humanos son incapaces de usar el lenguaje. ¿Debemos deducir de ello que un bebé no puede sentir? De ningún modo, puesto que contamos con evidencias de que los bebés son seres conscientes, así como las tenemos de la posesión de conciencia sensitiva en los otros animales. Por tanto, el lenguaje no puede ser un criterio relevante para determinar la posesión de sintiencia, por no mencionar que en realidad sabemos que otros animales poseen lenguaje

Desde una perspectiva racional, no podemos aceptar la creencia de que sólo otros humanos pueden sentir y al mismo tiempo negar esto mismo en otros animales. Antes las evidencias con las que contamos ya no podemos poner en duda que las actividades de los demás animales están directamente relacionadas con la sintiencia —la facultad de sentir.

Por todo ello, podemos afirmar de forma razonable que los animales sienten. Nosotros sentimos porque, al igual que el resto de animales, poseemos un sistema nervioso que procesa las percepciones en forma de experiencias subjetivas. De esta manera podemos concluir que ante los argumentos mostrados no habría buenas razones, científicas o filosóficas, para negar que, al igual que nosotros, los demás animales sienten —son seres conscientes. Si no dudamos que otros humanos sienten entonces tampoco deberíamos dudar de que otros animales también lo hacen.

25 de agosto de 2011

Situando una cuestión en sus justos términos

Hace unos meses, fue publicado en muchos medios de comunicación el caso de unos padres que al parecer eran veganos, y que después se tuvo conocimiento de que practicaban terapias fraudulentas, a los que se les murió un hijo por culpa de su negligencia. En ese momento la noticia fue utilizada para atacar el veganismo, como práctica, y tacharlo de fanatismo peligroso en diversos periódicos, mesas de debate, telediarios...

El suceso no tuvo relación con el veganismo. El hecho de que los padres fueran veganos era puramente tangencial al hecho de que practicaran terapias pseudocientíficas y no tuvieran conocimientos cabales de nutrición. No existe relación entre el veganismo y la práctica de teorías pseudocientíficas ni la mala nutrición por falta de conocimiento.

Aquí se está confundiendo un caso excepcional con lo habitual. Lo normal es que los niños alimentados de forma vegana crezcan sanos y fuertes. Miles de niños veganos crecen sanos y fuertes. El problema no es el veganismo. El problema es no informarse correctamente. 

Nunca veremos un caso de niño vegano malnutrido en países anglosajones, como Estados Unidos y Reino Unido, porque el veganismo se lleva practicando allí desde hace 70 años y la información y el grado de conciencia en general es mucho más elevado que en el resto del mundo. 

Los casos excepcionales ocurren siempre en países como España, Francia e Italia donde el veganismo apenas se comenzó a difundir desde poco más de una década y, además, se confunde con otras cosas, como la macrobiótica o el naturismo y otras doctrinas que no tienen ninguna relación con el veganismo.

El veganismo es una filosofía ética que rechaza la explotación animal y afirma que los demás animales deben ser respetados como personas. Esta filosofía se aplica en la práctica evitando participar en la explotación de los animales y escogiendo alternativas que no impliquen usar a otros animales. Todo esto es compatible con la razón y la ciencia.

El veganismo como práctica es perfectamente realizable y no causa problemas de salud siempre que se lleve a cabo de manera informada y responsable.

Está demostrado que una alimentación vegana, siempre que esté bien planificada, es apta para todas las edades y circunstancias de la vida.

Es por esto que el veganismo, tanto como ideal o como práctica, no tuvo nada que ver con el hecho de que unos padres causaran la muerte de su hijo por negligencia. En esto sólo tuvo que ver con su falta de conocimiento sobre nutrición y su confusión acerca de como llevar una vida saludable.

El veganismo es viable, no implica daño para nuestra vida y nuestra salud, y, además, es la única opción moralmente justa, por respeto a los demás animales

Me gustaría finalizar con un breve documental sobre padres veganos:





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16 de agosto de 2011

Un comentario acerca de la discriminación




Me gustaría señalar un detalle que suele aparecer a menudo cuando se trata sobre la cuestión moral de los animales y el tema de la desigualdad.

En el contexto moral, a menudo se habla de la «discriminación» como si fuera un acto malo en sí mismo. Sin embargo, esto no sería correcto. La discriminación no tiene por qué ser errónea siempre que esté justificada. Discriminar significa "dividir, separar, discernir". Hacemos discriminaciones continuamente, pero el hecho de discriminar no es un hecho inmoral de por sí. La discriminación sólo es errónea si no se puede justificar razonadamente. Por esto señala Pablo Malo que:

«[...] hay que diferenciar discriminación de discriminación injusta. Discriminar es distinguir, reconocer una diferencia. En ese sentido ciertas discriminaciones son necesarias y deseables. Por ejemplo, un maestro tiene que discriminar entre un buen examen y un mal examen y no dar la misma nota a todos. Otra cosa es la discriminación injusta, que por definición es moralmente problemática. Una discriminación es injusta cuando la gente es tratada de forma diferente sin que exista una diferencia relevante entre la gente que justifique ese tratamiento diferente.»

Discriminamos —separamos, excluimos— de la comunidad moral a todos aquellos seres que carecen de la capacidad de sentir. Ni las plantas ni los minerales merecen consideración moral por sí mismos. Solamente los seres sintientes son quienes deben ser respetados por sí mismos. En cambio, discriminar de la comunidad moral y el respeto básico a ciertos individuos por motivo de raza, sexo o especie no sería razonable, ya que esas características no afectan a la capacidad de sentir, que es el único requisito relevante para formar parte de la comunidad moral.

Por ejemplo, discriminar de la consideración moral a alguien por el hecho de ser de una determinada especie o de una determinada raza. Esta discriminación sería injusta porque esas características no afectan a la capacidad de sentir. En cambio, discriminar a los seres no sintientes de esta consideración por sí mismos no es injusto, y por lo tanto es una discriminación razonable y moralmente correcta.

Dentro de la comunidad moral estaría justificado discriminar a quienes no tengan un mínimo de raciocinio de la posibilidad de ser responsables de sus actos. Por ejemplo, no consideramos que un niño tenga derecho a realizar contratos. A no ser que alguien defienda que un niño de dos años puede tener derecho a entablar contratos entonces lo está discriminando. Y esta discriminación no es injusta puesto que los niños carecen de la capacidad de realizar contratos. Lo malo sería creer, y permitir, que un niño puede hacer contratos o que los puede realizar siendo realmente consciente de lo que hace.

Discriminar es simplemente separar o distinguir. Y no hay nada intrínsecamente malo o perjudicial en ello. No podríamos vivir y razonar sin hacer diferenciaciones entre la existencia. La discriminación es algo inherente a toda forma de vida consciente en su modo de conocer el mundo. De hecho, todos los individuos somos diferentes entre nosotros. No hay nadie que sea idéntico a otro. Reconocer la singularidad de cada individuo es una forma de discriminación pero que no tiene nada de injusto o equivocado.

Pueden haber discriminaciones que sean correctas o incorrectas; que sean justas o injustas. Pero decir que la discriminación en sí misma es algo malo se trata de un error. Rechazar la discriminación como tal es casi como rechazar el pensamiento y la razón. Y si ya tenemos categorías que señalan acertadamente errores morales [asesinato, violación, esclavitud,...] entonces no hay motivo para usar discriminación en sentido peyorativo.

Proponer que debemos abolir toda discriminación implicaría que ya no podremos discriminar entre animales y vegetales; no podremos discriminar entre el bien y el mal; no podremos discriminar entre esclavitud y libertad. Decir "no a la discriminación" sería pues un mensaje equívoco.

Debemos denunciar y rechazar aquellas discriminaciones que son arbitrarias respecto de algún criterio relevante a cada cuestión específica  —como es el especismo— pero hablar en contra de la discriminación como tal es precisamente una forma de dejar paso a la arbitrariedad, puesto que si no podemos hacer discriminaciones entonces ya no podemos delimitar conceptos ni determinar juicios o valoraciones, ya que todo razonamiento implica necesariamente una discriminación entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo erróneo, entre lo verdadero y lo falso.

Por ejemplo: la mayoría utiliza el término "persona" como sinónimo de ser humano excluyendo al resto de animales sintientes. Pero esta discriminación sería errónea, ya que los demás animales también deberían estar incluidos y considerados dentro de la categoría de persona, puesto que ellos poseen los requisitos básicos de la personalidad.

En conclusión; se habla de la discriminación como si fuera un concepto malo en sí. Pero, por las razones expuestas, esto no sería correcto. La discriminación no tiene por qué ser inmoral siempre que esté justificada. Necesitamos efectuar discriminaciones continuamente para poder pensar y razonar. El hecho de discriminar no es un hecho inmoral de por sí. Sólo lo es si se hace de manera injustificada.

Por todo esto, considero que deberíamos denunciar la discriminación injustificada, y no la discriminación en sí, para referirnos a aquella que no estaría racionalmente justificada.

12 de agosto de 2011

Sobre el ecologismo



En este artículo quisiera exponer algunas reflexiones sobre el tema del ecologismo desde la perspectiva del veganismo y los Derechos Animales.

Los humanos no son el problema; el problema es la cultura


Fenómenos como la contaminación, la alteración de la biodiversidad, el cambio climático son hechos que perjudican a muchos animales pero que también pueden beneficiar a otros. Si atendemos sólo a criterios biológicos entonces nada de eso sería intrínsecamente malo. El beneficio o el perjuicio depende del punto de vista que adoptemos para valorarlo. Dentro de los procesos naturales [terremotos, erupciones, tempestades] también se producen muertes, contaminación, alteraciones de la biodiversidad y cambio climático; y no por eso lo condenamos como algo inmoral.

Para juzgar el problema del daño medioambiental debemos enfocarlo desde un punto de vista moral.

La contaminación producida por el ser humano ha aparecido sólo en los últimos siglos a la par que la revolución industrial. La contaminación medioambiental no es algo inherente a la humanidad, sino que es producto de una determinada evolución tecnológico.

Creo que incluso los más radicales antropocentristas podrían estar de acuerdo en que los humanos somos tremendamente dañinos para el medio ambiente, pero les resultaría irrelevante en tanto que sólo les importa el futuro de la humanidad.

Hay que tener en cuenta que ni biológicamente ni culturamente los humanos estaban preparados para afrontar el problema de la contaminación medioambiental. La contaminación no es el efecto de alguna clase de maldad.

La gran mayoría de los humanos estarían de acuerdo en que debemos respetar el medio ambiente, aunque fuera por una simple cuestión de interés propio. Si bien ocurre que nuestra naturaleza y nuestros patrones culturales no estaban preparados para esta grave situación tan peculiar que ha causado la industrialización como consecuencia indirecta.

Después de la explotación animal, el mayor daño que causamos a los demás animales con nuestras acciones se produce mediante la contaminación.


Gran parte de esta contaminación se podría evitar mediante el uso de energías renovables y el reciclaje y otras medidas que aminoran nuestro impacto sobre el medio ambiente.

Sin embargo, la raíz del problema está en la falta de consideración moral por los animales no humanos. No puede haber solución, ni ser eficaz, si no es atendiendo a la causa del problema.


Asumir o promover algún tipo de misantropía no es más que el reverso de la misma moneda. Ni el antropocentrismo ni la misantropía van a solucionar ese problema.

El ecologismo no es un error; el error es el especismo


A menudo, el movimiento ecologista actual lejos de respetar los derechos de los animales lo que hace es promover la esclavitud y exterminios de animales inocentes. Ahora bien, estos sucesos no considero que estén motivado por el propio ecologismo en sí.

Esas prácticas entran dentro del tipo de ecologismo actualmente predominante, del mismo modo que cocinar cadáveres de animales entra socialmente dentro de la gastronomía. No sucede porque la gastronomía en sí implique necesariamente cocinar cadáveres de animales sino porque vivimos en una sociedad especista que entiende esa práctica como algo aceptable.


Si por ecologismo entendemos tratar de respetar el medio ambiente debido a que es el necesario sustento de la vida de los animales, entonces la violencia que promueve no tiene que ver en sí con el ecologismo. La causa está en el especismo; más concretamente en la idea de que la humanidad es el centro del universo y los demás animales existen para servir a sus necesidades.


En sí mismo el concepto de ecologismo no tiene por qué ser especista, aunque el movimiento ecologista actual sea predominantemente especista, este rasgo no considero que tenga que ser intrínseco al ecologismo en sí como concepto sino que está motivado por el paradigma moral que domina en nuestra sociedad, es decir, el antropocentrismo.

La postura ecologista no implica necesariamente discriminar ni matar a otros animales. De la misma manera que no implica discriminar ni matar seres humanos. El problema del ecologismo es el prejuicio especista que ha asumido. El error está en el antropocentrismo; no el ecologismo.


Los ataques de algunos bienestaristas contra el ecologismo están motivados por el odio de los bienestaristas hacia la propia existencia del sufrimiento. Si el principio del ecologismo implica aceptar que los animales no humanos vivan libres en hábitats naturales entonces esto supone aceptar que esos animales puedan sufrir por circunstancias de su vida.


Veganismo y ecologismo son dos cuestiones diferentes

Muchos estaremos de acuerdo en que debemos preocuparnos por la contaminación, y el daño contra el medio ambiente en general, debido a que perjudica indirectamente a otros animales —humanos y no humanos. Es un problema, y tenemos que tenerlo en cuenta a la hora de vivir. No obstante, se trata de una cuestión aparte del veganismo.

No deberíamos confundir el veganismo con otras cuestiones, por muy importantes que sean éstas. Es decir, alguien que use vehículos de motor, o consuma productos industriales, no está violando el principio del feminismo aunque esa contaminación perjudicara indirectamente a las mujeres y a otros seres humanos. Lo mismo sucede con el veganismo.

Quizás pueda ser más ecológico el hecho de pescar —asesinar animales acuáticos—  que comprar en un supermercado, pero lo primero es una violencia que no se puede justificar éticamente.

Del mismo modo, puede ser más ecológico esclavizar a seres humanos que utilizar máquinas que contaminan; pero que sea más ecológico simplemente no lo hace permisible.

Deberíamos intentar proteger el medio ambiente porque es el medio directo del que dependen los animales, incluyendo a los humanos, pero sin olvidar los principios éticos más básicos.

Por otra parte, algunos animalistas pretenden denunciar uso de animales no humanos enfocándolo desde una perspectiva diferente a la moral. Ellos creen que si se centra el problema desde un aspecto económico o medioambiental, resaltando las consecuencias negativas o insostenibles de ciertos prácticas industriales, se conseguirán resultados más eficaces para terminar con el uso de animales por el hombre. Ese enfoque me parece profundamente controvertido debido a que margina la cuestión ética.

Si los seres humanos explotan a los animales se debe no sólo al hecho mismo de querer satisfacer ciertas necesidades sino especialmente debido a que consideran en su pensamiento que utilizar a otros animales es algo legítimo.

La mentalidad especista no tienen conciencia de estar haciendo daño a otros animales o consideran que ese daño está justificado porque sus intereses están por encima de los de sus víctimas. La mentalidad especista considera a los demás animales como cosas y no como individuos. Nuestra mentalidad especista coloca siempre los intereses de los humanos por delante de los de otros animales.

Esa forma de pensar es lo que ha constituido en normales y habituales conductas como el consumo de animales y es lo que provoca que la mayoría de la gente, por ejemplo, compre cadáveres de animales asesinados para luego comérselos y lo vea como algo perfectamente normal.

Una de las razones por las que los argumentos económicos o medioambientales fallan a la hora de abordar el problema de los animales no humanos se debe a que hay situaciones en las que los argumentos de ese tipo no tienen validez.

Para el caso de los animales que son libres los que viven en estado natural salvaje—  y están siendo progresivamente cercados y eliminados por la acción expansiva del ser humano en todo el planeta, —o que son secuestrados o criados para realizar con ellos experimentos científicos— resulta obvio que los argumentos que pretenden atacar la explotación animal —que es una de las varias consecuencias del especismo— no valen para su situación.

Lo mismo se podría decir del movimiento animalista, que también es en su mayor parte especista y cómplice la explotación animal, pero no por esto deberíamos rechazar de plano el animalismo, si por tal término entendemos la defensa de que los demás animales merecen consideración moral o, mejor aún, que es el hecho de ser animal —entendido como ser sintiente— la característica relevante para ser incluido en la comunidad moral.

Este análisis valdría igualmente para otros movimientos de cierta afinidad como son el feminismo y los Derechos Humanos. No deberíamos rechazar el concepto de Derechos Humanos ni el feminismo, pero sí su enfoque especista, precisamente porque al menos parte del contenido de su ética es válido salvo por el hecho de que excluyen la consideración moral hacia otros animales.

Un enfrentamiento con el ecologismo no parece el enfoque más correcto, sino que considero que sería más apropiado y efectivo intentar concienciar y educar a la gente de postura o simpatía ecologista acerca de la cuestión moral de los animales.

Es posible un ecologismo respetuoso con los demás animales

Los bienestaristas están difundiendo la idea de que el ecologismo nada tiene que ver con el movimiento animalista. Pero lo cierto es que el ecologismo sí tiene que ver, y mucho, con respetar a los demás animales, ya que el medio ambiente es el lugar en que ellos tienen sus hogares y de donde obtienen sus recursos.

Debemos respetar el medio ambiente no porque el agua, el aire o la tierra tengan un valor intrínseco, o merezcan respeto por sí mismos, sino solamente porque son esenciales para los intereses de los seres sintientes de este planeta, incluyendo obviamente a los seres humanos. Es evidente que el ecologismo y la defensa de los Derechos Animales no son lo mismo; de igual modo que el ecologismo no es lo mismo que el movimiento de Derechos Humanos. Pero el ecologismo sí es compatible con los Derechos Animales. El problema del ecologismo está en el sesgo especista que adopta.

Si nos preocupamos por los demás animales también deberíamos preocuparnos por no envenenar el aire, el agua y la tierra que son necesarias e imprescindibles para sus vidas.

Es importante plantear una visión distinta de lo que podría ser el ecologismo: un ecologismo basado en la ética de Derechos Animales, y no en el antropocentrismo.

Un ecologismo no especista no se opone intrínsecamente a alterar el medio ambiente sino que más bien se opone a dañarlo de tal modo que no permita la vida de quienes lo habitan. Lo que yo entiendo por un ecologismo compatible con la posición de los Derechos Animales se basa en dos puntos:

[1] No interferir en la naturaleza si eso implicara violar los derechos de los animales.


[2] Respetar los ecosistemas del planeta en tanto que es necesario para respetar los intereses de todos los animales.

La única manera de que nosotros respetemos las vidas de otros animales es que aprendamos a tener en cuenta los intereses de los demás animales.

Hablar de eficiencias económicas o de gases contaminantes no sólo margina completamente la cuestión moral sino que, desde el punto de vista puramente práctico, resulta además ineficaz para muchos casos.


Mientras los seres humanos sigan siendo especistas, mientras sigan siendo adoctrinados en el especismo, la utilización de otros animales para satisfacer las necesidades y deseos de los humanos nunca terminará.


Mientras la humanidad continúe siendo especista siempre buscarán la forma de continuar las prácticas especistas en las que han vivido siempre, por inercia, y adaptarán sus prácticas especistas a las contingencias del momento.

Hemos esclavizado a todos los animales no humanos del planeta, puesto que todos ellos son legalmente considerados propiedades de los humanos. Además, explotamos diariamente a miles de millones de ellos. Y, por si eso fuera poco, destruimos sus hogares, sus vidas y sus familias, con prácticas irresponsables y desconsideradas hacia sus intereses.

Si defendemos la liberación animal esto sólo puede significar, en coherencia, que nos liberamos de nuestro prejuicio especista y liberamos a los demás animales de nuestra dominación sobre ellos. En otras palabras: emancipar a los animales nohumanos del estatus de propiedad, para ser reconocidos como personas con derechos. 

Atacar las ramas pero no a las raíces, sólo provocará que el problema se siga perpetuando. Cuando determinadas ramas sean podadas —determinadas maneras de explotación animal— otras saldrán en su lugar porque la raíz, el antropocentrismo, permanecerá intacta. Pero si socavamos la raíz del problema entonces todas sus ramificaciones se vendrán abajo.

1 de agosto de 2011

La misantropía es un grave error


«La última debilidad de la violencia es que es una espiral descendente, que engendra lo mismo que busca destruir. En lugar de debilitar el mal, lo multiplica. De hecho, la violencia hace simplemente crecer el odio. Y esto continúa. Devolver el odio por el odio multiplicado al odio, añadiendo una oscuridad todavía más profunda que una noche sin estrellas. La oscuridad no puede esconder la oscuridad: sólo la luz puede hacer esto. El odio no puede esconder el odio: sólo el amor puede hacer esto.»  Martin Luther King Jr.

Un grave error, que no ayuda a solucionar ningún problema, es pensar que el ser humano en sí mismo es la causa de los problemas que nos acucian, en lugar de entender que la causa es la mentalidad que motiva sus actos. 

En el caso de la explotación sobre los animales es la mentalidad, el prejuicio del especismo, lo que nos hace creer que somos superiores a los demás animales, y que estamos legitimados en violentarlos para nuestro beneficio.


Creer que alguien actúa mal por causa de la especie a la que pertenece es igual de equivocado que creer que si alguien hace algo malo se debe a su raza o a su sexo. Se trata de un prejuicio. El motivo no es la especie humana. El motivo es el especismo. Los humanos actuamos en gran medida condicionados de acuerdo a nuestros valores y creencias, que en algunos casos se remontan a una tradición muy lejana.

La conducta humana tiene obviamente que ver con su biología, pero la biología por sí sola no lo explica todo. Cualquiera que haga un repaso por la historia de la humanidad en diferentes lugares y culturas, verá que su comportamiento no ha sido esencialmente distinto del de otros animales. Los humanos viven para subsistir y aunque es cierto que desde hace muchos miles de años hemos explotado a los animales —así como también hemos explotado a otros humanos— no es menos cierto que el ser humano adoptó la agricultura, que es la solución fundamental para no depender de la explotación de otros animales. Aunque hemos asumido muchas veces ideologías que defienden el odio y la violencia, también existen culturas en las que se promueven ideas de respeto y convivencia.

Los seres humanos no somos los únicos animales que explotamos a otros individuos para nuestro beneficio. Cualquiera que se interese por conocer las vidas de los demás animales podrá encontrar fácilmente ejemplos numerosos acerca de este hecho. Luego los humanos no somos seres radicalmente diferentes de otros animales.

Tal vez sí hay algo que quizás nos diferencia en cierto grado del resto de animales, y es el desarrollo de nuestra capacidad moral para comprender lo que está bien y lo que está mal, y actuar en consecuencia.

Considero que deberíamos centrarnos en ese aspecto positivo, y ayudar a los demás a descubrirlo y potenciarlo a través de la educación. En lugar de malgastar nuestro tiempo en odiar y no hacer nada constructivo por cambiar las cosas para mejor.

El odio nos conduce a desear el mal para aquellos que supuestamente actúan mal; cuando en su lugar podríamos desear que tengan un cambio de conciencia que les haga dejar de actuar de esa manera. Ese cambio de conciencia es más fácil que llegue si nosotros ayudamos a que se produzca. Así pues ¿por qué no les ayudamos a comprender por qué lo que hacen es incorrecto y les animamos a cambiar de forma de pensar y actuar?


Para lograr eliminar progresivamente nuestra violencia sobre los animales lo más efectivo es centrar nuestros esfuerzos en el activismo sentido educacional que tenga como base moral el veganismo y la filosofía de los Derechos Animales.

Sólo reduciendo el especismo reduciremos progresivamente, y finalmente eliminaremos, la explotación institucionalizada de los animales, como bien explica Joan Dunayer:

«La emancipación a amplia escala requerirá un cambio radical en las actitudes de las personas. Debemos reducir el especismo. Mientras modelamos el lenguaje no-especista y el comportamiento, debemos educar a las personas sobre sus afianzadas formas de prejuicio. Una vez que las personas reconozcan completamente la crueldad e injusticia inherentes al especismo, éstas rechazarán toda explotación humana hacia los no-humanos. Al final, sólo un descenso sustancial del especismo puede emancipar a los no-humanos.»